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Un pueblo contra los incendios provocados por el aceite de palma
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indonesia emitió más gases que eeuu en 2015

Un pueblo contra los incendios provocados por el aceite de palma

Dosan, en la provincia de Riau, lanzó en 2009 un programa pionero para acabar con los fuegos que empezaron tras plantar las palmas aceiteras en la región

Foto: Pak Dahlan camina entre las plantaciones de aceite de palma (Foto: Laura Villadiego)
Pak Dahlan camina entre las plantaciones de aceite de palma (Foto: Laura Villadiego)

En 2015, cuando Indonesia era pasto de violentos incendios que sumieron a buena parte del Sudeste Asiático bajo una espesa nube de humo, Dosan, un pequeño pueblo situado en el centro de la catástrofe, no registró ni una pequeña llama. "Los incendios ocurrieron por primera vez cuando empezamos a plantar aceite de palma. Nos dimos cuenta de que estaba relacionado y ahora estamos haciendo algo para solucionarlo”, explica Pak Dahlan, el líder de los campesinos de Dosan.

Dosan fue uno de los primeros pueblos de la provincia de Riau, una de las más afectadas por las llamas, en lanzar en 2009 un programa para luchar contra los violentos incendios que Indonesia ha registrado anualmente durante las últimas décadas. En 2015, cuando 'el Niño' castigó a la región con altas temperaturas y escasas precipitaciones, los fuegos fueron especialmente violentos y unos 2,6 millones de hectáreas ardieron entre junio y octubre, meses de la estación seca, según el Banco Mundial. El año pasado fue, sin embargo, más benévolo, gracias a que 'la Niña' trajo temperaturas más suaves y más precipitaciones.

El gran enemigo de los habitantes de Dosan era la turba, un tipo de tierra húmeda compuesta por la acumulación de materia orgánica descompuesta, que forma buena parte del suelo de la zona. En su estado natural, la turba es un suelo óptimo para la expansión de las selvas tropicales, y no arde fácilmente. “Lo que ocurre es que los aldeanos drenan la turba porque su productividad para aceite de palma es muy baja cuando está húmeda”, asegura Adhy Prayitno, investigador del Centro para Estudios sobre Desastres de la Universidad de Riau. “La turba seca es como gasolina para los incendios”, añade Woro Supartinah, coordinadora de Jikalahari, una NGO que vigila los incendios en la provincia de Riau para proteger la escasa zona de jungla que queda en la región.

Ése fue el primer error que cometieron en Dosan. En 2003, el Gobierno local lanzó un programa de lucha contra la pobreza por el que asignó parcelas de tres hectáreas de tierra a cada familia que debían ser plantadas con aceite de palma. Tras recibir la tierra, los aldeanos diseccionaron la tierra con un laberinto de canales que empezaron a succionar el agua de la tierra. Y entonces, la tierra empezó a arder.

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Al igual que en Dosan, buena parte de los incendios que registra Indonesia cada año están relacionados con el avance de la industria del aceite de palma, aunque también con las plantaciones para pulpa de papel, asegura Woro Supartinah. Así, según datos recogidos por Greenpeace, el 20% de los incendios detectados tuvieron lugar dentro de las concesiones para pulpa de papel y un 16% dentro de la plantaciones de aceite de palma.

Muchos de estos incendios son provocados para limpiar de forma rápida y económica el suelo selvático antes de plantar, pero, en otras ocasiones, son accidentales. Estos feroces incendios son además especialmente contaminantes, debido a la gran cantidad de CO2 almacenada en el suelo. Por ello, en 2015, Indonesia emitió más gases de efecto invernadero que toda la economía de Estados Unidos, según el Instituto de Recursos Mundiales.

En 2015, Indonesia emitió más gases de efecto invernadero que toda la economía de Estados Unidos

En Dosan, la gota que colmó el vaso fue un feroz incendio que arrasó 11 hectáreas en 2009. Entonces, con la ayuda de una ONG local llamada Perkumpulan Elang, aprendieron a construir pequeñas presas para mantener el nivel del agua y evitar que la tierra esté demasiado seca. “Construimos las presas para mantener el nivel de agua estable a, al menos, 30 centímetros. A ese nivel, el aceite de palma aún puede crecer pero es suficientemente húmedo para evitar los fuegos”, asegura Pak Dahlan. Construir las rudimentarias estructuras de madera, arena, cemento y geotextil es una tarea fácil, pero los 20 millones de rupias que cuesta cada una (unos 1.200 euros) es a menudo el principal obstáculo. “La comunidad paga los costes”, asegura Dahlan. “Tenemos 13 presas pero necesitaríamos al menos 25”.

