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Por qué Vladimir Putin ha enterrado el descontento ruso
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"a la clase media ya le daN igual las elecciones"

Por qué Vladimir Putin ha enterrado el descontento ruso

Que voten menos no significa que los rusos hayan caído en la pasividad. Las protestas por expropiaciones, suspensión de pagos y recortes han ido en aumento este año

Foto: Una mujer posa con un cuadro crítico con el presidente Vladimir Putin durante una protesta opositora en Moscú, en mayo de 2012 (Reuters).
Una mujer posa con un cuadro crítico con el presidente Vladimir Putin durante una protesta opositora en Moscú, en mayo de 2012 (Reuters).

Rusia ha quedado retratado como un país con un líder fuerte y una población que no se siente capaz de cambiar a sus políticos. En las elecciones parlamentarias del pasado día 18 el partido Rusia Unida, liderado por el primer ministro Dimitri Medvedev, ganó las elecciones sumando el 54,2% de los votos, seguido del Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF, 13,5%); el Partido Liberal Demócrata (LDPR, 13,2%) y Rusia Justa (6,1%). La fe en el presidente Vladimir Putin -que saltó al ruedo en los últimos compases de campaña- ha rescatado al partido gubernamental, Rusia Unida, de las malas cifras que auguraban las encuestas.

Su popularidad no es artificial: el boom energético relanzó el país entre 2000 y 2008. No todos los rusos se beneficiaron por igual, pero para evitar que el descontento tome forma de oposición política el Kremlin ha mantenido un férreo control sobre los medios y la justicia.

También se controlan las votaciones. El analista ruso Serguei Shpilkin ha puesto en un mismo gráfico los datos de participación de cada lugar de votación y los resultados. Aunque es baja en algunos sitios fue del 95%. Y mientras partidos como el nacionalista LDPR recibieron el mismo porcentaje, en el caso de Rusia Unida sus votos se multiplicaron por cuatro. Shpilkin cree que es el resultado “de añadir votos a las urnas”.

Por todos estos desmanes los rusos que no quieren entregarse a la idea este liderazgo perenne se han dado por vencidos. Es la primera vez desde el fin de la URSS que una mayoría de rusos -el 52%- decide que es mejor quedarse en casa que salir afuera a elegir entre las opciones que les dan. En las ciudades -donde hay un clima más contestatario al presidente- ha sido especialmente elocuente la abstención: en Moscú votaron tres de cada diez rusos. En San Petersburgo, dos. La élite que circula a toda velocidad por la capital en coches con los cristales tintados está sostenida por una base cada vez más estrecha.

“Creo que la baja participación es fruto de una combinación de factores, para empezar la oposición no tiene los recursos ni el tiempo en televisión, lo cual crea un ciclo, porque la gente que llega a familiarizarse con candidatos liberales los considera débiles y no acude a votar; esto los hace más débiles y ahora hemos llegado a un punto en el que a la clase media ya le da igual”, explica la autora Natalia Antonova, que concluye: “Si yo fuese un miembro del gobierno estaría preocupado por esto”.

Algunos especialistas, como Yelena Shestopal, politóloga de la Universidad Lomonosov de Moscú, creen que el Gobierno buscaba esta apatía y que por eso adelantó las elecciones de diciembre a septiembre para pillar a los ciudadanos de vacaciones y acortó la campaña: “Muchos ciudadanos solo siguieron los últimos compases del debate de esos días”. Teniendo en cuenta que en los comicios de 2011 la afluencia a las urnas fue del 60%, la estrategia parece haber funcionado.

El contexto ayuda más que nunca. Los medios y los políticos proyectan ante los ciudadanos una idea de Rusia como un país mutando hacia lo que un día fue, cercado al mismo tiempo por enemigos y con el recuerdo de una transición agitada en los 90 que nadie quiere volver a sufrir. Frente a esto aparece un presidente fuerte, en forma a sus 63 años (cumple 64 el mes que viene) y que devuelve cada desafío a Occidente doblando la apuesta en escenarios como Ucrania o Siria o en el barrizal de las sanciones.

'Después de las presidenciales de 2018 se aplicarán todas las medidas no populares que están por venir, como pensiones o impuestos', opina Alexei Devietov, experto del Centro de Investigaciones Económicas y Financieras

Pero la caída en la participación no significa que los rusos hayan caído en la pasividad. Las protestas por expropiaciones, suspensión de pagos y recortes han ido en aumento este año, según el Centro para la Reforma Política, un think-tank ruso. El país está tratando de salir de una recesión que ha traído recortes del 6% en el gasto gubernamental, pero al mismo tiempo está pendiente reformas estructurales como la de la edad de jubilación. El descontento no es uniforme pero ningún estrato queda a salvo: las protestas que prendieron en las ciudades en 2011 se dan ahora esporádicamente en las regiones, aunque su intensidad es todavía menor y no llegan a preocupar al Kremlin.

Tampoco hay entusiasmo con la política gubernamental en los nuevos territorios, como Crimea y Sebastopol: incorporados por Rusia en 2014, no han visto su calidad de vida mejorar en la línea que se había prometido. No es casual que Medvedev, fuese increpado por pensionistas cuando acudió de visita el pasado verano: la mejora en las pensiones se vendió como uno de los principales alicientes para dejar de ser ucraniano y convertirse en Rusia, pero la inflación y el incumplimiento de la promesas de mejorarlas han empeorado el panorama.

Por Rusia circula un chiste:

-¿Come usted carne?

-No.

-¿Y pescado?

-Tampoco.

-Es usted vegetariano.

-No, pensionista.

En la lista de tareas quedan reformas dolorosas, como el retraso en la edad de jubilación. Pero eso no sucederá hasta después de las presidenciales en 2018, opina Alexei Devietov, experto del Centro de Investigaciones Económicas y Financieras: “Después se aplicarán todas las medidas no populares que están por venir, como pensiones o impuestos”.

La amplia mayoría de Rusia Unida permitirá a Putin apoyarse en la Duma no solo para impulsar su agenda política, sino para gestionar la complicada cuestión de su permanencia o sucesión en el poder. Las próximas presidenciales son en dos años, y una Duma entregada le da más margen para elegir sucesor pero es probable que vuelva a presentarse. Pero si después quiere repetir tendrá que volver a apartarse durante un mandato para volver en 2030, con 78 años. A no ser que reforme la constitución, para lo cual Putin nunca ha tenido las fichas tan bien colocadas.

Rusia ha quedado retratado como un país con un líder fuerte y una población que no se siente capaz de cambiar a sus políticos. En las elecciones parlamentarias del pasado día 18 el partido Rusia Unida, liderado por el primer ministro Dimitri Medvedev, ganó las elecciones sumando el 54,2% de los votos, seguido del Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF, 13,5%); el Partido Liberal Demócrata (LDPR, 13,2%) y Rusia Justa (6,1%). La fe en el presidente Vladimir Putin -que saltó al ruedo en los últimos compases de campaña- ha rescatado al partido gubernamental, Rusia Unida, de las malas cifras que auguraban las encuestas.

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