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"Solo sé que aparecí bajo un puente": la 'droga de la violación' que asusta a Colombia
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HABLAN LAS VÍCTIMAS DE LA escopolamina

"Solo sé que aparecí bajo un puente": la 'droga de la violación' que asusta a Colombia

Su uso con fines criminales se ha extendido y normalizado por todo el país. Hablan las víctimas de una droga ya extendida en América Latina y se está implantando en España

Foto: Soldados colombianos patrullan un barrio de chabolas en Medellín, en 2009 (Reuters)
Soldados colombianos patrullan un barrio de chabolas en Medellín, en 2009 (Reuters)

Polvo Zombi. Aliento del diablo. Burundanga. Colombia es el mayor productor de cocaína del mundo pero la droga más temida en sus calles es otra. Son muchos los apelativos para la misma sustancia: la turbadora escopolamina. Es el máximo exponente de la sumisión química. Arma de ladrones y violadores. Su uso con fines criminales, originado hace dos décadas, se ha extendido y normalizado por todo el país.

Casi cualquier colombiano conoce a alguna víctima del ‘polvo zombi’. Lo certifican las estadísticas: una de cada cinco hospitalizaciones por intoxicación en la capital, Bogotá, tiene como origen la escopolamina. Ni siquiera se salvan los religiosos. Un sacerdote fue víctima de la temida droga el pasado diciembre. Había salido a rezar una novena. Le encontraron inconsciente y sin sus objetos de valor.

El temido narcótico anula la voluntad de quien lo ingiere. Las víctimas se convierten en meros juguetes a merced de los delincuentes. Entregan todas sus pertenencias sin rechistar cuando la sustancia comienza a hacer efecto. La pérdida de control es tal que incluso confiesan los códigos de sus tarjetas de crédito si el criminal así lo requiere. Tampoco recordarán a sus captores: otro de los efectos de la escopolamina es una profunda amnesia. Muchas víctimas son encontrados vagando por la calle, desorientados. Algunos son encontrados a las pocas horas. Otros aparecen días e incluso semanas después de haber sido drogados.

La pérdida de control es tal que incluso confiesan los códigos de sus tarjetas de crédito si el criminal así lo requiere. Tampoco recordarán a sus captores

Muchos de los afectados no consiguen demostrar judicialmente haber sido víctimas del ‘aliento del diablo’. Cuanto más tarda la víctima en llegar al hospital, más complicado es diagnosticar una intoxicación con escopolamina. La sustancia desaparece de la sangre a las seis horas de haber sido ingerida. En la orina, la mayor parte es eliminada a las doce horas.

La impunidad es elevada pero aún así se producen grandes redadas. Hace tres años cayó la ‘reina de la escopolamina’. Abordaba a los hombres en bares o canchas de ‘Tejo’, un popular deporte colombiano. Los drogaba para hacerse con sus pertenencias. Tres murieron por sobredosis.

El temido narcótico es extraído en Colombia de la brugmansia, una planta solanácea conocida en el país como ‘borrachero’. El arbusto es común en las calles de la capital. La sustancia se sintetiza después en estado líquido o en polvo.

Muchos damnificados relatan cómo los delincuentes agitaron un trapo o un papel frente a ellos, presuntamente espolvoreando la sustancia. Asumen haber sido drogados por inhalación. Algunos científicos refutan, sin embargo, la posibilidad de que el narcótico haga efecto por vía aérea. Encuentran, eso sí, alguna lógica a los recuerdos de los damnificados. Según los expertos, la víctima podría haber sido drogada por vía oral unos minutos antes de observar cómo una persona mueve un trapo u otro objeto frente a ella. Lo que recuerdan puede ser el mismo criminal evaluando el estado de narcotización de su objetivo para comenzar, o no, el proceso de robo.

El 75% de las víctimas, en cualquier caso, ingieren la sustancia a través de bebidas, cigarrillos o comidas. La estación de autobuses de Bogotá estuvo en alerta hace unas semanas ante la aparición de unas 70 afectadas por la escopolamina. Habían sido drogados por los vendedores ambulantes de las carreteras colombianas. En la estación les esperaban otros elementos criminales, compinchados con los vendedores, para despojarles de sus pertenencias.

La mayoría de los casos de robo se dan durante las salidas nocturnas. El Confidencial ha conversado con varias víctimas colombianas de una droga ya extendida en América Latina que ha cruzado el charco y se está extendiendo en España.

"Un taxista me robó hasta los zapatos"

Mauricio Cadena es un joven profesional de Villavicencio, una localidad al Este de Bogotá. El pasado mayo salió de fiesta con sus amigos. Era una noche como otra cualquiera, pero con una particularidad: ese día no había bebido. Estaba bajo tratamiento y decidió no tomar ni una gota de alcohol. A las cinco de la mañana decidió volver a su casa. Se subió en un taxi. Allí empezó su pesadilla: “Recuerdo sólo unos seis minutos dentro del vehículo. El conductor dijo que iba a encender el aire acondicionado, porque hacía calor. No le vi nada malo. Lo encendió”, relata el joven.

No se imaginaba lo que ocurriría a continuación: “El taxista tenía una bayeta roja. La puso delante de la rejilla del aire. Inmediatamente comencé a sentirme mareado. No recuerdo nada más. Volví a la consciencia a las diez de la mañana. Me había recogido una señora que vendía zumos en la calle. Cuando me fui a poner de pie me caí de bruces y me dolía hasta la cabeza. Me hicieron exámenes y me encontraron residuos de escopolamina”, enuncia Mauricio.

