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El dictador que promete “rajar” a los gais prohíbe ahora la música en Ramadán
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GAMBIA y el GUIÑO A LAS PETROMONARQUÍAS

El dictador que promete “rajar” a los gais prohíbe ahora la música en Ramadán

Gambia lleva 21 años bajo la bota de Yahya Jammeh, un autócrata excéntrico que dice “curar el sida”. Cree en la magia negra y ha convertido el país en una república islámica

Foto: El presidente de Gambia, Yahya Jammeh, durante una cumbre del Ecowas, en Dakar. (Reuters)
El presidente de Gambia, Yahya Jammeh, durante una cumbre del Ecowas, en Dakar. (Reuters)

Cuando por obra y gracia de su presidente, Yahya Jammeh, Gambia pasó a convertirse en una república islámica en diciembre de 2015, el país alcanzó el hito de ser probablemente el único Estado musulmán cuya empresa más importante es una fábrica de cerveza, Banjul Breweries Ltd. De sus instalaciones salen las botellas de Julbrew, una de las bebidas favoritas de los habitantes de esta pequeña excolonia británica empotrada en el sur de Senegal, casi todos musulmanes (90%), que en su mayoría practican la tolerante versión africana de esa religión y no tienen reparos en beber alcohol, salir de fiesta o casarse con cristianas.

A principios de este año, el Gobierno gambiano emitió un decreto que obligaba a las funcionarias -incluidas las cristianas- a llevar velo. La oposición popular a esta medida obligó al Ejecutivo a retirar la ley. Pero las autoridades gambianas no se dan por vencidas. La semana pasada, al inicio del mes de Ramadán, sagrado para los musulmanes, un comunicado de la Policía gambiana vetó “todas las ceremonias y festividades que impliquen percusión, cantos o danzas”, tanto de día como de noche, durante el mes de ayuno. A los infractores ya se les ha advertido que “no habrá ninguna indulgencia”, declaró un portavoz policial a la agencia francesa AFP.

La medida, según analistas como Baba G. Jallow, historiador gambiano citado por la BBC, no es sino un guiño a los ricos y conservadores países petroleros del Golfo Pérsico para que financien una economía al borde del abismo. Un fracaso económico que tiene mucho que ver con los 21 años que Yahya Jammeh lleva en el poder, al que llegó mediante un golpe de Estado en 1994. Desde entonces, Gambia se ha convertido en uno de los países más represores del mundo, en el que la tortura, las desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales de políticos, periodistas y simples ciudadanos son el pan de todos los días, denunció Human Rights Watch en 2014.

El informe de la organización humanitaria acerca de Gambia provocó que la Unión Europea suspendiera una ayuda de 14,2 millones de dólares, lo que explica el renovado fervor islámico de Jammeh, dirigido a captar fondos en países como Qatar o Kuwait. Ya en marzo de ese mismo año, el presidente gambiano había eliminado el inglés como lengua vehicular del país e impuesto en su lugar el árabe, un idioma del que la mayoría de sus compatriotas solo conocen, y de memoria, las oraciones musulmanas.

Caza al gay: “Si os atrapo, nadie os volverá a ver”

Entre los muchos exabruptos verbales que le han valido a Jammeh ser calificado por la revista 'Jeune Afrique' de “sátrapa ubuesco”, destacan las diatribas contra los gais y lesbianas que en 2013 le catapultaron con honores a la lista de gobernantes más homófobos del mundo de Human Rights Watch. Gambia no solo es uno de los 38 países africanos donde la homosexualidad está penada, sino que, en octubre de 2014, su presidente firmó un decreto en el que elevaba la pena por el delito de homosexualidad a la cadena perpetua, lo que motivó que EEUU anulara el acuerdo de libre comercio con el país africano.

El sida no es la única dolencia con la que el autócrata promete acabar. Y para demostrarlo, en una ocasión obligó a sus ministros a ejercer de cobayas de sus pociones mágicas

Las autoridades llevan a cabo a menudo redadas contra los homosexuales, incluso cuando se trata de menores de edad. En noviembre de 2015, ocho personas de ambos sexos, incluido un chico de 17 años, fueron detenidas en una de estas cacerías. Según denunció Amnistía Internacional, tras ser conducidos a la sede de la Agencia Nacional de Inteligencia del país, se les amenazó con introducirles un “aparato” en el ano o la vagina para determinar su orientación sexual si no confesaban inmediatamente que eran homosexuales.

