Es noticia
Los últimos juicios al nazismo (II): víctimas y verdugos, cara a cara
  1. Mundo
podría haber hasta 50 procesos muy pronto

Los últimos juicios al nazismo (II): víctimas y verdugos, cara a cara

Alemania está llevando ante la justicia a los últimos nazis con vida, desde que en 2011 un fallo histórico permitiera condenar a cómplices del Holocausto y no solo a altos mandos

Foto: Angela Orosz Richt-Bein, superviviente de Auschwitz, muestra una imagen de su familia exterminada durante el juicio contra el guarda nazi Reinhold Hanning, en febrero de 2016 (EFE)
Angela Orosz Richt-Bein, superviviente de Auschwitz, muestra una imagen de su familia exterminada durante el juicio contra el guarda nazi Reinhold Hanning, en febrero de 2016 (EFE)

Alemania está llevando ante la justicia a los últimos nazis con vida. Desde 2011, se han firmado tres condenas y alguna más podría producirse en los próximos meses. No se trata de altos cargos, pero su mero trabajo en los campos de concentración los hace cómplices, en ocasiones, de cientos de miles de asesinatos. Más de 70 años después del final de la II Guerra Mundial, es justicia tardía. Pero los supervivientes la aplauden.

Este reportaje, centrado en los últimos verdugos y víctimas, es la segunda entrega sobre el intento casi desesperado por hacer justicia sobre la mayor tragedia humanitaria de la Historia.

Lea aquí la primera parte de esta serie: "La carrera a contrarreloj para condenar a los vergudos"]

Los últimos nazis

Los acusados en los seis procesos judiciales iniciados en los últimos años en Alemania por pertenecer a la maquinaria de la muerte nazi guardan importantes semejanzas en lo circunstancial, pero diferencias abismales en lo fundamental. Por un lado, sus perfiles coinciden en edad, rango en el organigrama del III Reich y relación con los campos de exterminio. La diferencia radical que les separa es cómo confrontan su pasado, enlodado por la mancha imborrable el Holocausto.

John Demjanjuk, Oskar Gröning, Reinhold Hanning, Hubert Zafke, Ernest Tremmel y Helma Maaß han afrontado sus juicios una vez superados los 90 años. El mayor de todos, el guarda ucraniano del campo de exterminio de Sobibor, Demjanjuk, nació en 1920, mientras que la más joven, Maaß, nació en 1924. Por eso, la mayoría de juicios se han visto influidos por los erosionados estados de salud. Demjanjuk y Hanning acudieron en silla de ruedas o en camilla. Otros procesos se han retrasado o limitado por cuestiones médicas. Su avanzada edad significa también que fueron partícipes del horror nazi cuando tenían entre 19 y 23 años. De hecho, y pese a ser un nonagenario, a Tremmel se le iba juzgar con el código penal juvenil porque tenía 19 años cuando llegó a Auschwitz. Aunque su juicio nunca tuvo lugar: murió una semana antes.

Otro elemento común de los encausados es que ocupaban cargos bajos en el estamento nazi, de ahí que la acusación sea siempre de complicidad en asesinato. Eran guardias, enfermeros u operadoras de radio en Auschwitz o Sobibor. Ni siquiera estuvieron destinados permanentemente en esto campos. Zafke apenas estuvo un mes en Auschwitz, según la fiscalía, y la mayoría de los demás, apenas unos meses en la red del Holocausto.

placeholder Un hombre camina por el antiguo campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. (Reuters)
Un hombre camina por el antiguo campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. (Reuters)

La forma de confrontar su pasado es lo que les diferencia como el día y la noche. Demjanjuk no habló en todo su juicio en Alemania. En muchas sesiones ni siquiera levantó la cabeza para atender al proceso o mirar al juez o a la acusación. En su primer juicio, en Jerusalén a finales de los años 80, sí que habló, aunque fue para negarlo todo. "Nunca. No puedo ni matar a una gallina. Mi mujer era siempre la que se encargaba", aseguró a gritos entonces al preguntársele si había asesinado a alguien. También el abogado de Zafke, Peter-Michael Diestel, ha rechazado de plano la culpabilidad de su defendido. Asegura que durante su estancia en Auschwitz como enfermero sólo atendió a soldados alemanes y a miembros de la SS.