Perdió la mayoría de sus pertenencias: “Me dejaron sólo la cédula (el carnet) de identidad. Sustrajeron mis zapatos, el móvil, un reloj y la cartera con 250.000 pesos (unos 80 euros) que tenía en efectivo. Se llevaron hasta los zapatos”. Lo peor, cuenta el joven, son las secuelas físicas y psicológicas que le dejó el asalto: “Sufro mucho de dolor de cabeza. He estado hospitalizado por migraña. Nunca antes me había pasado. También he desarrollado miedos. Salgo con temor y no cojo taxis en la calle”. Ahora contrata a un conductor para que le transporte por Villavicencio cuando quiere salir con sus amigos.

Su caso no fue resuelto. Puso una denuncia, pero no hubo autorización para examinar las cámaras de seguridad de la zona por donde se movió aquella noche. El relato de Mauricio no es nuevo en Colombia. En el país cafetero causa pavor el conocido como ‘paseo millonario’. Falsos taxistas, o elementos criminales en el mundo del transporte público, secuestran a ciudadanos en horas cercanas a la medianoche, valiéndose en ocasiones de la escopolamina.

El ‘timing’ es crucial. Los cajeros automáticos de los bancos se reinician en Colombia a las doce de la madrugada. Secuestrar a alguien unos minutos antes permite a los criminales realizar dos extracciones del máximo de dinero permitido por la entidad bancaria en tan sólo unos minutos.

"Quedé con una chica y la noche acabó mal"

Alejandro es un humilde electricista. Vive en uno de los barrios del sur de Bogotá. Es soltero. Un buen día decidió registrarse en una conocida web de contactos para ligar. Quedó con una chica. Nunca sospechó de ella: “No se metía en ambientes raros, al menos a juzgar por las fotografías”. Se equivocó. Se citaron en un bar de la capital colombiana y tuvieron una larga conversación… hasta que Alejandro perdió la memoria. Lo siguiente que recuerda la víctima es despertar en su apartamento. Sus pertenencias ya no estaban allí. Le habían desvalijado la casa.

“El portero me dijo que me vio acompañado de una chica. Se extrañó cuando empezamos a bajar la televisión y otros objetos de gran tamaño. Me preguntó que si estaba todo bien. Yo le dije que no se preocupase, que estaba trasladando las cosas. Así me robaron”, rememora.

Dice no recordar nada de lo que ocurrió. Ni siquiera hablar con el portero. Seguía instrucciones por los efectos de la escopolamina. “Debió echarme el líquido en la bebida una de las veces que fui al baño. No me percaté absolutamente de nada”. Denunció el caso, pero sirvió de poco. Entregó a la policía pruebas de las conversaciones mantenidas con la ladrona a través de internet, pero no se realizó ni siquiera una mínima investigación. Su caso continúa en la impunidad.

"Desperté bajo un puente"

Daniele Narváez es un joven contable. Tiene un trabajo que le gusta y adora a su novia. No es una persona de salidas nocturnas. Pero ni siquiera estar alejado de las discotecas le libró de ser víctima de la escopolamina. “Estaba en una parada esperando el autobús que me lleva a mi casa. El lugar estaba lleno de gente. Vi que un hombre se adelantó. Tenía bufanda. Echó la prenda hacia atrás, donde yo estaba. Sentí un olor raro y de ahí no me acuerdo de nada. Solo sé que aparecí tirado debajo de un puente”, recuerda vagamente.

Le robaron sus documentos, el móvil, y 600.000 pesos colombianos, el equivalente a unos 190 euros. También él sufre secuelas físicas: “Desde entonces tengo migrañas. Antes no me dolía la cabeza. El médico me dijo que es por el narcótico que me administraron”. Ha desarrollado miedos. Ahora toma muchas precauciones a la hora de esperar el autobús. Su caso tampoco ha sido resuelto.

"Ahora se usa también con fines recreativos"

Javier Rodríguez es toxicólogo en el Hospital San Ignacio de Bogotá. Está acostumbrado a tratar a pacientes drogados con escopolamina: “La mayoría son hombres entre 20 y 50 años. Tenemos más casos los fines de semana y los días que se pagan los sueldos”, explica el doctor. “Algunos llegan a la consulta somnolientos. Con el sistema nervioso muy deprimido. Otros ingresan alucinando. También con taquicardia o hipertensión. Es posible que hablen incoherencias y estén perdidos.”, comenta.

La mayoría no se acuerda de nada: “La amnesia que produce la droga es bastante intensa. Algunos no recuerdan a su propia familia o incluso se les ha olvidado su propia identidad”. Las secuelas del narcótico dependen, según el doctor, de factores como las enfermedades previas de la víctima.

Su mayor preocupación es una nueva moda en Colombia: la ingesta de la droga con fines recreativos. “Ahora tenemos chicos que consumen la semilla de la brugmansia, rica en escopolamina, por mero ocio. En ciertas dosis produce euforia, pero también pueden entrar en cuadros de psicosis, pesadillas o locura severa”, advierte.

El mayor problema es la dificultad de demostrar que una persona ha sido drogada por la escopolamina. La mayoría de diagnósticos se hacen, según el doctor, atendiendo a los síntomas de la víctima. Advierte también de la sofisticación del mercado de drogas de sumisión. Colombia ha sido testigo del nacimiento de nuevas sustancias con efectos parecidos a los de la escopolamina. Maná ahora también para los delincuentes al otro lado del estrecho.

Polvo Zombi. Aliento del diablo. Burundanga. Colombia es el mayor productor de cocaína del mundo pero la droga más temida en sus calles es otra. Son muchos los apelativos para la misma sustancia: la turbadora escopolamina. Es el máximo exponente de la sumisión química. Arma de ladrones y violadores. Su uso con fines criminales, originado hace dos décadas, se ha extendido y normalizado por todo el país.

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