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Cuba: ¿un ejército para el siglo XXI?
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sus efectivos son hoy inferiores a 100.000

Cuba: ¿un ejército para el siglo XXI?

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias celebran el 60º aniversario de su fundación. Pero el que antaño fue uno de los ejércitos más formidables del Tercer Mundo busca hoy su lugar en el mundo

Foto: Soldados cubanos transportan lanzagranadas durante un desfile militar en la Plaza de la Revolución, el 16 de abril de 2011 (Reuters)
Soldados cubanos transportan lanzagranadas durante un desfile militar en la Plaza de la Revolución, el 16 de abril de 2011 (Reuters)

Tanques, blindados y vehículos militares marchan por el centro de La Habana. Miles de combatientes de diferentes unidades marcan el paso con aire marcial. Los helicópteros sobrevuelan la Plaza de la Revolución. Desde el palco, Raúl Castro y otros líderes históricos de la Revolución contemplan la marcha de las tropas. Es el 2 de enero de 2016, y hoy se celebra el 60º aniversario de la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.

Mucho tiempo ha pasado desde aquellas décadas en las que Cuba se enorgullecía de contar con una de las mayores y más modernas fuerzas armadas del Tercer Mundo. El mismo país que en los 70 y 80 emprendía grandes campañas militares en África, enviaba contingentes especiales a países de Oriente Medio y mantenía a más de 300.000 profesionales de las armas, hoy está obligado a participar en actividades económicas externas a la par que a conservar buena parte de sus medios de combate. El ranking para el 2016 del sitio Global Firepower sitúa a la mayor de las Antillas en la posición 79 entre las principales potencias militares del mundo. En América Latina esa categoría le garantiza un lugar de privilegio, solo por detrás de naciones mucho más extensas, pobladas y ricas, como Brasil, México o Argentina; pero ninguna de ella ha constituido nunca un objetivo dentro de la doctrina militar de La Habana.

Foto: Los miembros del Buró Político del PCC, durante el homenaje de despedida a Fidel Castro. (YouTube/C. Castellón)

“Desde el punto de vista formal Cuba sigue teniendo sus tres ejércitos territoriales (Occidental, Central y Oriental), pero ninguno de ellos cuenta con las grandes unidades de tropas permanentes que en otras épocas se dislocaban en cada provincia", detalla un oficial con larga experiencia en el cuerpo armado. "Ahora mismo el país solo posee en completa disposición de combate una división de tanques (Managua, a las afueras de La Habana), dos brigadas mixtas de blindados e infantería (Fines, al Centro, y Baraguá, al Este), las dos brigadas de infantería que custodian el perímetro de la Base Naval Guantánamo, algunas pocas formaciones navales y aéreas que están dislocadas en diferentes puntos de la geografía nacional, y dos o tres regimientos de Tropas Especiales. Con todo y eso, una agresión de los americanos sería una circunstancia tremendamente difícil de enfrentar, pero no imposible de vencer”, dice este militar a El Confidencial.

Desde hace años el grueso de las fuerzas cubanas está conformado por cientos de miles de reservistas que anualmente deben recibir entrenamientos como los del recién concluido Bastión. Pero convocarlos resulta un quebradero de cabeza cada vez mayor, apunta la misma fuente. “Las personas viven una vida muy agitada y no pueden darse el lujo de dejar sus trabajos por un mes o a veces hasta más tiempo para venir a prepararse para una hipotética invasión. Al hacerlo, muchos pierden parte de sus salarios, y entre quienes se desempeñan en el sector privado, se nos han llegado a dar casos de gente que no los contrata para evitarse la dificultad de tener que prescindir de ellos cuando se producen movilizaciones. El contexto laboral de Cuba ha cambiado y las FAR no han sabido estar siempre a la orden del día”.

Tanto, que convertirse en militar es una de las opciones menos atractivas para los jóvenes de la isla cuando planifican su futuro. Mientras emigrar, formarse como médico o gestionar su propio negocio se ubican entre las perspectivas más promisorias; sentar filas en las FAR o el Ministerio del Interior caen hasta los puntos más bajos del listado, junto con los oficios de la construcción y la agricultura, otras actividades manuales, y la pedagogía.

Evadir el servicio militar

Con el paso de los meses, el expediente médico de Gabriel ha ido cobrando cuerpo, hasta superar las cincuenta páginas, incluir varias radiografías y hasta una solicitud de escáner que muy posiblemente no le dará tiempo a realizarse. Tampoco le urge. Cuando a mediados de enero se presente por última vez ante la comisión médica, solo necesitará que sus papeles estén en regla y la certificación actualizada del especialista que lo diagnosticó.

