Cómo Viktor Orbán ha cambiado Hungría

Un análisis de Daniel Iriarte

Cada año, alrededor de cuatro millones de personas visitan Budapest, el 98% de las cuales proceden de países europeos. Casi todos, en un momento dado, acaban pasando por delante del edificio del Parlamento. Cautivados por su majestuosidad, muy pocos de ellos son conscientes de la batalla política que se viene librando en su interior en los últimos años, que en último término podría acabar definiendo el futuro de la Unión Europea: a un lado, el primer ministro Viktor Orbán, quien a través de una serie de reformas radicales trabaja para convertir Hungría, según sus propias palabras, en “una democracia iliberal”, jaleado por un importante segmento de la población húngara; al otro, aquellos a quienes no les gusta el camino que está tomando su país.

El enfrentamiento ha saltado recientemente a la prensa internacional tras la aprobación de una serie de medidas destinadas a forzar el cierre de la Universidad Centroeuropea de Budapest, financiada por el millonario George Soros, en lo que los críticos aseguran que es un golpe mortal al pensamiento libre en Hungría. Tras años de pequeños y grandes pasos en ese sentido, alterando el sistema electoral en su beneficio, reduciendo el espacio de la prensa independiente y cercando a las ONGs opositoras, el Gobierno de la Unión Cívica Húngara (Fidesz) de Orbán podría haber ido demasiado lejos: la nueva regulación ha sido considerada incompatible con el marco legal europeo y Bruselas ha dado un toque de atención a Hungría, amenazando con sanciones. Orbán ha optado por dar marcha atrás, pero, por ahora, solo nominalmente. El conflicto continúa.

Todas las fuentes consultadas por El Confidencial, de diferentes ámbitos profesionales e ideológicos, coinciden en que Orbán ha alterado significativamente el sistema político en Hungría, utilizando los recursos del Estado para favorecer a los miembros y simpatizantes de su partido y constriñendo a la oposición. Lo califican de Caballo de Troya para la democracia europea, cuyos experimentos son observados de cerca por otros líderes regionales de impulsos autoritarios.

Tú trabajas, ellos roban, por eso las pensiones son bajas (Reuters)

"Tú trabajas, ellos roban, por eso las pensiones son bajas" (Reuters)

En Budapest han aparecido vallas publicitarias con las caras de Orbán y sus asociados, bajo el lema “Tú trabajas, ellos roban, por eso las pensiones son bajas”. Es una de las expresiones de descontento que comienzan a proliferar en las calles húngaras, toleradas a regañadientes por el Gobierno –a pesar de todo, Hungría no es una dictadura- pero largamente ignoradas fuera de sus fronteras. Debido a la barrera que supone el complicado idioma húngaro, tampoco lo comprenderán esos millones de visitantes que, fascinados por los reflejos en las aguas del Danubio, por sus monumentos o por el encanto de sus calles, ignoran lo que está sucediendo.

Un joven llamado Viktor Orbán

El 16 de junio de 1989, cientos de miles de húngaros se concentraron en la plaza de los Héroes de Budapest para despedir al exprimer ministro Imre Nagy -ejecutado por los soviéticos en 1958 por haber liderado la revolución húngara dos años antes-, cuyos restos habían sido recuperados recientemente de una fosa común. Durante los funerales, un joven flaco, de pelo revuelto y afeitado discutible subió a la tribuna de oradores y dio un discurso que quedó en la memoria de muchos húngaros: “La corrompida carga sobre nuestros hombros es la consecuencia directa del sangriento estrangulamiento de nuestra revolución, y de habernos forzado de nuevo al callejón sin salida oriental del que estamos intentando escapar otra vez”, dijo el hombre, exigiendo la salida de Hungría de las tropas del Pacto de Varsovia.

A pesar de que soplaban vientos de cambio en toda Europa del Este y de que al muro de Berlín apenas le quedaban unos meses por caer, las palabras del joven activista sorprendieron por su audacia. El pluralismo político no sería establecido oficialmente en Hungría hasta cuatro meses después, pero el grupo político del joven, la Federación de Jóvenes Demócratas, ya funcionaba como un partido opositor más o menos legal. Aún así, hacía falta valor para salir a decir algo semejante en público. Muchos observadores, tanto húngaros como extranjeros, oyeron hablar ese día por primera vez de Viktor Orbán.

