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Los esfuerzos desesperados de Merkel para salvar la UE... y su futuro político
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LA AGENDA: RUSIA, REFUGIADOS, YIHADISMO Y BREXIT

Los esfuerzos desesperados de Merkel para salvar la UE... y su futuro político

La canciller se embarca en una intensa gira por medio continente para preparar la próxima cumbre europea. Rusia, los refugiados, el terrorismo y el Brexit definen la agenda

Foto: El primer ministro italiano, Renzi, la canciller Merkel y el presidente francés Hollande durante una rueda de prensa tras su encuentro, el 22 de agosto de 2016 (Reuters).
El primer ministro italiano, Renzi, la canciller Merkel y el presidente francés Hollande durante una rueda de prensa tras su encuentro, el 22 de agosto de 2016 (Reuters).

Merkel vuelve a cargarse Europa a la espalda. Ante la patente ausencia de liderazgo en Bruselas y otras capitales europeas, pero también con una evidente intención de que se respeten sus intereses, la canciller alemana se ha embarcado en los últimos días en una gran ofensiva diplomática con la que busca limar asperezas, trabar consensos de equilibrio y a buscar soluciones compartidas para la miríada de problemas existenciales que enfrenta, en sus horas más bajas, la Unión Europea (UE). La amenaza rusa, la crisis de los refugiados, el terrorismo yihadista y el Brexit son los problemas fundamentales en la agenda. Y la canciller aspira a bosquejar en estos días propuestas concretas para cada uno de ellos, de cara a la cumbre informal de líderes europeos que se celebrará a mediados de septiembre en Bratislava. La mujer más poderosa de Europa trabaja a marchas forzadas para evitar un nuevo fracaso comunitario. Pero también lucha por su propia supervivencia política. A un año de las elecciones y más cuestionada que nunca, incluso dentro de su partido, necesita un éxito.

Merkel ha recorrido esta semana más de 6.000 kilómetros, ha tomado seis aviones y ha volado durante más de diez horas para entrevistarse, en múltiples formatos, con 18 jefes de Estado y de Gobierno de 16 miembros de la UE. Desde el pasado lunes la canciller ha visitado Italia, Estonia, República Checa y Polonia. Además, entre este viernes y sábado recibe a hasta a ocho líderes en el palacio de Meseberg, la residencia oficial de invitados del Gobierno alemán a las afueras de Berlín.

La canciller ve esencial presentar resultados y propuestas concretas en Bratislava, el primer encuentro sin Londres. "Como alemanes, como un país importante en el seno de Europa con un poder político y económico notable, tenemos una responsabilidad que la canciller se toma en serio", aseguró recientemente el portavoz del Ejecutivo, Steffen Seibert, para justificar esta intensa gira de Merkel.

Muchos países esperan que la jefa del Gobierno alemán lidere, a juicio de expertos como el analista de la fundación Carnegie Jan Techau. "Precisamente porque la crisis es tan grande se espera en realidad de los mayores países de la UE liderazgo e ideas", asegura. Pero además, algunos socios, conscientes de que la canciller es alérgica a las posiciones nítidas y maximalistas, a la política de macho alfa, esperan que ejerza de mediadora. "Merkel está en ruta también para tender puentes", razona este experto en Europa.

Pese a las expectativas, poco ha trascendido hasta la fecha de la evolución de estos múltiples contactos. Las ruedas de prensa de la canciller han resultado especialmente vagas en novedades. No se sabe si por una mera estrategia negociadora o por la imposibilidad de alcanzar acuerdos. Lo que sí parece evidente, por el tono de la canciller y por la elección de interlocutores, es que Merkel está buscando una solución pragmática, sin una pizca de idealismo europeísta, y más inclusiva, lejos de los restrictivos ejes de las capitales tradicionales, ampliando el círculo de toma de decisiones para dar más peso a los socios más recientes, la Europa del Este.

El vacío del Brexit

Berlín es muy consciente de que para el encuentro en la capital eslovaca, la UE ha de tener, al menos perfiladas, respuestas a los problemas más acuciantes para el bloque. Merkel, en una de sus comparecencias de esta semana en Tallín, subrayó: "Tenemos que pensar cuáles son nuestras prioridades, cómo queremos continuar nuestro trabajo y en qué queremos centrar nuestros esfuerzos. Ese es el objetivo de Bratislava".

