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La UE se encomienda a Dios ante los retos que le esperan
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La UE se encomienda a Dios ante los retos que le esperan

Al borde de cumplir 60 años, la organización atraviesa una crisis de fe. Los Veintisiete han elegido el Vaticano como lugar de encuentro antes de la Cumbre de este fin de semana

Foto: Líderes de la UE escuchan al Papa Francisco en el Vaticano, el 24 de marzo de 2017 (Reuters)
Líderes de la UE escuchan al Papa Francisco en el Vaticano, el 24 de marzo de 2017 (Reuters)

Al borde de cumplir sesenta primaveras, la Unión Europea (UE) atraviesa una crisis de fe: de fe en sí misma. Tras casi una década apagando fuego tras fuego, el divorcio del Reino Unido ha obligado finalmente a los Veintisiete a hacer un alto para pensar, no solo hacia dónde se dirigen, sino también qué quiere ser. En este momento decisivo, los líderes europeos -a la excepción de la británica Theresa May- se han encaminado a Roma, la ciudad donde hace seis décadas otros tantos países crearon el germen del proyecto que ha fraguado el mayor periodo de paz de la historia de Europa.

Quizás inspirados por la imagen del peregrino que entiende su vida como un camino que hay que recorrer para llegar a una existencia futura en Unión, los Veintisiete han elegido el Vaticano como su lugar de encuentro antes de la Cumbre que celebran este sábado. No sabemos si los líderes han dialogado con dios o no en la Basílica de San Pedro, pero el interlocutor del cielo en la tierra sí les esperaba con una lista de pecados a redimir, desde la crisis económica, a la de migrantes, pasando por la de valores y la institucional.

Foto: El primer ministro japonés Shinzo Abe se reunió con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (R), y el presidente del Consejo de la UE,Donald Tusk, ayer en la sede de la UE en Bruselas, Bélgica. (Reuters)
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Son “muchas crisis que ocultan el miedo y el profundo extravío del hombre contemporáneo (…) Sin embargo, el término "crisis" no tiene por qué tener una connotación negativa per se. Indica solo un mal momento a superar. La palabra crisis se origina en una palabra griega que significa investigar, juzgar. El nuestro es por tanto un tiempo de discernimiento, que nos invita a considerar lo esencial y a construir: es por lo tanto un tiempo de desafíos y oportunidades”, según Francisco, que ha recordado a los líderes “su deber de identificar el camino de la esperanza” y mantener la solidaridad, como “antídoto” contra los populismos. “Si uno sufren, todos sufren”. Palabra de Papa.

Si Virgilio hubiera llevado a los seis padres fundadores de la UE a pasear por el infierno en lugar de a Dante, se hubieran encontrado con bancos en quiebra, el euro al borde de la ruptura, refugiados que se ahogan tratando de llegar a las costas europeas, tanques avanzando en Ucrania, purgas en Turquía, populistas encabezando encuestas electorales, la caída de la legitimidad de las instituciones europeas, el auge del proteccionismo, un presidente afín a Vladimir Putin en Estados Unidos... y con algún demonio. Pero de todas las crisis que han golpeado la Unión, la más persistente, la más profunda y la más difícil de resolver es la identitaria. “Unidos en la diversidad” es uno de los lemas europeos más acertados, aunque en la UE a veces pesen más las diferencias que el proyecto común, unas divisiones que espolean las crisis, los graves errores cometidos, la falta de legitimidad democrática del proyecto y el avance los populistas euroescépticos. “Estamos al corriente de las diferencias, sabemos que ha habido tensiones, y que la UE a veces no ha mostrado su mejor cara al mundo”, ha reconocido el anfitrión, Paolo Gentiloni.

Juntos y revueltos

El debate está servido, y por resolver. Si el Libro Blanco de la Comisión Europea ponía sobre la mesa cinco posibles escenarios hacia los que encaminarse -entre ellos retroceder hasta reducir el proyecto a poco más del mercado único-, los Veintisiete pretenden renovar mañana su apuesta por seguir trabajando “unidos”. La cuestión es cómo. Y hacia dónde.

Mientras Francia y Alemania defienden una “Europa a varias velocidades” -es decir, que aquellos que quieren avanzar en cuestiones como la Defensa puedan hacerlo esquivando el veto de otros socios reacios-, los países del Este rechazan este tipo de fórmulas que, temen, buscan dejarles al margen y reducir los fondos europeos que reciben. La solución, por el momento, es dejar de lado las “velocidades” para hablar de “diferentes ritmos e intensidad, cuando sea necesario” y con “la puerta abierta a aquellos que quieran unirse más tarde”.

Foto: Mariano Rajoy (i), la canciller alemana, Angela Merkel (2i), el presidente de Francia, Francois Hollande (2d), y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni (d), visitan el Palacio de Versalles. (EFE)

La clave está en cómo mantener la unidad y un cierto grado de homogeneidad, sin imponer la uniformidad. Cómo impedir que las cicatrices norte-sur -muy marcadas tras la crisis económica y reabiertas esta semana por las polémicas declaraciones del presidente del Eurogrupo,Jeroen Dijsselbloem-, y las diferencias este-oeste -evidenciadas durante la crisis de los refugiados- bloqueen de nuevo una Unión que, además, tendrá que encontrar nuevos equilibrios tras la marcha del Reino Unido.

Por una parte, las cuatro grandes potencias -Alemania, Francia, España e Italia- han escenificado un nuevo acercamiento. Por otro, el grupo Visegrad está llamado a seguir siendo un importante contrapeso a sus socios occidentales. Además, las elecciones en Holanda abren las puertas a que Benelux siga jugando un papel dinamizador, bisagra, entre el resto de Estados miembros. Y queda por ver hacia dónde se dirigen los versos sueltos: Grecia, donde la crisis nunca duerme, solo hiberna; y Hungría y Polonia, donde está en juego algo tan serio como el mantenimiento del Estado de Derecho como fundamento de la Unión Europea.

Al borde de cumplir sesenta primaveras, la Unión Europea (UE) atraviesa una crisis de fe: de fe en sí misma. Tras casi una década apagando fuego tras fuego, el divorcio del Reino Unido ha obligado finalmente a los Veintisiete a hacer un alto para pensar, no solo hacia dónde se dirigen, sino también qué quiere ser. En este momento decisivo, los líderes europeos -a la excepción de la británica Theresa May- se han encaminado a Roma, la ciudad donde hace seis décadas otros tantos países crearon el germen del proyecto que ha fraguado el mayor periodo de paz de la historia de Europa.

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