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Segunda jornada de Rivera en Caracas: palabras, gritos y silencio
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RODEADO SIEMPRE DE CÁMARAS

Segunda jornada de Rivera en Caracas: palabras, gritos y silencio

El líder de Ciudadanos visita el país entre fuertes medidas de seguridad invitado por la Asamblea Nacional

Foto: El líder del partido español Ciudadanos (oposición) Albert Rivera (2-d) posa con el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela Henry Ramos Allup (Efe)
El líder del partido español Ciudadanos (oposición) Albert Rivera (2-d) posa con el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela Henry Ramos Allup (Efe)

El segundo día en Caracas del líder de Ciudadanos Albert Rivera puede resumirse así. Una jornada llena de encuentros a puerta cerrada, con diputados, con el líder de la oposición Henrique Capriles, con empresarios, pero también llena, de nuevo, de la nube de periodistas, fotógrafos y cámaras que siguieron sin tregua a cada paso público.

[Leer: Exteriores blinda a Rivera en Venezuela con vigilancia especial y noche en la embajada]

Palabras. La primera parada del día era en la Asamblea Nacional. Le regaló al presidente de la Asamblea Henry Ramos Allup su libro “El cambio sensato”. En la Comisión de Política Exterior, escuchó su curriculum completo a la vez que decían su nombre como si fuese inglés, “Álbert”. Rodeado de la imagen de Francisco de Miranda, prócer de la Independencia de Venezuela, con la Constitución Bolivariana de 1999 en la mano, dijo que el revocatorio era la salida de escape para Venezuela. Antes había dicho que es en la Asamblea donde reside la soberanía de los venezolanos, “parece una obviedad, pero en este país no lo es”. Reiteró la idea del diálogo y de que los españoles se prestaban para ayudar a Venezuela. No dijo cómo, pero sí que España consiguió la conciliación de dos bandos.

Héctor Breña, diputado del Podemos, partido que pertenece al autodenominado Bloque de la Patria en contraposición al de la Unidad (mayoría en el Congreso), lo interpeló, le dijo que mentía al pueblo español y reclamó a sus compañeros que por qué se le invitaba a él y no a alguien de Podemos (el de España esta vez), del PSOE o el Partido Comunista. Al quite salió el diputado por Voluntad Popular (Unidad) Freddy Guevara, presidente de la Comisión de Contraloría. Pidió que sí, que se invitara a la formación morada al país, pero para que explicaran el origen de su financiación.

Gritos. La turba de prensa lo siguió en la entrada y en la salida de la Comisión. Entre una y otra, la marcha chavista “Por la Paz y de en Defensa de la Mujer” que se había convocado para la mañana del martes, llegó a los alrededores de la Asamblea Nacional. Cientos de mujeres, y algún que otro hombre, que gritaron a las puertas del parlamento “y va a caer, y va a caer esta Asamblea va a caer”. Al rato, y durante unos minutos, la consigna cambió y pidieron “márchate, márchate, Rivera márchate”. La turba siguió gritando arengas en el mismo municipio (Libertador de Caracas) donde la oposición tiene prohibido manifestarse “para evitar que desestabilicen”.

No pudo visitar al exalcalde

Distinta actitud la de las muchas mujeres que se acercaron a la Asamblea Nacional para alabar las bonanzas de Albert Rivera. Entre susurros y de unas a otras, muchas se dijeron que allí estaban por el tema político, sí, pero también para “bucearse” (recrearse la mirada viendo a alguien de arriba a abajo) al catalán. Hasta se tomaron su foto para el recuerdo.

Un poco más a los gritos fue la llegada de Rivera a la casa del alcalde opositor Antonio Ledezma, quien cumple condena en arresto domiciliario. Allí, más de una dijo a grito pelado que “además de inteligente e interesado por el país, estaba bello”. Alguna quiso llegar a algo más que las palabras y, nada más salir el político del coche, lo agarró y trató de robarle un beso.

Pero también fueron a gritos los cantos de “liberen a Ledezma, liberen a Ledezma” que propinaron sus seguidores, alrededor de la casa. Con Lilian Tintori en la comitiva, Rivera llegó para conversar con el alcalde, previa petición a las autoridades.

Silencio. El permiso nunca llegó y, ya a las puertas de la residencia, un representante del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), la policía política del país, le dijo a Rivera que no podía entrar. “El alcalde electo no sólo está preso, está incomunicado, no nos dejan verle y escucharlo, y su régimen no permite ni que hable ni que cuelgue un mensaje en las redes sociales”. Entonces, como si de un círculo (¿morado?) se tratara, en su segundo día volvió a lanzar una puya a sus contrincantes en España. “Aquellos que dicen que en Venezuela hay una plena democracia, que dicen que no hay presos políticos, sino golpistas, que dicen que hay una normalidad absoluta, les digo yo he visto algo que no es normal”.

El segundo día en Caracas del líder de Ciudadanos Albert Rivera puede resumirse así. Una jornada llena de encuentros a puerta cerrada, con diputados, con el líder de la oposición Henrique Capriles, con empresarios, pero también llena, de nuevo, de la nube de periodistas, fotógrafos y cámaras que siguieron sin tregua a cada paso público.

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