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El difícil caso de Alami Amaouch: nadie quiere al "predicador del odio"
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"es un peligro para la sociedad"

El difícil caso de Alami Amaouch: nadie quiere al "predicador del odio"

Al Alami Amaouch, alias 'Abu Hamza', es el "padre espiritual" de muchos yihadistas europeos. Bélgica y Holanda se pasan la responsabilidad, dado que Amaouch no ha cometido ningún delito

Foto: Al Alami Amaouch, alias "Abu Hamza", en una captura de una de sus prédicas en YouTube
Al Alami Amaouch, alias "Abu Hamza", en una captura de una de sus prédicas en YouTube

El predicador marroquí-holandés Al Alami Amaouch no es santo de devoción de nadie en Benelux. El Gobierno de Holanda aplaudió hasta con las orejas al ver que el imán marchó a ejercer en una mezquita en Bélgica. Un dolor de cabeza menos, pensó más de uno. Pero ahora, los belgas lo mandan de vuelta a casa porque es “incontrolable” y están hartos de sus fechorías. Han emitido una orden de expulsión contra el que consideran “el veneno” de los jóvenes musulmanes y el “padre espiritual” de numerosos yihadistas europeos.

El imán de 49 años, conocido como Abu Hamza, está a punto de cumplir los treinta días de plazo que le dieron los belgas para abandonar su país. Bélgica le acusa de “ser un peligro para la sociedad por glorificar el terrorismo y predicar el odio”. El pasado mes de julio, la Seguridad del Estado belga revocó el permiso de trabajo de este predicador, que él utilizaba para ejercer en la mezquita de Verviers, en la provincia belga de Lieja (Valonia). Allí ha establecido un circulo extremista muy amplio, según el secretario de Estado belga, Theo Francken. Ese fue un intento fallido para frenar a predicador, pero él no escarmentó sino que apeló la decisión y siguió ejerciendo mientras tanto.

Hace dos semanas, el Consejo belga de Apelaciones de Inmigración rechazó la apelación y le dio al religioso treinta días para abandonar el país. Holanda teme que vuelva a casa voluntariamente, o que, al no irse de Bélgica, las autoridades de ese país lo extraditen a territorio holandés. El religioso se defendió el pasado marzo diciendo que sus palabras “no incitan a la violencia”, pero en ningún momento se distanció o condenó al grupo extremista Estado Islámico.

Foto: Una mujer pasa por delante de la casa donde fue arrestado Salah Abdeslam en el barrio de Molenbeek, el 19 de marzo de 2016. (Reuters)

Abu Hamza tiene la nacionalidad holandesa desde que se casó con una mujer de esa misma nacionalidad. Por lo tanto, no se le puede prohibir la entrada sin más a los Países Bajos, cuando no tiene antecedentes penales ni ha sido condenado judicialmente por algún delito. De hecho, la de Bélgica es una decisión sin precedentes y los analistas consideran que puede ser la primera pero no la última medida de este tipo en Europa.

El predicador se trasladó a Bélgica en 2006 y desde entonces ha jugado “un importante papel” en la radicalización de muchos jóvenes, entre ellos los miembros de la célula de Verviers. La organización fue desmantelada en enero de 2015, tan solo unos días después del atentado contra la revista satírica “Charlie Hebdo” en Paris. Dos supuestos yihadistas murieron y uno resultó herido en una redadas antiterroristas en esa ciudad, después de que los tres abrieran fuego con armas automáticas y fusiles kalashnikov contra las fuerzas especiales. La policía, que señala a Abu Hamza como la fuente de radicalización de esa célula, no detalla cuál fue exactamente su papel.

El predicador también está asociado con la partida a Siria de numerosos jóvenes belgas y holandeses, y con varias incitaciones a la muerte en sus charlas. En uno de sus sermones, amenazó al poeta marroquí Ahmed Assid por “ateo” y pidió a Dios que “le corte la lengua y las piernas”. Además, y según la Seguridad del Estado belga, fue él quien “animó” al argelino Mohamed Merah a llevar a cabo la matanza y el tiroteo en la escuela judía y contra militares franceses en activo en Montauban y Toulouse, en el año 2012. Como consecuencia de esa tragedia, siete personas fueron asesinadas y cinco resultaron heridas.

