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Estados Unidos se divorcia de la realidad: falsedades y paranoia en la campaña
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EL 26% DE LO QUE HA DICHO CLINTON ES FALSO

Estados Unidos se divorcia de la realidad: falsedades y paranoia en la campaña

¿Cómo se informan votantes de izquierda y derecha? Viven “en dos universos paralelos”. La polarización en 2016 ha alcanzado una cota sin precedentes. Parte de ello se debe a Trump

Foto: (Ilustración: Raúl Arias)
(Ilustración: Raúl Arias)

Estos días, millones de personas en Estados Unidas habitan un mundo de fantasía, o más bien de horror. Aunque les rodeen la paz, la normalidad y la relativa prosperidad, perciben un país que se cae a pedazos o que tiene un pie en el abismo, como si estuviesen atrapados en una caverna llena de fantasmas de guerra y caos.

“Si usted recibe la información de las redes sociales, el mundo casi es un lugar sobrenaturalmente oscuro estos días”, escribe Brian Hughes, profesor de estudios mediáticos en la universidad de CUNY. Hughes argumenta que las redes sociales, pese a ofrecer, en teoría, más fuentes informativas, generan polarización.

Un proyecto de Buzzfeed News demostró que la mejor manera de atraer audiencia en internet es “ignorando el reporterismo fáctico y en su lugar reproduciendo los sesgos partidistas con información falsa o tramposa que simplemente dice a la gente lo que quiere oír”. Los medios sociales más exitosos son aquellos que más mienten, como Eagle Rising en la extrema derecha u Occupy Democrats en la izquierda. El 28,55% de la información colgada en estos medios es falsa o parcialmente falsa".

PolitiFact.com se dedica a analizar las declaraciones de los políticos. Según su estudio, el 26% de lo que ha dicho Clinton en campaña es, en alguna proporción, falso. En el caso de Trump, la falsedad es del 70%

La mayoría de estos medios han sido creados específicamente para plataformas como Facebook, que gana terreno como principal granero de noticias. Una encuesta del Pew Research Center recoge que el 62% de los adultos estadounidenses se informa a través de las redes sociales; el 44%, casi la mitad de la población, en Facebook.

“Los medios sociales están parcializados en favor de la duplicación y la repetición”, escribe Hughes. “Es fácil compartir una historia, retuitearla, rebloguearla o darle a ‘me gusta’. Pero los diseñadores de Silicon Valley tienen que inventar un 'emoji' que signifique ‘pobremente argumentado, pero refleja preocupaciones válidas”. Esto pasa, dice, porque las noticias están diseñadas para generar “rápidos estallidos de indignación o mojigatería” en los usuarios, que se ven animados a compartir el subidón emocional.

La propia estructura de las redes sociales tiende a encajonar al usuario: además de recibir las noticias de sus amigos, familiares o vecinos, quizá proclives a pensar como él, los algoritmos le ofrecen contenidos afines que refuerzan su opinión del mundo. Medios como 'The New York Times', 'The Atlantic' o 'The Wall Street Journal' han efectuado análisis comparativos de cómo se informan los votantes de izquierda y de derecha. La conclusión es idéntica: viven “en dos universos paralelos”.

La polarización en 2016 ha alcanzado una cota sin precedentes, como reflejan los índices de aprobación de los candidatos o la opinión general sobre la marcha del país. Parte de ella se debe a la ascensión de Donald Trump a la nominación republicana; su discurso ha generado un debate en el periodismo sobre cómo cubrir la campaña de alguien que ignora, reformula o inventa hechos en cada uno de sus mítines, y que se enfrenta a la oposición virulenta de todos los grandes medios, sea cual sea su ideología.

El portal PolitiFact.com, creado por el diario con más tirada de Florida, el 'Tampa Bay Times', se dedica a analizar las declaraciones de los políticos y a calificarlas en función de su veracidad. Según su estudio, el 26% de lo que ha dicho Hillary Clinton en campaña es, en alguna proporción, falso. En el caso de Trump, la falsedad es del 70%.

