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¿Vuelve la guerra al Sáhara? Máxima tensión entre Marruecos y el Polisario
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EN la región de GUERGUERAT

¿Vuelve la guerra al Sáhara? Máxima tensión entre Marruecos y el Polisario

Nunca hubo tanta tensión entre ambos beligerantes desde el alto el fuego de 1991. Nunca tampoco el riesgo de que se reanuden las hostilidades ha sido tan elevado

Foto: Un oficial del Frente Polisario habla con la prensa sobre un F-5 marroquí derribado en 1991. (Reuters)
Un oficial del Frente Polisario habla con la prensa sobre un F-5 marroquí derribado en 1991. (Reuters)

De día, un puñado de cascos azules de la Minurso (contingente de la ONU para el Sáhara Occidental) se interpone entre los gendarmes marroquíes y los saharauis en armas del Frente Polisario, separados por tan solo 120 metros. De noche, en cambio, ya nadie se coloca entre los antiguos beligerantes que desde hace casi cuatro meses se vigilan de cerca en Guerguerat, en el extremo sur del Sáhara Occidental, en una tierra de nadie de cinco kilómetros entre el muro militar marroquí y la frontera de Mauritania.

Desde el alto el fuego de 1991, nunca las espadas han estado tan en alto entre Marruecos y el Polisario, que se disputan esa antigua colonia a la que España renunció en 1975. Nunca tampoco el riesgo de que se reanuden las hostilidades ha sido tan elevado, a juzgar por la preocupación expresada por los responsables de la ONU.

El enfrentamiento larvado pareció tan peligroso a la diplomacia española que su número dos, Ignacio Ybáñez, mantuvo excepcionalmente un contacto político con el Polisario, al que Madrid suele dar la espalda. Llamó a Mohamed Khaddad, encargado de la relación con la Minurso, para pedirle “prudencia y contención”. Hizo después otro tanto con los marroquíes, según Exteriores, que rehúsa precisar con quién habló en Rabat.

Los independentistas sospechaban que Marruecos pretendía asentar su control sobre una zona que ellos describen como 'territorio liberado'. La ausencia de autoridad en esa franja ha propiciado todo tipo de tráficos

El episodio de tensión empezó el 14 de agosto cuando contratistas de ingeniería civil escoltados por gendarmes marroquíes cruzaron el muro erigido por el Ejército de Marruecos en los años ochenta para asfaltar una pista, por la que circulan camiones, hasta la aduana mauritana. Diez días después, el Gobierno civil (Wilaya) de Dajla confirmó la operación, que busca “garantizar la seguridad de los usuarios de esa carretera”. Precisó en un comunicado que se trataba también de “limpiar” el área y “acabar con las actividades de contrabando” que allí se desarrollan.

El Polisario llamó entonces a todas las puertas, desde la de la Minurso hasta la de Christopher Ross, el enviado especial para el Sáhara de Ban Ki-moon, secretario general de la ONU. Les pidió que detuviesen el asfaltado que constituía, en su opinión, una violación del alto el fuego concluido en 1991. Este acuerdo prohíbe cualquier actividad militar en esa zona más allá del muro. Confiaba en que la Minurso reaccionaría como ya lo hizo hace 15 años parando un proyecto similar marroquí. Esta vez no fue así.

Los independentistas saharauis sospechaban que, bajo el pretexto de asfaltar, Marruecos pretendía asentar su control sobre una zona que ellos describen como 'territorio liberado'. La ausencia de autoridad en esa franja que discurre entre el muro y la frontera mauritana ha propiciado todo tipo de tráficos.

La ONU permaneció de brazos cruzados. Su portavoz adjunto, Farhan Haq, llegó a afirmar, el 18 de agosto, que ningún material militar marroquí había sido detectado más allá del muro. Días después, un informe confidencial del departamento de operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, revelado por la agencia de prensa Associated Press, señalaba, sin embargo, que Marruecos sí había violado el alto el fuego.

La guerrilla independentista decidió actuar por su cuenta. El 28 de agosto de madrugada envió a una treintena de hombres armados —ahora son ya más de 100— para bloquear la operación de asfaltado. Violó así, a su vez, el alto el fuego, pero logró que la ONU reaccionase. Ese mismo día a mediodía, sus cascos azules se interpusieron entre los beligerantes. Al caer la noche, se retiran y vuelven al amanecer.

También la diplomacia se movilizó. Ban Ki-moon manifestó, el 29 de agosto, su preocupación y pidió a los contendientes la retirada de “todos los elementos armados y la vuelta al 'statu quo”. Reunido el 9 de septiembre el Consejo de Seguridad de la ONU, no hizo nada para que se cumpliera la petición del secretario general. Algunos de sus miembros “alertaron del riesgo de escalada”, pero “Francia, Senegal y España advirtieron contra una reacción excesiva de la ONU", según el 'think tank' Security Council Report, que analiza la actividad de la organización. En definitiva, las potencias afines a Marruecos impidieron una reacción.

