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Amnistía de armas en Los Ángeles: tu rifle por 100 dólares de comida
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la cifra de víctimas en tiroteos sube de nuevo

Amnistía de armas en Los Ángeles: tu rifle por 100 dólares de comida

Cientos de personas entregan sus armas a la policía a cambio de comida y anonimato absoluto. Hay de todo: legales, ilegales y robadas. Y la pistola de Sammy Davies Jr.

Foto: Agentes de policía durante la entrega voluntaria de armas en Los Ángeles (Foto: Eva Catalán).
Agentes de policía durante la entrega voluntaria de armas en Los Ángeles (Foto: Eva Catalán).

Un Ford antiguo, de esos de morro chato y alargado, en un color azul grisáceo, se acerca y frena cuando el policía le hace un gesto con la mano. Dentro, tres hombres jóvenes, de pelo rapado y rasgos eslavos, saludan inaudiblemente, casi sin levantar la vista. El policía abre el maletero. Saca dos rifles y tres pistolas. Las deja sobre la mesa plegable que hay en la acera y va comprobando, una a una, que no están cargadas. Después, mientras un compañero las coge y las mete en un camión, se gira hacia los ocupantes del Ford y da las gracias, los buenos días y un papelito naranja. El coche prosigue su camino y el detective grita: "¡Angie, dos rifles y dos pistolas!".

Angie, sentada pocos metros de distancia con un bloc de notas, apunta. Y llega otro coche. Y otro. En esta mañana gris y bochornosa de Los Ángeles, en el aparcamiento de un estadio al sur de la ciudad, los coches llegan por decenas y esperan pacientemente en una fila doble a su turno. Las armas se acumulan a cientos en contenedores negros de basura. Hay pistolas de última generación y rifles de los bisabuelos, alguna metralleta, muchas escopetas y unos cuantos fusiles de asalto. Acabarán todas (excepto las que, rastreadas, resulten ser robadas, que serán devueltas a su dueño legítimo) en un gran bloque de chatarra derretida y compacta.

A cambio de traer las armas a uno de los dos puntos de recogida reciben tarjetas regalo por valor de 100 dólares (200 si se trata de metralletas o fusiles de asalto) en un una cadena de supermercados

Conseguir un arma es legal y relativamente fácil según las leyes de California. Aunque se considera uno de los estados más restrictivos en control de armas (no se pueden llevar cargadas por la calle o en el coche y recientemente se aprobó una ley para que tengan que estar guardadas de manera segura en los hogares), lo cierto es que tras pasar un examen de antecedentes y de historial médico que cuesta 20$ se puede tener un arma en casa sin mayores problemas. Sin embargo, lo que no es tan fácil es deshacerse de ellas. Y por eso desde 2009, una vez al año, el Ayuntamiento de la ciudad en colaboración con el Departamento de Policía pone en marcha esa amnistía de armas para que quienquiera que tenga una y la quiera entregar de manera segura y sin que le hagan una sola pregunta, pueda hacerlo. A cambio de traerlas a uno de los dos puntos de recogida reciben tarjetas regalo por valor de 100 dólares (unos 90 euros, 200 dólares- 175€ si se trata de metralletas o fusiles de asalto) en un una cadena de supermercados.

Legislar para hacer más difícil la posesión de armas es un proceso difícil incluso en Los Ángeles, en cuyo Ayuntamiento todos los concejales, menos uno, son demócratas. La última medida restrictiva (prohibición de compra de fusiles automáticos) aprobada tras los atentados de San Bernardino, aún tuvo muchos detractores. De ahí las campañas que ponen el énfasis en convencer a los dueños en entregarlas voluntariamente.

placeholder Un agente de la policía de Los Ángeles durante la entrega voluntaria de armamento (Foto: Eva Catalán).
Un agente de la policía de Los Ángeles durante la entrega voluntaria de armamento (Foto: Eva Catalán).

El intercambio armas por comida resulta un éxito, a juzgar por la larga fila de vehículos de todo tipo y condición que hoy esperan su turno pacientemente. En los siete años que lleva el programa en marcha, se han recogido más de 15.000 armas de pistolas a fusiles de asalto. Los motivos por los que sus propietarios deciden entregarlas son tan variados como los modelos de coche y personajes que se ven este sábado en el aparcamiento del estadio deportivo de Los Ángeles; son heredadas, ya no las quieren, hay niños en la casa y resultan más peligrosas... Hay matrimonios ancianos, mujeres jóvenes, madres con sus hijas, hombres solos, hombres jóvenes en grupo, un amalgama de colores y edades que acreditan que, en lo que se refiere a posesión de armas, no hay un perfil social determinado.

'Si ayer mataste a alguien con una pistola y hoy nos la traes aquí, nadie te va a preguntar nada . Claro que, si hubieras matado a alguien, ¿vendrías hoy aquí?', explica el agente Mike López

Mike López, del Departamento de Policía, explica: "Si ayer mataste a alguien con una pistola y hoy nos la traes aquí, nadie te va a preguntar nada". La policía no coteja análisis balísticos de crímenes cometidos para averiguar si las armas entregadas anónimamente se han usado en alguno. Claro que, "si hubieras matado a alguien ayer, ¿vendrías hoy aquí?" pregunta retóricamente el agente López, que hace un gesto vago a todo lo que le rodea. Más de una decena de detectives están trabajando hoy a destajo sacando armas de maleteros, descargándolas, clasificándolas y guardándolas en los contenedores. Unos pasos más adelante, un grupo de voluntarios del Ayuntamiento se ocupa de, al mismo tiempo que entrega las tarjetas regalo, hacer un cuestionario voluntario y anónimo a los dueños de las armas entregadas: "¿Tiene menores en la casa? ¿Se siente más seguro ahora que entregó las armas?". La mayoría de las personas que entregan armas no tienen pinta de asesinos, desde luego.

