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¿Está enfermo Mohamed VI? La "fragilidad" de los líderes del Magreb preocupa a Europa
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¿Está enfermo Mohamed VI? La "fragilidad" de los líderes del Magreb preocupa a Europa

Europa está preocupada por la “fragilidad” de los líderes ancianos que gobiernan el Magreb. Un diputado francés ha revelado en el Parlamento que Mohamed VI está enfermo

Foto: El presidente Hollande y el Rey Mohammed VI durante una visita oficial al puerto de Tánger, Marruecos (Reuters).
El presidente Hollande y el Rey Mohammed VI durante una visita oficial al puerto de Tánger, Marruecos (Reuters).

El diputado socialista francés Jean Glavany osó decir en público aquello de lo que diplomáticos y servicios secretos del sur de Europa hablan en voz baja y que tanto les preocupa: los jefes de Estado del Magreb son ancianos o padecen dolencias que fragilizan los países que gobiernan y que pueden salpicar al Viejo Continente ya afectado por la crisis de los refugiados.

Glavany, que fue ministro de Agricultura y director de gabinete del presidente François Mitterrand, presentó, el miércoles 18 de enero, un informe sobre la cooperación de Europa con el Magreb elaborado tras un recorrido, junto con diputados de la derecha, por los tres países que lo componen. Lo dio a conocer ante la comisión de Asuntos Exteriores de la Asamblea Nacional francesa. La franqueza de su lenguaje disgustó a la presidenta de la comisión, Elisabeth Guigou, que le recordó que la prensa asistía a la sesión. Solo una televisión, la pública LCP, cubrió la reunión de la que se hizo eco dos días después.

Tras evocar la delicada salud de los presidentes tunecino, Béji Caid Essebsi (90 años), y argelino,Abdelaziz Bouteflika (79 años), Glavany ensalzó al rey Mohamed VI (53 años) y le describió como “valiente” y “visionario”. Después reveló algo desconocido sobre el monarca: “No ostento secretos médicos, pero todo el mundo sabe que padece una enfermedad de evolución lenta; que se le trata a golpe de cortisona y que él también posee, como sus homólogos Essebdi y Bouteflika, poderes personales que son muy frágiles y que suscitan muchas interrogantes”.

“Ese hombre es un rey enfermo. No ostento secretos médicos, pero todo el mundo sabe que padece una enfermedad de evolución lenta y que se le trata a golpe de cortisona. (…) sus poderes personales son de gran fragilidad y suscitan muchos interrogantes”.

Las autoridades de Rabat no han desmentido esta información que casi toda la prensa marroquí ha ignorado. En la última década el palacio real marroquí publicó en tres ocasiones -2009, 2014 y 2015- partes detallados sobre la salud del soberano aunque nunca mencionó esa enfermedad que le atribuye el socialista Glavany. Las dos primeras veces sirvieron para justificar la cancelación de viajes al extranjero y, la última, a tranquilizar a los telespectadores marroquíes. El rey apareció fastidiado, en noviembre de 2015, ante las cámaras al pronunciar el discurso que conmemora la Marcha Verdecon la que Marruecos se adueñó del Sáhara Occidental.

La toma de cortisona, que señala el diputado, explicaría por qué el rey haya engordado estos últimos años. Fue mencionada por primera vez en 2009 por el diario marroquí 'Al Jarida al Oula', que hoy en día ya no existe. La enfermedad crónica del monarca no es en absoluto comparable a la de los demás jefes de Estado magrebíes. Ellos no podrían hacer, como sí lo hizo Mohamed VI en 2016, largas y agotadoras giras por África para, por ejemplo, promover la adhesión de Marruecos a la Unión Africana.

De los tres jefes de Estado de la región el más delicado es, con diferencia, el argelino, Abdelaziz Bouteflika a punto de cumplir los 80 años. Operado de urgencia en noviembre de 2005 en el hospital militar de Val-de-Grâce en París de una “úlcera hemorrágica en el estómago”, sufrió ocho años después un accidente cerebrovascular (ictus) que ha reducido su movilidad -está se silla de ruedas- y su elocución.

