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El derecho al suicidio asistido en Suiza atrae al "turismo de la muerte"
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la eutanasia es legal allí desde los años 40

El derecho al suicidio asistido en Suiza atrae al "turismo de la muerte"

El país helvético permite el suicidio asistido siempre que no se haga por motivos egoístas. El 85% de los suizos apoya esta posibilidad, que aprovechan también numerosos extranjeros

Foto: La madre de la canadiense Lee Carter tuvo que viajar a Suiza en 2010 para poder quitarse la vida legalmente (Reuters)
La madre de la canadiense Lee Carter tuvo que viajar a Suiza en 2010 para poder quitarse la vida legalmente (Reuters)

“Se necesita mucha fuerza para tomar la decisión final de hacerlo”, responde Alois, un jubilado suizo, de 75 años, al preguntarle sobre el suicidio asistido. Confiesa que lo acepta, pero que le resulta duro entender la decisión de personas que recurren a Exit, Dignitas o Eternal Spirit, tres de las asociaciones que en Suiza ayudan a quienes quieren terminar con su vida. “No creo que sea la salida más fácil. Todo lo contrario, al final, eres tú mismo el que debe tomar la dosis letal”, explica pensativo.

Recuerda a una de sus compañeras en las clases de gimnasia para jubilados. “Era una mujer muy activa, tenía unos 78 años, trabajaba de camarera. Un día tuvo un accidente en su bicicleta y todo cambió. Empezó a tener problemas de equilibrio, su vida pasó a depender de un caminador. Poco tiempo después vino a despedirse. Iba a Exit”, relata.

El suicidio asistido se practica desde los años 40 en el país alpino. La ley lo respalda y el Tribunal Federal suizo de 2006 estableció que toda persona en uso de sus capacidades mentales (sin tomar en cuenta si eran o no enfermos terminales) tiene el derecho a decidir sobre su propia muerte.

Decididamente el caso suizo podría tildarse de “raro” en el mundo. Aparte de poder ejecutar la decisión del paciente que presente un certificado médico, ahora van un paso más allá. Exit, la asociación (que atiende únicamente a ciudadanos suizos o que vivan en el país legalmente) que más años de experiencia tiene en la práctica de los suicidios, ha aceptado incluir entre sus estatutos el compromiso “en favor de la libertad de morir ligada a la edad”, es decir, acompañar a ancianos -que aunque no padezcan enfermedades terminales sí están aquejados por otros males- a la muerte.

Claudia Geiger cuenta a El Confidencial -todavía conteniendo las lágrimas - cómo fue su experiencia. Unos días antes, el 8 de junio, se cumplió el primer aniversario de la muerte de su padre. En el año 1999 le diagnosticaron esclerosis múltiple. “Una enfermedad muy injusta y dolorosa. En cuanto lo supo, acudió a Exit. Nos dijo que era una solución de último minuto, para cuando ya no pudiera más”, cuenta. Y, efectivamente, desde 2014 su situación empeoró. Pese a ver su dolor, su hija fue la que más reparos puso para que su padre pudiera irse. Tanto lo hizo que hasta lo obligó a aplazar el momento en una ocasión.

Pero en verano del año pasado no pudo retrasarlo más. El hecho de que a ella también le diagnosticaran la misma enfermedad y las explicaciones de su padre (“ya he vivido mi vida, crié dos hijos, trabajé. Simplemente ya no quiero más”), hicieron que aceptara. “Fue a las diez de la mañana. La enfermera de Exit llegó a la casa. Mi padre estaba en su sillón preferido, junto a mi madre y mi hermano, se fue feliz, se desprendió dignamente de su dolor”, explica Claudia, que no quiso estar presente.

Tanto ella como su madre, su hermano y cientos de amigos son ahora socios de esta organización. Mónica Düby, encargada de comunicación de Exit, explica a este medio que su trabajo se centra en aconsejar y prevenir el suicidio. Dice que en 2015 de las 3500 personas que expresaron su deseo de morir, 782 efectivamente lo hicieron. Afirma que por el solo hecho de saber que existe la posibilidad de elegir el momento y la forma de morir, a muchos les da la fuerza para esperar hasta que llegue la muerte natural.

Costes muy variables

Exit ofrece también la posibilidad de que el paciente deje por escrito su deseo de un suicidio asistido. Llegado el caso en el que pierda sus capacidades, al paciente se le puede parar el tratamiento que lo mantenga con vida. Actualmente, según cifras brindadas por el organismo, se almacenan 85.000 testamentos a los que los miembros pueden acceder en cualquier momento y Exit ayuda con medios legales para que se cumpla esta directiva anticipada.

Es importante también el papel que desempeña el centro de cuidados paliativos Pallicaura, parte de Exit. Su tarea es “apoyar a la vida” con cuidados médicos y sicológicos. Pero cuando las personas sufren demasiado, algunos prefieren morir. Exit se encarga de los trámites necesarios para acompañar al suicidio, que van desde los chequeos médicos y ayuda legal hasta la prescripción médica letal del preparado de pentobarbital sódico euthanatics (NAP).

De acuerdo con el artículo 115 del Código Penal Suizo, el suicidio asistido es legal, siempre y cuando la persona que ayuda no lo haga por motivos egoístas. De conformidad con la legislación suiza, la persona que desea morir también debe estar en su sano juicio y mantener el control sobre el acto. El asesinato por encargo o eutanasia activa se prohíbe en Suiza.

