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La economía británica, inmutable (por ahora) ante el Brexit
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remiten los temores a la recesión

La economía británica, inmutable (por ahora) ante el Brexit

A pesar del desplome de la libra, el Reino Unido no ha sufrido la debacle económica que muchos auguraban. Pero el futuro de las islas dependerá del estatus acordado en las negociaciones

Foto: Británicos pro-Brexit exigen la puesta en marcha del artículo 50 del Tratado de Lisboa para iniciar la salida británica de la UE, el 5 de septiembre de 2016. (EFE)
Británicos pro-Brexit exigen la puesta en marcha del artículo 50 del Tratado de Lisboa para iniciar la salida británica de la UE, el 5 de septiembre de 2016. (EFE)

“Qué… ¿Esperando aún a que el cielo se caiga? ¿Ves cómo no iba a pasar nada?”. La frase se la dice Andrew —responsable de una agencia de comunicación que representa a varios bancos de la City— a un compañero que, a diferencia de él, votó por la permanencia en el Bloque en el histórico referéndum del pasado 23 junio.

Los economistas habían pronosticado un “impacto inmediato y significativo” del Brexit. El Gobierno del ya depuesto David Cameron llegó a advertir de un “presupuesto de emergencia para cubrir un agujero de 30.000 millones de libras [39.000 millones de euros]”. Pero lo cierto es que los euroescépticos sacan pecho estos días tras conocerse las últimas cifras que, lejos de reflejar la hecatombe, alejan incluso la posibilidad de la temida recesión.

El sector servicios —que representa alrededor del 80% de la economía británica— registró un aumento récord en agosto, mes en el que también mejoró la confianza de los consumidores. El paro sigue cayendo y los precios se mantienen estables. Y sí, la libra se ha depreciado, pero si bien es un fenómeno que preocupa a medio y largo plazo, ha permitido que las exportaciones hayan alcanzado su máximo nivel en dos años. ¿Tan solo la calma antes de la tempestad o realmente eran miedos infundados?

Rebecca Piggott, analista del reputado 'think tank'' The National Institute of Economic and Social Research (NIESR), asegura a El Confidencial que los datos mensuales son volátiles, por lo que parte de la fuerza de las cifras de agosto se debe al “débil comportamiento que tuvieron en julio”. “El panorama general todavía parece estar en línea con nuestras expectativas de que la confianza del consumidor se hundirá cuando se conozcan las consecuencias reales del resultado. Es importante recordar que aún no se ha activado el artículo 50, lo que significa que, por el momento, a efectos del consumidor todo sigue igual”, matiza.

En efecto, la primera ministra, Theresa May, ha descartado mover ficha antes de finales de año. La frase que repitió hasta la saciedad cuando asumió el cargo de “Brexit significa Brexit” se convirtió en su gran lema durante el verano. Pero ahora que la teoría ha de ponerse en práctica, se ha demostrado que ni siquiera los 'tories' más euroescépticos tenían un plan preconcebido si se hacían con la victoria.

La decisiva actuación del Bank of England

De momento, todo está patas arriba. Los dos departamentos creados para la ocasión —la Secretaría de Comercio Internacional y el popularmente bautizado como Ministerio Brexit— siguen reclutando tecnócratas. El primero apenas cuenta con un centenar de los 500 expertos que necesita. El segundo, con menos de la mitad de los 250 que requiere. Por lo tanto, como pronto, el artículo 50 podría activarse a mediados del próximo año para comenzar las negociaciones.

En materia económica, eso sí, nada más asumir el cargo, el nuevo ministro del Tesoro, Philip Hammond, ya ha renunciado al objetivo del superávit en 2020, obsesión de su predecesor. En este sentido, los efectos iniciales del plebiscito sí han hecho mella en el ritmo de reducción del déficit británico, que en julio sufrió un tropiezo peor del esperado por los analistas.

