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La rentable guerra entre Donald Trump y la prensa estadounidense
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La rentable guerra entre Donald Trump y la prensa estadounidense

Muchos profesionales de los medios temen que el nuevo presidente restrinja la libertad de prensa en el país. Paradójicamente, el "fenómeno Trump" está revitalizando el consumo de información

Foto: La caravana del presidente electo Donald Trump llega al edificio del diario "The New York Times", el 22 de noviembre de 2016 (Reuters)
La caravana del presidente electo Donald Trump llega al edificio del diario "The New York Times", el 22 de noviembre de 2016 (Reuters)

Estados Unidos comienza una nueva etapa y los grandes medios de comunicación han tendido un velo pesimista sobre la actualidad. El candidato al que vapulean desde 2015, del que sacaron todos los trapos sucios, al que han denunciado y cuya rival, Hillary Clinton, apoyaron masivamente, va a ser presidente. Y se abre un periodo incierto.

“La libertad de prensa en este país es más frágil de lo que ninguno de nosotros había imaginado. Ahora está bajo asalto”, dijo Martin Baron, editor ejecutivo de The Washington Post, quizás el diario que más arremetió contra Donald Trump. Durante un discurso en la Universidad de CUNY, Baron denunció el maltrato de los medios a manos del futuro presidente, que llegó a revocar las acreditaciones de su periódico.

Foto: Una lanzadera de misiles nucleares RS-24 Yars durante el ensayo para un desfile militar en Moscú, el 7 de mayo de 2016 (EFE)

Donald Trump se refirió a los periodistas en campaña como “escoria”, “la forma de vida más baja” o “enemigos”. Amenazó con aprobar “leyes de libelo” y denunciar a los medios para hundirles con gastos legales. Y nada indica que su tono vaya a cambiar, como apuntan sus tuits, o su accesibilidad. El presidente electo del año 2000, George W. Bush, dio 11 ruedas de prensa durante el periodo de transición. Barack Obama dio 18. Donald Trump no celebra una rueda de prensa desde el mes de julio.

A pesar de las vestiduras rasgadas y de los malos presentimientos, medios como The Washington Post han hecho un gran negocio cubriendo a Trump. El Post ha visto aumentar las suscripciones un 75% este año, las visitas un 50% y los ingresos publicitarios un 40%. Las suscripciones a The New York Times han crecido “10 veces más rápido”, como las de Politico, CNBC o ProPublica: la referencia del periodismo de investigación ha recibido este año tres veces más donaciones que en 2015.

Los “deshonestos” medios progresistas tienen que dar las gracias a su enemigo, como Vanity Fair. La revista dijo que el restaurante de la Torre Trump era quizás “el peor de Estados Unidos”. Trump contraatacó en Twitter y Vanity Fair batió record de suscripciones. Su crítica gastronómica recibió un millón de visitas.

"Un sistema hambriento"

Pero por encima de todo están los canales de televisión, enganchados al arrebatador, indignante, inesperado, divisivo estilo del magnate. “El objetivo de Donald Trump era crear contenido para nuestro enorme sistema mediático”, dice a El Confidencial Matt Sienkiewicz, profesor de teoría mediática del Boston College y experto en la industria del entretenimiento. “Tenemos medios que están desesperados por rellenar el tiempo. Particularmente, por acontecimientos en directo para que la gente se sienta y vea los anuncios. Trump sabía muy bien que nuestro sistema está hambriento de esto”.

El magnate imantaba a las audiencias un contenido que ningún editor habría soñado meses antes. Evocaba imágenes de violadores y narcotraficantes cruzando en masa la frontera de México, de musulmanes celebrando los atentados del 11-S al otro lado del río, de bombardeos y crimen, y lanzaba insultos plásticos a la cara de sus rivales.

Su objetivo, según Sienkiewicz, era ahorrar millones en publicidad y sacudirse el estereotipo de bufón. “Él siempre tuvo una gran ventaja por el reconocimiento de su nombre; la desventaja era que no se le tomaba en serio. Necesitaba asociar su nombre con una campaña seria y eso lo hace la cobertura, aunque sea negativa”.

