Es noticia
¿El enemigo en casa? Alemania y sus minorías rusa y turca
  1. Mundo
manipularlas en beneficio de moscú y ankara

¿El enemigo en casa? Alemania y sus minorías rusa y turca

Las desavenencias de Berlín con Rusia y Turquía tienen cada vez un mayor impacto sobre las minorías en Alemania, a las que tanto Moscú como Ankara tratan de manipular en su propio beneficio

Foto: Discuso del primer ministro turco Binali Yildirim en Oberhausen, Alemania, el 18 de febrero de 2017. (Reuters)
Discuso del primer ministro turco Binali Yildirim en Oberhausen, Alemania, el 18 de febrero de 2017. (Reuters)

Alemania tiene dos grandes adversarios. Al menos en la arena internacional. La Rusia de Vladímir Putin y la Turquía de Recep Tayyip Erdogan. Las relaciones con estos dos gobiernos, que durante años habían sido de entre las más estrechas, sólo por detrás de las de los socios europeos y Estados Unidos, se han agriado. Ambas están en crisis, al borde del coma. Pero a los problemas que esto supone para Merkel en Siria, Ucrania o la crisis de los refugiados se suma uno más, aunque no tan evidente. La manipulación a distancia que Moscú y Ankara ejercen sobre sectores de sus emigrados a Alemania, dos influyentes minorías que, según algunas estimaciones, suman hasta seis millones de personas. Berlín tiene al enemigo en casa.

El 31 de julio del año pasado fue el día en que al Gobierno alemán se le cayó la venda de los ojos sobre la cuestión turca. Algunos altos cargos de Berlín no dudan en señalarlo, pero lejos de los micrófonos. Ese día, apenas dos semanas después de la frustrada asonada en Turquía, entre 30.000 y 40.000 personas se manifestaron en Colonia a favor de Erdogan. Miles de banderas turcas y de imágenes del presidente marcharon por el centro de la ciudad en una enorme protesta sin parangón en Alemania. "Sí a la democracia, no al golpe", era el lema de la marcha que pilló a muchos con el pie cambiado en Berlín. Fue toda una demostración de fuerza.

El propio Erdogan iba a intervenir en aquella manifestación convocada por la Unión de Demócratas Turcos Europeos (UEDT), una asociación próxima a su partido, el islámico Justicia y Desarrollo (AKP). Pero la policía de Colonia prohibió la retransmisión del discurso alegando motivos de seguridad, al considerar que su difusión podía contribuir a tensar aún más el ambiente en la ciudad, tomada por las fuerzas de seguridad y paralizada por esta marcha y un puñado de contramanifestaciones de grupos ultraderechistas y prokurdos.

Imanes investigados por espionaje

Desde entonces la situación entre las dos capitales se ha enturbiado hasta niveles desconocidos. Erdogan ha acusado a Berlín de "prácticas nazis" por la prohibición de varios mítines de sus ministros en Alemania. El periodista tuco-alemán Deniz Yücel, corresponsal del diario alemán Die Welt, lleva semanas detenido en Estambul, acusado de ser un agente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una organización que Ankara y la UE consideran terrorista. Y Berlín ha criticado en varias ocasiones que el Gobierno turco esté recortando libertades y poniendo en entredicho su estado de derecho con las purgas desatadas tras el golpe de estado.

Pero el problema para Berlín va mucho más allá de la disputa diplomática. El Gobierno alemán y sus fuerzas de seguridad creen que Turquía está moviendo hilos tras las bambalinas para controlar a su influyente diáspora en Alemania. Para azuzarla contra su país de acogida tirando de sentimientos nacionalistas o para determinar a su favor el resultado del próximo referéndum. Su control no es un detalle menor. En Alemania residen alrededor de tres millones de ciudadanos con raíces turcas, de los que algo menos de 1,5 millones tienen derecho a voto en su país de origen (con lo que suponen cerca del 2,8 % del electorado). De ellos, el 60% votó por el AKP en las últimas elecciones.

Las evidencias de la influencia turca son cada vez más evidentes. La inteligencia alemana acaba de denunciar que los servicios secretos de Ankara (MIT) han espiado a multitud de turcos en Alemania, entre ellos a miembros del movimiento del clérigo Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos y al que Erdogan ha acusado de auspiciar la asonada. Además, la Fiscalía Federal hizo público en febrero que la Unión Turco-Islámica de Asuntos Religiosos (Ditib), una asociación de mezquitas e imanes vinculados a Ankara, está siendo investigada por recabar informaciones sobre supuestos opositores a Erdogan y transmitiéndolas a su país a través del consulado turco en Colonia.

