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Los inmigrantes ilegales sin los que la agricultura de EEUU puede desaparecer
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un negocio de 35.000 millones

Los inmigrantes ilegales sin los que la agricultura de EEUU puede desaparecer

La producción del Valle Central californiano ha funcionado durante décadas con más de un 50% de sus trabajadores ilegales. Con las medidas de Trump, los agricultores temen perder la cosecha

Foto: Trabajadores recolectan fresas en el Rancho Santa Fe, en California. (Reuters)
Trabajadores recolectan fresas en el Rancho Santa Fe, en California. (Reuters)

Cada día, decenas de miles de trabajadores ilegales salen de sus casas antes del amanecer para trabajar por horas las cientos de huertas, granjas y ranchos que salpican el interior de California, el Valle Central. Con una extensión de 50.000 km2 (más o menos el tamaño de Dinamarca), este inmenso llano produce la mitad de las verduras, frutas y frutos secos que se consumen en EEUU. Un negocio de 35.000 millones de dólares que nutre de espárragos, naranjas, tomates, uvas y frutos secos las estanterías de las grandes cadenas de supermercados.

No es ningún secreto: hace décadas, desde el final de la II Guerra Mundial, que la huerta californiana sale adelante gracias al trabajo de 'braceros' inmigrantes; en la temporada alta, esa que empieza con la recogida de las frutas a mediados de abril, hasta 400.000 jornaleros, un 70% de los cuales está indocumentado, según el último estudio de la Universidad de Davis California.

Desde hace 17 años es lo que hace Verónica Mota. Llegó de Oaxaca (México) con 25 años y desde el primer día encontró trabajo en el campo. "Nunca lo había hecho, era ama de casa. Fue muy duro acostumbrarme. Empecé 'pizcando' (recogiendo) espárragos, que yo creo que es el trabajo más duro que hay. Pero todo por lograr el sueño, ¿no?", explica a El Confidencial. Desde entonces no le ha faltado el trabajo a Verónica. Unas veces mejor y otras peor pagado. Ella prefiere la temporada de frutas porque por menos horas puede llegar a cobrar 100 dólares al día. Ahora está amarrando parras, en jornadas de 10 horas que solo le dan para el salario mínimo semanal. "Quizá podría trabajar en una tienda o en un restaurante, pero en el campo, consigo más dinero por hora, y cuando llega la temporada de fruta, ganas por pieza, cuanto más rápido seas más dinero haces".

"Si el Gobierno federal llegara a exigir a las empresas que verificasen los documentos sería un desastre"

Verónica cree que sus patronos, las compañías, rancheros o contratistas que pagan su salario, saben que sus documentos no son legales. "Pero no les importa. Lo que les importa es que no se echen a perder las cosechas".

Aunque presentan números de seguridad social, o permisos de conducir, muchos son falsificados (los inmigrantes indocumentados pueden sacarse un permiso de conducir legal en California). "Normalmente los jornaleros rellenan el formulario W-4; y en algunos lugares les piden copia de sus documentos sin importar si son buenos o no. Hasta ahorita la mayoría de las compañías en los campos agrícolas no están obligadas a verificar si los documentos son buenos o no", explica a El Confidencial Antonio Cortés, director regional de la Unión de Campesinos, el histórico sindicato fundado por César Chávez. Ni a los jornaleros ni a los agricultores les interesa implementar el programa 'e-verify' del Gobierno, que es voluntario y se hace por internet. "Si el Gobierno federal llegara a exigir esto a las empresas en general sería un desastre", explica Cortés.

"Los propietarios de los cultivos no sólo no tienen obligación de comprobar que la documentación es falsa sino que, si dudan de su veracidad, están incumpliendo la ley. Sería discriminar a una persona por su lugar de origen", defiende Bryan Little, responsable del área de recursos humanos del California Farm Bureau, un importante lobby de agricultores.

La zona más pobre y más conservadora

El Valle Central tiene otro par de características que lo distinguen demográficamente en California: es una zona económicamente muy pobre, la más pobre del estado, y es también una de las pocas áreas de California tradicionalmente conservadora en lo político. Estas últimas elecciones no han sido una excepción. Las circunscripciones entre Redding y Bakersfield han votado mayoritariamente a Donald Trump, aunque, como en el resto del estado, se ve una progresiva tendencia hacia los demócratas, con condados como Fresno votando por primera vez mayoritariamente por Hillary Clinton en las últimas elecciones.

Ahora que Trump ha ganado, "hay mucha preocupación. Aún no ha empezado la temporada alta de contrataciones, pero ya se habla de ello, y ya hay muchos trabajadores preocupados por las noticias que llegan de deportaciones, detenciones en lugares de trabajo... ", explica Little a El Confidencial. "Antes, sabíamos que cualquier trabajador estaba a salvo del ICE siempre que no tuviera ningún antecedente penal serio. Ahora, muchos no quieren salir a trabajar preocupados de dejar a sus hijos en casa solos y no poder volver a verlos".

¿Por qué votar por un candidato que promete echar del país a los indocumentados, si tu negocio depende de ellos? "Bueno, los agricultores no votan pensando en un solo tema. Estaban preocupados por asuntos relacionados con el reparto del agua y otros temas comerciales", argumenta Little.

Muchos confiaron en que, como todos los presidentes anteriores, Trump no cumpliría sus promesas migratorias en el valle y seguiría mirando hacia otro lado. Pero ahora empiezan a dudar. No ya de que el servicio migratorio (ICE) comience a hacer redadas en la zona, sino de que el mero hecho de saber que puede pasar, y que está pasando en otros lugares, evite que los trabajadores se presenten en las cosechas por miedo a ser deportados.

