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"¿Sueles practicar sexo en grupo?" Parte de Brasil culpa a la joven de la violación masiva
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EL PAÍS DONDE VIOLAR EQUIVALE A IMPUNIDAD

"¿Sueles practicar sexo en grupo?" Parte de Brasil culpa a la joven de la violación masiva

Ha sido necesaria la brutal violación de una joven para que Brasil debata sobre algo que nadie quiere afrontar: la cultura de la violación. Hay una cada 11 minutos. Pocas víctimas denuncian

Foto: Manifestantes durante una protesta contra la violencia sexual y el acoso, en Río de Janeiro, el 27 de mayo de 2016 (Reuters).
Manifestantes durante una protesta contra la violencia sexual y el acoso, en Río de Janeiro, el 27 de mayo de 2016 (Reuters).

“Estoy llena de odio”. Maíra Kubík, doctora en Ciencias Sociales y profesora de Género y Diversidad en la Universidad de Salvador de Bahía, no consigue olvidar que en Brasil se registran 47.000 violaciones cada año, es decir, una cada 11 minutos. “Experimentamos cotidianamente la posibilidad o la realidad de ser violadas, pegadas, de morir, en general a manos de nuestros familiares y/o compañeros, antiguos o actuales”, señala.

El caso de la adolescente violada por al menos 33 hombres en una favela de la periferia de Río de Janeiro ha sacudido hasta los cimientos a la sociedad brasileña. Ha sido necesario un suceso tan brutal y despiadado para generar un profundo debate sobre un tema que todos conocen, pero que nadie quiere afrontar: la llamada cultura de la violación.

No es la primera vez que una violación en grupo se convierte en noticia dentro y fuera de las fronteras del país tropical. En 2013, una joven turista estadounidense fue secuestrada junto a su novio en un bus no oficial que unía la playa de Copacabana con el barrio bohemio de Lapa, y fue violada durante horas por tres hombres, delante de su chico esposado. Fue una noche de terror en que los atracadores abusaron al menos ocho veces de la joven extranjera. “Ellos se reían con sarcasmo todo el tiempo, principalmente cuando hacían sexo y la pegaban”, relató el novio a la Policía.

“Nadie espera ser asaltado dentro de Disneylandia, esposado y maltratado. Copacabana es nuestra Disneylandia. Estamos tristes y decepcionados. Por la importancia turística de la zona, nunca nadie esperó un caso como ese”, dijo en su momento el presidente de la Asociación Brasileña de la Industria de Hoteles, Alfredo Lopes, sin hacer mención alguna a la violación.

En aquella ocasión, los tres responsables fueron identificados gracias a las grabaciones de las cámaras de seguridad de una gasolinera, arrestados y condenados a un total de 120 años de cárcel. Sin embargo, el caso generó mucha polémica cuando, en medio del eco mediático que suscitó, decenas de mujeres denunciaron haber sido violadas en este tipo de vehículos en la zona norte, en medio de una impunidad generalizada. “En este caso, las autoridades han reaccionado porque era una turista extranjera y porque ha sucedido en Copacabana. Si fuese una mujer negra y pobre, la Policía no habría ni abierto la investigación”, dijo a la prensa una joven que aseguró haber sufrido acoso sexual en un autobús en varias ocasiones.

Dos detenidos por la violación colectiva a una joven

No en vano, en el metro de Río de Janeiro hay un vagón reservado exclusivamente a ellas. La mujer brasileña está expuesta a muchos tipos de violencia, y peor aún, casi nunca lo denuncia, consciente de que los responsables no serán perseguidos. De hecho, solo el 35% de los casos de violencia sexual son notificados a las autoridades. Entre los motivos que apartan a las mujeres de la comisaría, destacan la vergüenza que sienten las víctimas, el sentimiento de culpa o el miedo a ser juzgadas y maltratadas por aquellos de quienes deberían recibir apoyo y ayuda, tanto en casa como en comisaría o en el hospital.

Parte de Brasil culpa a la víctima

En este sentido, la conducta del comisario de la Policía de Río de Janeiro, que negó que se produjera un violación en el reciente caso de la adolescente e incluso llegó a preguntarle durante el interrogatorio si era su costumbre practicar sexo en grupo, representa la regla más que una excepción. Alessandro Thiers, delegado titular de la Comisaría de Represión de los Crímenes de Informática (DRCI), ha sido alejado del caso, que ha pasado ahora a la jurisdicción de la Comisaría de la Víctima Infantil y Adolescente (DCAV).