Orbán en el funeral de Imre Nagy

Orbán en el funeral de Imre Nagy

Hijo de dos profesionales, Orbán se crió en la región transdanubiana de Féjer, en el centro de Hungría. Estudió Derecho en Budapest, donde empezó una intensa participación política disfrazada de actividad cultural. Fue uno de los miembros fundadores de la citada Federación, que propugnaba una amalgama ideológica que mezclaba la oposición anticomunista con vagos valores libertarios. Convertido en partido político con la llegada de la democracia, sus primeros resultados en las urnas fueron muy pobres. Orbán fue elegido presidente de la formación en 1993.

Todo cambió con la crisis económica de la segunda mitad de los años 90. En las elecciones de 1998, el partido obtuvo casi un 30% de los votos, lo que, gracias al complicado sistema electoral húngaro, le convertía en la principal fuerza del Parlamento. Orbán se convirtió en el primer ministro húngaro de los últimos 50 años y en el gobernante más joven de Europa en ese momento. En los años siguientes, metió a Hungría en la OTAN, contuvo la inflación y logró un crecimiento sostenido, a la par que culminaba un proceso de privatizaciones iniciado por sus antecesores. También empezó una controvertida polémica de reivindicación respecto a las minorías húngaras de los países vecinos.

A Orbán le gusta verse a sí mismo como un revolucionario, alguien que siempre está contra las tendencias dominantes

En 2001 empezó el viraje ideológico de la Fidesz, que abandonó la Internacional Liberal para ingresar en el Partido Popular Europeo. Visto desde hoy, aquel momento sería el primero de muchos cambios de postura. “Orbán prácticamente ha dado un giro de 180 grados en política”, señala Péter Krekó, analista y director del Instituto Political Capital de Budapest. “A Orbán le gusta verse a sí mismo como un revolucionario, alguien que siempre está contra las tendencias dominantes. Cuando lo dominante era el socialismo de estado con apoyo de la URSS, era un liberal anticomunista. Cuando la atmósfera giró en favor de los liberales, él se volvió nacionalista. Ahora que siente que el atlantismo y la Unión Europea son la opción predominante, ha adoptado posturas antioccidentales”, indica. Pero ya entonces a muchos votantes no les gustó aquel cambio: el partido perdió las elecciones en 2002, lo que le condenó a la oposición durante los siguientes 8 años.

Sin embargo, cuando regresó en los comicios de 2010 lo hizo por la puerta grande, logrando la mayoría absoluta y dos tercios de los escaños en el Parlamento. La Era Orbán había comenzado.

Una "democracia iliberal"

Una de las primeras medidas de esta segunda etapa de la Fidesz en el poder fue alterar la composición del Tribunal Constitucional, asegurándose el poder de nombrar nuevos jueces sin supervisión parlamentaria. Este cambio señalaría el principio de una larga serie de cambios profundos que han despertado la preocupación de la Unión Europea, el Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y las Naciones Unidas. “Ya en 2010 sabíamos que habría grandes desacuerdos con el Gobierno, pero ni en nuestras peores pesadillas imaginamos que Fidesz empezaría a demoler las instituciones democráticas y a instalar a sus compinches”, afirma Timea Szabó, miembro del Partido del Diálogo para Hungría.

“Yo diría que el Gobierno de Orbán es un régimen iliberal, un híbrido entre democracia y autocracia”, opina Krekó. “La Rusia de Putin y la Turquía de Erdogan sirven como modelos. El propio Orbán los mencionó en el verano de 2014, cuando acuñó el término 'democracia iliberal'. Ahora mismo, Orbán muestra tendencias cada vez más autoritarias”, comenta.

En estos siete años de Gobierno Orbán, “las instituciones independientes han sido reestructuradas para privarlas, por ley o en la práctica, de ejercer un control efectivo sobre el Ejecutivo”, señala un informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos, con base en París, probablemente el estudio más completo sobre estas modificaciones. “Se ha diseñado un nuevo mapa de distritos electorales y se ha aprobado una nueva ley electoral que favorece claramente al partido gobernante Fidesz, mientras la práctica de aprobar leyes mediante procedimientos acelerados ha recortado severamente los derechos de la oposición a participar en el proceso legislativo. Leyes restrictivas de prensa han introducido estrictos requisitos (tanto de registro como de contenido) para los medios que atentan contra el derecho a la libertad de expresión y de prensa”, indica el documento. Y la enumeración continúa…

Putin y Orbán en Budapest, el 7 de febrero de 2017

Putin y Orbán en Budapest, el 7 de febrero de 2017 (Reuters)

