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¿Impulsan las Grandes Coaliciones a la extrema derecha alemana?
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"afd mantendrá su auge electoral"

¿Impulsan las Grandes Coaliciones a la extrema derecha alemana?

Las alianzas ofrecen estabilidad institucional y reformas estructurales en Alemania y Austria, pero también alimentan el discurso de la antipolítica del creciente populismo derechista

Foto: Frank-Walter Steinmeier es felicitado por Angela Merkel tras su elección como presidente en el Reichstag, Berlín (Reuters).
Frank-Walter Steinmeier es felicitado por Angela Merkel tras su elección como presidente en el Reichstag, Berlín (Reuters).

Este domingo el exministro de Exteriores alemán, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, fue elegido nuevo presidente federal de Alemania. En la votación, que tuvo lugar en la Asamblea Federal (organismo de más de 1.200 electores conformado por los diputados del Bundestag, de los parlamentos de todos los Estados federados y por otras figuras públicas) no hubo lugar para sorpresas: la actual Gran Coalición gobernante, de democristianos de la CDU-CSU y socialdemócratas del SPD, tiene una mayoría absoluta tan aplastante que no hay margen para las especulaciones. Y Steinmeier era el candidato de consenso acordado por los grandes formaciones políticas del país.

El acuerdo entre la CDU-CSU y el SPD a la hora de encontrar un candidato común para la jefatura del Estado alemán demuestra una vez más la enorme capacidad de consenso que existe actualmente entre los dos grandes "Volksparteien" (palabra alemana para denominar a los partidos con capacidad de liderar gobiernos) de Alemania. Una capacidad de consenso que se ha proyectado en la formación de coaliciones a nivel federal durante la última década: de las últimas tres legislaturas, dos ellas vieron cómo el país acaba siendo gobernado por Grandes Coaliciones. Una fórmula alabada en otros países de Europa, como España, por la estabilidad política e institucional que ofrece y por las reformas estructurales que permite aprobar. Sin embargo, ¿son todo ventajas en esta fórmula de gobierno?

En contra de lo que muchos tertulianos en España suelen opinar, la Gran Coalición no ha sido una forma de gobierno tan habitual en Alemania; de hecho, en la historia de la República Federal, desde 1949 sólo ha habido tres. La primera fue entre 1966 y 1969 bajo el liderazgo del canciller conservador Kurt Georg Kiesinger, quien se vio abocado a coaligar con los socialdemócratas ante la recesión económica que sufría país, la consecuente crisis presupuestaria, el creciente desempleo y el primer repunte destacable del neonazismo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Tras conseguir el resultado deseado (estabilización económica y freno del auge electoral ultraderechista), la primera Gran Coalición de democristianos y socialdemócratas dejó a paso otros gobiernos federales que tuvieron como hilo conductor la asociación entre uno de los dos grandes partidos y dos pequeñas formaciones: los liberales del FDP o los ecoliberales de Los Verdes. No fue hasta 2005, con la llegada al poder de Angela Merkel, que se reeditó por primera vez desde finales de la década de los sesenta la fórmula de la Gran Coalición. De nuevo una crisis económica y presupuestaria obligaba a los dos grandes partidos del país a buscar consensos para que Alemania dejase de ser el “enfermo de Europa”. Desde entonces, Merkel ha gobernado con la colaboración activa o pasiva del SPD, que, consecuentemente, cada vez ha tenido más dificultades para diferenciarse políticamente del partido de Merkel.

Foto: Marine Le Pen (c) y Geert Wilders durante el congreso de líderes del ultraderecha celebrado en Coblenza, Alemania (Reuters).

Rodillo legislativo

Tras las últimas elecciones federales de 2013, CDU-CSU y SPD decidieron formar la tercera Gran Coalición de la historia de la República Federal de Alemania. Los dos grandes partidos suman así actualmente el 80% de los escaños del Bundestag; todo un rodillo legislativo que convierte a las dos únicas formaciones de la oposición parlamentaria, La Izquierda y Los Verdes, en una simple comparsa incapaz de forzar enmiendas en las leyes que pasan por el parlamento. La repetición de de la Gran Coalición, fórmula de gobierno usada históricamente para afrontar situaciones excepcionales, casi se ha convertido en algo banal. Ello llevó a politólogos y analistas a hablar de “estado de excepción democrático” o “anomalía política”. Una situación que parece estar capitalizando electoralmente el joven partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD).

“¿Por qué está dispuesto actualmente uno de cada ocho alemanes a votar a AfD?”, se pregunta Timo Lochocki, politólogo de la Fundación German Marshall. Él mismo se responde: “Por dos razones: en primer lugar, la política migratoria de Merkel no tiene actualmente oposición; en segundo lugar, en la actual Gran Coalición es muy difícil encontrar diferencias entre el SPD y la CDU-CSU. Además, la relativamente estable situación económica que vive Alemania impide que los dos grandes partidos se peleen por cuestiones económicas. Todo ello alimenta la impresión de que todos los partidos son iguales”.

En opinión de Lochocki, mientras no haya una alternativa conservadora a la política migratoria de Merkel ni un disputa de calado sobre cuestiones económicas, es de esperar que AfD mantenga el auge electoral. Las aplastantes mayorías ofrecidas por las reiteradas Grandes Coaliciones alimentan el voto protesta de los electores enfadados con el sistema, que ven actualmente ven a AfD como la única oposición política real.