En Dosan han prohibido además iniciar cualquier tipo de fuego para limpiar el terreno, a pesar de que una polémica ley medioambiental de 2009 permitía estas prácticas cuando afectaban a extensiones de tierra inferiores a dos hectáreas. “Ya no hay nadie aquí quemando para limpiar el suelo porque nos hemos dado cuenta del riesgo y de que luego el suelo es más pobre”, explica Zamzami, uno de los aldeanos de Dosan.

Otra de las claves del éxito de Dosan ha sido el Masyarakat Peduli Api (MAP), una unidad comunitaria de bomberos, que patrulla la zona cada día por las mañanas y las tardes en busca de indicios de incendios. “También les explicamos a los aldeanos los riesgos de comenzar fuegos y les pedimos que los apaguen si los hacen”, explica Muhamad Yasir, el líder de la patrulla, quien asegura que desde 2012 no han tenido que apagar ningún fuego en el pueblo y que ahora participan en las labores de extinción en otras comarcas. “Nos llaman para ayudar cuando hay incendios en otras zonas”, dice Yasir.

Un modelo para otros

El éxito de Dosan ha resonado en la región y otros han comenzado a seguir su ejemplo. Uno de ellos ha sido Jatibaru, otro pueblo a 40 kilómetros, que el año pasado lanzó un plan similar al de sus vecinos. “Tenemos problemas con los fuegos todos los años. Hace tres años hubo un gran fuego y el Gobierno nos dio un aviso diciendo […] que si habia algún fuego más arrestarían a cualquiera que fuera responsable”, asegura Maman, uno de los líderes de la comunidad. Desde enero de 2016, Maman ha supervisado la construcción de ocho presas y la reducción de la extensión de aceite de palma para plantar otro tipo de vegetales, algo que también habían hecho en Dosan.

Les queda poco tiempo. Se espera que 'la Niña' abandone la región en marzo y que las precipitaciones desciendan, convirtiendo de nuevo a Indonesia en un inmenso tanque de gasolina

El Gobierno de Indonesia asegura que acabar con los fuegos es una de sus prioridades y que apoya iniciativas como las de Dosan. “El compromiso de las comunidades es fundamental para poder luchar contra los incendios”, asegura Edwar Sanger, director de la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres de la provincia de Riau. Además, en enero de 2016, el Ejecutivo creó una agencia para restaurar más de dos millones de hectáreas de turba y recientemente ha anunciado una moratoria indefinida que prohíbe la conversión agrícola de este tipo de tierra.

Las grandes plantaciones -que producen la mayor parte de este versátil aceite que se usa en alimentación, pero también en cosmética o biocombustibles- se resisten más y se niegan a aplicar la ley, asegura Woro Supartinah. “Ya es obligatorio mantener el nivel del agua estable para que la turba no se seque pero nadie lo cumple”, explica la coordinadora de Jikalahari. Para Adhy Prayitno, el principio de las presas puede ser replicado fácilmente por las grandes empresas, pero debe ser adaptado previamente a las características hídricas únicas de cada zona. “Los habitantes de Dosan conocen bien donde viven”, asegura Prayitno. “Las empresas pueden aprender de esto. Tienen que construir relaciones con las comunidades locales y darles la oportunidad de participar en la cadena de producción. Esta estrategia ya funcionó aquí durante la era colonial hace más de 100 años”.

Pero les queda poco tiempo. Se espera que 'la Niña' abandone la región en marzo de este año y que las precipitaciones durante el verano desciendan, convirtiendo de nuevo a Indonesia en un inmenso tanque de gasolina.

En 2015, cuando Indonesia era pasto de violentos incendios que sumieron a buena parte del Sudeste Asiático bajo una espesa nube de humo, Dosan, un pequeño pueblo situado en el centro de la catástrofe, no registró ni una pequeña llama. "Los incendios ocurrieron por primera vez cuando empezamos a plantar aceite de palma. Nos dimos cuenta de que estaba relacionado y ahora estamos haciendo algo para solucionarlo”, explica Pak Dahlan, el líder de los campesinos de Dosan.

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