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De Estambul a Dacca: las "unidades encubiertas", la nueva estrategia del ISIS
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gráfico sobre el estado del 'califato'

De Estambul a Dacca: las "unidades encubiertas", la nueva estrategia del ISIS

Esta misma semana se han cumplido dos años de la proclamación del ‘Califato’ por parte del, hasta entonces, autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante

Foto: Policías bangladesíes patrullan el lugar del atentado en Dacca, el 3 de julio de 2016 (Reuters)
Policías bangladesíes patrullan el lugar del atentado en Dacca, el 3 de julio de 2016 (Reuters)

Esta misma semana se han cumplido dos años de la proclamación del ‘Califato’ por parte del, hasta entonces, autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS). La forma de conmemorarlo parece haber sido el lanzamiento de dos sangrientos ataques armados, contra el aeropuerto Atatürk de Estambul el pasado martes y contra un restaurante occidental en la capital de Bangladesh en la noche del viernes. En ambos casos existen importantes indicios que apuntan a la organización, entre otras cosas el hecho de que se cuentan entre los pocos grupos que disponen de elementos humanos y materiales, así como motivación, para llevarlos a cabo.

Hay otra pista: esta misma semana, la agencia Amaq, uno de los órganos de información oficiales del Estado Islámico, publicó un revelador gráfico sobre el estado del ‘Califato’ en su segundo aniversario exacto, a fecha del 29 de junio. De forma significativa, el documento divide los territorios en tres apartados: “áreas de amplio control” (básicamente, Irak y Siria), “áreas de control medio”, y “áreas con presencia de unidades encubiertas”.

Las llamadas “áreas de control medio” se corresponden a grandes rasgos con aquellos lugares en los que el ISIS ha anunciado la existencia de una “wilaya” o “provincia del Califato”: Chechenia, Yemen, Egipto, Nigeria, Libia, Somalia, Filipinas, Níger, Afganistán y la región rusa de Daguestán. En general, se trata de lugares donde existe una importante presencia de este movimiento yihadista, que llega incluso a controlar franjas limitadas de territorio, pero donde, a diferencia de Siria o Irak, el grupo carece de capacidad para establecer algún tipo de administración propia, algo a lo que aspira como “estado”. El gráfico, de hecho, evita el uso de la palabra “provincias”, tal vez consciente de que en este caso sería más una muestra de debilidad -un “quiero y no puedo”- que de poderío.

El apartado más interesante, sin embargo, es el tercero, las siete “áreas con presencia de unidades encubiertas”: Arabia Saudí, Turquía, Argelia, Francia, Túnez, Líbano y Bangladesh. Lo llamativo es que todos estos países, con la excepción de Argelia, han sufrido al menos un atentado de gran impacto perpetrado por militantes del ISIS en los últimos 18 meses. Arabia Saudí había sido declarada inicialmente como “provincia”, pero los estrategas del ISIS probablemente se han dado cuenta de que hace falta algo más que volar algunas mezquitas chiíes y matar a varios policías para doblegar a las implacables autoridades de Riad. La mención a otros, como Francia, puede deberse a motivos puramente propagandísticos (una suerte de “podemos volver a atentar allí”).

Pero el simbolismo de los incidentes de Turquía y Bangladesh va aún más allá. Ambos países son conocidos por el arraigado secularismo de gran parte de la población, que, al menos hasta hace poco, percibía a los radicales religiosos como un peligro para la nación. En Turquía, los islamistas fueron la fuerza de choque de la insurrección conservadora de 1909 contra el nuevo gobierno de los Jóvenes Turcos. Del mismo modo, organizaciones similares fueron utilizadas por las autoridades de Pakistán como escuadrones de la muerte durante la guerra de independencia de Bangladesh en 1971.

Tal vez por ello, en este último país el radicalismo siempre había tenido problemas para calar. El islam practicado en el territorio de Bengala Oriental -posteriormente Pakistán Oriental tras la partición de la India, y finalmente el Estado que hoy conocemos como Bangladesh- se ha contado tradicionalmente entre los más tolerantes del mundo. El activismo bengalí ha girado siempre alrededor de la lengua y la nación, nunca la religión.

