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Estampas desde la Zona Desmilitarizada: así ven hoy el conflicto en Corea del Sur
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una preocupación más MUNDIAL que nacional

Estampas desde la Zona Desmilitarizada: así ven hoy el conflicto en Corea del Sur

La nueva generación que no ha crecido con la esperanza de una reunificación inmediata ha puesto sus esperanzas en el nuevo presidente Moon Jae-in, más conciliador que sus antecesores

Foto: Un soldado surcoreano mira hacia el lado sur en la localidad fronteriza de Panmunjom, en la Zona Desmilitarizada entre las dos Coreas, en marzo de 2017. (Reuters)
Un soldado surcoreano mira hacia el lado sur en la localidad fronteriza de Panmunjom, en la Zona Desmilitarizada entre las dos Coreas, en marzo de 2017. (Reuters)

Las intimidaciones no alteran la rutina de frontera. Grupos de escolares, parejas de jubilados y algún viajero ocasional se asoman a los prismáticos para ver de cerca lo que antes era parte de un único país. El límite con el norte es para Corea del Sur una atracción turística de homenaje a los caídos y mensajes de paz. A pesar de que se despierten a menudo con una nueva amenaza nuclear. Ahora, el clima podría variar. La victoria del progresista Moon Jae-In en las elecciones celebradas recientemente ha abierto la posibilidad de diálogo con sus vecinos y una etapa de mayor compromiso juvenil. Las nuevas generaciones -los 'indignados' surcoreanos- confían en su cercanía con la gente y en su talante sosegado.

Protestaron durante más de 100 días en la céntrica plaza Guangwha Moon de Seúl para derrocar a Park Geun Hye. La expresidenta fue finalmente destituida y se puede enfrentar a cadena perpetua por corrupción. Llegaron a perder vidas en las manifestaciones más violentas. Pero lo que más llamó la atención fue el despertar de una generación habituada a la apatía política. Amordazada entre neones y pantallas led. “El escándalo de Hye y su gabinete nos hizo sentir una gran decepción”, explica Oh Song Mi, estudiante de Administración de Empresas de 23 años. “Queríamos cambio y Moon fue quien levantó esa voz por la acción”.

Con un 41,08% de votos, casi el doble que segundo más elegido, Moon (del Partido Democrático) aglutinó la esperanza de quien no vivió el conflicto con el norte y ve la unión como algo remoto. Más de 13 millones de personas se decantaron por quien ya ha recibido al estadounidense Matt Pottinger, director del Consejo Nacional de Seguridad (NSC) en Asia, y ha acordado una reunión en Washington con Donald Trump para finales de junio. Su encrucijada se reparte en mantener lazos con Japón y China a este lado del globo y no provocar la antipatía norteamericana o rusa. “Va a escuchar lo que diga el pueblo y no es extremista, algo fundamental para nuestra tranquilidad”, afirma Song Mi.

“No voté por él, pero confío en que lo haga bien”, cuenta en la entrada de su oficina de publicidad Joon Hynng Kim, de 35 años. “Necesitamos que vuelva la discusión a la política, aunque a mí no me importe demasiado: ya es suficientemente duro nuestro día a día”, confiesa. Kong Jin, licenciado en empresariales de 29 años, reitera la idea: “Es importante que nos pongamos a hablar. Y he oído que Moon es muy listo y tiene una personalidad muy buena”, alega quien ve a sus compañeros “perdidos”, algo desligados de las demandas históricas de unidad y sin tantas oportunidades laborales como hace unos años, de máximo crecimiento. Según datos del Instituto de Estadística Coreano publicados el pasado mes de abril, la tasa de desempleo se sitúa en un 4,2% (cifra que asciende al 11,2% en la franja de población entre los 15 y los 29 años) y el salario mínimo en 643.000 won (unos 514 euros).

Aun así, la consideración general es de bienestar. Y ese sea quizás el mayor escollo a la hora de pensar en un futuro común con Corea del Norte, a la que ven atrasada, inmersa en una espiral de restricciones y pobreza. “Muchos jóvenes no quieren que Corea se una porque significaría compartir el trabajo y pagar más impuestos para mantener a los del Norte, resuelve Dana Song, propietaria de un bar de 37 años. “Kim Jong-un es un chiflado y nunca se sabe por dónde va a salir, pero hay que intentarlo. La presidenta anterior lo arruinó todo y Moon tiene que recomponerlo, no lo va a tener fácil”, analiza desde la barra en Hongdae, uno de los barrios de ocio nocturno más populares de la capital surcoreana.