Frente a la negación tajante de los cargos, la asunción al menos parcial de lo ocurrido por parte de Gröning: "Lo veo como mi tarea, a mi edad, confrontar eso que viví y oponerme a quienes niegan el Holocausto y aseguran que Auschwitz nunca sucedió. Por eso estoy aquí, porque quiero decirle a los negacionistas que he visto los crematorios, que he visto las cámaras de gas y quiero decir que estas atrocidades sucedieron", afirmó en 2005 en un documental de la BBC que conmemoraba el 60 aniversario de la liberación de Auschwitz.

Gröning, conocido como "el contable de Auschwitz" porque su función principal era llevar cuenta del dinero que se requisaba a los deportados al llegar al campo de exterminio, siempre ha mantenido sin embargo que él no estaba directamente implicado en los asesinatos y que era, tan sólo, "un pequeño diente en el engranaje" del nacionalsocialismo. En una entrevista publicada por Der Spiegel en 2005, Gröning se consideró "no culpable". "La culpa tiene que ver con las acciones y, como considero que no fui un protagonista activo, no creo ser culpable", razonó.

Hanning, por su parte, se mantuvo en silencio durante gran parte de su juicio. Hasta que el 29 de abril hizo una declaración personal. Levantándose con dificultad leyó una breve confesión que traía escrita: "He callado mucho tiempo. He callado toda mi vida. Quiero decirles que lamento profundamente haber pertenecido a una organización criminal responsable de la muerte de muchos inocentes, de la destrucción de incontables familias, y de la miseria, angustia y sufrimiento de las víctimas y sus familiares. Me avergüenzo de haber permitido la injusticia y de no haber hecho nada para evitarla. Por la presente pido perdón por todos los medios por mi conducta. Lo lamento de verdad".

Los engranajes de la máquina de la muerte

John Demjanjuk. Fue un soldado soviético ucraniano formado por los nazis como guardia para los campos de exterminio. En su juicio, celebrado en Múnich en 2011, se le condenó a cinco años de cárcel por complicidad en la muerte de 28.000 judíos. Se consideró probado su trabajo en el campo de Sobibor entre marzo y septiembre de 1943. Diez meses después de su condena, a los 91 años, Demjanjuk murió en una residencia de ancianos alemana, mientras se trabajaba en su apelación.

Su sentencia sentó un precedente fundamental en la justicia alemana y su caso despertó interés a nivel internacional. Y no sólo por la condena. Demjanjuk ya había sido juzgado en Israel a finales de los años 80 por su pasado nazi. Entonces se le condenó a morir ahorcado por crímenes contra la humanidad al quedar demostrado que había sido el guardia del campo de exterminio de Treblinka al que se conocía con el sobrenombre de "Iván el terrible". Pero cinco años después el Tribunal Supremo de Israel revocó esta sentencia por falta de pruebas.

Demjanjuk había emigrado a Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, asegurando que era un campesino. Se asentó en Ohio y trabajo en una factoría del fabricante de vehículos Ford durante décadas. Se casó y tuvo dos hijos. Estados Unidos, que le había concedido la nacionalidad, se la retiró en dos ocasiones, para permitir su extradición primero a Israel y luego a Alemania.

Oskar Gröning. Fue un soldado alemán de las SS encargado de tareas administrativas en el campo de Auschwitz entre 1942 y 1944. Se le conoce como "el contable de Auschwitz". En 2015, a los 94 años de edad, fue condenado a cuatro años de cárcel por un juzgado de Lüneburg por complicidad en la muerte de 300.000 personas.

Gröning nunca ha negado haber trabajado en el campo más mortífero del nacionalsocialismo. Pero mantiene que no estuvo implicado directamente en las atrocidades que se cometieron en Auschwitz. Su trabajo era el de apuntar el dinero que tenían los prisioneros al llegar.

En varias ocasiones, antes de su juicio, Gröning concedió entrevistas para dar cuenta del horror del Holocausto y combatir, como testigo, las teorías de los negacionistas. "He visto los crematorios, he visto las cámaras de gas y quiero decir que estas atrocidades sucedieron", aseguró en 2005.

