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El factor Wilders, o cuando tu programa solo se basa en una cosa: 'desislamización'
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"VOY A ENCARGARME DE LA ESCORIA MARROQUÍ"

El factor Wilders, o cuando tu programa solo se basa en una cosa: 'desislamización'

El líder del Partido de la Libertad (PVV) lleva una década con un programa más o menos similar. Sus promesas son vagas y se resisten a entrar en detalles concretos, pero cautivan a sus seguidores

Foto: Geert Wilders escucha a un participante durante una rueda de prensa en Viena, en marzo de 2015 (Reuters)
Geert Wilders escucha a un participante durante una rueda de prensa en Viena, en marzo de 2015 (Reuters)

“Voy a devolver Holanda a los holandeses. Voy a encargarme de la escoria marroquí que impone el terror en nuestros barrios”. Esas fueron las grandes promesas del líder de la ultraderecha holandesa, Geert Wilders, en su primer día de campaña. Lo dijo rodeado de gente humilde en un barrio obrero, que destaca especialmente por su multiculturalidad y por la delincuencia que suele acompañar a cualquier barrio marginal.

En cuestión de cifras, los marroquíes –incluso de tercera generación– representan poco más del 2% del total de la población holandesa, mientras que los musulmanes –que abarcan múltiples nacionalidades– son el 4,5% de los ciudadanos de los Países Bajos. Sin embargo, el programa electoral de este político viene explicado en una única hoja que se resume en “desislamizar” Holanda. Y con vagas menciones a otras cuestiones que preocupan a la sociedad: sanidad, educación, pensiones...

Con la sombra de la victoria de Donald Trump en EEUU, el holandés Wilders, de 53 años, tiene claro quién es su ejemplo a seguir, si se convierte en primer ministro de los Países Bajos. “Si yo fuera Trump haría lo mismo”, dijo el ultraderechista, en medio del escándalo por el veto migratorio en EEUU. Con constantes ataques a la inmigración y en un programa electoral de cinco puntos, muy criticado por sus compatriotas, Wilders retrata el islam como una ideología “totalitaria y terrorista”, que está centrada en una lucha existencial con Occidente. Sus promesas más repetidas son cerrar todas las mezquitas en Holanda y prohibir el Corán. “Tampoco iremos casa por casa recogiendo los ejemplares del Corán. Al fin y al cabo se lo podrán descargar de internet”, matizó Wilders en una entrevista reciente. Hace unos años había dicho lo contrario: que se desharía de todos.

Foto: Una mujer sostiene un Corán durante un funeral islámico en EEUU (Reuters)

El primer punto de su programa se centra precisamente en la inmigración. Incluso propuestas como la prohibición total del uso del pañuelo en los colegios, izar diariamente la bandera holandesa en las escuelas, cerrar las mezquitas, prestar más atención a los peligros del islam y atender más las tradiciones holandeses, como Pedro el Negro, tradicional ayudante de Santa Claus, en navidades. Hay que prestar más atención a la “historia nacional” y a “los valores y tradiciones occidentales”. Son palabras literales del documento con el que concurre a las elecciones. Preguntado, por diferentes medios, sobre cómo piensa llevar eso a cabo, Wilders solo tiene una respuesta. “No voy a hacer promesas detalladas a los holandeses, solo una: voy a devolver Holanda a los holandeses”, ha insistido. Su marca electoral, el Partido de la Libertad (PVV), considera que el islam es “una ideología violenta, contraria a la Constitución” y advierte de que la única manera de proteger al país es “cerrando las fronteras, sin levantar muros, simplemente recuperando los controles fronterizos”.

Wilders ha dado algunas pistas sobre sus planes en este último sentido, aunque no cómo los va a llevar a cabo: poner fin a los proyectos que promueven la convivencia “de blancos y negros” en las escuelas, puesto que “la mezcla étnica tiene un efecto negativo” sobre el rendimiento académico. Un ejemplo claro, considera, es el uso del pañuelo por las mujeres musulmanas. “La igualdad entre hombres y mujeres es un principio fundamental de la cultura occidental”, advierte.