Este clima de intoxicación ha hecho que el país se divorcie de hechos, en principio, evidentes, por ejemplo respecto a la delincuencia. Los crímenes violentos han bajado a la mitad en los últimos 25 años. En 1991, Estados Unidos registró 9,8 asesinatos por cada 100.000 habitantes. En 2015, 4,9. Los atracos, allanamientos y violaciones también han descendido. Sin embargo, siete de cada 10 estadounidenses creen que el crimen ha aumentado desde entonces, según un sondeo de Morning Consult y Vox.com.

Otro caso: Estados Unidos es indiscutiblemente la primera potencia militar del mundo. En 2015, gastó casi 600.000 millones de dólares en defensa, más que las ocho potencias siguientes juntas. Sus fuerzas armadas sumarán el año que viene 1.300.000 tropas, más 800.000 reservistas. En torno a 150.000 soldados sirven en el 75% de los países de la Tierra. Pero no importa. Según Gallup, este año, por primera vez, más de la mitad de los estadounidenses ya no cree que su país sea la potencia militar dominante.

Trump conecta con los conspiranoicos

El magnate, que en los últimos días acusa a los demócratas de inventarse las encuestas y denuncia fraude electoral sin pruebas, también ha sabido conectar con una propensión nacional a la teoría conspirativa, en opinión de Mark Fenster, profesor de derecho de la Universidad de Florida y autor del libro 'Teorías conspirativas: secretismo y poder en la cultura americana'.

“Tenemos una larga tradición de sospechas contra el poder, desde que hicimos la revolución”, dice Fenster a El Confidencial. “Desde entonces, hemos tenido miedo de que el Gobierno se vuelva demasiado poderoso. A diferencia de Europa, tenemos un Gobierno pequeño y también una fuerte sospecha de las grandes corporaciones. Muchas de nuestras teorías conspirativas están relacionadas con el Gobierno o las corporaciones. A veces [estas dos corrientes] se juntan, como con Donald Trump”.

Fenster ha estudiado los brotes conspirativos en determinadas épocas de la historia reciente, como durante la caza de brujas de los años cincuenta o la campaña del republicano Barry Goldwater en 1964. Dice que Trump ha elevado el listón. “Algunas de sus teorías conspirativas van más allá de aquellas de las que hablaría Goldwater. Por ejemplo, el esfuerzo para cuestionar la ciudadanía del presidente Obama. O la insinuación de que el padre de Ted Cruz estuvo implicado en el asesinato de Kennedy”.

El autor dice que los bulos son típicos de cualquier campaña electoral y que las teorías conspirativas son una “versión más dramática” y también más peligrosa. “Pueden ser efectivas o volverse en tu contra. Creo que Trump ha tenido éxito al hablar con las bases republicanas de apoyo, pero no creo que tenga éxito llegando a otra gente. Si Trump fuese un candidato más parecido a Rubio o Bush, podría ir ganando ahora mismo”.

Así se reproducen los 'memes' con citas apócrifas de los candidatos, el bulo de que Hillary Clinton se muere de párkinson o el vídeo de los afroamericanos que prendieron fuego a dos blancos. En este mundo paralelo, presente en millones de perfiles de Twitter o Facebook, Donald Trump propone torturar a los hijos de sospechosos de terrorismo y el presidente Barack Obama dedicó su último discurso ante Naciones Unidas a pedir a los estadounidenses que renunciasen a la libertad.

Brian Hughes compara la agitación en la campaña presidencial de EEUU con las movilizaciones que transformaron Oriente Medio en 2011. “Las redes sociales, excelentes fomentando la inestabilidad, han probado ser incapaces de apoyar reformas abiertas y democráticas”, reconoce. La víctima final de esta creciente militancia sin base en la realidad sería la legitimidad del sistema democrático.

Estos días, millones de personas en Estados Unidas habitan un mundo de fantasía, o más bien de horror. Aunque les rodeen la paz, la normalidad y la relativa prosperidad, perciben un país que se cae a pedazos o que tiene un pie en el abismo, como si estuviesen atrapados en una caverna llena de fantasmas de guerra y caos.

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