"No tenemos especial simpatía hacia los norcoreanos"

De hecho, en sus primeros Días al frente del país ya ha tenido que plantar cara a dos nuevas pruebas de misiles norcoreanos en lo que va de año y al aviso de la capacidad para trasladar una ojiva nuclear “de gran tamaño”. La réplica no se ha hecho esperar, y –pese a su buena voluntad- Moon ha expresado que el diálogo no va a ser “incondicional” y que existe una “alta posibilidad” de enfrentamiento militar en la frontera. “No toleraré nunca las provocaciones del Norte y sus amenazas nucleares. Pyongyang debe cambiar de conducta”, sostuvo en una visita a la sede del Ministerio de Defensa, según el diario Korea Times.

¿Será posible avanzar en las relaciones? Después de seis décadas desde que se firmó el armisticio (el 27 de julio de 1953), la brecha no ha dejado de extenderse. “Lo que nos hace dudar no son las conversaciones sino lo que de verdad haga Corea del Norte”, indica Song Mi. La unificación, apunta, vendría más tarde. Una quimera por la que lucharon sus padres, estampa y motivo de propaganda en museos y muros de Seúl, que no parece contemplarse como algo sólido ni a corto plazo. “Sería una cuestión de fe, ya que nos costaría mucho dinero y empeño social y cultural”, dice este joven al que el nuevo periodo le ha avivado “el entusiasmo”, las “ganas de leer los periódicos” y la “responsabilidad” con su entorno.

“Nuestros ancestros veían a Corea del Norte como hermanos. Nosotros no tenemos especial simpatía hacia ellos”, resume Yoon Simsuk, empleado de banca de 30 años. “Los jóvenes están más enfrascados en sus vidas y no piensan mucho en el exterior”, continúa tras soltar un sonoro “sí” a la pregunta de si le gusta el nuevo mandatario: “Acabará con la trama de corrupción que hemos tenido en el país y revitalizará nuestra economía“. Una economía que ha sufrido un ligero descenso, pero que –con un Producto Interior Bruto de unos 1,2 billones de euros- sigue siendo de las más fuertes del mundo, tal y como la cataloga el Banco Mundial. “Era el candidato que mejor ilustraba ese cambio, esa ilusión, que pedían sus compatriotas”, señala Lee Sumnin, estudiante universitario de 25 años. Las “velas encendidas” en la plaza de Guangwha Moon lo pedían, esgrime.

Es en este rincón de una urbe que aglutina en su área metropolitana a la mitad de la población del país (unos 26 millones) donde Yo Kawanaka, activista japonesa de 31 años, enarbola una pancarta contra las guerras. Viaja junto a un movimiento asiático por la paz. “Creo que se puede lograr”, espeta. Por lo visto en la frontera, el foco informativo sobre Corea del Norte responde más a una inquietud internacional que a un problema local, aunque haya despertado la involucración ciudadana. Allí, como en la capital, las excursiones se preocupan más por los ‘souvenirs’ y comida de las tiendas y restaurantes. Que estos días, quizás por mera casualidad o por un alarde de humildad de cara a sus compatriotas norteños, lucen semivacíos.

Las intimidaciones no alteran la rutina de frontera. Grupos de escolares, parejas de jubilados y algún viajero ocasional se asoman a los prismáticos para ver de cerca lo que antes era parte de un único país. El límite con el norte es para Corea del Sur una atracción turística de homenaje a los caídos y mensajes de paz. A pesar de que se despierten a menudo con una nueva amenaza nuclear. Ahora, el clima podría variar. La victoria del progresista Moon Jae-In en las elecciones celebradas recientemente ha abierto la posibilidad de diálogo con sus vecinos y una etapa de mayor compromiso juvenil. Las nuevas generaciones -los 'indignados' surcoreanos- confían en su cercanía con la gente y en su talante sosegado.

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