“La ley de medios cambió totalmente los servicios informativos públicos, ahora agrupados bajo una sola institución a cargo de un socio ideológico”, señala A., una consultora de comunicación de Budapest que pide que no usemos su nombre verdadero. Los ideólogos del partido también promovieron activamente la adquisición de otros medios por sus partidarios. “Muchos fueron comprados por empresarios cercanos a Fidesz. A cambio de dinero público y contratos de obras públicas, adquirieron canales de televisión”, indica. En muy poco tiempo, asegura, los contenidos cambiaron. “Ahora es básicamente un montón de propaganda progubernamental. Ves los mismos mensajes uniformes provenientes de cada uno de los canales de televisión, los bloques de periódicos o los medios digitales”, asegura.

Pero más grave aún fue el castigo a aquellos medios independientes que se negaron a plegarse a las exigencias gubernamentales. En algunos casos, fueron comprados e inmediatamente cerrados. En otros se utilizaron penalizaciones legales. El informe de la FIDH explica en detalle el caso de Klubrádio, una popular emisora de radio crítica con el Gobierno: a pesar de haber solicitado una renovación de su licencia, cuando esta expiró en 2011 las autoridades le otorgaron su frecuencia a otra cadena, obligando a Klubrádio a embarcarse en una larga e intensa batalla legal que le provocó enormes pérdidas financieras que la llevaron al borde de la supervivencia. En otros casos, la pérdida de la licencia ha llevado directamente a la clausura de la emisora. Y en 2014, el Gobierno introdujo una nueva regulación impositiva diseñada para castigar económicamente al único canal de televisión independiente de Hungría, RTL Klub.

Putin es su aliado más importante, ningún otro político de la Unión Europea se ha encontrado bilateralmente con él con tanta frecuencia

Orbán también ha aprobado una ley que penaliza la financiación de ONGs desde el extranjero, que parece directamente inspirada en la impuesta recientemente en la Rusia de Vladímir Putin. "Es un copia y pega de la legislación rusa", afirma Krekó. Y no es casualidad: “En este momento, Orbán es verdaderamente prorruso. Es incuestionable que Putin es su aliado más importante, se han encontrado durante cuatro años consecutivos. Ningún otro político de la Unión Europea se ha encontrado bilateralmente con Putin con tanta frecuencia”, indica este politólogo.

Pero para otros observadores, su verdadero modelo es otro: “Han aprendido mucho de Silvio Berlusconi en términos de control de los medios de comunicación, usando nuevas formas de propaganda populista”, asegura Hunor Király, activista político y miembro de una ONG financiada por la cooperación noruega, represaliada por la nueva legislación. “Se dieron cuenta de que la mayoría de la gente se aparta de la política, así que no está interesada en lo que les digan los medios mayoritarios. Necesitaban nuevos canales de propaganda, así que, al estilo berlusconiano, convirtieron los medios en espacios sensacionalistas y tabloides”, afirma. Y según él, funciona: “No tienes que encarcelar periodistas como en Turquía o Rusia. Compras los medios, aíslas a la oposición, y toleras que un pequeño grupo de intelectuales tengan sus propios medios de comunicación donde puedan gritar lo que tengan que decir”, dice.

Operación Soros

El 28 de marzo, un parlamentario de Fidesz propuso una enmienda a la ley de educación superior húngara, que estipulaba que cualquier universidad acreditada en un país no europeo de la OCDE debe operar un campus completo en su país de origen para poder funcionar en Hungría. Solo un centro encajaba en dicha descripción: la Universidad Central Europea (CEU), financiada por el filántropo multimillonario de origen judío George Soros. A pesar de que la medida fue recibida con una ola de protesta en el mundo académico –incluyendo una carta firmada por 24 premios Nobel- y con el rechazo del Departamento de Estado de EEUU y la Unión Europea, fue aprobada en menos de una semana. La Universidad debía dejar de funcionar antes de 2018.

Poner a la CEU en el punto de mira entra dentro de una serie de ataques contra la libertad de expresión y las libertades civiles, iniciado en el mismo comienzo de su mandato en 2010, y que cubre a la prensa, la judicatura, las instituciones culturales, las ONGs, la minoría roma [gitana], los refugiados”, opina Ana Gurau, presidenta de la asociación de ex alumnos de este centro educativo. “No creo que a nadie relativamente consciente de la degradación de la democracia en Hungría le haya sorprendido. El ataque contra la CEU es solo un capítulo de una estrategia más amplia. Orbán no es un loco nacionalista, tiene una visión, tiene un plan, y ha tenido mucho éxito hasta ahora a la hora de ponerlo en marcha”, dice a El Confidencial.

