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'Ley Italicum': la política italiana se españoliza mientras la española se italianiza
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la medida busca acabar con la fragmentación

'Ley Italicum': la política italiana se españoliza mientras la española se italianiza

Mientras en España se consuma el final del bipartidismo, Italia acaba de aprobar una nueva ley electoral que potencie la estabilidad, lo que llaman un "sistema español modificado"

Foto: Una persona pasa delante de los candidatos electorales a la alcaldía de Roma, el 1 de junio de 2016 (Reuters)
Una persona pasa delante de los candidatos electorales a la alcaldía de Roma, el 1 de junio de 2016 (Reuters)

“Es la España de hoy, pero se parece a la Italia de ayer”, aseguró Matteo Renzi el día siguiente a nuestras elecciones generales del 20 de diciembre. El Parlamento había quedado tan dividido que, ya se intuía entonces, iba a ser casi imposible formar un Gobierno. Y eso, en el país de la bota, que ha visto 62 gobiernos en 69 años, suena bastante familiar. “Bendita sea nuestra [nueva ley electoral] Italicum, porque con ella hemos borrado cualquier baile postelectoral”, añadía el jefe de Gobierno italiano. “Habrá un ganador claro y una mayoría capaz de gobernar; estabilidad, sentido común y certezas. Y punto”.

La ironía de la Historia ha querido que, justo en el momento en que España se pasa al multipartidismo de facto, Italia haya aprobado una nueva legislación electoral que imita el bipartidismo hispano hasta el punto de que en un principio se la conocía como “sistema español modificado”. Italicum, como popularmente se llama a la 'Disposizioni in materia di elezione della Camera dei deputati', entra en vigor este 1 de julio. “No se parece tanto a la ley electoral española, pero el objetivo es el mismo [que el de la Ley D’Hont]: garantizar la gobernabilidad”, asegura a El Confidencial Pablo Simón, profesor de la Carlos III. “La prima de escaños que da al partido que consiga la mayoría favorece la creación de coaliciones antes de los comicios, es decir, la concentración preelectoral de partidos”.

Se establecen 100 circunscripciones que eligen entre tres y nueve escaños dependiendo de su tamaño. En la primera vuelta quedan fuera todos aquellos partidos minoritarios que no consigan al menos un 3% de los votos. Si hay algún partido o coalición que tenga más del 40% de los votos, se le entrega automáticamente 340 escaños, el 40% del total de 630. El resto se reparten proporcionalmente, salvo 12 asientos que se reservan para los representantes de los italianos en el extranjero y uno para la región de especial del Valle de Aosta. Si, en cambio, nadie consigue un 40%, se realiza una segunda vuelta. El partido más votado, aunque sea por unas décimas, se lleva un “premio” de 50 escaños que le da la llave del Gobierno. Hay muchas normas más: como que no puede haber más del 60% del mismo sexto en las listas presentadas o que se garantiza el voto a los estudiantes Erasmus.

Además, en otra modificación que aún tiene que ser aprobada en referéndum, previsiblemente en octubre, se pone fin al sistema bicameral puro, desactivando gran parte del poder actual del Senado: hasta ahora legislaba al mismo nivel que el Congreso (Cámara de los Diputados), pero con la reforma propuesta su poder se diluye hasta quedar convertido en una cámara casi irrelevante, más parecida a la española.

¿Fin a la inestabilidad?

Que Italia necesitaba una reforma electoral pocos lo ponen en duda. La inestabilidad política es parte del cóctel que ha llevado a esta potencia industrial, cuarta economía del euro, al estancamiento, con crecimientos que oscilan alrededor del 1%, y una deuda pública de 2,2 billones de euros, el 132% de su Producto Interior Bruto. Sufrió en 2011 la vejación de ver cómo su jefe de Gobierno, Silvio Berlusconi, tenía que dimitir, por presiones europeas, para dejar paso al tecnócrata Mario Monti. Y eso que 'Il Cavaliere' había sido el primer ministro que más había durado: cuatro años. Antes ni siquiera agotaban la legislatura.

