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El Alzheimer agranda el recuerdo de los personajes públicos que lo padecen
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El Alzheimer agranda el recuerdo de los personajes públicos que lo padecen

De tener la astucia para lograr que las Cortes franquistas se hagan el hara-kiri a no poder acordarse de las caras de tus allegados. Adolfo Suárez

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El Alzheimer agranda el recuerdo de los personajes públicos que lo padecen

De tener la astucia para lograr que las Cortes franquistas se hagan el hara-kiri a no poder acordarse de las caras de tus allegados. Adolfo Suárez es el rostro más conocido de los españoles afectados por el mal de Alzheimer, su nombre ha pasado de ser sinónimo de Transición a serlo de una enfermedad. Un amargo destino del que ni siquiera es consciente.

El ex líder de la UCD no sabe quién es, no se acuerda de qué hizo, no reconoce a quiénes le rodean y le cuidan. “No recuerda que fue presidente”, señaló su hijo, Adolfo Suárez Illana en un programa de televisión en 2005, la primera vez que habló públicamente de su enfermedad.

Dos años antes, Illana estaba presente cuando la enfermedad de su padre se manifestó por primera vez en público. Durante un mitin en la campaña electoral autonómica de 2003, el ex presidente perdió el hilo de un discurso de apoyo a su hijo. Repitió varias veces la misma frase y acabó perdiendo, literalmente, los papeles de su alocución. Fue su último acto público.

No es el único político histórico español afectado. “Hicimos los Juegos Olímpicos, el Estatut y ahora iremos a por el Alzheimer”. Así fue cómo el ex alcalde de Barcelona y ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, reconocía en rueda de prensa que tenía el mal de Alzheimer. Era octubre de 2007 y el ex “president” hacía público lo que en los meses anteriores se había extendido como rumor.

Maragall ha optado por no rendirse y ha creado una fundación con su nombre destinada a la investigación de la enfermedad.

La plena lucidez que presentó un hombre que sólo un año antes estaba al frente de la Generalitat de Cataluña sorprendió a la opinión pública española, que también aplaudió el optimismo de Maragall, que dijo ser un “privilegiado” entre los enfermos, ya que no perderá la memoria pues la gente le va “a seguir reconociendo por la calle”. Además, aseveró tener la “certeza de que esta enfermedad será dentro de 10 ó 15 años vencible y vencida”.

En contra de su partido

“Queridos americanos, recientemente me han comunicado que soy uno de los millones de estadounidenses afectados por el mal de Alzheimer”. Sin duda no fue un caso inadvertido, el ocaso de un hombre que llegó a ser el más poderoso de la tierra. Ronald Reagan, el victorioso liberal que ganó el pulso al comunismo no era inmune a que una enfermedad le borrase la memoria.

El 5 de noviembre de 1994, Reagan anunciaba en una carta que estaba afectado por dicha enfermedad y que comenzaba “un viaje que le llevaría al ocaso de su vida”. Ocho años después, su mujer, Nancy, anunciaba que ya no le reconocía. Dos más tarde, el ex presidente fallecía.

Nancy vivió junto a su marido todo el proceso degenerativo. “Se levanta cada mañana y se acuesta cada noche con ello [la enfermedad]. “Pienso que cuando está a punto de levantarse y por un momento lo olvida todo, aunque luego se da cuenta” de que en realidad está muy enfermo, decía Maureen, hija del ex presidente sobre como su madre vivió el mal al lado de Ronald Reagan.

Reagan, líder de la revolución conservadora que dominó Estados Unidos en los años ’80, volcó sus esfuerzos en la enfermedad, y en 1995 se creaba una asociación para luchar contra el mal que estaba destinado a borrar su pasado. Contraviniendo a las tesis del Partido Republicano, la familia Reagan luchó por conseguir que se rompiesen los vetos a la investigación con células madre. Un sueño que sólo se logró cuando un demócrata, Barack Obama, accedió a la Casa Blanca.

Olvidarse del papel de su vida

No sólo los políticos han visto cómo a algunos de sus compañeros se les olvidaba el discurso. Otros profesionales que viven de la memoria, los actores, han sufrido como algunos personajes destacados del gremio perdían el hilo de su guión.

Uno de los grandes de Hollywood, el estadounidense Charlton Heston falleció afectado por el mal. Heston, que en la ficción consiguió escapar de una galera, salió vivo del planeta de los simios y logró abrir en dos el mar, en la realidad no cosechó ningún épico triunfo contra la enfermedad. Si acaso obtuvo compasión al ver cómo un hombre que se había ganado las antipatías de medio mundo por liderazgo de la Asociación Nacional del Rifle, caía de rodillas ante la enfermedad. A la hora de redactar un emotivo comunicado anunciando su mal, sin embargo, no olvidó su sentido del humor: “Si os cuento una historia divertida dos veces, por favor, reíd otra vez”.

Asimismo, la mujer que hizo temblar el mundo con sólo quitarse un solo guante, Rita Hayworth, falleció con 68 años en Nueva York, en 1987. Desde hacía siete, la famosa ‘Gilda’ se encontraba bajo el cuidado de su hermana por la bofetada que le había propinado el Alzheimer.

Rivales en la cancha, unidos en la enfermedad

Una de las mayores enemistades en el mundo del deporte es la que sienten FC Barcelona y Real Madrid. Durante los años 50 dos estiletes de origen húngaro regían las delanteras de los máximos rivales, por parte blanca, Ferenc Puskas, mientras que desde el lado azulgrana atacaba Ladislao Kubala.

Sus goles perforaron las redes y quedaron grabados en las retinas de los aficionados al fútbol. Sin embargo, la memoria también les ganó la partida, mientras que la leyenda de sus nombres adornaba las vitrinas de sus respectivos clubes, las celebraciones de los títulos cosechados se desvanecían poco a poco en sus mentes.

A pesar de haber caído arrodillados ante el Alzheimer, el recuerdo de la lucha de todos estos personajes ha ganado la guerra contra el olvido, y la dignidad demostrada es un ejemplo de firmeza ante un asolador mal, aún sin solución.

De tener la astucia para lograr que las Cortes franquistas se hagan el hara-kiri a no poder acordarse de las caras de tus allegados. Adolfo Suárez es el rostro más conocido de los españoles afectados por el mal de Alzheimer, su nombre ha pasado de ser sinónimo de Transición a serlo de una enfermedad. Un amargo destino del que ni siquiera es consciente.

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