Yahya Jammeh no pierde ocasión de denostar públicamente a los gais. Por ejemplo, como cuando, en un discurso ante una multitud en la ciudad de Farafeni en 2014, prometió que “rajaría la garganta” a todo hombre que practicara sexo con un varón en Gambia. "Si usted es un hombre y quiere casarse con otro hombre en este país, como les capturemos, nadie los volverá a ver y ningún blanco podrá hacer nada al respecto", continuó. En otra ocasión, el dictador definió a los homosexuales como “alimañas” y les advirtió de que si los atrapaba se “arrepentirían de haber nacido”.

En una reciente entrevista con 'Jeune Afrique', Jammeh fue aún más lejos: "La homosexualidad no es africana, no es humana. Y creo que es importante que lo diga porque es una amenaza para la humanidad. La homosexualidad no será tolerada en este país. Los occidentales pueden decir lo que les parezca y si los homosexuales les gustan tanto, que manden aviones y se los lleven a sus países. Que vengan a buscarlos, yo no se lo impediré".

Si los gais no son de su agrado, tampoco las lesbianas gozan de sus simpatías. Para justificar el carácter supuestamente 'antinatural' de esta opción sexual, Jammeh ha llegado a hacer afirmaciones tan peregrinas como que sería necesario “homenajear” a las gallinas porque él nunca ha visto “una que sea lesbiana”. En la misma línea de admiración a las aves de corral, otro día hizo saber a su público que tampoco “había visto nunca a un pollo o a un pavo homosexual".

Muertes bajo detención: “¿Cuál es el problema?”

El hombre que ha pronosticado que gobernará Gambia “1.000 millones de años, si Alá quiere”, se presentará en diciembre a su cuarta reelección. Su intención de no abandonar el poder, que no se molesta en ocultar, se ha plasmado en una campaña de represión contra la oposición que en abril se tradujo en la muerte, mientras estaba detenido, de Solo Sandeng, secretario nacional de organización del opositor Partido Democrático Unido (UDP, en sus siglas en inglés). Sandeng había sido arrestado con otros miembros de su partido mientras participaba en una protesta pacífica.

El asesinato de este opositor suscitó las protestas de Amnistía Internacional y la petición por parte del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de una investigación. En la entrevista que concedió a 'Jeune Afrique', Yahya Jammeh aludió a este asunto en estos términos: "Gente que muere bajo detención o mientras estaban siendo interrogados: ¿dónde está el problema? Es algo común. Ban Ki-moon y Amnistía pueden irse al infierno. No ordenaré ninguna investigación".

"Para los occidentales, que están acostumbrados a jefes de Estado africanos que tienen la misma independencia que Mickey Mouse, yo no puedo ser otra cosa que un dictador, por lo que estoy orgulloso de ello"

Tampoco el asesinato a tiros en plena calle del periodista Deyda Hydara -en que los críticos del presidente ven la mano del régimen y que sigue sin esclarecerse, 12 años después- conmueve lo más mínimo a Jammeh: "Otras personas han muerto en este país, ¿qué tiene de especial Deyda Hydara?”.

A Yahya Jammeh no solo no le molesta que se le defina como un dictador, sino que ve en ello una señal de su independencia hacia Occidente. En la entrevista citada, sostiene que “para los occidentales, que están acostumbrados a jefes de Estado africanos que no son más que ‘sí señor, sí señor’ y tienen la misma independencia que Mickey Mouse, yo no puedo ser otra cosa que un dictador, por lo que estoy orgulloso de ello".

Las pócimas contra el sida de Jammeh

Pese a haber declarado que su país es una república islámica -en realidad, todavía no se ha modificado la Constitución que define al Estado como laico-, Jammeh cree en los remedios tradicionales y en la magia negra, una creencia que choca con los principios del islam.