Leyes electorales ha habido muchas. En 1993, en un contexto de escándalos de corrupción y mafia y del movimiento Manos Limpias, el actual presidente, Sergio Mattarella, llevó a cabo una reforma del sistema conocida como 'Mattarellum', que tuvo poco éxito. Vendrían otras, como la 'Tatarellum' de 1995 o la conocida como “guarrada” o 'Porcellum' (quien logra mayoría de votos obtiene la mayoría automática del Congreso) de 2005, que Berlusconi aprobó unos pocos meses antes de las elecciones y con la que quería frenar el ascenso de Romano Prodi, con tan mala suerte de que éste al final le ganó por unas décimas.

En 2014, Matteo Renzi, entonces alcalde de Florencia, se hizo primero con la jefatura del Partido Democrático (una coalición de socialdemócratas, democristianos de izquierdas, liberales sociales y socialistas) y después con la jefatura del Gobierno. Se sumerge inmediatamente un frenesí de entrevistas con el jefe de la oposición, Berlusconi, y ambos llegan a un acuerdo de lanzar una reforma que garantice la gobernabilidad de Italia, germen de la ley actual.

Los analistas subrayan que casi tan importante como la forma de elegir a los miembros de la Cámara de los Diputados es la “destrucción” del sistema bicameral puro hasta ahora vigente. Un sistema que podría tocar a su fin en octubre, con la convocatoria de un referéndum para modificarlo que al parecer tiene todas las de ganar.

Un futuro incierto, pero un gobierno estable

“En Italia, un proyecto de ley se aprueba primero en la Cámara, después va al Senado y, si éste añade enmiendas, tiene que volver a la Cámara para aprobarse tal y como está. Si no, otra vez al Senado, y así sucesivamente hasta que ambas lo aprueban sin ningún cambio”, explica Pablo Martín de Santa Olalla, profesor de la Universidad de la Rioja y autor de ‘El laberinto italiano' y de 'Matteo Renzi: El hombre que ha cambiado la política italiana’. En España, por el contrario, se “inutilizó” el Senado durante la transición: puede introducir enmiendas, pero el Congreso puede ignorarlas. Sólo le resta capacidad de bloqueo para las constitucionales.

“El Senado, además, hizo caer en 2008 a Romano Prodi; él tenía una mayoría en esa cámara, pero Berlusconi compró a unos cuantos senadores, perdió la confianza, y lo tumbaron”, dice Martín de Santa Olalla. Ahora va a quedarse, si pasa el referéndum que eventualmente se convocará, en una cámara de segundo nivel, sólo para cuestiones constitucionales concretas y asuntos regionales.

¿Cómo va a cambiar la realidad política con estos ajustes? “Lo esperable es que cuando se convoquen elecciones, en principio en 2018, se presenten la Liga Norte, la Alianza Nacional (ahora Futuro y Libertad) y Forza Italia como única coalición de derechas; el Partido Democrático, la coalición de centro izquierda de Matteo Renzi; y el Movimiento 5 Estrellas”, explica Martín de Santa Olalla.

De aquí surge otra similitud más entre España e Italia. Con esta nueva ley y estos tres grandes grupos electorales, es más que probable que la batalla política se libre entre la izquierda. Es posible, según las encuestas, que el Movimiento 5 Estrellas realice el 'sorpasso' al Partido Democrático de Renzi. “Luigi di Maio, el heredero natural de Beppe Grillo, tiene mucho tirón. Es un joven de 30 años, al estilo de Alberto Garzón, y que no está tan quemado como Grillo, porque ya se ha visto que no sabía gobernar. El Movimiento está ahora a sólo cuatro puntos de Forza Italia o del Partido Democrático, entre otras cosas porque están limpios de corrupción en los ayuntamientos donde gobiernan y, aunque son populistas, no son de extrema izquierda”.

“Es la España de hoy, pero se parece a la Italia de ayer”, aseguró Matteo Renzi el día siguiente a nuestras elecciones generales del 20 de diciembre. El Parlamento había quedado tan dividido que, ya se intuía entonces, iba a ser casi imposible formar un Gobierno. Y eso, en el país de la bota, que ha visto 62 gobiernos en 69 años, suena bastante familiar. “Bendita sea nuestra [nueva ley electoral] Italicum, porque con ella hemos borrado cualquier baile postelectoral”, añadía el jefe de Gobierno italiano. “Habrá un ganador claro y una mayoría capaz de gobernar; estabilidad, sentido común y certezas. Y punto”.

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