La conducta del comisario de la Policía de Río, que negó que se produjera un violación e incluso llegó a preguntarle durante el interrogatorio si solía practicar sexo en grupo, representa la regla más que una excepción

Mientras tanto, médicos y psicólogos se afanan para encontrar pruebas de la violación masiva, y la abogada de la adolescente recuerda que la palabra de la menor es suficiente ante la ley y que el simple hecho de haber publicado el vídeo en las redes sociales ya es un crimen. Al mismo tiempo, una parte de la sociedad brasileña intenta demostrar que la supuesta violación fue consensuada. Las pruebas de esta teoría serían unos audios de autoría desconocida y unas fotos de la víctima armada, que circulan hace días por Facebook y grupos de WhatsApp. “Ella solía ir a la favela a comprar drogas y estaba liada con un narcotraficante. Tiene 16 años y ya tiene un hijo, No es trigo limpio”, asegura a El Confidencial un guardia de seguridad.

“Si te quedas en silencio delante de situaciones de violencia de género, siento informarte de que has optado por la salida fácil de la delincuencia social”, advierte en su columna de opinión el periodista Leonardo Sakamoto, presidente de Repórter Brasil, la ONG brasileña que lucha contra todo tipo de esclavitud. “Peor que el silencio es la cantidad de mierda que sueltan ellos para justificar el estupro [violación]”, señala Vanessa, profesora de instituto.

Un político: "No la violo porque no se lo merece"

La llamada 'cultura de la violación' está muy presente incluso en la política brasileña. A finales de 2014, el diputado ultraderechista Jair Bolsonaro se dirigió en el Parlamento a una diputada del Partido de los Trabajadores (PT) que había elogiado el trabajo de la Comisión de la Verdad, que investiga los crímenes cometidos durante la dictadura militar, en estos términos: “No la violo porque no se lo merece”. Sus declaraciones fueron rechazadas por feministas e intelectuales sin que hubiese ningún tipo de castigo formal o real dentro de la Cámara de Diputados. Cabe destacar que Bolsonaro será candidato en las próximas elecciones presidenciales de 2018 y que los sondeos muestran que su popularidad está creciendo.

Por lo pronto, el Gobierno de Temer acaba de eliminar el Ministerio de la Mujer, al mismo tiempo que el actor porno Alexandre Frota se ha reunido la semana pasada con el nuevo ministro de Educación para presentarle propuestas en este ámbito. El encuentro, de por sí bizarro, adquiere tintes grotescos si tenemos en cuenta que Frota es conocido por sus chistes (malos) sobre la violación, que vierte sobre los telespectadores desde los platós televisivos.

Para completar el panorama, hay que recordar que el diputado federal Pedro Paulo Teixeira, candidato a la alcaldía de Río de Janeiro en las elecciones de octubre, ha sido acusado de agredir a su mujer a puñetazo limpio y con patadas, algo que el gabinete de prensa del actual alcalde, Eduardo Paes, reconoció tarde y mal. El caso se ha convertido el pasado mes de marzo en un teatro del absurdo cuando la esposa del candidato, Alexandra Marcondes, declaró que fue ella quien agredió a Pedro Paulo.

La agitación social creada por esta violación en masa, que recuerda poderosamente al caso de la mujer agredida en un autobús de la India, está lejos de darse por concluida en Brasil. Es probable que la barbaridad y la gravedad de este último (y enésimo) episodio contribuyan a un despertar colectivo de la sociedad brasileña. “Declare 0% de tolerancia a la gente machista, racista, homófoba, calumniadora, injusta, inclusive de su familia. Será una persona non grata, pero va a ayudar a cambiar el mundo”, concluye la fotógrafa carioca Patricia Gouvêa.

“Estoy llena de odio”. Maíra Kubík, doctora en Ciencias Sociales y profesora de Género y Diversidad en la Universidad de Salvador de Bahía, no consigue olvidar que en Brasil se registran 47.000 violaciones cada año, es decir, una cada 11 minutos. “Experimentamos cotidianamente la posibilidad o la realidad de ser violadas, pegadas, de morir, en general a manos de nuestros familiares y/o compañeros, antiguos o actuales”, señala.

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