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¿Qué pasa en las cárceles de Brasil? Guerra de narcos para controlar la cocaína de Perú
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"el conflicto PUEDE LLEGAR A LAS CALLES"

¿Qué pasa en las cárceles de Brasil? Guerra de narcos para controlar la cocaína de Perú

La última matanza es otro capítulo de la guerra en las prisiones para controlar la venta de cocaína producida en Perú, la más rentable en los mercados. Una guerra que "puede llegar a las calles"

Foto: Un preso, Roque Pereira, durante una sesión terapéutica, en una prisión de Porto Velho, en el estado de Rondonia. (Reuters)
Un preso, Roque Pereira, durante una sesión terapéutica, en una prisión de Porto Velho, en el estado de Rondonia. (Reuters)

El sangriento motín que ha acabado con la vida de 60 presos en el complejo penitenciario Anísio Jobim de Manaos ha dejado horrorizado a Brasil. Cuerpos carbonizados, decapitados, descuartizados... ha sido literalmente un baño de sangre, a juzgar por las durísimas imágenes publicadas por la prensa nacional. “Nunca he visto nada parecido en mi vida. Aquellos cuerpos y la sangre siguen nítidos en mi cabeza. Todavía estoy en 'shock”, ha afirmado Luis Carlos Valois, el juez del Tribunal Penal de Manaos que visitó la cárcel después de la matanza.

Es la segunda peor masacre penitenciaria de Brasil, solo superada por el episodio de Carandiru, ocurrido en 1992 en São Paulo y en el que murieron 111 presos. Detrás de estas imágenes estremecedoras hay una guerra entre facciones rivales del narcotráfico. Por un lado, el Primer Comando Capital (PCC), la principal organización criminal de São Paulo. Por el otro, la Família do Norte, la facción que lidera el hampa en el estado de Amazonas y que es aliada del Comando Vermelho (CV), la organización criminal de Río de Janeiro que controla el mercado de la droga en la mayoría de las favelas de esta ciudad.

El de Amazonas es solo el último capítulo de una guerra silenciosa que se libra en las cárceles de varios estados de la región norte

La guerra abierta en las cárceles brasileñas estalló el pasado otoño, después de la ruptura de la alianza entre el CV y el PCC. En Amazonas, la Família do Norte (FDN) tomó las riendas de este conflicto. Entre junio y julio de 2015, tres líderes del PCC fueron degollados en varias cárceles de Manaos a manos de la FDN. Con el apoyo del Comando Vermelho, este grupo controla el tráfico de cocaína dentro y fuera del sistema penitenciario, además de la venta a Europa de la droga procedente de Perú y Colombia. El FDN también tiene sus tentáculos en el principal club de fútbol de la ciudad, Manaus Compensão.

Las ramificaciones del narcotráfico en este estado son muy articuladas y llegan hasta la política. El mismo gobernador de Amazonas, José Melo, fue acusado en 2014 de haber ganado las elecciones gracias al apoyo de una de las facciones criminales que controlan el complejo penitenciario Anísio Jobim de Manaos. En aquel entonces, la revista ‘Veja’ y el periódico ‘Folha de S. Paulo’ publicaron la trascripción de un diálogo grabado entre el subsecretario de Justicia de Amazonas, Carliomar Barros Brandão, y el narcotraficante José Roberto Fernandes Barbosa. En la conversación, el narco prometía conseguir 100.000 votos para Melo, y Brandão respondía que el Gobierno de Amazonas protegería sus negocios.

El de Amazonas es solo el último capítulo de una guerra silenciosa que se libra en las cárceles de varios estados de la región norte, la más amplia de Brasil. El pasado mes de octubre, 10 presos afiliados al Comando Vermelho fueron asesinados a manos del PCC en una cárcel de Boa Vista, la capital del estado de Roraima. Al menos seis presidiarios fueron decapitados y quemados, lo que dificultó la identificación de los cuerpos. Horas después, un motín semejante dejaba ocho fallecidos en una cárcel de Porto Velho, la capital del estado de Rondonia. Paralelamente, en el estado de Acre, tres detenidos fueron asesinados y 20 quedaron heridos después de una pelea entre facciones en una cárcel de la capital, Río Branco.

