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"Fidel no puede ser enterrado en otro sitio": el Comandante y la ciudad de su destino
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santiago de cuba: la devoción fanática

"Fidel no puede ser enterrado en otro sitio": el Comandante y la ciudad de su destino

"Este es el lugar, no hay otro". Fidel será sepultado en Santiago de Cuba. Su historia pasará a formar parte de la ciudad que lo condujo al poder y en la que la devoción roza el fanatismo

Foto: Una multitud espera en Santiago de Cuba la llegada de Fidel Castro, el 26 de julio de 1998 (Reuters).
Una multitud espera en Santiago de Cuba la llegada de Fidel Castro, el 26 de julio de 1998 (Reuters).

Odalys Sollé siempre supo que, algún día, Fidel sería enterrado en Santiago de Cuba. Lo sabía mucho antes de que le entregaran su nuevo apartamento en el reparto Yarayó I. Ese día, a mediados de 2015, terminó para ella un largo capítulo de 53 años en los que vivió en una pequeña casa de tablas y ladrillos sin enyesar, muy cerca de una de las zanjas malolientes que desembocan en la bahía de Santiago de Cuba. En aquella chabola tuvo a sus tres hijos, de allí la evacuaron en varias ocasiones ante los temporales que hacían desbordarse los canales llenos de desechos de las fábricas, y la obligaban –más tarde- a reconstruir su existencia.

Era la barriada de toda su vida, San Pedrito, el reparto donde había nacido y vivido siempre, entre la pobreza y la solidaridad de los muchos que como ella no habían conocido más hogar que esas calles -a tramos asfaltadas, a tramos de tierra polvorienta– a medio camino entre el Cementerio de Santa Ifigenia y la Plaza de la Revolución Antonio Maceo.

Odalys siempre supo que Fidel sería enterrado en Santiago de Cuba, y que, para hacerlo, no había otro camino que San Pedrito. El suyo ha sido un “saber” compartido por miles de habitantes de esa ciudad oriental, la segunda más importante de la Isla, llamada oficialmente "Ciudad Héroe y Cuna de la Revolución". En ella, Fidel vivió buena parte de su infancia y adolescencia, y dirigió la acción militar que lo puso en el panorama político nacional cuando acababa de cumplir los 27 años de edad.

“Tras el asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro se convirtió en un símbolo. Era el líder que podía acabar con la dictadura de Batista y darle al país una nueva oportunidad para encontrar su camino al desarrollo. Quien pretenda acercarse a la historia de Cuba en el último medio siglo debe partir de aquel suceso, que explica hechos tan incomprensibles –en apariencia– como el apoyo con que llegó a contar la Revolución entre todas las clases sociales”, explica el profesor universitario Alberto Urquiza.

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Encajonada entre el mar Caribe y las montañas de la Sierra Maestra, las más altas de la Isla y escenario de la lucha guerrillera de Fidel Castro, Santiago de Cuba bulle con temperaturas que todo el año se mantienen rondando los 35 grados. Es también conocida como la Capital del Caribe y se distingue por la peculiar idiosincrasia de sus habitantes y sus grandes fiestas populares. Pero sobre todo, por su devoción casi fanática por el hombre que dentro de algunos días recibirá para siempre, tras una peregrinación de más de 1.000 kilómetros que rememorará la Caravana de la Libertad.

La historia personal de Odalys Sollé tendrá entonces su porción de protagonismo en esa historia mayor. “Yo vivía bien cerca de la Avenida Patria, la que construyeron para el entierro del Comandante. Mi casita era de las muchas que demolieron por allí para darnos apartamentos en Yarayó”, cuenta a este diaro.

Otros vecinos suyos en el nuevo reparto de edificios multifamiliares -ese que la voz popular insiste en nombrar como El Quilombo- no dudan de que su nueva vida debe mucho a tan particular motivación. Entre ellos Eduardo, un obrero entrevistado hace unos meses por la revista digital Periodismo de Barrio. “Esa Avenida Patria tiene mucho sentido. El día de mañana, cuando suceda lo que va a suceder, van a venir cientos de presidentes, porque están interesados en conocer Cuba. Cuando suceda lo que va a suceder. Que Dios me lo libre, porque yo soy fidelista. El día de mañana, cuando él caiga, como cayó Hugo Chávez, esto va a ser lo más grande. Por eso se empieza la Avenida Patria hasta el Cementerio de Santa Ifigenia. Eso va a ser lo más grande de la vida. Como Lenin en la Unión Soviética”, detallaba desde la “autoridad” con que lo investía su trabajo como constructor en varias de las edificaciones que se levantan en el antiguo reparto.