Sus esfuerzos para evitar el servicio militar comenzaron medio año atrás, el día en que una citación lo convocó a presentarse para los primeros exámenes. Por entonces, como ahora, no trabajaba ni estudiaba, solo vivía de algún negocio ocasional y de las remesas que con puntualidad religiosa le envían sus padres desde los Estados Unidos. Es una libertad a la que no está dispuesto a renunciar para servir durante dos años bajo la dura rutina cuartelaria y sus innumerables privaciones.

Por eso se aferró como un náufrago a la tabla de salvación que en esos días le ofreció un amigo que ya había conseguido evitar su propio llamado a filas. “Él me dio la 'luz' con un ortopédico conocido suyo, que por 400 CUC [moneda convertible] podía diagnosticarme alguna enfermedad que me convirtiera en 'no apto'. Después todo ha sido más o menos como lo esperaba; en papeles tengo una tendinitis rotuliana que se me produjo jugando fútbol y terminó agravándose debido a que no le di importancia y seguí haciendo mis cosas sin atenderla. ¡Hasta me han dado consultas de rehabilitación y una fecha para operarme! Claro, todo para guardar las formas”, dice en medio de una carcajada satisfecha. En dos o tres semanas Gabriel será un hombre “libre” en toda la extensión de la palabra, con la Baja FAR ya en su poder y todo el tiempo del mundo para seguir viviendo sin preocupaciones.

Foto: Cubanos muestran un retrato de Fidel Castro durante una manifestación del 1 de mayo en La Habana, Cuba (Reuters).

Pese a tener ambos la misma edad (20 años), Gabriel no conoce a Inoelvys. No hay motivos para que así fuera. El primero ha sido siempre vecino del céntrico barrio capitalino de El Vedado; el segundo llegó por primera vez a La Habana hace pocos meses, luego de toda una vida en su provincia natal, Granma, en el extremo oriental de la Isla.

Inoelvys no contó con el dinero ni las relaciones necesarias para evitar el “llamado de la Patria”. En su caso, el Registro Militar funcionó de forma casi perfecta: en septiembre del 2015 fue convocado a las pruebas físicas y psicológicas, algunas semanas después le notificaron que formaría parte de la leva número 53, y a comienzos de febrero del '16 ingresó como recluta en una de las brigadas de la “Gran Unidad de Tanques de la Gloria Combativa Rescate de Sanguily”, la principal de Cuba. Ya ha cumplido casi la mitad de su servicio; por delante le quedan trece meses, o tal vez menos, todo depende de su participación en el desfile militar de este 2 de enero y de cómo vayan las cosas en un ejercicio de tropas, que según le han dicho, transcurrirá a mediados del 2017.

Una vida difícil

“Antes de entrar al 'verde', algunos me pronosticaron que lo más difícil sería adaptarme a la disciplina militar, pero en mi caso eso no fue así”, cuenta. “Para mí lo más complicado estuvo en dejar a mí familia y mi trabajo, y tener que sostenerme nada más que con los 45 pesos mensuales [menos de dos dólares] que me pagan por ser conductor mecánico en una compañía de infantería”.

Al momento de su incorporación a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Inoelvys trabajaba como ayudante de un chapista particular en la ciudad de Manzanillo, ganando entre 50 y 200 pesos diarios, y asumiendo la mayoría de los gastos de su casa, que comparte con su madre, sus dos hermanos menores y la abuela materna. Hoy son ellos los que deben ayudarlo a llegar hasta fin de mes. “Si no fuera por los giros [postales] que a veces consigue mandarme la vieja, no podría salir ni a dar una vuelta por La Habana. Los 45 pesos del estipendio se me van como agua y sal, y lo que más me duele es que estoy aquí y ellos allá, sin poder ayudarlos. Es muy bonito que te hablen de defender la patria, pero la cosa cambia cuando es a uno al que le toca hacerlo y nadie te garantiza las condiciones para que ni tú ni tu familia pasen más trabajo por eso”.

La cosa no es mucho mejor para los profesionales. “El problema es que a las exigencias de la vida militar tú tienes que sumarle otras cosas: los salarios son bajos (ningún oficial de rango medio llega a cobrar más de 50 dólares al mes), han desaparecido muchos estímulos que daban antes (equipos electrodomésticos, alimentos) y el 'gardeo' [marcaje] es constante y por cualquier cosa”, explica Karel, un joven primer teniente que desde su graduación –hace cuatro años– ha pasado la mayor parte del tiempo trabajando en la construcción de viviendas o en las campañas de higienización para prevenir epidemias. “Estudié para artillero y casi no he tenido posibilidad de superarme en mi arma, tampoco tengo la esperanza de que algún día me den una casa u otras cosas que con mi salario no puedo ni soñar adquirir, y con la falta de unidades también se reducen las oportunidades de ascensos. Si todo sigue como hasta ahora, muy posiblemente en un par de años me vaya a probar suerte en la vida civil”.