Expertos en criminalidad y narcotráfico llevan meses alertando a las autoridades de la gravedad de la situación. “El propio PCC difundió dentro del sistema penitenciario, tanto en São Paulo como fuera de ese estado, los motivos por los que comenzó esta guerra. Según ellos, fue por causas de ‘abusos’ del Comando Vermelho, que habría establecido alianzas con enemigos del PCC”, explica el fiscal Lincoln Gakiya, del Grupo de Actuación Especial contra el Crimen Organizado (Gaeco). Sucedió en septiembre de 2016 a través de billetes escritos a mano, al más puro estilo de la mafia siciliana. Entre los 'enemigos' declarados del PCC, están la Família do Norte de Amazonas, el Primeiro Grupo Catarinense, de Santa Catarina, el Sindicato do Crime y el Bonde dos 40, del estado de Maranhão.

La guerra hoy está localizada en los presidios, pero puede llegar a las calles”, advierte Lincoln Gakiya. “Está comprobado que el crimen es comandado desde dentro de las cárceles. Además de obtener el control de las prisiones, el PCC puede avanzar fuera de ellas. La motivación del PCC siempre es el dinero. A partir del momento en que un grupo domina el narcotráfico dentro de determinada región, se vuelve más fuerte. Para mí, esta es la intención y el objetivo de esta guerra”, añade.

La muerte del 'rey del narcotráfico'

La relación entre las principales facciones del narcotráfico quedó mermada después de la muerte del 'empresario' de las drogas Jorge Rafaat Toumani, de 56 años, asesinado en Paraguay en junio de 2016. Conocido como el 'rey del narcotráfico', sufrió una emboscada más propia de una guerra en toda regla. Su vehículo a prueba de fusil y ametralladora fue perforado por balas del calibre 50, las más potentes en el mercado. El PCC, que se ha hecho con el control absoluto de las ventas en esta región fronteriza, sería responsable de la ejecución. Esta hipótesis, sin embargo, no llegó a ser confirmada, ya que Rafaat hacía negocios con ambas facciones.

Para Camila Nunes Dias, profesora de la Universidad Federal ABC (UFABC), de São Paulo, y autora del libro ‘PCC: hegemonía en las prisiones y monopolio de la violencia’, la alianza entre CV y PCC nunca fue ideológica. Respondía más bien a intereses comerciales y de conveniencia. “Cuando un miembro del PCC era preso en áreas controladas por el CV, recibía protección del CV en las prisiones dominadas por este grupo y viceversa”, explica Nunes.

Delante de la ruptura de ambas facciones, esta experta ha sugerido el traslado de presos a otras cárceles para evitar carnicerías. “A largo plazo, si el Estado quiere enfrentar el problema, no podrá huir de una política de progresivo desmantelamiento del sistema carcelario. La respuesta del poder público en las últimas décadas siempre ha sido equivocada. Construyen más prisiones, pero este gasto no es acompañado por inversiones en el sistema penal como un todo, como la contratación de agentes de seguridad. En las cárceles de São Paulo, muchas veces hay un funcionarlo por cada 300 presos, una situación que se reproduce en otras partes del país”, señala Nunes.

Tras la masacre de Manaos, el Gobierno Federal de Brasil ha anunciado que trasladará a los responsables a presidios de otros estados para evitar más muertes. La situación es extremadamente grave porque, además de la matanza, ha habido una fuga masiva de 184 presos de dos centros penitenciarios de Manaos. Algunos forajidos han llegado a publicar sus fotos en Facebook, celebrando la evasión por todo lo alto. Los expertos explican el trágico suceso en Amazonas como un capítulo más de la guerra local para controlar la venta de la cocaína producida en Perú, actualmente considerada la más pura y la más rentable en los mercados internacionales. La región norte, que incluye los estados de Amazonas, Amapá, Acre, Pará, Rondonia, Roraima y Tocantins, tiene una importancia estratégica en la ruta latinoamericana de las drogas. Por aquí pasa la cocaína de Perú, Bolivia, Colombia y Venezuela. Este último país es famoso por la permisividad de sus fronteras.