Todo comenzó luego del paso del huracán Sandy por Santiago de Cuba, en octubre de 2012. Ante la tremenda devastación, sobre todo en asentamientos marginales, el Gobierno inició un amplio “programa de recuperación urbana” que tiene en la vivienda su principal campo de trabajo. Pero, mientras la reconstrucción fue la opción escogida en la mayoría de las barriadas, en San Pedrito las autoridades impulsaron el desmantelamiento de manzanas enteras conformadas por viviendas en malas condiciones y algunas no tan desfavorecidas. Para conseguirlo, se empleó una fórmula tan simple como efectiva: la entrega de las llaves del nuevo apartamento después de la demolición de la antigua vivienda. “Dando y dando”, como reza una popular expresión cubana; un trueque del que la mayoría salió conforme.

A la par, se desarrollaron los trabajos en la nueva avenida y sus vías secundarias, que comunican el camposanto con la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, una de las más emblemáticas del país. Santa Ifigenia tampoco es un cementerio más: allí reposan el Héroe Nacional, José Martí, y el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, los dos hombres que condujeron la lucha independentista frente a España en el siglo XIX y fundaron los cimientos de la nación. Los acompañan un largo rosario de mártires y personalidades que han trascendido a lo largo de la historia de Cuba.

Este es un sitio sagrado”, se enorgullecían en la Administración local, aunque hasta este sábado nadie se atrevía a hacer declaraciones sobre el asunto, que afirmaban no conocer. “Las obras de rehabilitación que se han venido realizando durante los últimos años solo tienen como objetivo preservar los valores patrimoniales, nada más”, aseguró una funcionaria a este reportero cuando en octubre intentó obtener detalles sobre los rumores que circulaba en torno al tema.

Al margen de comunicados oficiales, la voz popular insistió siempre en defender una posibilidad que ponían en duda críticos del gobierno cubano como Juan Juan Almeida, hijo de uno de los más emblemáticos comandantes que acompañó a los hermanos Castro desde el comienzo de la lucha contra la dictadura de Batista. En su opinión, la opción más probable era que Fidel fuera sepultado en Birán, la finca familiar donde había nacido en 1926, ubicada casi a un centenar de kilómetros al norte. Al final, se impuso la estrecha relación afectiva del Comandante con la ciudad en la que vivió muchos de los grandes momentos de su vida, la misma en la que proclamara el triunfo de la Revolución el 1º de enero de 1959.

Este es el lugar, no hay otro. Y los orishas quisieron que fuera en el día de Sangó, para que quedara bien sembrado en la tierra”, asegura Yansulier Kindelán, practicante de la Regla de Osha-Ifá, una de las principales vertientes de la religiosidad afrocubana. “Él no podía estar en ninguna otra parte, solo aquí en Santiago. Su signo siempre fue el del guerrero y como guerrero será enterrado”.

Coincidencia o no, el Gobierno cubano escogió para el sepelio precisamente esa fecha, obviando tan importantes efemérides como la del 2 de diciembre o el 5, aniversarios 60 del desembarco del yate Granma, la expedición que dirigió Fidel Castro para iniciar la lucha contra Batista, y del primer combate de su pequeña tropa guerrillera, respectivamente. No resulta un final insólito para el hombre que afrontó tantas circunstancias adversas, protegido según algunos por las fuerzas de esta vida y de otras. El mismo que regresará a la ciudad que lo convirtió en el hombre más poderoso de Cuba para no marcharse nunca.

Odalys Sollé siempre supo que, algún día, Fidel sería enterrado en Santiago de Cuba. Lo sabía mucho antes de que le entregaran su nuevo apartamento en el reparto Yarayó I. Ese día, a mediados de 2015, terminó para ella un largo capítulo de 53 años en los que vivió en una pequeña casa de tablas y ladrillos sin enyesar, muy cerca de una de las zanjas malolientes que desembocan en la bahía de Santiago de Cuba. En aquella chabola tuvo a sus tres hijos, de allí la evacuaron en varias ocasiones ante los temporales que hacían desbordarse los canales llenos de desechos de las fábricas, y la obligaban –más tarde- a reconstruir su existencia.

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