Es noticia
"En Francia hay madres que pagan impuestos para que bombardeen a su hijo"
  1. Mundo
ALEXANDRA GIL, AUTORA DE 'EN EL VIENTRE DE LA YIHAD'

"En Francia hay madres que pagan impuestos para que bombardeen a su hijo"

La periodista española ha publicado un libro que observa el yihadismo francés desde un ángulo nuevo y único: el de sus madres

Foto:

Los monstruos no tienen padres. Nadie se siente orgulloso de ellos ni quiere responsabilizarse de sus actos. La sociedad los desprecia por volverse contra ellos y sus padres, los biológicos, a menudo se encuentran desarmados, sin respuesta ante la atrocidad. La periodista zaragozana Alexandra Gil, desplazada desde hace unos años en París, decidió poner el foco en el relato de las madres de los yihadistas captados por el ISIS en el transcurso de sus crónicas periodísticas. Los ha reunido en 'En el vientre de la yihad', publicado por editorial Debate, que estos días ve la luz en España.

Pregunta: ¿Cómo se te ocurre fijarte en lo que nadie se fija, en las madres de los yihadistas?
Respuesta: Hubo varios factores, pero el desencadenante fue un periodista francés que le preguntó a una de las madres que si se sentía responsable del 13 de noviembre -en relación a los atentados en París de 2015 en los que fueron asesinadas 130 personas- y me pareció totalmente injusto, porque esa señora estaba dando charlas para prevenir la radicalización y, por otra parte, ella ni siquiera era madre de ninguno de los terroristas del 13N.

También vi cómo las insultaban en redes sociales. “Así nos sentimos los demás cuando el hijo de puta de tu hijo mataba”, le dijeron a una cuando fue abatido su hijo por la policía. Me interesaba conocer qué estaban sintiendo esas madres que, además de perder a su hijo y del sentimiento de culpabilidad, tienen que vivir con la mirada de reproche de la sociedad.

P.: Lo dices en la introducción de tu libro: nadie escucha su relato, solo busca una vía para culparlas.
R.: Sí. Cuando entrevisté a Verónique, una de las madres, me dijo "gracias por escucharme con respeto". Son conscientes de que el problema es de gran magnitud y no están de acuerdo con el tratamiento instantáneo que de su caso hacen en los medios. Ella quieren aportar, ayudar a que esto no vuelva a suceder, pero también que se las comprenda, y para eso se necesita tiempo.

P.: Esto lo notas en que algunas fuentes te hablaron de una forma para el periódico y de otra para el libro.
R.: Desde luego. Los medios y las redes sociales les han hecho mucho daño. Es un tema muy delicado, con la muerte como riesgo inminente, y eso desata unas pasiones difíciles de gestionar. La sociedad no quiere comprender cómo un joven nacido y criado en Francia se convierte en un terrorista que atenta contra su forma de vida, solo quiere que cese esta actividad.

A menudo acusan a estas familias de no haber dado el amor suficiente a sus hijos y es obvio que cuando un joven sucumbe a los argumentos del ISIS ha tenido un momento de debilidad, pero tampoco podemos olvidar que son personas entre 18 y 26 años, son cerebros en construcción. También se junta que son inmigrantes de segunda generación que no se sienten franceses porque sienten el rechazo de la sociedad. En ese ámbito los reclutadores del ISIS lo tienen casi todo hecho.

Francia no quiere comprender el yihadismo, solo que desaparezca. No se ve culpable de nada

P.: Es curioso cómo la sociedad se autoexcluye a la hora de delimitar las responsabilidades en la gestación de un terrorista. “La culpa es de los padres”.
R.: El yihadismo ha sabido reclutar a partir de los egos rotos. Cuando un joven no tiene un sentimiento de pertenencia a un país, a una comunidad, es mucho más fácil seducirle para tu causa que, por cierto, se vende como espiritual y es mucho más social y política. El ISIS ha sido capaz de hacer calar la idea de que los musulmanes en Francia, Bélgica o Alemania, son musulmanes y no franceses, belgas y alemanes. Algunos incluso proceden de familias católicas; en esos casos los padres sí que sienten que no han sido capaces de frenar la radicalización.