Reinhold Hanning. Fue suboficial de las SS y guardia en el campo de Auschwitz entre enero de 1943 y junio de 1944. En 2016, a los 94 años, la Audiencia de Detmold le condenó a cinco años de cárcel por complicidad en 170.000 casos de asesinato. Tanto la defensa como la acusación han recurrido este fallo, que se encuentra ya en manos del Tribunal Supremo alemán.

Hanning, que nunca antes había reconocido los hechos, admitió en una declaración personal en el juicio haber pertenecido a "una organización criminal" responsable de "la muerte de muchos inocentes", de "la destrucción de incontables familias", y de "la miseria, angustia y sufrimiento de las víctimas y sus familiares". "Me avergüenzo" de no haber hecho nada para impedir el horror y "pido perdón", aseguró el antiguo miembro de las SS.

Hubert Zafke. Fue enfermero en el campo de Auschwitz. Con 95 años, este alemán está acusado de complicidad en el asesinato de 3.681 personas en 1944. Su juicio, previsto para este año en la audiencia de Neubrandenburg, ha sido suspendido en dos ocasiones ya debido a su delicado estado de salud. Se desconoce si el proceso podrá llevarse finalmente a cabo.

Zafke, que durante décadas trabajo de granjero, está acusado de haber estado destinado en Auschwitz un mes en el que se sabe que llegaron catorce trenes con deportados al campo. Su defensa niega que él se encargase de los prisioneros y apunta que sólo velaba por la salud de los soldados alemanes.

Ernest Tremmel. Fue miembro de las SS y guardia en el campo de Auschwitz entre noviembre de 1942 y junio de 1943. Este alemán estaba acusado de complicidad en la muerte de 1.075 personas pero su juicio, previsto para el pasado 13 de abril en el juzgado de Hanau, no llegó a celebrarse. El acusado, con 93 años, murió una semana antes.

Tremmel trabajó con una unidad Totenkopf de las SS que procesaba a los deportados nada más llegar a Auschwitz y en ese tiempo al menos 1.075 personas fueron "cruelmente asesinadas" inmediatamente después de llegar al campo de concentración, según la Audiencia de Hanau. Además, el acusado estuvo directamente involucrado en tres de estos transportes, provenientes de Berlín, Drancy (Francia) y Westerbork (Holanda).

Helma Maaß. Fue ayudante de las SS y operadora de radio en la comandancia del campo de Auschwitz entre abril y julio de 1944. Ahora, con 92 años, se le acusa de complicidad en el asesinato de más de 260.000 personas. Su juicio debería haber arrancado en Kiel el pasado abril, pero se suspendió por incapacidad de la acusada.

Su estado de salud es tan frágil que el tribunal estableció una nueva revisión de su estado para julio, con el objetivo de "comprobar si su condición es temporal o permanente". Previamente ya se había determinado que las sesiones sólo podrían durar una hora en atención a la salud de la acusada, que vive en una residencia de ancianos.

Los supervivientes: testimonios más allá de la muerte

Los últimos juicios al nazismo también han servido para volver a escuchar, en estremecedora primera persona, relatos de la vida y la muerte en los campos de exterminio del III Reich, donde unos seis millones de personas fueron exterminadas. Todos los procesos han contado con testimonios de supervivientes, que han viajado en ocasiones miles de kilómetros para narrar lo inenarrable y contribuir a trazar una imagen de lo que sucedía en lugares como Auschwitz y Sobibor. Son relatos escalofriantes en boca de ancianos que han vivido más allá de lo que creyeron.

En juicio a Hanning, este mismo año, la húngara judía Irene Weiss, que reside desde hace años en Estados Unidos, relató en la Audiencia de Detmold cómo perdió a sus padres y a sus tres hermanos en Auschwitz. "Nos aterrorizaban. No podías mirarles nunca a los ojos porque quizá no les gustaba. No éramos personas para ellos. Los nazis estaban convencidos de que éramos seres inferiores", aseguró tras relatar como los guardas les golpeaban mientras ellas estaban desnudas. Además, señaló que desde el primer día le llamó la atención la columna de humo que salía de uno de los edificios del complejo, que posteriormente descubrió que era un crematorio.

placeholder Irene Weiss, superviviente del campo de Auschwitz (EFE)
Irene Weiss, superviviente del campo de Auschwitz (EFE)