Fijación con los marroquíes

Sus seguidores se declaran en la misma línea. “Los votantes del PVV deben ser escuchados y tenidos en cuenta. No pueden simplemente calificar a dos millones de personas de racistas. Tenemos miedo de la influencia del islam”, insiste Arno Elteren, un holandés de 50 años. Por su parte, Anne Marie Klaasse, ciudadana de unos cuarenta años, rebate las ideas del político, al considerar que “hay muchos menos musulmanes de lo que se piensa en general”. Para ella, “la religión y el Estado están estrictamente separadas” en los Países Bajos. Una encuesta reciente de IPSOS asegura que los holandeses tienen la sensación de que hay un 19% de musulmanes en el país, cuatro veces más que la cifra real.

“La insistencia de este tipo de políticos en convertir a los musulmanes en un enemigo nacional es lo que hace que los votantes los respalden a ciegas, sin ni siquiera preguntarse por su programa electoral o la viabilidad de este”, explica a El Confidencial Jan Jaap de Ruiter, un analista holandés e investigador del islam en Holanda. Wilders lidera las encuestas electorales que se han elaborado en los últimos meses de cara a las elecciones del 15 de marzo. Podrá obtener hasta 30 de los 150 escaños que tiene el Parlamento holandés. Esto lo situaría como el partido más grande del país, pero sigue siendo insuficiente para gobernar un país donde la fragmentación del hemiciclo siempre va a exigir formar coaliciones. Hay una treintena de partidos que concurren a esos comicios, y en su mayoría colocarán al menos uno de sus diputados. Todos rechazan unirse a Wilders.

Foto: El islamófobo holandés Geert Wilders en una fotografía de archivo. (Reuters)

La piedra de toque es la línea ideológica en la que suele pronunciarse el líder del PVV y sus insultos a una comunidad concreta: los marroquíes. El pasado diciembre, el político fue declarado culpable por insultar a un colectivo y por incitar a la discriminación. Fue un juicio simbólico, ya que no supuso castigo alguno. No obstante, sí fue una llamada de atención a lo que dijo durante la campaña electoral de las anteriores elecciones, en 2012. Fue en La Haya. Wilders les preguntó a unos holandeses sentados en la terraza de un restaurante: “¿Queréis más o menos marroquíes aquí?”. Los seguidores del político contestaron: “Menos, menos”. Y Wilders prometió: “Ya me encargaré de ello”.

Ese encuentro entre el ultraderechista y sus seguidores le costó un juicio mediático atendido por decenas de medios internacionales. Sin embargo, solo sirvió para que Wilders tuviera más popularidad en las encuestas y se reafirmase en sus ideas: “Holanda tiene un problema marroquí. Condenarme a mí es condenar a millones de holandeses que saben que tengo razón”, le espetó al tribunal que le estaba juzgando.

La negativa a formar una coalición con Wilders también se debe a la “decepción” –dice Diederik Brink, experto político holandés– que provocó en sus colegas políticos cuando los dejó tirados en 2004. “Ya confiaron en él una vez y los abandonó”, recuerda. El ultraderechista comenzó su carrera política en el partido liberal VVD, encabezado ahora por el actual primer ministro holandés, Mark Rutte. Fue asesor político y escribía los discursos del VVD, hasta que fue elegido concejal en 1997, diputado un año después, y portavoz del partido en 2002. Pero se dio de baja en 2004, después de 14 años como miembro, porque Holanda apoyó la solicitud de adhesión de Turquía a la UE.

Una década con el mismo programa

Wilders creó el PVV en 2006 para presentarse a los comicios generales, con una campaña no muy distinta a la actual. “Limitar el crecimiento del número de musulmanes”, la tituló, e instó a “prohibir el Corán”, comparándolo con el libro 'Mein Kampf', de Hitler. Eso le llevó a entrar por la puerta grande: logró nueve escaños.

En su programa electoral para marzo de 2017 vuelve a subrayar que el islam es “una ideología peligrosa” que discrimina entre hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, musulmanes e infieles, y, sobre todo, contradice los principios de la libertad y la democracia. Lo ha repetido por activa y por pasiva: “El islam induce a la yihad y a combatir mediante el terrorismo”. Lo que el PVV hará es cerrar definitivamente todas las mezquitas porque son “templos” del nazismo, en palabras de Wilders. Con el reestablecimiento de los controles fronterizos, habrá un mayor poder de decisión sobre quién entra a los Países Bajos. Cualquier ciudadano de un país de mayoría musulmana deberá firmar “una declaración 'antisharía'” para vivir en Holanda. De ello dependerá el permiso de residencia legal en este país.