P.: Los "egos rotos" son también caldo de cultivo para 'skinheads', sectas… pero en estos casos nadie culpa a las familias, quizá porque son blancos, porque son como ellos. ¿Hay racismo cuando se señala a la familia como responsable principal?
R.: ¡Claro! Es un discurso en el que se escudan muchos hasta que sucede como algunas de las madres que he entrevistado, que son blancas y católicas. Como sociedad ya hemos perdido la batalla cuando pensamos que el yihadismo es algo ajeno, que solo le pasa a los demás o que es culpa de los demás. El ISIS busca fracturar la sociedad, estatalizar el racismo y que gente como Marine Le Pen se haga su hueco con un discurso basado en el racismo.

P.: ¿La existencia del ISIS favorece a políticos como Marine Le Pen?
R.: Le Pen se ha alimentado del miedo a morir súbitamente de los franceses. Desde el 13 de noviembre el Frente Nacional no ha dejado de crecer en las elecciones regionales y en los sondeos. Como decía antes, la sociedad no quiere comprender, no quiere asumir culpas, quiere soluciones fáciles como las que propone Le Pen. Y ella ha llegado a asegurar que, si hubiera estado en el gobierno, los horrores de Bataclan o Charlie Hebdo no habrían sucedido.

P.: De hecho el discurso de Le Pen se viene abajo sin la existencia de una némesis sobre la que apoyarse, en este caso el ISIS. Me recuerda un poco al PSOE de los 80 gestionando la debilidad de ETA, pero no su final.
R.: Claro que Le Pen no quiere acabar con el ISIS, ni el ISIS con Le Pen, porque los fascismos se retroalimentan. Yo estoy en varios canales de Telegram donde comentan yihadistas y aquello fue una explosión de felicidad cuando ganó Trump en Estados Unidos. "Este señor va a hacer campaña por nosotros, los suburbios van a arder contra él", decían. Ellos no tienen que hablar cuando el discurso del odio llega al poder. El Estado Islámico quieren que gane Le Pen porque es alguien que reafirma su relato.

P.: Le Pen, al final, puede ser su mejor agente de prensa.
R.: Piensa que las acusaciones clásicas del ISIS "allí no os quieren", "no os dejarán llevar el velo" o "nunca seréis ciudadanos de primera", se cumplen con Le Pen en el gobierno y no con otros candidatos. ¡Le Pen ha llegado a decir que habrá que ver cómo acceden a la educación los hijos de los inmigrantes!

P.: Pongámonos en la tesitura de que esta noche gana Le Pen. ¿Qué pasa en Francia?
R.: Que en los próximos diez o quince años viviremos en una especie de guerra civil oficiosa entre los partidarios de las medidas drásticas que surgen de la extrema derecha y los demás. No lo digo yo, lo dicen los servicios de inteligencia del país, que creen que estamos muy cerca de la creación de grupúsculos fascistas que se vuelvan contra los inmigrantes y las mezquitas. El germen ya existe, lo ha institucionalizado Le Pen, y la peor consecuencia sería un choque entre fascismo y yihadismo en Europa.

P.: ¿Han fracasado los mecanismos de integración que diseñó la socialdemocracia europea?
R.: Desde luego. Y mira que hemos tenido señales. Hay decenas de informes que han alertado a lo largo de los años de que en los suburbios franceses los inmigrantes no se sentían del país, que encontraban grandes problemas para hallar trabajo, que se sentían discriminados y carentes de arraigo… y no hemos hecho nada.

Las madres denuncian una suerte de clientelismo. Que les tratan no como personas que deben ser integradas en una sociedad que es muy diferente de su país de origen, sino como votantes. Por eso los políticos han evitado meter mucha policía en los suburbios o incordiarles de alguna manera. Una de las madres, Verónique, me decía que le pidió al alcalde de su localidad poner en la puerta del ayuntamiento un cartel con el número de teléfono al que había que llamar si detectaba que un joven se estaba radicalizando y, ¿sabes lo que le dijo? "Tampoco hace falta que estigmaticemos a la población musulmana". Los políticos, pensando siempre en las próximas elecciones, han permitido que se desarrollen comportamientos que van contra la democracia.