Practicante de exorcismos coránicos

El imam ejerció en los últimos años entre Bélgica y Holanda. Predicaba en la mayoría de las mezquitas salafistas y daba lecciones privadas a pequeños grupos de jóvenes. El predicador del odio, como le ha bautizado la prensa de ambos países, siguió haciendo de las suyas después incluso de los recientes atentados en el aeropuerto de Bruselas y en Paris. Se trata de un habitual de la ciudad de La Haya, donde residía antes de mudarse a Bélgica.

El Confidencial pregunta en el barrio de Schilderswijk sobre Abu Hamza, y la gente teme hablar de él. Los que lo han hecho señalan su relación con la mezquita local As Sunnah, donde ha sido invitado en varias ocasiones para dar charlas. Es muy popular y respetado entre los jóvenes salafistas de esta zona por sus sermones religiosos. Otros hacen mención a sus otros “saberes”: sus conocidas sesiones de ruqyia, algo así como exorcismo mediante la recitación del Corán para “curar” los daños de los que creen haber sido víctimas de brujería y para sacar los malos espíritus que, los creyentes en magia negra, consideran que se apoderan del cuerpo y alma de la persona.

Y de tal palo, tal astilla. Uno de sus cuatro hijos, Sohaib, de 17 años, está desde el pasado agosto en el punto de mira de las autoridades belgas después de publicar un video en el que aparece andando por la calle mientras reza y hace un llamamiento a “matar a todos los cristianos y apóstatas, y no dejar ninguno vivo”. El funcionariado belga reaccionó a eso: “Le viene de familia”. Sohaib pronunció estas palabras apenas dos semanas después del brutal asesinato de un cura en Francia por dos partidarios del Estado Islámico. El joven se encuentra desde entonces en una institución cerrada bajo vigilancia en Bélgica y permanecerá allí varios meses.

Foto: Jóvenes musulmanes de Molenbeek observan una operación antiterrorista de la policía, el 18 de marzo de 2016 (EFE)

El diputado laborista Ahmed Marcouch, defensor de la prohibición del salafismo, critica la decisión de Bélgica al considerarla “muy vaga” para la lucha contra el terrorismo. “Mandar al imán a unos cientos de kilómetros de distancia no soluciona nada. Si ese hombre es un peligro para la sociedad belga, también lo es para la holandesa, porque los extremistas no entienden de fronteras”, aseguro. El parlamentario de origen marroquí exigió “buscar soluciones en el espacio Schengen” para controlar a personas como este predicador. “Para acabar con este tipo de gente necesitamos ayudarnos unos a otros, no pasarnos el muerto”, sentenció.

Marcouch considera que Bélgica está mejor preparada que los Países Bajos para mantener bajo vigilancia al predicador. “No sabemos en qué ciudad holandesa se va a instalar, y el municipio en cuestión y la policía deben seguir informándose sobre esa persona, una información que ya tiene Bélgica”.

¿Mandarlo a Marruecos, como proponen algunas voces del barrio de Schilderswijk? Eso todavía no es posible porque el discurso del odio no es una razón suficiente para quitarle a alguien la ciudadanía. No, todavía. El Gobierno holandés ya tiene un proyecto de ley, aún no aprobada por el Senado, por el que se le puede revocar la nacionalidad a cualquier persona con una condena penal por facilitar la comisión o preparación de un delito de terrorismo. Hasta entonces, Holanda deberá hacerse cargo del muerto, que no promete traer nada bueno para un país que, hasta ahora, ha sabido evitar los ataques terroristas.

El predicador marroquí-holandés Al Alami Amaouch no es santo de devoción de nadie en Benelux. El Gobierno de Holanda aplaudió hasta con las orejas al ver que el imán marchó a ejercer en una mezquita en Bélgica. Un dolor de cabeza menos, pensó más de uno. Pero ahora, los belgas lo mandan de vuelta a casa porque es “incontrolable” y están hartos de sus fechorías. Han emitido una orden de expulsión contra el que consideran “el veneno” de los jóvenes musulmanes y el “padre espiritual” de numerosos yihadistas europeos.

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