"La yihad en Bengala"

Por ello, las autoridades de Islamabad tuvieron que apoyarse en el islam para radicalizar y convencer a algunos bengalíes de la necesidad de seguir siendo parte de un Pakistán creado como Estado oficialmente musulmán con el que no compartían prácticamente nada, ni siquiera frontera. Los crímenes de guerra, asesinatos y violaciones cometidos por algunos de estos grupos, como el partido Jamaat-e-islami, vienen siendo juzgados desde hace más de media década por un tribunal especial en Dacca; las condenas a muerte o a largas penas de prisión a varios de los imputados han contribuido a soliviantar a los militantes islamistas del país.

El abanico de muertes se ha extendido a otras regiones de Bangladesh y a otro tipo de perfiles, desde profesores universitarios a minorías

En los últimos dos años, más de 40 personas -sin contar las víctimas del atentado de anoche- han sido asesinadas por militantes islamistas bangladesíes. Al principio fueron escritores y conocidas figuras secularistas, así como blogueros críticos con estos grupos. Después fueron a por los extranjeros: un italiano en septiembre y un japonés en noviembre del año pasado. En abril, un activista de derechos LGTB y su pareja fueron asesinados a hachazos en su propia casa en Dacca. Desde entonces, el abanico de muertes se ha extendido a otras regiones del país y a otro tipo de perfiles, desde profesores universitarios a miembros de minorías religiosas, como hinduistas, budistas, cristianos e incluso musulmanes sufíes. Esta misma semana, un sacerdote hindú fue asesinado a machetazos en el suroeste del país.

Algunos de estos atentados han sido reivindicados por el ISIS, tanto en las redes sociales como en su revista oficial 'Dabiq': en un artículo titulado 'El resurgir de la yihad en Bengala', aparecido en el número 12, la publicación hacía un resumen de aquellos ataques perpetrados por miembros de su organización, al tiempo que alababa a un “mártir” bangladesí caído en Siria, y entrevistaba a su presunto “emir” en el propio Bangladesh, el jeque Abu Ibrahim Al Hanif. “Bengala es una región importante para el Califato y la yihad global debido a su posición estratégica global. Bengala está situada en el flanco oriental de la India, mientras que la 'wilaya' Jorasán [la región de Afganistán y Pakistán, en jerga militante] se sitúa en su flanco occidental”, afirma el militante.

Durante mucho tiempo, el Gobierno de Bangladesh ha negado que exista una rama de esta organización en el país. “Hay un esfuerzo por parte de un grupo de gente en diferentes lugares del país -probablemente apoyados desde el extranjero- para desestabilizar Bangladesh. No somos inmunes a lo que está sucediendo en el resto del mundo. Pero el Gobierno está decidido a no permitir que tengan éxito”, declaraba en enero el ministro de Asuntos Exteriores, Mohammed Shahriar Alam. Pero los asesinatos continuaron, por lo que la reacción del Ejecutivo fue detener a más de 11.000 personas por su presunta (o simplemente posible) vinculación con estos militantes.

La mayoría de ellos eran miembros de un grupo islamista violento llamado Jama’atul Mujahedin Bangladesh (JMB), sin duda responsable de algunos de estos atentados. El gran debate entre los expertos, sin embargo, es si el JMB mantiene vínculos orgánicos con el ISIS. En todo caso, estas redadas más o menos indiscriminadas no han logrado detener la carnicería.

Está claro que una inmensa mayoría de la población bangladesí sigue rechazando visceralmente el extremismo de los yihadistas. Pero el Estado Islámico tiene un enorme interés en que su movimiento eche raíces en este país, igual que ya ha hecho en Turquía, en parte gracias a la negligencia y a la ceguera del Ejecutivo islamista de Recep Tayyip Erdogan. En Bangladesh, el grupo tendría una base excelente desde la que promocionar su expansión hacia el Sudeste Asiático, algo en lo que ya está trabajando, como prueba el desmantelamiento de varias células bangladesíes del ISIS en Singapur. La amenaza -lo demuestra el atentado de anoche contra un simple restaurante de comida occidental en un país considerado relativamente seguro- nos afecta a todos.

Esta misma semana se han cumplido dos años de la proclamación del ‘Califato’ por parte del, hasta entonces, autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS). La forma de conmemorarlo parece haber sido el lanzamiento de dos sangrientos ataques armados, contra el aeropuerto Atatürk de Estambul el pasado martes y contra un restaurante occidental en la capital de Bangladesh en la noche del viernes. En ambos casos existen importantes indicios que apuntan a la organización, entre otras cosas el hecho de que se cuentan entre los pocos grupos que disponen de elementos humanos y materiales, así como motivación, para llevarlos a cabo.

Atentado aeropuerto Estambul Bangladesh
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