P.: Me llama la atención la figura del reclutador del ISIS. ¿Qué perfil tiene?
R.: Hay de todo. Los hay que se reclutan en Europa, se forman en Siria y regresan. Hay otros que nunca salen del país porque tienen la familia aquí. Lo que se desprende de esto es la capacidad del Estados Islámico para tejer una red de captadores, para mutar rápidamente según necesite soldados o cuadros intermedios. Y esta es precisamente otra de las grandes derrotas de Europa: no ser capaz de mutar a la velocidad que lo hace su enemigo.

Una de las derrotas de Europa es no saber mutar a la velocidad que lo hacen los yihadistas

Esta yihad no es la misma de hace unos años, estamos ante una yihad ofensiva. Dicen que es una respuesta a lo que está sucediendo en Siria, pero no es verdad, es un mensaje que ellos saben que funciona entre los europeos, quieren que salgamos a protestar. Lo tienen muy claro. En verano del año pasado, cuando el ISIS perdió la ciudad de Manbij, al lado de Alepo, dijo: “Hemos perdido una batalla, pero hemos ganado una generación que sabe quién es su enemigo”. Mutan, cambian, se adaptan. Es un error pensar que acabando con el ISIS vamos a acabar con el yihadismo.

P.: El reclutamiento es una especie de globalización inversa: mientras los europeos vamos a países más pobres a por mano de obra barata, en este caso son musulmanes menos formados, en Siria, los que usan a otros, europeos, con más preparación y poder adquisitivo como carne de cañón.
R.: Así es, porque también existe el racismo en el otro sentido. Muchos marcharon a Siria pensando que se integrarían con su "única nación", que es la musulmana, y descubrieron que los franceses allí son vistos como yihadistas de segunda. ¿Por qué? En primera instancia porque muchos no saben árabe y eso les imposibilita para ascender en rango. Se han encontrado con la misma discriminación que sufrían en Francia con el agravante de que Siria es un país en guerra. Muchos han regresado desencantados con el ISIS pero no desradicalizados, porque la sociedad europea sigue sin ofrecerles un proyecto de vida.

P.: ¿No es la radicalización una forma de rebelión contra los padres? Quiero decir, fueron ellos los que salieron de estos países para buscar un futuro en la próspera Europa y sus hijos ahora regresan a lo más crudo de sus orígenes.
R.: No, es todo lo contrario, es una revancha contra la sociedad, un sentimiento de ser la generación que oprime a quienes oprimieron a sus padres. En el fondo les quieren abrir las puertas del paraíso. Han visto cuánto le ha costado a su familia abrirse camino, cómo han sufrido el racismo, y quieren cambiarlo todo, vengarse por el sufrimiento que han experimentado tus padres.

P.: ¿Ha comenzado el ISIS a reclutar mujeres?
R.: Claro. Hay mujeres que como regalo de boda reciben un cinturón de explosivos. Y de nuevo Europa va por detrás. Por ejemplo, cuando una pareja retornaba de Siria a Europa, se detenía al hombre, pero no a la mujer, porque se le presupone un rol de víctima. Sin embargo, cuando hubo el conato de atentado en Notre Dame, el que habría sido el primer ataque íntegramente femenino en Francia, las autoridades se empezaron a dar cuenta.

El plan actualmente no es que las mujeres cojan las armas, sino que tengan hijos y que los eduquen en la sharia para que ellos sean los que combatan. También que ejerzan como reclutadoras, buscándole novio a sus hermanas pequeñas que las lleve por el camino del ISIS. Hasta que Europa no sea consciente de todos los ángulos del problema, y las mujeres son uno de ellos, no estaremos en disposición de solucionarlo.