Por eso, Donald Trump ha sido comparado con un gran hipnotista o “mago en jefe”. Cuando la atención pública se le escapaba o iba en dirección no deseada, hacía una declaración y la recuperaba, como un prestidigitador: el público mira donde él quiere que mire y mientras desliza un mensaje simplísimo: “Hacer América grande de nuevo”.

Los medios de masas fueron sus principales críticos y aliados, y lo acabaron reconociendo. El presidente de la CNN, Jeff Zucker, dijo que fue un error dar esa cobertura a Trump, retransmitiendo sus mítines en directo: gratis para él, barato para la CNN. “Dado que nunca sabías lo que iba a decir, había atracción por retransmitir los mítines en directo”, declaró. El 8 de noviembre fue la noche electoral más vista de la historia en CNN (apodada Clinton News Network en círculos conservadores), con diferencia: un 40% más de audiencia que en 2012. Igual que los debates presidenciales.

El canal Fox no sólo ha batido récord de audiencia en 2016, igual que CNN o MSNBC; la televisión conservadora ha sido la más vista del año por primera vez en su historia. “Trump merece TODO el crédito. Punto.”, escribió Eric Wemple, columnista de medios de The Washington Post.

Medios descolgados de su país

Los medios auparon a Trump al mismo tiempo que daban por vencedora a Hillary Clinton. Eso decían más del 80% de las encuestas, recogidas en el portal RealClearPolitics.com, y voces paternalistas del Times o del Post o del Journal. Se equivocaron, ignoraron parte del paisaje, como también dijo Martin Baron. ¿Por qué?

Los periódicos se parecen cada vez menos al país sobre el que pretenden informar. Como consecuencia de la recesión, muchas cabeceras pequeñas han sido absorbidas por los gigantes de las grandes ciudades. En 2011, el 92% de los reporteros de EEUU trabajaba en núcleos urbanos, un 75% más que medio siglo antes. Sólo Manhattan, según datos de 2015, concentra el 13% de los periodistas del país. Las vasta América “interior”, de Oregon a Luisiana, Colorado o Wisconsin, ha perdido periodistas. Los medios informan desde Nueva York, Washington o Los Ángeles. Enclaves demócratas.

Foto: Algunas de las cabeceras que han mostrado su apoyo oficial a Hillary Clinton (Montaje: C. Castellón)

“Hay un elemento geográfico, pero sobre todo tiene que ver con la educación”, explica Matt Sienkiewicz. “La gente que trabaja en los medios, generalmente, tiene un nivel educativo más alto. En este país, las personas con más educación tienden a ser progresistas”. Así lo indicaron las elecciones: Hillary Clinton sacó casi 10 puntos a Trump entre los votantes con educación universitaria: la mayor ventaja desde 1980.

Esta “burbuja costera” se alimenta por canales muy precisos: universidades de élite que producen becarios blancos de familia adinerada, como han analizado The Atlantic, The New York Times (14) o CNN (15). Reconocen que en sus redacciones faltan minorías, clase obrera y gente del interior del país. Es revelador que Donald Trump ganara sin conquistar una sola ciudad de más de un millón de habitantes.

Una presidencia nueva amanece y Donald Trump promete seguir domesticando a las audiencias utilizando a los medios de correa. Un anuncio del canal MSNBC mostraba esta realidad desnuda: en él sale una porción de la cara de Trump, con dos frases arriba: “¿Qué hará? ¿Qué no hará?”. Debajo, la respuesta: “Por eso ves [la televisión]”.

Estados Unidos comienza una nueva etapa y los grandes medios de comunicación han tendido un velo pesimista sobre la actualidad. El candidato al que vapulean desde 2015, del que sacaron todos los trapos sucios, al que han denunciado y cuya rival, Hillary Clinton, apoyaron masivamente, va a ser presidente. Y se abre un periodo incierto.

Prensa The New York Times
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