Es noticia
Filipinas: la vida dentro de la prisión más inhumana
  1. Mundo
LA GUERRA CONTRA LAS DROGAS DE DUTERTE

Filipinas: la vida dentro de la prisión más inhumana

Más de 4.000 presos vigilados por una veintena de guardias. Quienes han accedido a su interior aseguran que las condiciones de vida en la cárcel de Quezon City son indescriptibles

Foto: Imagen de la prisión de Quezon City, en el área metropolitana de Manila, en noviembre de 2008. (Reuters)
Imagen de la prisión de Quezon City, en el área metropolitana de Manila, en noviembre de 2008. (Reuters)

Es la prisión más superpoblada de Filipinas: más de 4.000 presos vigilados por una veintena de guardias. Y quienes han accedido a su interior aseguran que las condiciones de vida en la cárcel de Quezon City, en la región metropolitana de Manila, son indescriptibles. En cada espacio del penal se apiñan presos enfundados en camisetas amarillas, que pasan las horas sentados en cuclillas, soportando el implacable calor de Manila. Hay celdas diseñadas para 20 reclusos que albergan más de 200. Muchos de ellos llevan años en la cárcel sin haber visto jamás el interior de un juzgado. Casi el 60% cumple condena por delitos relacionados con drogas. Y ahí está la clave: los guardias aseguran que la prisión siempre ha estado abarrotada, pero que recientemente el número de presos se ha disparado.

Desde que Rodrigo Duterte tomó las riendas de Filipinas y encargó al nuevo jefe de la Policía, Ronald Dela Rosa, que 'limpiara' el país con una campaña para combatir a ultranza el consumo y venta de estupefacientes, la cifra de encarcelados en Quezon City ha pasado de 3.600 a 4.053. La prisión fue erigida en 1953 para acoger, originalmente, a 800 presos, según los estándares de la Agencia de Gestión Penitenciaria y Criminología de Filipinas, aunque la ONU afirma que no debería albergar más de 278. Y los críticos con el nuevo presidente de Filipinas aseguran que el hacinamiento en la prisión es una consecuencia predecible de su guerra contra las drogas.

Y eso que en esta guerra a menudo no se hacen prisioneros. El propio Dela Rosa -apodado 'La Roca' y conocido por sus agresivos métodos para combatir la delincuencia- reconoció este lunes ante la comisión del Senado encargada de investigar asesinatos extrajudiciales que 712 traficantes de drogas y consumidores han muerto durante las operaciones policiales. Una cifra que ha provocado que Naciones Unidas haya pedido a Manila que detenga dichas ejecuciones extrajudiciales y asesinatos, que se han disparado desde que Duterte ganó la presidencia con la promesa de acabar con las drogas en el archipiélago. La respuesta de Duterte: este domingo amenazó con sacar a Filipinas del organismo internacional y negociar con China para fundar otra institución.

Fue, de hecho, su promesa de limpiar en seis meses las calles de criminales, y muy especialmente de drogas, la que aupó a Duterte en una carrera frenética hacia el poder. El pasado 30 de junio, Duterte fue investido presidente y se puso manos a la obra de inmediato: durante los primeros cuatro días de su mandato, al menos 30 supuestos traficantes fueron asesinados extrajudicialmente, mientras el presidente amenazaba de muerte en julio a uno de los principales narcos del país. Dicha rapidez no ha sorprendido a demasiados, dados los antecedentes de Duterte. En sus 22 años como alcalde de Davao, la principal ciudad en la convulsa isla de Mindanao, sus escuadrones de la muerte se cobraron la vida de más de 1.000 personas, según Human Rights Watch. El propio Duterte, también apodado como 'El Sucio', reconoció el año pasado estar detrás de los escuadrones. “Somos la novena ciudad más segura [del mundo]. ¿Cómo crees que lo hice? […] Los maté a todos”, aseguró en un programa de televisión.

"La policía te mata. Aquí estoy más seguro"

Alex Beltrán, de 29 años, lleva solo unos meses en la prisión de Quezon City y culpa a la ofensiva de Duterte de su encarcelamiento. "La comida es terrible. Es difícil encontrar un hueco donde dormir, especialmente cuando llueve. La vida aquí es dura para los nuevos", cuenta a la cadena CNN. Calificar la comida de terrible, como hace Beltrán, es quedarse corto; muchos presos comen insectos para combatir el hambre en un lugar donde la falta de ventilación y agua les provoca erupciones y forúnculos. Los hombres se turnan para dormir sobre el suelo agrietado de una cancha de baloncesto al aire libre o en los huecos de las escaleras.

"Aquí me siento más salvo que en la calle, donde la policía puede matarte", dice a la CNN Romeao Payhoi, de 38 años, otro recién llegado. En realidad, quien contó al mundo las condiciones de vida en la cárcel más atestada de Filipinas fue Raymund Narag, un experto en justicia criminal por la Universidad del Sur de Illinois, que fue encarcelado en Quezon City por un crimen que no cometió. En su libro 'La libertad y la muerte dentro de la cárcel', Narag contaba que compartió durante siete años una celda para cinco personas con 20 reclusos y que vivía de una dieta de pescado seco que apenas le permitía moverse.

"Durante casi siete años he experimentado la muerte cada momento de mi vida dentro de la cárcel", aseguró entonces. Las raciones de comida se sirven en horas inusuales durante todo el día y toda la noche y "no es apta ni para los cerdos", dijo Narag, para quien las raciones eran mínimas y a menudo contenían clavos oxidados y cucarachas. "Los presos son propensos a las enfermedades contagiosas debido a las malas condiciones de vida en sus celdas. Duermen en celdas superpobladas y con poca ventilación. El suministro de agua potable es muy limitado. Las raciones de alimentos tienen un contenido nutricional inadecuado. Los reclusos enfermos y sanos se agrupan en las mismas celdas", denunciaba.

Es la prisión más superpoblada de Filipinas: más de 4.000 presos vigilados por una veintena de guardias. Y quienes han accedido a su interior aseguran que las condiciones de vida en la cárcel de Quezon City, en la región metropolitana de Manila, son indescriptibles. En cada espacio del penal se apiñan presos enfundados en camisetas amarillas, que pasan las horas sentados en cuclillas, soportando el implacable calor de Manila. Hay celdas diseñadas para 20 reclusos que albergan más de 200. Muchos de ellos llevan años en la cárcel sin haber visto jamás el interior de un juzgado. Casi el 60% cumple condena por delitos relacionados con drogas. Y ahí está la clave: los guardias aseguran que la prisión siempre ha estado abarrotada, pero que recientemente el número de presos se ha disparado.

Filipinas Delincuencia ONU
El redactor recomienda