Un problema histórico

En el Farm Bureau están cansados de luchar por una solución a su problema laboral. Piden más facilidad para las visas temporales de trabajo, como la H-2A." El problema es que la inmigración es un tema muy político, y la opinión pública cae en la trampa de creer que los inmigrantes ilegales están aquí para quitar el trabajo a lo ciudadanos estadounidenses. Pero llevo desde los años noventa trabajando en esto y le aseguro, es prácticamente imposible que un estadounidense quiera trabajar en los campos. Los pocos que vienen se cansan en seguida. Prefieren trabajar en la caja registradora de un Walmart o vendiendo hamburguesas de McDonald's".

"Hace semanas detuvieron a un grupo. La gente teme dejar a los niños en casa y no volver. Muchos no trabajarán"

Lo cierto es que, como explica Little, la paga no es baja, llegando a 15 o 16 dólares la hora; "el problema es que es un trabajo agotador, muy duro físicamente. Estos trabajadores tienen la habilidad necesaria para realizarlo, no pudiendo en muchos casos aspirar a otros trabajos por su escaso dominio del inglés. Vienen, trabajan, sacan adelante a sus familias, sus hijos van a la escuela y la universidad y pasan a formar parte de la fuerza laboral, son profesores, médicos... ".

Eso intenta Crecencio, que lleva 32 años trabajando en Madera, uno de los condados del Valle. Tiene cinco hijos y a veces le cuesta convencerlos de que deben estudiar para "tener una vida mejor que la nuestra". Él y su mujer se legalizaron con la amnistía de Reagan, en el año 1984, pero muchos de sus compañeros del campo no se atrevieron a hacerlo. El mismo miedo que se vivió entonces ha vuelto al valle: "Hace dos semanas detuvieron a un grupo de trabajadores. La gente tiene miedo de dejar a los niños en casa, y no volver. Conozco muchos compañeros que este año no van a venir a la temporada. Prefieren tirar de los pocos ahorros que arriesgarse", asegura a El Confidencial y añade: "Nunca he visto a un 'huero' o a un 'moreno' venir a pedir trabajo en el campo".

Antonio Cortés, responsable sindical en Madera, uno de los condados del valle, confirma: "Se vio a los agentes del ICE por la zona, los grabamos en vídeo. Pudimos comprobar que venían a por alguien en concreto. Pero fue el día más triste en la ciudad de Madera: las calles estaban vacías".

Intentar evitar el pánico

Cortés explica el trabajo del sindicato en intentar vencer el pánico y convencer a los trabajadores de que sigan con sus jornadas: "Con Facebook, con los rumores, la gente está aterrada. Les tenemos que explicar que no se puede publicar cualquier cosa, creerse cualquier cosa. Cuando vemos un coche del ICE, lo vigilamos, comprobamos qué hace, avisamos para evitarlo en la ruta. No queremos que cunda el pánico en exceso. Necesitan el dinero para vivir".

Verónica, de momento, sigue yendo a trabajar aunque algunas mañanas su hija de 15 años le pide llorando que no lo haga. "En el sindicato nos ayudan, nos explican cómo responder a una parada del ICE, como contactar con un abogado; nos enseñaron a prepara un 'plan familiar'". Para la mayoría de estos trabajadores ilegales el miedo no es ser deportado, sino separarse de los hijos que nacieron aquí.

Las medidas migratorias de Trump pueden acabar trayendo muchos más productos mexicanos a EEUU

Las consecuencias de este pánico no solo afectan a los cientos de miles de trabajadores ilegales, sino a los 6,5 millones de personas que viven en el valle, una zona que depende casi al 100% de la producción agrícola (que da trabajo, de manera directa o indirecta, a 2,5 millones de personas) y que lleva décadas de dificultades, por la sequía y por la constante escasez de mano de obra. Incluso sin la amenaza de Trump, el trabajo en el campo cada vez atrae a menos personas. La inmigración mexicana ha bajado en los últimos años de manera drástica, y los trabajadores se hacen mayores sin que surja una nueva generación que los reemplace.

Los granjeros californianos se pasan a cultivos más fácilmente mecanizables, lo que explica que cada vez una mayor porcentaje del valle se dedique a almendras y pistachos. "Nuestro negocio se sabe adaptar, y venga lo que venga, nos adaptaremos", afirma Little. Driscolls, la compañía más grande de producción de fresas y otros frutos rojos, está trabajando en un robot recolector con la compañía española Agro-Bot, aunque tardarán años en llegar a algún resultado.

EEUU importa una cuarta fruta de la fruta que consume y una tercera parte de sus verduras. Casi el 70% de las frutas y el 40% de las verduras importadas vienen de México. De aplicarse indiscriminadamente en el valle, las medidas migratorias de Trump pueden acabar, paradójicamente, poniendo muchos más productos mexicanos en las estanterías de los supermercados de EEUU.

Cada día, decenas de miles de trabajadores ilegales salen de sus casas antes del amanecer para trabajar por horas las cientos de huertas, granjas y ranchos que salpican el interior de California, el Valle Central. Con una extensión de 50.000 km2 (más o menos el tamaño de Dinamarca), este inmenso llano produce la mitad de las verduras, frutas y frutos secos que se consumen en EEUU. Un negocio de 35.000 millones de dólares que nutre de espárragos, naranjas, tomates, uvas y frutos secos las estanterías de las grandes cadenas de supermercados.

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