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Serguéi Kislyak, el "sociable" embajador ruso que trae de cabeza al Gobierno Trump
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DIPLOMÁTICO DE CARRERA DESDE 1977

Serguéi Kislyak, el "sociable" embajador ruso que trae de cabeza al Gobierno Trump

El nombre del veterano diplomático aparece una y otra vez en la investigación sobre los contactos entre el equipo de campaña del actual presidente y la embajada de Rusia

Foto: Sergéi Kislyak (derecha), junto a los embajadores del Reino Unido y China, en un acto en la Universidad Americana de Washington, en agosto de 2015 (Reuters)
Sergéi Kislyak (derecha), junto a los embajadores del Reino Unido y China, en un acto en la Universidad Americana de Washington, en agosto de 2015 (Reuters)

A finales de la Guerra Fría, en la década de 1980, EEUU y Rusia acordaron abrir embajadas respectivas en Washington y Moscú. Durante la construcción, cada poco tiempo, tenían que detener las obras porque no dejaban de encontrar micrófonos y otros métodos de espionaje. Asumiendo la imposibilidad de cambiar la realidad, EEUU y Rusia (entonces Unión Soviética), decidieron proseguir sin alarmarse por estos hallazgos, dándolos por sentados. Desde entonces, se requiere un personal con mucha cintura diplomática para conducir la representación del propio país en pleno corazón del "enemigo".

La embajada rusa en Washington es un imponente complejo en Wisconsin Avenue, en el lujoso barrio de Georgetown, inaugurado en 1985. Para entrar, es necesario atravesar varios puntos de seguridad y sonreír con serenidad al funcionario de la puerta. Acceder al interior de las instalaciones es otra cosa, algo así como saltar de súbito a una novela de León Tolstói ambientada en el siglo XXI. Cuartetos de cuerda, grandes teléfonos inteligentes, afilados tacones de aguja, espejos barrocos de marcos dorados, y, cómo no, botellas de vodka.

Foto: El fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions. (EFE)

Al frente de la legación diplomática se encuentra desde hace nueve años Serguéi Kislyak. Hace un año, y más allá de los círculos diplomáticos, pocos reconocerían su nombre. En apenas dos meses, Kislyak ha pasado a convertirse en un habitual en los periódicos de EEUU, como parte de las acusaciones de injerencia rusa en las elecciones de noviembre pasado en las que se impuso el republicano Donald Trump frente a la favorita demócrata Hillary Clinton.

Cuando el general Michael Flynn dimitió en febrero tras apenas 24 días en el cargo de asesor presidencial de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el motivo fue no haber revelado sus previos encuentros con un funcionario ruso. Igualmente, este jueves, el fiscal general designado por Trump, en la práctica el ministro de Justicia, Jeff Sessions, se ha visto en la cuerda floja por no reconocer durante su audiencia de confirmación ante el Senado dos reuniones el pasado año también con un funcionario ruso. Y poco después se conocía que Jared Kushner, el yerno de Trump y asesor presidencial, también había tenido contactos en diciembre con miembros de la embajada rusa en la Torre Trump de Nueva York durante la transición. Sessions, Flynn y Kushner formaban parte del círculo íntimo del magnate neoyorquino con el que diseñó su agitada y exitosa campaña electoral.

En todos los casos, la identidad del representante ruso que había liderado los encuentros era la misma: se trataba de Kislyak, cabeza de la legación diplomática del Gobierno de Vladímir Putin en la capital estadounidense. John McLaughlin, antiguo vicedirector de la CIA, ha dicho que desafía la credibilidad la alegación de que Sessions habría olvidado haber tenido esos encuentros, por lo que técnicamente no habría cometido perjurio ante el Senado. "Conozco al embajador Kislyak. Es un veterano de la diplomacia rusa, y es un tipo difícil de olvidar si te has encontrado con él", ha afirmado en una entrevista con la cadena MSNBC.

"Espía de espías"

Veterano del servicio diplomático de Moscú, Kislyak, de 66 años, es considerado "un espía de espías" con amplia experiencia y un currículo de relumbrón.
De oronda figura e ingeniero de formación, se unió al Ministerio de Exteriores soviético en 1977 y desde entonces ha trabajado en las representaciones diplomáticas ante Naciones Unidas en Nueva York (1981-1985), Bélgica y la OTAN en Bruselas (1998-2003), y la de Washington (1985-1989 como primer secretario y desde 2008 como embajador). En esas más de tres décadas de servicio ha sido testigo de la caída de la Unión Soviética, la conformación de la Federación Rusa, la tumultuosa presidencia de Boris Yeltsin y los sucesivos mandatos de Vladímir Putin, interrumpidos por el breve interludio presidencial de Dmitri Medvédev. El exembajador estadounidense en Moscú, Michael McFaul, consideró a Kislyak como "efectivo" defensor de las políticas del Kremlin: "Nunca te verás confundido sobre el país al que está representando".

Kislyak llegó a Washington tras la emblemática y poco duradera fotografía del "botón rojo" en marzo de 2009, con la que la entonces secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, y el todavía hoy ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, trataron de escenificar el reinicio de las relaciones bilaterales. Desde entonces, sin embargo, el encuentro en Ginebra con las risas teatrales de Clinton y Lavrov solo sirve de humorístico contraste ante la innegable realidad de que las relaciones entre EEUU y Rusia han caído a su nivel más bajo desde la caída de la Unión Soviética.

Foto: Tanques T-72 desfilan durante la celebración del 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Yuzhno-Sakhalinsk, el 2 de septiembre de 2015 (Reuters)
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Argemino Barro. Nueva York

Tras las reiteradas acusaciones de injerencia rusa en la campaña presidencial, respaldadas por informes de los servicios de inteligencia estadounidense, Kislyak ha recurrido al manual diplomático y adoptado un tono distante y paternalista. "Nos hemos convertido en daño colateral en las relaciones entre dos partidos aquí", lamentó en el papel de víctima en una conferencia en el club económico de Detroit en octubre de 2016, un mes antes de las elecciones. Como suele ser habitual, lo más importante es mantener las formas por muy turbulento que sea el fondo y nunca darse por aludido.

Desde Moscú, el Ministerio de Asuntos Exteriores recurrió por su parte al sarcasmo para comentar lo que en Washington se ha convertido en una nueva tormenta política y una reedición de las tensiones con su gran némesis: Rusia. "Déjenme revelarles un secreto militar: es parte del trabajo diplomático tener contactos en el país en el que están destinados", apuntó cáustica la portavoz ministerial María Zakharova.

A finales de la Guerra Fría, en la década de 1980, EEUU y Rusia acordaron abrir embajadas respectivas en Washington y Moscú. Durante la construcción, cada poco tiempo, tenían que detener las obras porque no dejaban de encontrar micrófonos y otros métodos de espionaje. Asumiendo la imposibilidad de cambiar la realidad, EEUU y Rusia (entonces Unión Soviética), decidieron proseguir sin alarmarse por estos hallazgos, dándolos por sentados. Desde entonces, se requiere un personal con mucha cintura diplomática para conducir la representación del propio país en pleno corazón del "enemigo".

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