Tan cerca, tan lejos

“Llevaba una vida tranquila”, así define su pasado reciente Wasim, un joven palestino sirio de 31 años que buscó refugio en España en agosto de 2014. En Siria estudiaba, trabajaba y le gustaba pasar el rato con sus amigos, lo normal en cualquier chico de su edad. Pero en 2011 todo cambió. Mientras la Primavera Árabe se expandía desde el Magreb hasta el Mashreq, un grupo de niños al sur de Siria fueron arrestados y torturados por plasmar en la pared de la escuela la inquietud de buena parte de la población siria: “el pueblo quiere derrocar al régimen”. La indignación de la gente aumentó, las manifestaciones se expandieron por todo el país, pero la represión de Al Assad actuó con brutalidad.

En la actualidad, la lumbre de aquellas ansias de justicia apenas son cenizas, porque el fuego de ahora es el que cae del cielo en forma de bombas barril que lanza el régimen o las potencias internacionales que intentan sacar tajada del horror. Un combate que se aviva con el sadismo de grupos terroristas como el Daesh. Una guerra que ha superado el lustro llevándose por delante la vida de miles de personas.

Precisamente, aquellos niños autores del grafiti eran vecinos de Wasim. Vivían en Daraa, la ciudad que le vio nacer y crecer, en el seno de una familia de origen palestino que resistía en el 'mukhayam' -campamento en árabe- desde 1948. Por eso, participó en las primeras manifestaciones contra el régimen. Hoy, de aquellos días solo quedan las fotografías que él mismo tomó en las calles abarrotadas de gente sedienta de libertad. Hoy, su casa no existe, primero fue quemada por las fuerzas de Al Assad y más tarde destruida por un misil.

Wasim en un vagón del metro de Madrid

Wasim en un vagón del metro de Madrid

Hoy, Wasim mira hacia atrás desde la habitación de su nuevo hogar en Alcobendas, separado de su hermana Ilham, que aún está en Siria con sus sobrinas, y de su madre (Souad) y su hermano (Moayad), quienes después de cruzar el Egeo a finales de 2015 viven en un centro de refugiados en la localidad alemana de Recklinghausen. Aunque Wasim lleva casi dos años en España, no puede visitarles en Alemania, ya que aún no tiene permiso de residencia y, por lo tanto, no puede viajar fuera del país. Tan lejos, tan cerca.

Aunque la guerra ha rasgado la vida de esta familia, Wasim parece comerse el mundo. Es un chico calmado, inteligente y luchador. Sabe exprimir la vida, también la nueva, la que transcurre a este lado del Mediterráneo, en España. Ha conseguido un trabajo estable, habla el idioma perfectamente y no se pierde las fiestas de su barrio. Le gusta Madrid, por eso proyecta en la capital sus sueños.

El testimonio sencillo y reposado de Wasim rompe tabús, remueve conciencias, derroca estigmas y brinda dosis de esperanza.

Desde septiembre de 2015 el Ayuntamiento de Madrid luce esta pancarta en su fachada

Desde septiembre de 2015 el Ayuntamiento de Madrid luce esta pancarta en su fachada

España, cruce de caminos

“En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él en otros países”. Así reza el artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una afirmación, un derecho, que tiende a convertirse en utopía. O que, al menos, urge defender.

Los datos hablan por sí solos. A las cruentas -valga la redundancia- guerras que se disputan a lo largo del planeta, como la de Siria, Yemen, Irak o la cuenca del Lago Chad, entre otras, se suma la falta de vías seguras para alcanzar un lugar a salvo. Además, crecen las fronteras de concertinas y alambrada, pero también las invisibles, las que se escudan en tratados de la 'vergüenza' y corren el riesgo de calar en la sociedad.

En Europa, la autoproclamada tierra de los derechos humanos, 1.321.600 de personas solicitaron asilo en 2015, según datos de Eurostat. Otras 3.771 no tuvieron esa oportunidad, ya que, ante la falta de rutas legales y seguras, perdieron la vida en el Mediterráneo, tratando de alcanzar refugio en el Viejo Continente. Una trágica cifra, que va en aumento, ya que en lo que llevamos de año, se contabilizan 2.443 personas fallecidas en estas aguas y que pone entre las cuerdas al ya citado artículo 14.