A la espera de las decisiones que anuncie Hammond en su puesta de largo con el llamado presupuesto de otoño, de momento ha sido la rápida actuación del Banco de Inglaterra (BoE) lo que, a juicio de los expertos, ha frenado el impacto. A principios de agosto, la entidad gobernada por Mark Carney presentó un plan de estímulo basado en una bajada de tipos del 0,5% al 0,25% —su mínimo histórico—, una importante compra de activos de 60.000 millones de libras (unos 71.000 millones de euros), 10.000 millones destinados a la compra de deuda corporativa y un mecanismo de financiación a la banca de 100.000 millones adicionales para que fluya el crédito a las empresas y a los ciudadanos.

Según Piggott, “puesto que el BoE está cada vez más cerca de sus propios límites”, será necesario un papel mayor en materia de política fiscal para lograr la estabilidad que la economía necesita. “Dado el bajo coste actual del préstamo para el Gobierno británico y la clara demanda de activos seguros, hay un amplio margen para que el Ejecutivo se anime a financiar proyectos de infraestructuras. Esta opción impulsaría la actividad y, si los proyectos elegidos son los adecuados, llevaría aparejada también la ventaja de que permitiría mejorar la producción a largo plazo y el saldo de la productividad”, matiza la experta.

¿Qué hacemos con Europa?

Con respecto al mercado inmobiliario, las ventas han caído, como también el número de hipotecas aprobadas, que se encuentran al menor nivel en año y medio. Pero, de momento, el hundimiento a gran escala vaticinado por expertos y el anterior Gobierno no ha tenido lugar. Miguel Janin, director de London Property Partners, señala que “en efecto ha habido un parón en las operaciones”. “Se ha registrado un ajuste de precios que seguirán bajando hasta tocar fondo, seguramente a mediados del año que viene. Aunque bien es cierto que antes del Brexit ya había comenzado un ciclo bajista, que tocaba tras las subidas de las últimos años”, matiza. “La previsión es que a partir del segundo semestre del año que viene se notará una recuperación que, en el caso de Londres, pueda ser más rápida, ya que esta bajada de precios atraerá una mayor inversión extranjera”, añade.

Por su parte, la City ha gestionado el Brexit mejor de lo que se esperaba. Según un estudio publicado por Ernst & Young tras entrevistar a 232 entidades bancarias, aseguradoras, fondos de capital privado y otras firmas financieras, solo un quinto de las compañías analizadas considera que el resultado del referéndum acarreará implicaciones negativas para sus negocios, por lo que se concluye que “el impacto inmediato” no ha sido tan pronunciado como inicialmente se había temido.

Eso sí, todo puede cambiar en función del formato que marque la nueva relación comercial entre Londres y Bruselas. Y en este sentido, quedar dentro o fuera del mercado único —cuyas ventajas derivadas de la actual permanencia representan el 4% del PIB británico— será una decisión vital. Esta cuestión tiene completamente dividido al gabinete. Mientras el titular del Tesoro encabeza ahora el bloque de ministros que defienden la permanencia, los tres mosqueteros euroescépticos —Boris Johnson, David Davis y Liam Fox— se han expresado sin embargo a favor de la ruptura total con Bruselas.

Llegados a ese punto, los modelos que Londres puede tomar como inspiración son el noruego, suizo o canadiense. Vincenzo Scarpetta, analista político del 'think tank' Open Europe, no cree que el primero y segundo puedan interesar a los euroescépticos, ya que estos países aceptan la libre circulación de personas y es el control de la inmigración precisamente lo que motivó el plebiscito. “El canadiense podría servir solo como punto de partida, porque no acepta la libre circulación de personas y no contribuye al presupuesto europeo, pero no resulta un buen acuerdo para liberalización de los servicios financieros, que es uno de los puntos más importantes para la City”, matiza el experto.

En definitiva, aquello de que “de momento, todo sigue igual” ha servido tan solo de 'airbag' para amortiguar el golpe. Pero habrá que esperar hasta el comienzo de las negociaciones para saber cómo se perfila el futuro del que a día de hoy sigue siendo el pulmón financiero de Europa.

“Qué… ¿Esperando aún a que el cielo se caiga? ¿Ves cómo no iba a pasar nada?”. La frase se la dice Andrew —responsable de una agencia de comunicación que representa a varios bancos de la City— a un compañero que, a diferencia de él, votó por la permanencia en el Bloque en el histórico referéndum del pasado 23 junio.

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