P.: El papel de las madres es siniestro en tanto que se les plantea un juego al que no pueden ganar: si denuncian a su hijo es posible que sea asesinado o trasladado a una cárcel ilegal tipo Guantánamo pero, si no lo hacen, su hijo podría ser el siguiente en tirar un avión lleno de pasajeros.
R.: Viven en una especie de esquizofrenia. Han perdido su identidad, ya no son ciudadanas, sino madres de yihadistas. Se imponen un estigma, no se atreven a mirarse al espejo por las mañanas, ni tampoco a ir a una manifestación contra el terrorismo o cumplir con un minuto de silencio. Aspiran a que sus hijos regresen de Siria y cumplan veinte años de prisión como el mejor de los escenarios.

P.: Estas mujeres pagan impuestos en Francia para que bombardee a su hijo en Siria.
R.: Sí, y esto lo llevan especialmente mal. Ninguna ha sido capaz de contestarme, no lo pueden comprender ni explicar. Es pura frustración. No pueden pasar página porque una madre no puede divorciarse de su hijo.

P.: ¿Se sienten culpables?
R.: No, pero sí se sienten responsables. Ven cómo los valores que han luchado por inculcarle a sus hijos durante veinte años se los ha borrado un reclutador en dos meses. Sus hijos se van a Siria y los pierden para siempre. No olvidemos que van a Siria a morir, lo que les propone el ISIS es un proyecto de muerte.

P.: Leyendo tu libro he reparado en que las madres están por sistema muy alejadas del discurso de sus hijos. Me vino a la cabeza el contraste con los familiares de ETA, que siempre han sido un 'lobby' activo y militante. Es como si el yihadismo europeo hubiera alcanzado una generación pero no las anteriores.
R.: Es así, no se recluta a señores de 50 años salvo en casos excepcionales, como máximo suelen tener 28 ó 30. Es el rango de edad en el que cala, cuando las personas quieren construir una vida y están dispuestos a hacer cualquier cosa por mejorarla.

P.: Tampoco hay un sustento intelectual en Europa. Siguiendo la analogía con ETA, me falta un Otegui, un político afín que valide los postulados y tan solo critique los medios.
R.: Las líneas del yihadismo actual nacieron en la prisión de Abu Ghraib, en Iraq, y ahora están en Siria. En Europa lo que se busca es carne de cañón; el contingente de franceses, en torno a 2.000, son casi todos menores de 30.

P.: Este problema no es ajeno a España, solo que con respecto a Francia estamos dos décadas por detrás en materia de inmigración. ¿Estamos aprendiendo?
R.: Sí, el trabajo de inteligencia que se está haciendo últimamente impresiona. Nos hemos puesto las pilas y se están haciendo las cosas bien a la hora de desarticular células terroristas antes de que atenten. Pero todavía queda el trabajo de prevención, el de evitar que los jóvenes se sientan desplazados y vean en la radicalización una alternativa. Pienso que la misión de España ahora es evitar que crezca ese descontento que para el ISIS es terreno abonado.

Todos tenemos que entender que cuando un niño llama ‘moro’ a otro, ese niño va a sentirse un ciudadano de segunda, desarraigado, y es el primer paso en la creación de un monstruo. Una de las madres que salen en el libro me decía que su hijo estaba muy deprimido con 22 años porque no veía un futuro en Francia para él y que se fue a Siria como un "suicidio del siglo XXI". Le convencía más un proyecto de muerte que el proyecto de vida que le ofrecía la sociedad francesa.

Los monstruos no tienen padres. Nadie se siente orgulloso de ellos ni quiere responsabilizarse de sus actos. La sociedad los desprecia por volverse contra ellos y sus padres, los biológicos, a menudo se encuentran desarmados, sin respuesta ante la atrocidad. La periodista zaragozana Alexandra Gil, desplazada desde hace unos años en París, decidió poner el foco en el relato de las madres de los yihadistas captados por el ISIS en el transcurso de sus crónicas periodísticas. Los ha reunido en 'En el vientre de la yihad', publicado por editorial Debate, que estos días ve la luz en España.

Elecciones Francia Terrorismo
El redactor recomienda