La palabra alemana “alternativlos” (sin alternativa) fue, no en vano, una de los conceptos estrella de la canciller Merkel. Una palabra que define a la perfección el rodillo legislativo que suponen las Grandes Coaliciones de democristianos y socialdemócratas. Entretanto, la palabra “alternativlos” ha desaparecido de los discursos de la canciller. Esa desaparición coincidió prácticamente con la fundación en 2013 de AfD, partido que incluye una palabra fundamental (“Alternativa”) para entender el auge electoral de esa nueva extrema derecha.

Foto: Participante en una protesta contra la política de refugiados de Angela Merkel en Berlín, en julio de 2016 (Reuters).

Austria como paradigma

“Una Gran Coalición sostenida durante largo tiempo daña la democracia y da fuerza a los populistas de derecha. Sólo hace falta mirar a Austria”, señala a El Confidencial el profesor Christoph Butterwege, sociólogo de la Universidad de Colonia y candidato simbólico a la presidencia federal de Alemania propuesto por el partido de La Izquierda. Butterwege se refiere a Austria porque parece un caso paradigmático: el país vecino a Alemania ha estado gobernado prácticamente de manera interrumpida por Grandes Coaliciones de conservadores y socialdemócratas desde 1949. El candidato del ultraderechista FPÖ, Norbert Hofer, estuvo cerca de ganar las elecciones presidenciales austriacas del pasado diciembre. El FPÖ amenaza además con ser la fuerza más votada en los próximos comicios legislativos austriacos previstos para septiembre de 2018, pero que podrían celebrarse a este mismo año debido a un adelanto electoral.

“Un candidato conjunto a la presidencia federal de Alemania de CDU-CSU y SPD envía la señal de continuidad y de mantenimiento de la Gran Coalición”, asegura el profesor Butterwege. “Un gobierno de Gran Coalición no tiene enfrente una oposición fuerte. Y el populismo derechista saca así provecho del descontento social”. En el aire queda la pregunta de por qué partidos como Los Verdes o la Izquierda, este último fundado hace una década por socialdemócratas desencantados y postcomunistas, siguen siendo incapaces de movilizar en Alemania al voto de izquierda, al ciudadano descontento, al abstencionismo y también al nuevo votante.

En su lugar, está siendo la ultraderecha de AfD, con presencia ya en 10 parlamentos regionales y cuya entrada en el Bundestag está prácticamente asegurada en las elecciones federales del próximo septiembre, la que está siendo capaz de capitalizar el nuevo voto y también la decepción con la Gran Coalición. Un descontento que, a diferencia de lo que se suele creer, está creciendo entre la clase media y el pequeño empresariado, que tiene miedo de perder su posición social, apunta Butterwege.

Foto: Una mujer enarbola un cartel que dice "Los políticos mentirosos necesitan una prensa mentirosa", durante una marcha de Pegida en Colonia, el 9 de enero de 2016 (Reuters) Opinión

¿Es Schulz la palanca del cambio?

El nombramiento de Martin Schulz como candidato a canciller por los socialdemócratas alemanes ha supuesto un golpe de efecto en las encuestas de intención de voto: el SPD, sumido en una crisis existencial desde hace años, ha conseguido repuntar cinco puntos y recortar distancia con la CDU de Merkel. Según las encuestas, Schulz le ganaría incluso a Merkel una elección a la cancillería si esta fuera por voto directo y no a través de unos comicios legislativos.

El 'efecto Schulz', que llega a la arena política alemana tras hacer carrera política en la escena comunitaria como presidente del Parlamento Europeo, hace más probable la formación de un Gobierno tripartito conformado por SPD, La Izquierda y Los Verdes, un gabinete hasta ahora inédito en Alemania a nivel federal. Schulz ofrece un discurso claramente europeísta, algo escorado a la izquierda, dirigido a la clase trabajadora y tremendamente combativo con la ultraderecha y el nacionalismo euroescéptico. Para ello, sin embargo, el nuevo candidato socialdemócrata tiene ante sí un trabajo titánico: conseguir que la socialdemocracia alemana recupere la capacidad de liderazgo perdida durante la última década y también vencer las resistencias existentes dentro de su propio partido a la formación de un Gobierno de centroizquierda alternativo a la Gran Coalición.

Si Schulz no consigue cumplir con ese trabajo titánico, para el que apenas tiene 8 meses hasta las elecciones federales, y AfD consigue entrar finalmente al Bundestag como tercera o incluso como segunda fuerza más votada, democristianos y socialdemócratas podrían verse a abocados a la formación de una nueva Gran Coalición, la tercera en los últimos 12 años. “Es es la combinación que desea la señora Frauke Petry”, asegura Christoph Butterwege. El candidato simbólico a presidente federal propuesto por La Izquierda se refiere a la líder del ultraderechista AfD, quien parece estar deseando que nada cambie para imponer su enmienda a la totalidad del sistema político y social alemán.

Este domingo el exministro de Exteriores alemán, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, fue elegido nuevo presidente federal de Alemania. En la votación, que tuvo lugar en la Asamblea Federal (organismo de más de 1.200 electores conformado por los diputados del Bundestag, de los parlamentos de todos los Estados federados y por otras figuras públicas) no hubo lugar para sorpresas: la actual Gran Coalición gobernante, de democristianos de la CDU-CSU y socialdemócratas del SPD, tiene una mayoría absoluta tan aplastante que no hay margen para las especulaciones. Y Steinmeier era el candidato de consenso acordado por los grandes formaciones políticas del país.

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