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Minerales de sangre: la UE actúa para cortar de raíz la financiación de grupos armados
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Minerales de sangre: la UE actúa para cortar de raíz la financiación de grupos armados

Los importadores tendrán que asegurarse de que sus minerales no vienen de zonas de conflicto, donde se relacionan con violaciones, explotación infantil y torturas

Foto: Mineros forman una cadena humana en un mina de oro en Kobu, Congo. (Reuters)
Mineros forman una cadena humana en un mina de oro en Kobu, Congo. (Reuters)

No solo los diamantes pueden estar “bañados” en sangre. También el móvil o el ordenador con el que está usted leyendo este artículo. O el automóvil que le ha cedido el paso en un semáforo esta mañana. Y, quizás, la alianza con la que conmemora su matrimonio. Minerales como el oro, el estaño, el tantalio y el tungsteno (también conocido como wolframio) se encuentran en productos que utilizamos en nuestro día a día. Su destino es Europa y, a menudo, su origen son zonas en conflicto, donde grupos armados se dedican a crear redes de extracción, emprender guerras por asegurarse el control de las minas y enriquecerse con el contrabando de estas materias.

Bruselas ha dado ahora un importante paso para cortar de raíz una actividad que resulta altamente lucrativa para estos grupos y que tiene un coste aún mayor en términos humanos: asesinatos, desplazados, violaciones, trabajo infantil, tortura. A principios de este mes, la Unión Europea adoptó unas nuevas normas que obligan a las empresas radicadas en suelo comunitario a ser “responsables” a la hora de abastecerse de estos minerales. Es decir, las compañías que se hagan con estos minerales y metales tendrán que asegurarse de que no provienen de manos que también aprietan gatillos o ejercen violencia.

Pros y contras

Por primera vez, las empresas en Europa estarán obligadas por ley a importar minerales “limpios”. Tienen casi tres años para adaptarse, ya que a partir de 2021 se les exigirá el llamado “deber de diligencia”. Pasada esa fecha tendrán que demostrar que en la extracción, tratamiento y exportación del oro o los tres minerales conocidos como “3T” que adquieren no han intervenido aquellos quienes alimentan conflictos en cualquier zona del mundo, con especial atención a zonas tan inflamables como la República Democrática del Congo y la región de los Grandes Lagos.

Las organizaciones civiles que tratan este tema reconocen la importancia de las nuevas normas, aunque lamentan que se queden cortas. “Éste es un paso adelante positivo, pero tiene varias lagunas que dejan fuera a muchas compañías, por ejemplo aquellas que importan minerales que se encuentran en ordenadores portátiles, teléfonos inteligentes y otros productos”, asegura a El Confidencial Iverna McGowan, directora de la Oficina de Amnistía Internacional ante las Instituciones Europeas. El motivo: las nuevas normas solo se aplican a las empresas que importan minerales o metales en bruto, pero no afectan a las importaciones de componentes o productos terminados que contienen estas materias.

Los legisladores europeos, por su parte, defienden que las nuevas normas, inspiradas en las pautas marcadas por la OCDE, cubrirán el 95 % de las importaciones de estos materiales a la Unión. También que solo un “pequeño número de importadores estarán exentos”, en concreto los de menor tamaño, como joyeros o dentistas.

Contra los señores de la guerra, no los mineros

La ONG EurAc avisa de que para que el reglamento realmente sea un antes y un después para las zonas en conflicto, es importante que se apriete a los grupos armados, pero sin ahogar a las poblaciones que viven de la minería. Se trata de evitar que, ante las nuevas normas, los compradores opten por hacer un “un boicot al oro, tungsteno, estaño y tantalio proveniente de estas regiones” ya de por sí castigadas. “Es importante vigilar el impacto económico” del reglamento, afirma EurAc en un informe reciente, en el que pide que la UE dé un paso más y ayude a desarrollar un comercio limpio, que permita impulsar estas regiones.

Europa hacia delante, EEUU hacia atrás

Tras tres años de negociaciones, las normas adoptadas por la UE llegan en un momento clave: justo cuando la nueva Administración americana se plantea desandar el camino andado. En su cruzada por deshacerse de parte del legado de su antecesor, Barack Obama, el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su equipo estudian enterrar la ley Dodd-Frank 1502 contra los minerales bañados en sangre. La legislación americana, adoptada en 2010, obliga a las compañías estadounidenses a controlar el origen del oro, los diamantes, el estaño. el tungsteno, el cobalto y el tantalio, este último extraído del coltán.

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Estas restricciones puso en pie de guerra a la patronal National Association of Manufacturers, que aseguraba que costarían entre 9.000 y 16.000 millones de dólares a las empresas, aunque la ONG Human Right Watch cita un estudio independiente de Elm Associates que cifra el impacto en 800 millones. Pero no todo el sector empresarial se ha resistido a aplicar las normas. HRW recuerda que compañías como Apple, Intel o Tiffany & Co han hecho ya importantes esfuerzos para adaptarse a la ley, hasta el punto de que la emblemática joyería que hacía soñar a Audrey Hepburn ha pedido públicamente que no se derogue. “Cuando se gestiona de manera responsable, la minería puede ser una fuente de desarrollo social y económico”, afirma Tiffany.

Ante este escenario, y como ya sucede en otros terrenos como el cambio climático, “el papel de Europa en la limpieza del comercio de minerales provenientes de zonas en conflicto es ahora más importante que nunca”, concluye McGowan. Aunque queda por ver si Bruselas y los Estados miembros deciden aplicar con dureza estas nuevas normas, especialmente si se quedan como líderes mundiales en la lucha contra los minerales “de sangre”.

No solo los diamantes pueden estar “bañados” en sangre. También el móvil o el ordenador con el que está usted leyendo este artículo. O el automóvil que le ha cedido el paso en un semáforo esta mañana. Y, quizás, la alianza con la que conmemora su matrimonio. Minerales como el oro, el estaño, el tantalio y el tungsteno (también conocido como wolframio) se encuentran en productos que utilizamos en nuestro día a día. Su destino es Europa y, a menudo, su origen son zonas en conflicto, donde grupos armados se dedican a crear redes de extracción, emprender guerras por asegurarse el control de las minas y enriquecerse con el contrabando de estas materias.

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