El primer gran capítulo es la reconfiguración de la UE tras la decisión de Reino Unido de abandonar el bloque. Merkel avanzó este miércoles en una comparecencia en Tallín que lo que se busca es un "nuevo equilibrio" entre las distintas fuerzas de la UE una vez que Londres deje el club. No aportó más detalles, pero sí que dejo claro que la premura por dar una respuesta a esta cuestión puede generar "muchos errores".

Reino Unido es un peso pesado dentro de la UE, pese a que siempre mantuvo una cierta distancia con el bloque en temas clave. Su salida dejará, por un lado, un hueco importante que muchos quieren cubrir, principalmente en términos de poder. Por otro, su marcha genera dudas sobre quiénes enarbolarán ahora banderas prototípicamente británicas, como la apuesta por el mercado único o la renacionalización de ciertas competencias hasta ahora en manos de Bruselas. Y para qué lado se decantarán estas pujas de fondo en el seno comunitario.

Además, todos los socios son conscientes de que el Brexit supone un fuerte varapalo para la imagen de la UE y que hace falta un revulsivo, la propagación de un nuevo relato de futuro para un bloque que, tras notables avances durante décadas, lleva años enviando alarmantes señales de agotamiento político y económico, lo que ha dado alas a los euroescépticos.

placeholder Manifestantes protestan contra el Brexit ante el Parlamento británico, en Londres, el 28 de junio de 2016 (Reuters).
Manifestantes protestan contra el Brexit ante el Parlamento británico, en Londres, el 28 de junio de 2016 (Reuters).

Un plan B para la crisis de los refugiados

El segundo punto de la agenda es la crisis de los refugiados, que tan solo ha sido silenciada en los últimos meses, pero no está en absoluto resuelta. De hecho, se han multiplicado en los últimos días los rumores en los mentideros berlineses sobre la búsqueda de un plan B que sustituya al controvertido acuerdo UE-Turquía. Porque muchos líderes temen en privado que el pacto con Recep Tayyip Erdogan naufrague en breve, lo que podría provocar una nueva oleada masiva de peticionarios de asilo.

Las desavenencias entre Europa y Turquía, acrecentadas a raíz de las críticas comunitarias por la purga masiva de Erdogan tras el frustrado golpe de estado de julio, están haciéndose tambalear un plan que desde el principio hacía aguas legales, logísticas y éticas. Más allá de las críticas por las violaciones de los derechos humanos que suponía o por las dificultades técnicas que implicaba, la cuestión estratégica clave es que el presidente turco lo está empleando como moneda de cambio para sus múltiples negociaciones con Europa. Ha amenazado ya con dejarlo caer si no se elimina la obligación de visado para los ciudadanos turcos que quieren entrar en la UE. Y porque no se ha sentido respaldado por Europa tras el intento de asonada en su país.

No es casualidad que gran parte de los contactos de Merkel en esta semana sean con países que se han mostrado abiertamente en contra del reparto de refugiados por cuotas o naciones atravesadas por la denominada ruta de los Balcanes por la que más de un millón de peticionarios de asilo llegaron el año pasado a Alemania. El viernes la canciller se entrevistó en Varsovia con los líderes del Grupo de Visegrado, integrado por Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría. Todos ellos se han negado a acoger refugiados o, en algunos casos, a inmigrantes que no fuesen cristianos. Y el sábado, en Alemania, Merkel tiene previsto entrevistarse con los líderes de Bulgaria, Croacia, Austria y Eslovenia.

Muchos analistas coinciden en que puede ser el momento adecuado para relanzar la política común en materia de defensa y seguridad. La amenaza rusa y el repunte del terrorismo yihadista, apunta esta argumentación, precisan una respuesta conjunta y un avance en este sentido satisfaría a muchos socios -de los bálticos y Polonia a Francia y Bélgica- y daría un nuevo contenido para ese objetivo de una unión cada vez más integrada. La mancomunización de ciertos elementos podría además suponer un alivio presupuestario para alguno de los países más asfixiados por las obligaciones fiscales de Bruselas o una interesante inversión en su industria armamentística que promoviese el empleo y el crecimiento.

placeholder Una iglesia protestante de Oberhausen convertida en refugio temporal para migrantes y refugiados (Reuters).
Una iglesia protestante de Oberhausen convertida en refugio temporal para migrantes y refugiados (Reuters).