El responsable de los servicios secretos alemanas para el interior, Hans-Georg Maaßen, reconoció recientemente que las tensiones internas en Turquía se reproducían dentro de la minoría turca en Alemania. "Vemos desde hace tiempo que los conflictos en Turquía tienen repercusiones también en la situación de seguridad en Alemania. Las líneas de confrontación entre los distintos sectores en Turquía se repiten como reflejadas en Alemania", aseguró el presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV).

Foto: Una seguidora del presidente Erdogan agita una bandera a favor de la reforma constitucional en la ciudad de Rize, el 3 de abril de 2017. (Reuters)

La "fábrica de trols" rusa

La relación de Berlín con Moscú se agrió con la anexión de Crimea en 2014, ahora hace tres años. La guerra híbrida en el Donbás, la actitud del presidente ruso y las sanciones económicas no han hecho más que empeorar la situación desde entonces. Pero las diferencias entre los dos gobiernos han empezado también a trascender la política exterior y permear en la minoría rusa en Alemania, que según algunas estimaciones asciende a un millón de personas. Aunque en el país viven también otros dos millones de personas provenientes del antiguo bloque comunista, individuos sobre los que Rusia tiene también gran interés en influir.

El Gobierno alemán cree que Rusia está empleando tácticas de desinformación y propaganda en Alemania y que su público objetivo primario son estos dos colectivos. En Berlín hablan de una auténtica "fábrica de trols", de un sistema de desinformación bien engrasado y financiado por Moscú que busca sembrar cizaña en Alemania exaltando los problemas derivados de la crisis de los refugiados y destacando los discursos de grupos nacionalistas y xenófobos como Alternativa para Alemania (AfD) o el movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida). En último termino, como ha llegado a apuntar la propia canciller Angela Merkel, lo que Moscú busca es influir en las elecciones del próximo septiembre, como ya lo intentó en las de Estados Unidos.

placeholder El presidente Putin saluda a su llegada a la Cancillería, en Berlín, para un encuentro sobre Ucrania. (Reuters)
El presidente Putin saluda a su llegada a la Cancillería, en Berlín, para un encuentro sobre Ucrania. (Reuters)

El caso más paradigmático de esta campaña rusa de propaganda y desinformación tuvo lugar en enero de 2016, cuando estalló el denominado "caso Lisa". Se trató del presunto secuestro y posterior violación en Alemania de una niña de 13 años de origen ruso por parte de un grupo de refugiados. La noticia se extendió como la pólvora a través de las redes sociales, con la oleada de acosos de la Nochevieja de Colonia aún fresca. Los medios rusos azuzaron la polémica y acusaron a las fuerzas de seguridad alemanas y al propio Ejecutivo de ignorar el caso por la nacionalidad de la víctima. El propio ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, exigió al Gobierno alemán que tomase cartas en el asunto.

El problema es que no hubo violación, según estableció la policía, sino relaciones sexuales consentidas de la menor con dos varones de origen turco. Pero ni en el Gobierno ruso ni en los medios de su órbita parecieron importar esta revelación. Unos y otros siguieron adelante con una campaña que Berlín consideró orquestada. El Gobierno alemán instó públicamente a Moscú a no hacer "propaganda política" con ese caso. El Ministerio de Exteriores alemán indicó entonces que observaba con "preocupación" determinadas informaciones de medios rusos y que estaba analizando "quién" estaba tras ellas, dando a entender que creía que había un cerebro en la sombra y un objetivo político tras estas noticias falsas.

La reacción ya está en camino. El Gobierno alemán acaba de celebrar un congreso de dos días sobre "los alemanes procedentes de Rusia", "otros grupos de habla rusa" y los "migrantes postsoviéticos" en la que se deben discutir los "déficit" en la integración de una comunidad "llamativamente poco llamativa", según la invitación difundida por los organizadores, la Oficina Federal de Formación Política (BPB). "Debemos repensar la naturalización e integración a raíz de los medios y redes sociales en lengua rusa que operan en Alemania", aseguró en la presentación de esta iniciativa Thomas Krüger, presidente de la BPB.

Alemania tiene dos grandes adversarios. Al menos en la arena internacional. La Rusia de Vladímir Putin y la Turquía de Recep Tayyip Erdogan. Las relaciones con estos dos gobiernos, que durante años habían sido de entre las más estrechas, sólo por detrás de las de los socios europeos y Estados Unidos, se han agriado. Ambas están en crisis, al borde del coma. Pero a los problemas que esto supone para Merkel en Siria, Ucrania o la crisis de los refugiados se suma uno más, aunque no tan evidente. La manipulación a distancia que Moscú y Ankara ejercen sobre sectores de sus emigrados a Alemania, dos influyentes minorías que, según algunas estimaciones, suman hasta seis millones de personas. Berlín tiene al enemigo en casa.

Vladimir Putin Angela Merkel
El redactor recomienda