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“Se compra cabello a buen precio”: el nuevo negocio fronterizo ante la crisis venezolana
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ENFERMOS BUSCAN TRATAMIENTO EN COLOMBIA

“Se compra cabello a buen precio”: el nuevo negocio fronterizo ante la crisis venezolana

Los comerciantes colombianos de Cúcuta, linde con Venezuela, se lucran con la acuciante crisis de sus vecinos. Se dispara también el número de enfermos que cruzan a Colombia para ser atendidos

Foto: Un niño venezolano carga con un paquete de papel higiénico al cruza con su madre el Puente Simón Bolívar, que une Venezuela y Colombia (Reuters).
Un niño venezolano carga con un paquete de papel higiénico al cruza con su madre el Puente Simón Bolívar, que une Venezuela y Colombia (Reuters).

En medio del gentío que cruza el puente Simón Bolívar entre Venezuela y Colombia, una mujer sostiene un cartel propio de una peluquería y reparte tarjetas: “Se compra cabello a buen precio”, reza el reclamo publicitario ilustrado con la foto de una barbie. Los nuevos comerciantes de cabello se mezclan al grito de “¡princesa, te compramos el pelo!” entre los vendedores de agua, chocolatinas, cambistas callejeros y carretilleros en una de las fronteras más activas y lucrativas, en su mayoría ilegalmente, del mundo.

“A las venezolanas se les cae el cabello por falta de champú, por el estrés, y aquí se lo compramos a buen precio”, cuenta la mujer bajo anonimato. El moño de pelo se paga de 50.000 a 80.000 pesos colombianos (de unos 16 a 26 euros), para luego vender la peluca a más de 300 euros. Los otros compradores de cabello rechazan responder. “La Policía no nos deja hablar”, afirma uno. Uno de los agentes nos pide que dejemos de grabar porque esa actividad es ilegal, pero hacen la vista gorda.

Los comerciantes colombianos se benefician de la desesperación de sus vecinos. “Yo tengo cinco hijos y vengo a ver qué les puedo traer. Tenemos que vender hasta el oro a precio regalado”, lamenta Luz Ardina, administrativa. La escasez obliga a miles de venezolanos a cruzar semanalmente desde San Cristóbal de Táchira hasta Cúcuta para lograr completar la cesta básica. “Vengo a por la leche de mis hijos”, afirma Tatiana Díaz, ama de casa. Para transportar esos paquetes, los carretilleros colombianos cobran unos 5.000 pesos: alrededor de una cuarta parte del salario mínimo venezolano al cambio extraoficial.

Además de sacos de comida, durante las fechas navideñas también han cruzado el puente coches teledirigidos, muñecas, puzzles o un puñado de dulces. “Nos han robado la Navidad. No podemos comer nuestro pernil ni 'hayacas' (platos típicos). El único regalo que nos ha hecho (el presidente Nicolás) Maduro es reabrir la frontera para poder al menos comprar un juguete a los pequeños”, se queja Edilsa Gonzalve, pensionada. El 20 de diciembre se reabrió el tránsito peatonal entre ambos países tras un cierre de ocho días decretado por Maduro para evitar la salida de bolívares, después de ordenar la retirada de circulación de los billetes de 100 bolívares para renovarlos por valores más elevados debido a la hiperinflación. Un canje previsto para fin de año que se ha prorrogado hasta el 20 de enero.

Cúcuta: el mercadillo del dinero negro

Los cambistas colombianos siguen aceptando los billetes de 100 bolívares pero los pagan a un precio mucho menor. “Uno viene con un saco de bolívares y se lleva un puñado de pesos. Es triste”, replica Jorge Ramiro, transportista venezolano. “El precio puede variar a diario según la cantidad de bolívares que entren”, cuenta uno de los "maneros", cambistas callejeros apostados en los arcenes cercanos al paso fronterizo.

Un negocio informal e ilegal en muchos casos que acaba por determinar el rumbo monetario de un país. El volumen de cambio en esa frontera fija la cotización del llamado Dólar Cúcuta: cuociente entre la cotización del bolívar en pesos colombianos, y de éstos en dólar estadounidense. Un cálculo publicado en DolarToday.com que sirve de marcador para conocer el valor del bolívar respecto al dólar en el mercado negro. El Gobierno venezolano ha calificado este mecanismo de ataque contra su economía.

Por su parte, el Gobierno colombiano niega la existencia de mafias financieras y sigue sin regular el mercadillo cambiario en la frontera. Cada uno de los cerca de 50.000 venezolanos que cruzan diariamente trae una media de 30.000 bolívares en el bolsillo, según datos de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) y Asocambios, asociación que representa a las 250 casas de cambio oficiales en Cúcuta. Es decir, entran 1.500 millones de bolívares fuertes, unos 500.000 dólares de cambio. “Con estas cifras no se puede decir que haya mafia, lo que hay es libre mercado, manejamos un volumen de dinero muy pequeño”, asegura Juan Fernando González, responsable de Asocambios.