“Está encogido en su sillón, sin aliento, su voz es débil”. Es así como le describió en su libro 'Lo que no podría decir' ('Ce que je ne pouvais pas dire') Jean-Louis Debré, exministro del Interior y presidente de la Asamblea Nacional francesa, que le visitó en Argel en diciembre de 2015. “Un pequeño micrófono está pegado a su boca para que se pueda escuchar mejor lo que dice”, prosigue el autor. “Varias veces tuvo que hacer pausas (…)”. “Debo estar especialmente atento para lograr entenderle”. “¿Sigue siendo Bouteflika capaz de dirigir Argelia?”, se pregunta Debré al término de la audiencia. Varios dirigentes de la oposición argelina responden denunciando un vacío de poder del que se aprovecha el entorno del presidente.

El tunecino Béji Caid Essebdi es el tercer jefe de Estado más anciano del mundo después de la reina Isabel de Inglaterra y de Robert Mugabe, el presidente de Zimbabue. Sus 90 años le pesan. Una ausencia imprevista, como por ejemplo en la oración de la fiesta religiosa del Aid el Fitr, en julio de 2016, desata los rumores más disparatados que su portavoz, Moez Sinaoui, se apresura en desmentir. El propio Essebsi bromea sobre sus padecimientos. Durante un mitin, el año pasado, contó que un médico le dijo: “Si con tu años te despiertas y no te duelen las piernas, los brazos, las articulaciones… es que te has muerto”.

“Estoy impresionado de ver hasta qué punto todo gira alrededor de estos hombres y de su fragilidad; su extrema fragilidad”, comentó preocupado el diputado ante la comisión parlamentaria. En Europa del sur no es tanto la fragilidad física de los gobernantes la que inquieta sino más bien la de los sistemas políticos que encabezan. Sus constituciones prevén qué hacer en caso de vacante del poder, pero diplomáticos y “think-tanks” dudan de que esas disposiciones se respeten.

La salud de los líderes es además uno de los temas más opacos en el norte de África. Mohamed Abdelaziz, jefe de la República Árabe Saharaui Democrática, la entidad fundada por el Frente Polisario, falleció a los 68 años de un cáncer de pulmón que arrastró los últimos años de su vida. Nunca informó de ello a los refugiados saharauis de los campamentos de Tinduf. Ocultó además sus ingresos hospitalarios en Estados Unidos donde falleció en mayo de 2016.

Argelia ha dado algún tímido paso hacia la transparencia. Antes de que se propaguen los rumores, La Mouradia (sede de la presidencia de la República) tiene ahora por costumbre de difundir comunicados anunciando que Bouteflika está en Grenoble (Francia) para someterse a “controles médicos” en el Grupo Hospitalario Mutualista donde trabaja Jacques Monségu, su cardiólogo. Estos comunicados no dan, sin embargo, ninguna precisión sobre el estado del paciente ni las pruebas a las que se le somete.

Cuando la prensa indaga un poco más y lo publica se arriesga a ser sancionada. El palacio real marroquí publicó, en agosto de 2009, un comunicado anunciando que Mohamed VI padecía una “infección por rotavirus con trastornos digestivos y deshidratación aguda”. Driss Chahtane, director del semanario “Al Michaal”, quiso explicar a sus lectores qué era el rotavirus y mandó entrevistar a un médico. Ese añadido a la información oficial le valió una condena a un año de cárcel y una multa de 10.000 dirhams (900 euros) aunque el rey le indultó cuando le quedaban aun por cumplir unos meses en prisión.

El diputado socialista francés Jean Glavany osó decir en público aquello de lo que diplomáticos y servicios secretos del sur de Europa hablan en voz baja y que tanto les preocupa: los jefes de Estado del Magreb son ancianos o padecen dolencias que fragilizan los países que gobiernan y que pueden salpicar al Viejo Continente ya afectado por la crisis de los refugiados.

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