La cuota anual de inscripción en Exit ronda los 50 euros. Los costos finales de la asistencia se acercan a los 800 euros. Pero quien recurra a los servicios de Eternal Spirit o Dignitas debe pagar 10.000 y 10.500 euros, más los gastos del viaje. Debido a los altos costos que estas asociaciones piden por sus servicios, se han visto envueltas en denuncias formales ante la justicia sobre la ética de su trabajo, sin que hayan prosperado.

Este respaldo legal ha impulsado el desarrollo de lo que se conoce como “turismo de la muerte”. Es decir que ciudadanos, sobre todo de Alemania e Inglaterra, aunque también de Francia e Italia, que presenten el certificado médico que avale una enfermedad terminal y que haya pasado por una terapia y todavía sienta ganas de morir, encontrará ayuda en alguna de las otras dos organizaciones que sí prestan los servicios a extranjeros: Dignitas y Eternal Spirit.

Exit explica que frente a la demanda y para hacer un buen trabajo, se enfoca únicamente en los ciudadanos helvéticos. Y aclara: “Exit está muy interesada en que los demás países resuelvan sus problemas en relación con este tema para que así las personas con enfermedades terminales no tengan que viajar para poner fin a su sufrimiento”.

21 españoles

Para Erika Preizig, la directora de Eternal Spirit, el derecho a decidir sobre la manera y el momento de morir debería estar extendido por todo el mundo, “el único problema que yo veo en todo este asunto es que la gente tenga que dejar sus países, viajar, muchas veces en circunstancias muy dolorosas, para encontrar la paz en Suiza. Que no puedan morir en su casa, en un ambiente íntimo”.

Dice que la demanda es muy grande. Recibe llamadas de todo el mundo: Canadá, Estados Unidos, Australia, Tailandia, Japón y China. “En su mayoría, son personas con enfermedades incurables, neurológicas o cáncer, no necesariamente ancianos”, precisa.

Sin embargo, acceder a este servicio no es tan fácil. “Tiene que ser una decisión muy bien pensada”. Por eso las autoridades helvéticas son muy minuciosas cuando analizan los casos. Se estudia cuánto tiempo son socios de algunas de las organizaciones, “se tiene que comprobar que te asociaste con cierta antelación, que has tomado la decisión por convicción y no porque estás enfermo”, explica Preizig.

Cumplido este requisito, la persona recibe información y asesoramiento. Si es necesario y las leyes del país de origen lo permiten, Preizig viajaría (con gastos a cargo del afectado) para una consejería más cercana. Una vez tomada la decisión y avalada por informes médicos, la persona puede trasladarse a Suiza, donde se realizará la acción. “Se necesita un mínimo de dos noches en el país antes del suicidio asistido. El visto bueno lo tiene que dar un médico suizo. Es por eso que cuando los pacientes llegan, van a consulta médica con dos galenos helvéticos, que darán su veredicto”, enfatiza la doctora. De ser positivo, al tercer día se acompaña al paciente al piso que Eternal Spirit alquila para que la persona se sienta lo más cómoda posible en los últimos momentos de su vida. De la repatriación y trámites legales se encarga la asociación junto con los familiares.

En 17 años Preizig ha visto morir a unos 2000 extranjeros (solo en 2015 fueron 218 alemanes), y está convencida de que esta cifra se debe a que en noviembre del año pasado Alemania prohibió el suicidio asistido y penaliza con hasta 3 años de cárcel a quien lo ejerza. Según estadísticas de Dignitas, en 15 años (1998-2013) 1.071 extranjero han recurrido a esta asociación para poner fin a su vida. Destacan los alemanes, con 840 muertes, seguidos por los británicos, con 244 y los franceses, con 159. Desde España se tiene registro de 21 personas.

En Suiza la muerte médicamente asistida está aceptada por el 85% de la población. En Europa se estima que el 75% lo ve con buenos ojos. Claudia Geiger cuenta que entre su grupo de amigos todos están dispuestos a asociarse a Exit, “es necesario ver la muerte como lo que es, algo natural, algo de lo que se puede hablar”, dice. “Una reacción lógica –explica Düby, de Exit–, nos enfrentamos a sociedades que envejecen. Las expectativas de vida son cada vez más altas, y con la edad aumentan las enfermedades y baja la calidad de vida. Es necesario que la discusión llegue a niveles políticos y jurídicos para que se pueda hablar del derecho a decidir sobre la muerte”, dice. Erika Preizig es de la misma opinión. “Es necesario que haya garantías jurídicas necesarias en todos los países para que se pueda hablar de muerte asistida con todas las garantías, tenemos el derecho a decidir cuándo y cómo queremos morir”.

“Se necesita mucha fuerza para tomar la decisión final de hacerlo”, responde Alois, un jubilado suizo, de 75 años, al preguntarle sobre el suicidio asistido. Confiesa que lo acepta, pero que le resulta duro entender la decisión de personas que recurren a Exit, Dignitas o Eternal Spirit, tres de las asociaciones que en Suiza ayudan a quienes quieren terminar con su vida. “No creo que sea la salida más fácil. Todo lo contrario, al final, eres tú mismo el que debe tomar la dosis letal”, explica pensativo.

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