El termómetro de la crisis

La maratón diplomática de Merkel recuerda a otras semanas frenéticas de encuentros de la canciller. Como las que se se sucedieron en 2010 y 2011, en los momentos más álgidos de la crisis de la deuda y de los rescates a Grecia y otras economías periféricas. O a las sesiones de negociaciones que hicieron posible, a principios de 2015, que los presidentes de Rusia y Ucrania, Vladimir Putin y Petró Poroshenko, firmasen los Acuerdos de Minsk, la hoja de ruta para desactivar el conflicto en el este de Ucrania. Esto da una idea de la magnitud de las múltiples crisis en las que se encuentra sumido el proyecto europeo. Pero también de la urgencia que siente la canciller: si antes la mayoría de estos encuentros tenían lugar en Berlín ahora es Merkel la que viaja.

Efectivamente, la jefa del Gobierno alemán se encuentra en un momento bajo. Los dos primeros ataques yihadistas en suelo alemán, cometidos por dos peticionarios de asilo, le han asestado un golpe bajo en términos de popularidad. Si su política de puertas abiertas era cuestionada desde el principio por una parte importante de la sociedad alemana -incluido gran parte de los partidos conservadores que la respaldan-, los atentados minaron su credibilidad. Su popularidad cayó 12 puntos porcentuales en las encuestas, hasta rozar el mínimo de la legislatura, y dos de cada tres alemanes dicen ya sentirse "poco o nada" satisfechos con su gestión de la crisis de los refugiados.

El núcleo duro del bloque conservador se está planteando no proponerla como candidata para las elecciones generales de septiembre de 2017. Algunos de sus ministros no dudan en promocionarse como sucesores. Y Alternativa para Alemania (AfD), un partido islamófobo, nacionalista y euroescéptico de apenas tres años, lleva meses cosechando alrededor de un 12% de apoyos en los sondeos de intención de voto a nivel nacional con un discurso que equipara refugiados, musulmanes e islamistas.

Así, en clave táctica, no es de extrañar que el Gobierno de Merkel, tratando de recuperar la iniciativa política, haya aprobado en los últimos días un controvertido plan de actuación para grandes crisis que recomienda a la población el acopio de agua y alimentos o que sugiere la posibilidad de reintroducir el servicio militar obligatorio en momentos críticos. O que haya propuesto agilizar los trámites de expulsión de extranjeros que hayan delinquido o que supongan una amenaza, elevar la vigilancia policial y rebajar el secreto médico, para que los profesionales puedan denunciar a aquellos de sus pacientes que puedan representar un peligro. O que se plantee prohibir el burka en lugares públicos, pese a que su uso sea prácticamente inexistente en Alemania.

Merkel vuelve a cargarse Europa a la espalda. Ante la patente ausencia de liderazgo en Bruselas y otras capitales europeas, pero también con una evidente intención de que se respeten sus intereses, la canciller alemana se ha embarcado en los últimos días en una gran ofensiva diplomática con la que busca limar asperezas, trabar consensos de equilibrio y a buscar soluciones compartidas para la miríada de problemas existenciales que enfrenta, en sus horas más bajas, la Unión Europea (UE). La amenaza rusa, la crisis de los refugiados, el terrorismo yihadista y el Brexit son los problemas fundamentales en la agenda. Y la canciller aspira a bosquejar en estos días propuestas concretas para cada uno de ellos, de cara a la cumbre informal de líderes europeos que se celebrará a mediados de septiembre en Bratislava. La mujer más poderosa de Europa trabaja a marchas forzadas para evitar un nuevo fracaso comunitario. Pero también lucha por su propia supervivencia política. A un año de las elecciones y más cuestionada que nunca, incluso dentro de su partido, necesita un éxito.

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