Decenas de refugiados llegando en un bote hinchable a la isla de Lesbos

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España no es ajena a este panorama, ya que es un actor relevante en materia migratoria, en gran parte debido a la encrucijada de caminos que supone geográficamente.

La frontera sur, con Ceuta y Melilla, ha sido y sigue siendo escenario fundamental de los movimientos migratorios, convirtiéndose en la ruta más frecuente para acceder a España, pese a estar rodeada por una valla blindada. También allí se ubican los CETI (Centros de Estancia Temporal), destinados a la primera acogida de las personas migrantes y solicitantes de asilo que llegan a las ciudades autónomas.

Soldados españoles vigilan la valla que separa España de Marruecos a la altura de Castillejos

Soldados españoles vigilan la valla que separa España de Marruecos a la altura de Castillejos. Imagen de Anton Meres (Reuters)

Algunas organizaciones, como Amnistía Internacional, denuncian que en estos centros se dan situaciones de “hacinamiento, pobres condiciones higiénicas y sanitarias, problemas de seguridad y falta de escolarización de los menores”. Además, las personas que habitan los CETI carecen de libertad de movimiento, ya que solo pueden trasladarse al resto del territorio español “bajo la autorización de la autoridad gubernativa”.

En la Península, el sistema de acogida es diferente. Su funcionamiento ayuda a contextualizar los pros y contras a los que se tienen que enfrentar las personas refugiadas o solicitantes de asilo en nuestro país.

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En los últimos meses, especialmente desde el verano pasado, la cuestión de la crisis migratoria en Europa se ha colocado en primera plana de la opinión pública. La tristemente célebre foto del pequeño Aylan sin vida en la orilla conmovió y golpeó conciencias. Aquel efecto también llegó a España.

Se convocaron manifestaciones y concentraciones de apoyo a las personas refugiadas, se activaron colectivos ciudadanos que, entre otras cosas, daban la bienvenida a quienes buscaban refugio a este lado del Mediterráneo y pasaban por las estaciones de autobuses rumbo al norte de Europa. Se reforzaron otras organizaciones con bagaje en la materia. Carteles de “refugees welcome” ondean en más de una institución pública y se decretaron “ciudades refugio”, con Barcelona como pionera.

En paralelo a la disposición ciudadana de ayuntamientos y gobiernos autonómicos, están las líneas de actuación del Gobierno central.

España tiene el compromiso de reubicar - traslado de personas que necesitan protección internacional de un Estado miembro de la UE a otro- a un total de 17.500 personas refugiadas, aunque hasta la fecha solo han llegado 124. En el marco de reasentamientos -traslado de personas que necesitan protección internacional en un tercer país, desde un Estado ajeno a la UE, como Turquía o Líbano-, por el momento no hay ninguna persona en España, frente a las 6.434 en el resto de suelo comunitario. A pesar de todo, no hay que olvidar que a nuestro país también llegan otras personas solicitantes de asilo por sus propios medios.

Por otro lado, todos los diputados salvo los del Partido Popular, es decir, 227 de los 350, consideraron ilegal el acuerdo entre la UE y Turquía. Un rechazo que no afectó a la decisión del presidente en funciones, Mariano Rajoy, de respaldar el tratado ante el Parlamento europeo.

La mirada de los expertos

En un intento por desplegar dificultades y ventajas de las personas refugiadas en nuestro país, que inviten a la reflexión y la empatía hacia este fenómeno, que no es nuevo, pero sí que ha despertado especial interés en los últimos tiempos, recolectamos opiniones de diferentes organizaciones y colectivos.

Cristina Manzanedo

Red Solidaria de Acogida

Mónica López Martín

CEAR

María Jesús Vega

ACNUR

Amer Hijazi

Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio

Créditos

Fotografía: Olmo Calvo

Texto: Fabiola Barranco

Vídeo: Olmo Calvo y Fabiola Barranco

Formato: Brenda Valverde y Luis Rodríguez