El mundo académico protesta contra Orbán

El mundo académico protesta contra Orbán (Reuters)

Otras fuentes apuntan a razones más siniestras. “En mi opinión, cerrar la CEU no fue idea de Orbán sino de Putin, que se lo pidió. Esa universidad es una cuna de opositores para muchos países postsoviéticos”, sostiene Király. “Si miras Ucrania, Georgia y otros países postoviéticos, casi todos los líderes de la oposición estudiaron en la CEU”, explica.

En cualquier caso, la obsesión de Orbán con la CEU se debe a su relación con Soros, quien a través de su Open Society Foundation (Fundación Sociedad Abierta) financia a varias ONGs húngaras dedicadas a la lucha contra la corrupción, y por tanto afectan directamente al Gobierno húngaro. En paralelo, la administración de Orbán está llevando a cabo una campaña titulada 'Paremos a Bruselas' -financiada en parte con fondos de la Unión Europea-, con la que espera movilizar el voto antieuropeísta y del ciudadano hastiado.

Esto parece haber sido demasiado para la UE. La Comisión Europea ha iniciado un procedimiento legal asegurando que la ley de educación superior viola tanto la libertad económica como la académica, que puede desembocar en sanciones más serias, lo que llevó a Orbán a plantarse en Bruselas para dar explicaciones. Y si la cosa no ha ido más lejos se debe al papel del Partido Popular Europeo al que la Fidesz pertenece. “Me dijeron que me comportara”, explicó Orbán a la revista The Economist. A pesar de ello, el primer ministro húngaro no dudó en asegurar ante el Parlamento Europeo que su país “necesitaba ser defendido contra un especulador estadounidense que ha arruinado las vidas de millones de personas”, refiriéndose a Soros, un comentario que varios políticos europeos consideraron antisemita. De momento, la nueva ley de educación ha sido paralizada.

Protestas en el Día Nacional de Hungría

Protestas en el Día Nacional de Hungría (Reuters)

“Va a haber elecciones en Hungría en un año. Fidesz ha empezado a medir la situación y está buscando un chivo expiatorio. Viktor Orbán se dirige principalmente a su base de votantes conservadores en las áreas rurales, y esto es un giro tradicionalista”, opina Balázs Jarábik, analista del programa euroasiático del Centro Carnegie para la Paz Internacional, en una entrevista con la publicación Euractiv. “El movimiento de protesta y la presión occidental han tenido el suficiente éxito como para que el Gobierno de marcha atrás. Pero creo que el objetivo original no era cerrar la CEU sino crear un conflicto. Las protestas pro-CEU pueden ser usadas por Orbán y el Fidesz para decir: ‘Si no votas por nosotros, esto es lo que viene’”, asegura.

"Paremos a Bruselas"

Según describe un informe del Center for American Progress, “Orbán se aseguró de que el sistema electoral fuese a favor de la Fidesz. Rediseñó los distritos electorales para crear un entorno político favorable y aprobó leyes que permiten a las minorías húngaras de otros países conseguir pasaportes húngaros y votar en las elecciones de Hungría, lo que ayudó a ganar apoyo para el Fidesz en las elecciones de 2014”. Este tipo de cambios le asegura una holgada mayoría parlamentaria que le permite aprobar nuevas iniciativas sin apenas trabas ni contrapesos.

“Uno de los principales malentendidos sobre Orbán es que los extranjeros aseguran que tiene el apoyo de dos tercios de la población. Pero en realidad el apoyo con el que cuenta es mucho menor”, afirma Király. Tiene razón: según una encuesta de opinión de la empresa de demoscopia húngara Median realizada a finales de abril, la intención de voto para el Fidesz es todavía del 31%, y el apoyo popular al ejecutivo ronda el 40%. “De todos los problemas creados por este Gobierno, el principal es que realmente han hackeado el sistema electoral. Si logran dos tercios en el Parlamento es debido a esos cambios en el sistema”, asegura.

“No es el líder de Hungría como Erdogan en Turquía o incluso Putin en Rusia. Su popularidad es mucho menor”, apunta también Krekó. Aún así, las cifras de apoyo siguen siendo significativas. Pero Orbán ha visto cómo su índice de aprobación pasaba del 53% a principios de 2016 al 46% un par de meses después, y en constante caída desde entonces. Y con las elecciones a la vuelta de la esquina, el Gobierno húngaro trata de prevenir una debacle electoral.