Venezolanos buscan auxilio médico en Colombia

Asimismo, lo único que cruza no son billetes y comida, sino también enfermos. En los últimos meses se ha disparado el número de venezolanos –sin datos oficiales– que acuden a hospitales colombianos a recibir atención médica debido a la crisis sanitaria en su país. Por el Puente Internacional Francisco de Paula Santander (Ureña), el segundo mayor paso fronterizo de la región, un joven empuja a su abuela en silla de ruedas entre los militares que custodian este control. “En Venezuela no hay medicina. Yo tenía mi tratamiento con mi internista en allí pero tuve que venir aquí. Cada vez que sufro una crisis me toca salir corriendo. En cualquier viaje me muero”, afirma Florentina Blanco, de 81 años, enferma del corazón.

Para otros, atravesar el puente para realizar algún tratamiento se ha convertido en una tormentosa rutina. “Vengo tres veces por semana. Camino unos tres kilómetros de aquí hasta mi casa y otros tres de vuelta”, explica Gladys Cáceres. “A veces cuando uno está mareado los bomberos le ayudan con el transporte. Si no, tardo más de una hora caminando porque me tengo que ir parando”, cuenta Marisol Montano. Ambas son venezolanas con problemas renales que se practican la diálisis en centros colombianos.

Foto: Adriana y su hija Federica en Madrid tras la operación (Foto: Santi Donaire).

El cierre de la frontera por un año, entre agosto de 2015 y de 2016, hizo perder visitas médicas a la mayoría de estos pacientes. “No se previnieron las situaciones que podían presentarse en el traslado de enfermos”, denuncia a este diario Marco Tulio López, representante del grupo Comisión Venezolana de DDHH. Según un registro de la ONG Comunidad de Naciones Unidas, hasta marzo del pasado año 22 personas murieron en el intento de cruzar el puente que une ambos países en búsqueda de medicación o tratamiento.

El Hospital Universitario Erasmo Meoz, el principal centro médico en Cúcuta, recibe cada semana alrededor de diez venezolanos. Algunos para ingresar por un largo periodo, como en el caso de Celianny, una niña de 9 años con leucemia desde hace cinco, que ha recibido sus últimas quimioterapias en Colombia. “Para llevar a nuestros hijos al hospital, en Venezuela tenemos que traer todo de casa: alcohol, yodo, gasas… Y luego cualquier operación es impagable”, asegura Sancha Sánchez, la madre de Celianny: “Mi hija en Venezuela ya no existiría. Gracias a Dios que decidimos venir para acá y mi hija seguirá con vida”. Sancha prepara ahora la tramitación para lograr la doble nacionalidad de su hija, un proceso frecuente entre los pacientes venezolanos con padres de ambos países.

“Mi hija quedó registrada en Venezuela y quiero registrarla aquí para traerla al médico y si queremos venirnos a vivir aquí, porque allá no se consigue nada”, señala Elber Ignacio, 21, venezolano padre de Eysha Naylet, ingresada por un brote de varicela, cuya madre es colombiana.

Los venezolanos desconfían cada vez más de su sistema de salud, deteriorado hasta la precariedad en los últimos dos años. Tras sufrir un accidente en San Cristóbal, Robinson García tuvo claro que ni siquiera quería pisar un hospital venezolano: “La dije al doctor que me mandara a Cúcuta porque allá puede ser que me amputasen la pierna”. Todavía se desconoce el coste por ese incremento de ingresos hospitalarios y la responsabilidad que asumirá cada país. “Vamos dando atención a todos los que llegan y se van gastando los recursos propios de nuestra institución. No se sabe quién va a pagar. Aparentemente el Instituto Departamental de Salud tiene una cuenta especial pero en este momento no se ha saldado nada”, explica a este diario Roberto Claro, coordinador de Urgencias de ese hospital.

Entre todo ese trajín de mercancías, pacientes y vendedores, transitando a sus anchas, se esconde el drama de una inmigración ilegal todavía sin cuantificar. De los 45.000 venezolanos que cruzan cada día a Colombia actualmente, tan sólo regresan 30.000, según cuentan a este diario miembros de la Guardia Nacional Bolivariana. Futuros expatriados que se pueden identificar por ser los pocos que cargan maletas desde Venezuela para entrar a Cúcuta. También son los únicos que rehúsan hablarnos por temor a ser descubiertos. El exponencial incremento de un éxodo venezolano invisible.

En medio del gentío que cruza el puente Simón Bolívar entre Venezuela y Colombia, una mujer sostiene un cartel propio de una peluquería y reparte tarjetas: “Se compra cabello a buen precio”, reza el reclamo publicitario ilustrado con la foto de una barbie. Los nuevos comerciantes de cabello se mezclan al grito de “¡princesa, te compramos el pelo!” entre los vendedores de agua, chocolatinas, cambistas callejeros y carretilleros en una de las fronteras más activas y lucrativas, en su mayoría ilegalmente, del mundo.

Nicolás Maduro Colombia
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