En ese mismo proceso Max Eisen, que ahora tiene 86 años y entonces, apenas 15, explicó que su madre y sus hermanos fueron gaseados nada más llegar a Auschwitz, mientras que su padre y su tío murieron a causa de los experimentos con humanos del médico del campo, el sádico Josef Mengele. A él un guardia le golpeó tan fuerte en la cara con la culata de su rifle que lo tuvieron que atender. Después de ser elegido para ser gaseado, se hizo pasar por ayudante de enfermería y logró sobrevivir durante meses. Eisen, que voló desde Canadá a Alemania para testificar, recordó el ruido de las costillas al romperse al relatar cómo un guarda asesinó a un deportado en una ducha golpeándole, primero en la cabeza y luego en el pecho. Hasta que murió.

Eva Pusztai-Fahidi, en el proceso contra Gröning, explicó cómo debían permanecer nada más llegar a Auschwitz "desnudas y rapadas". Esta húngara de 89 años que perdió a 49 familiares en el Holocausto, entre ellos sus padres y su hermana describió ante el tribunal, con una frase, el grado de impunidad de los guardias y soldados nazis. "Un hombre de las SS en Auschwitz tenía más poder que Dios en los cielos", aseguró. En ese mismo juicio, Hedy Bohm, de 86 años cerró su testimonio diciendo: "Quizá Dios pueda perdonar. Yo no puedo".

En el juicio a Demjanjuk, Marie van Amstel, que tenía entonces 70 años, explicó cómo en julio de 1943 se llevaron a su padre y a su madre, al campo de Sobibor. Ella -con apenas dos- fue escondida, como otros muchos niños judíos, en la casa de una familia católica amiga. Sólo mucho más tarde, gracias a las listas de la Cruz Roja Internacional, supo que ambos habían sido gaseados. David vom Huiden recordó que sus padres le mandaron a dar "un paseo con el perro, un pastor alemán", cuando vieron que los nazis llegaban a por ellos. Él se salvó sin querer, pero nunca más vio a sus progenitores.

placeholder La superviviente de Auschwitz Eva Pusztai-Fahidi en Lüneburg, Alemania, el 20 de abril del 2015 (EFE)
La superviviente de Auschwitz Eva Pusztai-Fahidi en Lüneburg, Alemania, el 20 de abril del 2015 (EFE)

El propio Gröning, en la entrevista que concedió en 2005 a Der Spiegel, dio cuenta del horror que tenía lugar a diario en Auschwitz: "Había llegado un nuevo transporte (de deportados). Me habían asignado a la rampa (de selección de los prisioneros recién llegados) y mi trabajo era vigilar el equipaje. Ya se habían llevado a los judíos. El suelo frente a mí estaba lleno de basura y pertenencias abandonadas. De pronto oí llorar a un bebé. El bebé estaba en el andén, envuelto en harapos. Una madre lo había abandonado, quizá porque sabía que las mujeres con pequeños eran enviadas inmediatamente a las cámaras de gas. Vi a otro soldado de las SS coger al bebé por los pies. Le molestaba el llanto. Golpeó la cabeza del niño contra el capó metálico de un camión hasta que ya no hubo más ruidos".

El alemán Leon Schwarzbaum, de 95 años, acusación particular y testigo en el juicio a Hanning, describió con voz temblorosa y entrecortada varias escenas terribles, como la de un camión abarrotado de prisioneros desnudos mientras les conducían hacia la muerte. "Señor Hanning, tenemos aproximadamente la misma edad y pronto afrontaremos nuestro último juicio", aseguró de forma emotiva Schwarzbaum para concluir: "Le pediría que contase la verdad histórica, tal y como yo he hecho. Que diga la verdad de lo que usted y sus compañeros hicieron".

Alemania está llevando ante la justicia a los últimos nazis con vida. Desde 2011, se han firmado tres condenas y alguna más podría producirse en los próximos meses. No se trata de altos cargos, pero su mero trabajo en los campos de concentración los hace cómplices, en ocasiones, de cientos de miles de asesinatos. Más de 70 años después del final de la II Guerra Mundial, es justicia tardía. Pero los supervivientes la aplauden.

Auschwitz Holocausto
El redactor recomienda