“El giro de Hungría hacia el nacionalismo se está utilizando sin ninguna duda para enmascarar la terrible actuación del Gobierno en términos de política económica, así como su incapacidad de diseñar estrategias progresivas y a largo plazo para hacer frente al desempleo, los altos niveles de deuda privada, los problemas masivos en los sistemas de seguridad social y salud pública, las migraciones (tanto de húngaros al extranjero como de solicitantes de asilo en Hungría, etc.”, opina Gurau. “A medida que una parte cada vez mayor de la población siente las consecuencias de una década de mal gobierno -no solo de los ejecutivos de Orbán, sino también de aquellos que le precedieron a finales de los 2000- su uso de una retórica nacionalista, anti-UE y xenófoba es de hecho una estrategia de último recurso”, afirma.

En 2016, compañías cercanas a Orbán se hicieron con aproximadamente el 4% de todos los contratos públicos, lo que ha desatado las acusaciones de corrupción. “Una de las principales características del sistema creado por Orbán es que han establecido una serie de redes económicas nepotistas y clientelares, financiadas en parte con fondos de la UE, que favorecen a políticos gubernamentales”, dice Krekó. “De hecho, hay un gran imperio de compañías propiedad de individuos muy cercanos al primer ministro que operan una amplia red de corrupción. El estado funciona cada vez más de una manera oligárquica, hay un interés financiero personal que se explica por cómo la familia del primer ministro se beneficia directamente de amplias cantidades de fondos europeos puestos en el país en los últimos años”, asegura.

El primer ministro húngaro durante una sesión plenaria en el Parlamento Europeo

El primer ministro húngaro durante una sesión plenaria en el Parlamento Europeo (Reuters)

“La campaña electoral parlamentaria de 2018 va a versar sobre corrupción y medidas anticorrupción. Orbán culpa a las ONGs y otras instituciones financiadas por Soros por sacar este tema a la luz”, indica también Jarábik. “Han hecho cosas terribles desde el punto de vista económico y financiero. Están tratando de cubrir sus errores, dando pasos realmente desesperados”, señala Király.

Es en ese contexto en el que hay que entender una campaña como 'Paremos a Bruselas', que ha logrado desatar las iras de una Unión Europea normalmente mucho más apática. La iniciativa consistía en un folleto en forma de encuesta enviado a todos los hogares de Hungría, en el que se preguntaba a los ciudadanos cómo debería lidiar el Gobierno con una serie de cuestiones supuestamente promovidas por la UE. Pero los críticos han denunciado que la redacción de las preguntas estaba lejos de ser imparcial, poniendo al elector en contra de la acogida de refugiados e inmigrantes o del trabajo de las ONGs. Al mismo tiempo, el Gobierno lanzó un anuncio de radio y televisión que asegura que era “indignante” que Bruselas quisiese “asentar inmigrantes ilegales en Hungría” y arremetiendo contra “organizaciones financiadas por Soros que demandan al Gobierno húngaro”. A pesar de las protestas europeas, la consulta se completó a finales de mayo.

“Por desgracia, los líderes del Partido Popular Europeo en la Comisión Europea no ven que se les está engañando. La Comisión casi nunca ha tenido éxito a la hora de modificar legislaciones problemáticas en Hungría”, apunta Krekó. Sin embargo, la estrategia de confrontación con la UE, que parece estar funcionando bien de cara a las bases de votantes conservadores, especialmente en las áreas rurales, no parece sostenible a largo plazo. “Tarde o temprano Orbán tendrá que elegir entre seguir en la Unión Europea o salir. No es Nigel Farage, quien, cuando llega el momento, realmente dice: 'Salgamos de la UE'. Pero Orbán culpa a la Unión Europea y aún así dice que quiere quedarse. Es una contradicción que no puede resolver”, indica.

“Probablemente cada vez le haría más feliz poder irse, pero la población húngara sigue siendo abrumadoramente proeuropea. Si hubiese un referéndum contra la UE, los húngaros votarían a favor de la permanencia”, indica. De modo que Orbán tiene las manos atadas en ese aspecto. La duda es cuánto daño puede hacerle desde dentro a la Unión Europea mientras tanto.

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Reportaje: Daniel Iriarte

Formato: Brenda Valverde y Luis Rodríguez

Parlamento húngaro