Foto: Imágenes de Fidel Castro a la venta en una tienda de recuerdos de La Habana, el 14 de abril de 2010. (Reuters)
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Proponérselo es mucho más fácil que conseguirlo. Junto con sus modernizados tanques de la época de la Guerra Fría, el capital humano es de los recursos que con más celo preservan los estatutos de las FAR. Una vez incorporado a su sistema, todo combatiente (desde el simple soldado que cumple su servicio militar hasta el general de varias estrellas) está obligado a acatar las órdenes que se le indiquen sin el más mínimo cuestionamiento. Y la posibilidad de abandonar sus filas antes de completar el respectivo plazo de alistamientos es de las metas más inalcanzables. Es solo una de las múltiples estrategias con las que se busca mantener a la institución como una metáfora a escala de la pretendida unidad que caracteriza al país. Una unidad que, por suerte o por desgracia, empuña viejas armas y no es, ni tan unánime como blasonan algunos ni tan débil como aseguran otros. Al menos mientras, al otro lado del Estrecho de la Florida, Estados Unidos siga siendo el enemigo.

“Para nuestro país, el tema de la defensa ha tenido siempre una motivación: el imperialismo norteamericano. Así fue, incluso, durante las guerras por la independencia de España, cuando [el héroe nacional José] Martí llamaba a impedir con la independencia de Cuba que se extendieran por las Antillas los Estados Unidos”, apuntaba en uno de sus artículos Cintio Vitier, uno de los más importantes intelectuales del período republicano y la etapa de la Revolución. El conflicto cobró intensidad tras el 1º de enero de 1959, impulsado por el distanciamiento entre Washington y La Habana, y la Guerra Fría, que en 1962 tuvo en la Crisis de Octubre como su momento más dramático.

Un ejército alimentado por la URSS

“¿Quién va a tener una guerra con Cuba; México, Haití... ? En cualquier escenario solo sería posible una agresión armada de los yanquis”, asegura Víctor Mondragón, un veterano de las campañas internacionalistas de Angola, donde las FAR se enfrentaron con éxito al poderoso ejército de la Sudáfrica del Apartheid. Aquella larga confrontación le permitió al entonces todopoderoso Fidel Castro formar una generación de oficiales con experiencia de combate, forjar una leyenda de eficiencia y heroísmo para sus fuerzas armadas, y convertirse en el aliado esencial de la Unión Soviética en su política de penetración en las naciones de África y Asia.

También le garantizó amplios suministros militares, sobre todo de medios terrestres y para la defensa antiaérea y la fuerza aérea, apunta el investigador norteamericano Piero Gleijeses, tal vez la más importante autoridad sobre el tema. “Respecto a Angola, el compromiso entre cubanos y soviéticos era claro”, explica en uno de sus libros este profesor de la Universidad Johns Hopkins. “Fidel Castro aportaba los combatientes y los colaboradores civiles, y el Kremlin ponía sobre el terreno los equipos y las armas. Tras la retirada de Pretoria y el regreso de los cubanos a su país, estos últimos se llevaron consigo buena parte de las armas que habían empleado”.

Foto: Fidel Castro y Marita Lorenz (Gtres)

Junto con las misiones internacionalistas y la Crisis de los Misiles (de Octubre, según la historiografía cubana), el programa de colaboración económica entre ambas naciones fue el otro gran suministrador de recursos militares para la defensa del “primer estado socialista de América Latina”. Datos publicados por el propio gobierno de la isla y las autoridades rusas cifran los traspasos en montos de unos de mil millones de dólares por año, como promedio, a lo largo de casi tres décadas. Buena parte del dinero se convertía en tanques, aviones y equipos para la industria militar.

La caída del campo socialista frenó radicalmente todos los planes de la cúpula castrense local. Lo que vendría después serían las tres ediciones sucesivas del llamado Plan Alejandro, emprendidas a comienzos de los 90, en los albores de la década del 2000 y al calor de la “actualización del modelo socialista”, del 2011 hasta la fecha. Con esos planes de reajuste el cuerpo armado ha reducido el número de sus efectivos (hoy las fuentes más autorizadas hablan de no más de 100.000), la cantidad de unidades y armamento en activo, y las partidas presupuestarias asignadas para la actividad. Pero de lo que no cabe duda es que, independientemente de sus capacidades bélicas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias continúan siendo una de las instituciones más importantes de la vida política y económica de Cuba.

Tanques, blindados y vehículos militares marchan por el centro de La Habana. Miles de combatientes de diferentes unidades marcan el paso con aire marcial. Los helicópteros sobrevuelan la Plaza de la Revolución. Desde el palco, Raúl Castro y otros líderes históricos de la Revolución contemplan la marcha de las tropas. Es el 2 de enero de 2016, y hoy se celebra el 60º aniversario de la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.

Raúl Castro
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