La jefa de la Minurso, Kim Bolduc, trató, sin embargo, de mediar. Solicitó a ambos bandos que primero se alejasen hasta una distancia de 300 metros —180 más de los que les separan hoy en día— y después propuso que fuesen sus cascos azules los que asfaltasen la pista en lugar de los marroquíes. Un no rotundo fue la respuesta del Polisario. “Eso significaría que la ONU se encargaría de llevar a cabo un proyecto marroquí que hasta ahora tachaba de violación del alto el fuego”, argumentó Ahmed Bujari, representante del movimiento independentista en Nueva York.

Satisfecho de haber bloqueado la operación marroquí en Guerguerat, el Polisario se atrevió a ir más lejos. Desplegó a sus hombres armados, según la ONU, en Bir Lehlou y Mijet, dos caseríos de la franja del Sáhara que Marruecos no controla. Su líder, Brahim Ghali, osó incluso viajar hasta el océano Atlántico y se hizo fotografías en algún punto de la costa entre el muro marroquí y el pueblo abandonado de La Güera. Hacía más de un cuarto de siglo que ningún dirigente saharaui había pisado esa zona costera.

Hace poco, los combatientes saharauis han levantado un edificio frente a los marroquíes para almacenar víveres y “protegerse de una posible agresión”, según Mohamed Khaddad. El general marroquí Bouchaib Arroub, comandante en jefe de la zona sur, replicó enviando refuerzos, pero sin cruzar el muro, e informó a la ONU de su iniciativa. Algunas webs afines al Polisario, como 'El Confidencial Saharaui', mostraron la semana pasada fotografías de carros de combate marroquíes en esa área.

Por ahora, la guerrilla saharaui no controla ni las mercancías ni la documentación de los camiones que, al circular entre la aduana marroquí de Guerguerat y la mauritana, situada a cinco kilómetros, atraviesan la posición que instauró a mitad de camino en agosto. Sus jefes dan, sin embargo, a entender que si Marruecos persiste, ellos podrían empezar a inspeccionar los vehículos y a sellar los pasaportes de los camioneros con la estampilla de la República Árabe Saharaui Democrática.

“Esta eventualidad corre el riesgo (…) de retrotraer el conflicto al periodo previo al 6 de septiembre de 1991”, es decir, a los tiempos de la guerra, advirtió 'Le 360', el diario digital marroquí más cercano al palacio real. Aunque los guerrilleros saharauis serían barridos por el Ejército marroquí, es poco probable que este pase a la ofensiva. “Sería ofrecer un argumento de peso a los detractores de Marruecos en el contexto de su regreso a la Unión Africana”, según la web informativa de Casablanca 'Le Desk'. Esta organización empezará a debatir el enero si acepta a Marruecos como miembro.

Marruecos anhela seguir adelante con el asfaltado y asentar de paso su control sobre el sur del Sáhara, pero desea evitar a toda costa que el contencioso con el Polisario, y en última instancia con Argelia, cobre de nuevo el protagonismo que tuvo años atrás

Los responsables del Polisario se declaran en privado satisfechos de cómo ha evolucionado el enfrentamiento. Han logrado detener la operación marroquí; su nuevo líder —Ghali fue elegido en julio al frente del movimiento— ha consolidado su autoridad pavoneándose al borde del Atlántico y, por último, confían en que la crisis dará cierta visibilidad a un conflicto sepultado. Podría incitar incluso al Consejo de Seguridad a tomar de verdad cartas en el asunto.

Marruecos anhela, por su parte, seguir adelante con el asfaltado y asentar de paso su control sobre el sur del Sáhara, pero desea evitar a toda costa que el contencioso con el Polisario, y en última instancia con Argelia, cobre de nuevo el protagonismo que tuvo años atrás. Eso perjudicaría su reincorporación a la Unión Africana y, sobre todo, podría obligar a la ONU a ejercer un mayor papel. Rabat se esfuerza más bien en reducirlo, y por eso expulsó en marzo a 80 agentes civiles de la Minurso, aunque más tarde aceptó el regreso de 25.

Las potencias amigas de Marruecos en el Consejo de Seguridad tratan también de evitar que la crisis de Guerguerat tenga trascendencia. En las webs de los ministerios de Asuntos Exteriores de España y de Francia, se publican a diario comunicados sobre los asuntos más variopintos, pero ninguno sobre el Sáhara Occidental, que fue colonia española.

España, que preside este mes el Consejo de Seguridad, no programó ninguna sesión sobre Guerguerat. A petición de otros países, el tema sí fue debatido el 13 de diciembre, pero la presidencia española no facilitó a la prensa ninguna información sobre lo allí tratado, según el diario 'online' 'Inner City Press', especializado en la cobertura de Naciones Unidas. El representante adjunto de España ante la ONU, Juan Manuel González, sí dio cuenta, en cambio, de lo que se debatió en el consejo sobre Gambia.

De día, un puñado de cascos azules de la Minurso (contingente de la ONU para el Sáhara Occidental) se interpone entre los gendarmes marroquíes y los saharauis en armas del Frente Polisario, separados por tan solo 120 metros. De noche, en cambio, ya nadie se coloca entre los antiguos beligerantes que desde hace casi cuatro meses se vigilan de cerca en Guerguerat, en el extremo sur del Sáhara Occidental, en una tierra de nadie de cinco kilómetros entre el muro militar marroquí y la frontera de Mauritania.

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