“Lo más llamativo de este programa electoral es que solo aborda una cuestión: el islam. No tiene nada que ver con los programas tradicionales. Sus 25 puntos están centrados en la retórica del islam. No hay una gran coherencia en cuestiones como educación o sanidad. Solo dice que quiere cerrar colegios islámicos, lo cual es imposible porque tenemos una Constitución que reconoce la libertad religiosa”, explica a El Confidencial Diederik Brink. Su programa electoral, explica, es “una declaración de intenciones sin coherencia alguna” que solo busca “dejar a los políticos convencionales fracasar” en el intento de debatir sobre lo que hacer durante los próximos cuatro años. “Él se encarga de ganarse a la gente que no se pregunta por un programa, sino que le ve como un reflejo de lo que quieren escuchar, de su resistencia al sistema”, lamenta el analista.

Foto: Soldados holandeses registran una vivienda en Baluchi, en la provincia afgana de Uruzgan. (Reuters)

En cuestiones de seguridad nacional, Wilders también se centra en el islam. El personal de las centrales nucleares y otros lugares sensibles debe estar vigilado por los servicios secretos holandeses, advierte. “Los ciudadanos de un país islámico nunca deben ser empleados en centros de seguridad o aeropuertos de nuestro país. Los empleados de Defensa y Seguridad solo pueden tener una única nacionalidad: la holandesa”. Esto lo recoge en ese mismo folleto electoral y se reafirmó esta semana con la detención de un agente holandés, de origen marroquí, sospechoso de filtrar información de alta sensibilidad a miembros de una mafia holandesa-marroquí que opera en los Países Bajos y especializada en el lavado de dinero. Ese policía trabajaba en la unidad encargada de supervisar los lugares a los que van a asistir las personas que cuentan con una protección estatal, como el propio Wilders. Sus labores estaban centradas precisamente en los movimientos de este político, el más amenazado de los Países Bajos. Está en el punto de mira desde el asesinato en 2004 del cineasta antiislamista Theo van Gogh, a manos de un joven radicalizado supuestamente en una mezquita de La Haya.

Wilders también incursionó en el séptimo arte: firmó una película antiislamista llamada 'Fitna', que explica su creciente popularidad y que hizo llover las críticas de todas partes del mundo. Publicada en 2008, la grabación contó con imágenes de los ataques a las Torres Gemelas en 2001 y los trenes en Madrid en 2004, junto con citas del Corán. Desde entonces, Wilders está vetado en varios países de mayoría musulmana. En respuesta afirma que los Países Bajos no deben mantener relaciones de cooperación con los países “de la 'sharía'” y “enemigos de Israel”, tales como Arabia Saudí, Qatar, Emiratos, Egipto o Irán. El régimen iraní, dice, considera al PVV como “una organización terrorista” por sus declaraciones contra el islam. Son países a los que hay que mantener lejos.

¿El Trump holandés?

“En cada calle de Holanda hay una familia de inmigrantes, y sus vecinos no tienen problemas con ellos. En cambio, hay muchos sitios donde se han establecido barrios de inmigrantes y se les ignora por completo. Nadie habla de los problemas reales ni de la falta de integración. Lo único que se escucha de los políticos es que son malos, que están aquí para matarnos a todos y aprovecharse de nuestro sistema”, detalla el analista Diederik Brink.

El candidato rubio también exige tolerancia cero, o bajo cero, frente a la violencia callejera, incluso entre menores de edad. Si un niño de 12 años, de origen marroquí, comete un delito “hay que expulsarlo, junto a sus padres”. Tampoco habrá aceptación de la violencia en el deporte. No se tolerarán los insultos y las faltas de respeto a los profesores, funcionarios públicos o guardias de seguridad en los trenes. “Wilders es como Trump, tiene mucha retórica superficial sin sustancia, pero inteligente, para convencer a la gente”, cree Brink. Para este experto político, Wilders es “un comunicador nato”, a diferencia del resto de los políticos. “Él se acerca a la gente, habla su idioma, les dice: “Sé que te sientes mal, que te han hecho daño y yo te voy a curar. Aprovecha a su favor el cabreo y la frustración de la gente”, analiza.

