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De ciudad del pecado a destino familiar: Tailandia quiere limpiar Pattaya
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De ciudad del pecado a destino familiar: Tailandia quiere limpiar Pattaya

El Gobierno militar ha empezado a instaurar 'zonas felices' para turistas que los vecinos han recibido con escepticismo: "Para los turistas, Pattaya es sólo sexo. No podrán cambiar esa imagen"

Foto: Bailarinas tailandesas en un club nocturno junto al mar en Patttaya, Tailandia. (Reuters)
Bailarinas tailandesas en un club nocturno junto al mar en Patttaya, Tailandia. (Reuters)

"Cuando era pequeña aún nos escandalizábamos cuando veíamos a uno de esos 'farangs' (palabra en tailandés para referirse a los extranjeros blancos) de la mano de una mujer tailandesa". Ratana Ong Sombat aún recuerda cuando Pattaya, su ciudad natal, no era más que un pequeño pueblo de pescadores al que solo se podía acceder en bote. Poco que ver con la vibrante y ruidosa Pattaya de hoy en día, una ciudad en la que las casas de pescadores han sido sustituidas por moteles y resorts de lujo y donde las luces de neón predominan en cuanto cae la noche.

Ver a "farangs" de la mano de señoritas tailandesas ya no es ninguna rareza y muchas de ellas publicitan abiertamente sus atributos femeninos en algunas de las numerosas calles plagadas de burdeles, o de los conocidos como bares de chicas, a la espera de algún turista que quiera pagar por su compañía. Pattaya es la capital del sexo en Tailandia, un país en el que la prostitución está oficialmente prohibida, pero que ha sido tolerada durante décadas por los sucesivos gobiernos y que se practica abiertamente en buena parte de la geografía nacional.

"Para los turistas, Pattaya es solo sexo. No van a poder cambiar esa imagen. Aquí ya han estropeado todo, es lo único que pueden vender"

Para la junta militar que dirige el país, sin embargo, la imagen libertina de Pattaya se ha convertido en motivo de vergüenza recurrente cada vez que los medios internacionales se dan un paseo por sus calles de neón y ha prometido recuperar esa tranquilidad que Ratana recuerda con nostalgia. Para ello, la policía ha empezado a instaurar 'Zonas Felices', un adjetivo que el Gobierno militar ha utilizado para buena parte de sus políticas desde que llegó al poder en un golpe de Estado en 2014.

En esas zonas felices, ha explicado la policía, se reforzará la seguridad por un equipo nocturno de agentes y voluntarios y se instalarán cámaras para que no haya abusos a los turistas. "Quiero que la gente vea que no somos como dicen. No estamos permitiendo la prostitución en estos sitios de entretenimiento", aseguró el gobernador provincial Pakkaratorn Teianchai a los periodistas durante la apertura de la primera 'zona feliz' en la popular Walking street, una calle paralela a la costa en la que los restaurantes de marisco se mezclan con las señoritas ligeras de ropa que dan la bienvenida a los clubs nocturnos.

El Gobierno ha asegurado además que no se castigará a quien solo ofrezca entretenimiento convencional y que las medidas se centrarán en los servicios que incluyan sexo. "Estamos suprimiendo los shows obscenos y sucios. Estamos intentanto que esos bares desaparezcan", aseguró el coronel Sulasak Kalokwilas a AFP. La línea es, sin embargo, especialmente delgada en Tailandia, donde a menudo mujeres y hombres no piden remuneración directa por los servicios sexuales, pero buscan otras compensaciones económicas.

Una imagen difícil de recuperar

Ratana Ong Sombat lleva años resistiéndose a que Pattaya no pueda ser nada más que sexo. Desde su resort, el Moonlight On Sea, - el más antiguo de la ciudad, asegura Ratana con orgullo -, aún intenta atraer a las familias a la tranquila playa que ha sobrevivido a las hordas de turistas extranjeros a los pies de los bungalows que regenta. "Nuestros clientes son sobre todo tailandeses que quieren escapar de Bangkok", asegura. Cuando su suegro abrió el Moonlight On Sea "hace unos 60 años", cuenta intentando acordarse sin éxito de la fecha exacta, solo había una pequeña casa a la que de vez en cuando llegaban turistas ricos europeos. "Como era tan difícil llegar hasta aquí se quedaban durante mucho tiempo. Era casi un lugar de meditación", cuenta la mujer.

En los años 60, U Tapao, una base militar utilizada por la marina tailandesa, empezó a convertirse en base recurrente de los B52 estadounidenses que venían a repostar tras sus ataques en Vietnam. Pattaya se convirtió así en un destino recreacional para los soldados americanos y muchos vieron en el sexo una oportunidad de hacer negocio. Sin embargo, las calles llenas de burdeles, recuerda Ratana, se consolidaron más tarde, en los años 90, cuando el acceso se facilitó y el gobierno desarrolló la región con numerosas infraestructuras y polígonos industriales.

Sin embargo, a pesar de la nostalgia, Ratana es poco optimista con la política anunciada por el Gobierno. "Para los turistas, Pattaya es sólo sexo. No van a poder cambiar esa imagen", asegura. "Aquí ya han estropeado todo. Lo único que pueden vender es sexo", añade Wanchai Rattanaprasert, otro vecino nacido en Pattaya que vende dispositivos de sonido y que tiene entre los bares de alterne a algunos de sus mejores clientes. A pesar de ello, aboga por limitar la oferta sexual en la ciudad. "Deberían dejar de intentar esconderlo y regularlo de una vez. Reducirlo a una única zona que esté controlada", asegura Wanchai.

La corrupción, asegura Wanchai, es una de las principales razones de que no se tomen medidas reales contra la prostitución en Tailandia. Según Transparencia Internacional, Tailandia estaba en 2016 en el puesto 101 de 176 países en su índice de percepción de la corrupción, con un rápido deterioro en comparación a los resultados de 2015. "La represión del gobierno, la falta de control independiente y el deterioro de derechos han erosionado la confianza pública en el país", aseguraba el informe.

Para los vecinos de Pattaya, la industria del sexo ha significado más que calles llenas de mujeres ligeras de ropa. "Los nativos de aquí hemos perdido nuestro estatus. Ahora todo pertenece a extranjeros o tailandeses de Bangkok y nosotros nos hemos convertido en gente de segunda mano", explica Wanchai. Para Wanchai, es sin embargo demasiado tarde para recuperar la Pattaya de su niñez y solo le queda la resignación. "Me gustaría recuperar su identidad, pero es imposible. Hace mucho que ya no existe".

"Cuando era pequeña aún nos escandalizábamos cuando veíamos a uno de esos 'farangs' (palabra en tailandés para referirse a los extranjeros blancos) de la mano de una mujer tailandesa". Ratana Ong Sombat aún recuerda cuando Pattaya, su ciudad natal, no era más que un pequeño pueblo de pescadores al que solo se podía acceder en bote. Poco que ver con la vibrante y ruidosa Pattaya de hoy en día, una ciudad en la que las casas de pescadores han sido sustituidas por moteles y resorts de lujo y donde las luces de neón predominan en cuanto cae la noche.

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