Las autoridades brasileñas temen ahora que este episodio violento pueda repetirse en cárceles de otros estados, como Pernambuco, Paraíba y Santa Catarina, un estado del sur del país que recibe droga de Paraguay. En todos estos lugares, las facciones están librando una batalla sin cuartel para hacerse con el control del narcotráfico, algo que curiosamente no acontece en ciudades como Río de Janeiro y São Paulo, a pesar de que poseen una población carcelaria mucho mayor. La razón es que las parcelas de poder están fuertemente estructuradas desde hace décadas. El PCC tiene la misma cúpula desde 2006. Ambos grupos se rigen por una estricta jerarquía y disciplina.

El comando puso a Brasil en la ruta de la coca

Tanto el CV como el PCC tienen un largo historial criminal a sus espaldas. El Comando Vermelho fue fundado en 1979 en una prisión de máxima seguridad de Ilha Grande, ubicada en una isla paradisíaca a unas tres horas de Río de Janeiro. Fue una iniciativa de presos corrientes y militantes que luchaban contra la dictadura militar.

En la actualidad, el PCC es considerado la mayor y mejor organizada sociedad criminal de Brasil. Tiene afiliados en 10 estados del país y controla las rutas del tráfico de drogas entre Brasil, Bolivia y Paraguay

En los años ochenta del siglo pasado, este grupo alcanzó grandes cotas de poder gracias a la comercialización de cocaína. El CV es responsable de colocar a Brasil en la ruta de la droga y convertirlo en un punto de distribución para Europa. Hasta los años noventa, mantuvo el control del narcotráfico en Río de Janeiro. Pero la fuerte represión policial, que se tradujo en la muerte de muchos de sus líderes, facilitó el auge de otras facciones rivales, como el Terceiro Comando Puro (TCP) y Amigos dos Amigos (ADA). Hoy tiene más de 11.000 miembros repartidos por la geografía brasileña.

El Primer Comando Capital fue fundado al inicio de los años noventa en el Centro de Rehabilitación de Taubaté, en el estado de São Paulo, donde eran transferidos los presos más peligrosos, como respuesta a la masacre de Carandiru. El 2 de octubre de 1992, la Policía Militar de São Paulo intervino para aplacar un motín en esta cárcel, causando la muerte de 111 reclusos.

Su objetivo era defender los derechos de los presidiarios. En la actualidad, el PCC es considerado la organización criminal más grande y mejor organizada de Brasil. Tiene afiliados en al menos 10 estados del país tropical y controla las rutas del tráfico de drogas entre Brasil, Bolivia y Paraguay. Cuenta con 7.000 miembros en el estado de São Paulo y 13.000 miembros en el resto del país. Recientemente, el PCC ha empezado a penetrar en algunas favelas de Río de Janeiro como Rocinha, considerada una de las mayores de América Latina. Su labor consiste en controlar los negocios locales, obligando a todos los comerciantes a comprar en tiendas al por mayor controladas por ellos.

El motín de Manaos ha dejado al descubierto la trágica realidad de los presos brasileños: celdas abarrotadas, alimentación insuficiente, violación sistemática de los derechos humanos e incluso tortura. Son exactamente las mismas razones por las que fue creado, hace casi 40 años, el Comando Vermelho. A pesar de su deriva criminal, sus reivindicaciones son tan actuales como en la década de los ochenta.

El sangriento motín que ha acabado con la vida de 60 presos en el complejo penitenciario Anísio Jobim de Manaos ha dejado horrorizado a Brasil. Cuerpos carbonizados, decapitados, descuartizados... ha sido literalmente un baño de sangre, a juzgar por las durísimas imágenes publicadas por la prensa nacional. “Nunca he visto nada parecido en mi vida. Aquellos cuerpos y la sangre siguen nítidos en mi cabeza. Todavía estoy en 'shock”, ha afirmado Luis Carlos Valois, el juez del Tribunal Penal de Manaos que visitó la cárcel después de la matanza.

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