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La política exterior es uno de los puntos clave del programa de Wilders. Propone un referéndum sobre la salida de Holanda de la Unión Europea. Considera que el suyo es un país soberano y que su Ejército debe proteger los intereses holandeses, no los europeos. Pero Brink destaca las graves consecuencias que supondría para los Países Bajos abandonar la UE, vista su dependencia del comercio exterior. “Es imposible. Holanda depende de Europa para subsistir económicamente. La ausencia de fronteras y la existencia de una regulación común permiten a los empresarios holandeses vender sus productos. Un 'Nexit' [variante holandesa del Brexit] es inviable”, advierte. Pero Wilders no lo ve así. "No queremos seguir las órdenes de Bruselas. No queremos que nuestros jubilados sangren porque así lo dice Bruselas”, aseguró en una entrevista.

Nacido en una familia católica en Venlo, ciudad fronteriza con Alemania, Wilders se declara ateo. En varias ocasiones, explicó que tiene un “amor” especial por Israel, desde que viajó por primera vez como joven mochilero. Lo hizo junto a su hermano Paul. Ha vuelto a esas tierras decenas de veces, siempre con grandes alabanzas a los judíos, y fuertes críticas a sus vecinos árabes. Para él, los países de mayoría musulmana dominan la agenda de Naciones Unidas, cuando en realidad “violan los derechos humanos” y los “subordinan” a la ley islámica. Enemigo declarado del antisemitismo, Wilders ha visitado con frecuencia a los políticos israelíes, a los que considera “amigos” del PVV. Tal es la fuerte relación del político con Israel que los servicios secretos holandeses reconocieron el pasado diciembre que investigaron los contactos de Israel con el PVV, ante las sospechas respecto a sus vínculos con el Mossad.

placeholder Geert Wilders, rodeado por sus guardaespaldas, reparte panfletos de cara al referéndum de asociación con Ucrania en la ciudad holandesa de Dordrecht, en abril de 2016 (EFE)
Geert Wilders, rodeado por sus guardaespaldas, reparte panfletos de cara al referéndum de asociación con Ucrania en la ciudad holandesa de Dordrecht, en abril de 2016 (EFE)

Rechazo de una auditoría

El PVV defiende el reconocimiento y la construcción de los asentamientos judíos en Cisjordania porque “no son un obstáculo para la paz”, sino un “ejemplo de coexistencia pacífica”. Asegura que Holanda debería adquirir un papel de liderazgo para poner fin a la “obsesión” internacional con Israel. El primer paso sería trasladar la embajada holandesa a Jerusalén, “capital indivisible” del Estado judío, en lugar de Tel Aviv, que es donde se hallan ahora las representaciones diplomáticas de prácticamente todos los país del mundo. La misma promesa que ha hecho –sin cumplirla aún– Donald Trump.

Wilders quiere también poner fin a la contribución holandesa a la construcción del Estado palestino porque, dice, eso no ha traído ni el más mínimo grado de paz a Oriente Próximo. Se trata de “subvencionar un terrorismo corruptor que glorifica el extremismo”. Lo mismo pasaría con los fondos que reciben ONG como Oxfam, Novib y Cordaid porque “apoyan la propaganda antiisraelí y buscan un boicot a los asentamientos israelíes”.

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En los Países Bajos es habitual someter a auditoría los programas electorales. Cada partido los presenta de forma voluntaria para demostrar a sus votantes que sus propuestas son viables y los podrán llevar a cabo en el plazo prometido. El PVV se ha negado a ello. De hecho, son frecuentes las críticas de los medios y los programas de humor en la televisión holandesa sobre las respuestas de Wilders sobre su programa electoral. “No voy a prometer nada en detalle”, afirmó en su única entrevista televisada este año.

“No le interesa contar la historia real de las cosas, ni su porqué: utiliza las palabras justas para llegar a sus votantes. A ellos no les importan los detalles de su programa, sino la revolución que él representa”, afirma Brink. Eso sí, a estas alturas de la campaña electoral y con el gran respaldo que tiene Wilders, ya es hora –dice el analista– de que se comprometa con su gente “antes de que se den cuenta de que sus promesas no llevan a ninguna parte”.

“Voy a devolver Holanda a los holandeses. Voy a encargarme de la escoria marroquí que impone el terror en nuestros barrios”. Esas fueron las grandes promesas del líder de la ultraderecha holandesa, Geert Wilders, en su primer día de campaña. Lo dijo rodeado de gente humilde en un barrio obrero, que destaca especialmente por su multiculturalidad y por la delincuencia que suele acompañar a cualquier barrio marginal.

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