En 2007, el presidente gambiano anunció que era capaz de curar el sida con un bálsamo de hierbas medicinales cuya composición solo él conocía. Acto seguido, instó a los enfermos a abandonar el tratamiento con antirretrovirales. Su 'terapia' alternativa consistía en aplicar una pomada verdosa sobre el cuerpo del interesado al tiempo que pronunciaba diversos versículos del Corán.

El sida no es la única dolencia con la que el autócrata promete acabar. También asegura poseer el secreto de la curación de la hipertensión y el asma. Y para demostrarlo, en una ocasión obligó a sus ministros a ejercer de cobayas de sus pociones mágicas. De forma poco sorprendente, todos ellos confirmaron la eficacia de los remedios del presidente.

La creencia de Jammeh en la magia negra y la brujería es todavía más peligrosa que su amor por las hierbas medicinales. En 2009, tras la muerte de una tía -un deceso que él atribuyó a algún encantamiento-, ordenó detener a un millar de gambianos a los que acusó de practicar la brujería. Después mandó que se les obligara a ingerir una serie de brebajes alucinógenos que mataron a algunos de ellos.

Sobre la ropa interior “occidental”

Siguiendo el estilo paternalista que suele caracterizar a los dictadores, el presidente gambiano no se priva de opinar sobre ningún aspecto de la vida de los gambianos, incluso los más íntimos. Y pese a que las gambianas tienen una media de cinco hijos, Yahya Jammeh considera que en su país la infertilidad es un problema. ¿Su origen? La ropa de estilo occidental: "Las mujeres de este país se enfrentan a la infertilidad y todo tipo de problemas de salud. Sus partes íntimas necesitan tomar el aire para poder funcionar. ¿Cómo van a poder concebir si se ponen pantalones ajustados y ropa interior? Si queréis tener hijos, debéis cambiar vuestra forma de vestir", sermoneó el presidente a las mujeres de su país durante una de sus alocuciones públicas.

Para remachar este alegato en favor de lo que definió como “partes íntimas asfixiadas”, el presidente aseveró: “Los pantalones ajustados y la ropa interior son ajenos a nuestra cultura".

Incluso cuando Yahya Jammeh toma alguna decisión acertada, el dictador la estropea después con su discurso de odio. Por ejemplo, cuando prohibió la mutilación genital femenina, una práctica ampliamente extendida en Gambia, una medida positiva que luego se vio empañada cuando amenazó a las curanderas que practican la ablación con mutilar a su vez sus genitales como castigo, algo inútil, toda vez que la mayoría de mujeres -por no decir todas- que llevan a cabo esta práctica la han sufrido antes ellas mismas siendo niñas.

La felicitación de Boko Haram

Aunque de momento las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, al menos que se sepa, han hecho caso omiso de la campaña de seducción que los expertos ven en la decisión de Jammeh de convertir su país en república islámica, alguien sí ha acogido con alborozo su anuncio: Boko Haram, la brutal organización terrorista nigeriana, que se apresuró a felicitar al presidente gambiano después del anuncio.

Lo chusco del personaje, su incontinencia verbal, sus loas a la heterosexualidad sin mácula de gallinas y pollos y sus excentricidades pueden resultar tragicómicas pero, como recuerda el experto Hamidou Anne en un artículo de 'Le Monde', las ocurrencias de este dictador no deben hacer olvidar el sufrimiento de los gambianos y la “locura destructiva” de un autócrata “que pretendía ser Thomas Sankara [el revolucionario presidente de Burkina Faso asesinado en 1987]” y “ha terminado siendo Ubú Rey”.

Cuando por obra y gracia de su presidente, Yahya Jammeh, Gambia pasó a convertirse en una república islámica en diciembre de 2015, el país alcanzó el hito de ser probablemente el único Estado musulmán cuya empresa más importante es una fábrica de cerveza, Banjul Breweries Ltd. De sus instalaciones salen las botellas de Julbrew, una de las bebidas favoritas de los habitantes de esta pequeña excolonia británica empotrada en el sur de Senegal, casi todos musulmanes (90%), que en su mayoría practican la tolerante versión africana de esa religión y no tienen reparos en beber alcohol, salir de fiesta o casarse con cristianas.

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