Por ejemplo, David Reusch, un afable y barburdo señor en los 60 que se ha venido en su todoterreno para entregar "un AK-47 y un M4 de mi hijo, que vivía en Arizona, donde eran legales". Reusch no quiere líos y prefiere quitarse de en medio las armas que no son legales en California, pero él mismo tiene en casa una pistola y dos rifles. Le gusta ir al campo de tiro y practicar. "Si el AK-47 fuera legal, me lo habría quedado", confiesa. "No es que me sienta más seguro con ellas ni que las vaya a usar para defensa personal, pero me gusta tenerlas. Siempre he tenido armas cerca". Hoy se marcha con 400 dólares en comida que no han sido, asegura, la razón fundamental por la que ha venido: "Simplemente me quiero deshacer de ellas de manera segura y sin líos".

placeholder Agentes de la Policía de Los Ángeles reúnen las armas entregadas (Foto: Pilar Cebrián).
Agentes de la Policía de Los Ángeles reúnen las armas entregadas (Foto: Pilar Cebrián).

Sandra, una mujer de pelo ensortijado y grandes aros dorados en las orejas, tampoco ha venido por la comida. "Tenía estos rifles en casa, los he ido heredando, de familiares que han fallecido. Las armas son un peligro en manos de cualquiera, incluso de la policía. Y desde luego yo no voy a ir a una comisaría voluntariamente a nada. No sé para qué se han usado estas armas ni lo que se han hecho con ellas antes de que cayeran en mis manos, pero no las quiero tener en casa. Mira, de camino aquí me he encontrado con dos o tres esquinas con flores. Eso es gente que ha muerto, muerto a tiros seguramente. Yo estoy siempre avisando a la gente de mi iglesia de este tipo de programas. Deberían hacerlo más a menudo".

En Los Ángeles, después de una serie de años de disminución, empieza a subir de nuevo el número de víctimas de armas de fuego. El año pasado fueron 1100. En 2008 llegaron a ser 1700. El programa de amnistía está más dirigido a evitar accidentes (menores que se disparan jugando, ancianos que ya no están en plena posesión de sus capacidades mentales o físicas) y suicidios, sin embargo, que a disminuir estadísticas de crímenes (Que también están subiendo, por primera vez, desde 2003: los crímenes violentos han aumentado un 20% en el último año).

El agente López explica que las fechas en las que se ponen en marcha las amnistías, (el día antes de el día de la madre o unos días antes de Navidades) están estratégicamente elegidas para que la gente necesite ese dinero extra. Él no piensa que sea algo secundario. "Creo que la mayoría de la gente viene por el dinero. Si no ofreciéramos esos cheques regalo, dudo que tuviéramos tanto éxito de convocatoria". Tanto que a mitad de la mañana hay que llamar al otro punto de recogida, en el valle, para que traigan cheques extra porque se han agotado todos. Un señor ha aparecido con 12 rifles y se ha llevado más de 1000 dólares en comida.

Otro hombre muy mayor ha venido en autobús, con una pistola en el bolso. Una mujer latina de mediana edad llega andando, con dos rifles y cara de susto. "Yo me encontré esto en el garaje de la casa , cuando me mudé. Vivo con una nieta pequeña y me dan mucho miedo, no los quiero". Los rifles resultaron ser de juguete. Y la señora se vuelve a casa con las manos vacías. Resulta curioso la cantidad y lo realista de las armas de juguete o de balines que se entregan, a pesar de que no son parte del trato. "Yo creo que hay gente que cree que no nos vamos a dar cuenta", comenta un detective. Pero hay mucha gente que, en realidad, no lo sabe. Como Angie, que sigue apuntando y confiesa que ella, que es administrativa en la comisaría del centro de la ciudad, no sabe la diferencia entre una escopeta y un rifle.

placeholder Armas entregadas voluntariamente que los agentes clasifican en una mesa (Foto: Eva Catalán).
Armas entregadas voluntariamente que los agentes clasifican en una mesa (Foto: Eva Catalán).

Al final de la mañana, los cheques regalo se terminan (se han entregado 70.000 dólares en comida entre lo dos puntos de recogida) pero la gente que estaba en la cola decide entregar las armas de todas maneras, a cambio de nada. En total, 42 fusiles de asalto, 144 metralletas, 237 rifles, 364 pistolas o revólveres y 4 armas "de otro tipo" como un revólver bolígrafo. Las 791, excepto 12 que han resultado ser robadas, serán destruidas (días más tarde, en la rueda de prensa en la que presentaron los resultados de la campaña, el alcalde de Los Angeles, Eric Garcetti, enseñó a los medios una pistola de calibre 45 y de principios del siglo XX cuyo último dueño registrado resultó ser, una vez comprobado el número de serie, ni más ni menos Sammy Davies Jr, el mítico actor y cantante miembro del Rat Pack. Los tortuosos caminos por los que la pistola ha terminado entregada de manera anónima no se conocerán nunca, pero consta que no fue robada. Como dijo el alcalde: "Solo en Los Ángeles pasan estas cosas").

En otras ciudades de Estados Unidos como Tucson, Phoenix, Boston o Detroit, se realizan este tipo de campañas, no exentas de controversia puesto que para muchos ofrece una salida demasiado fácil para criminales que deberían ser activamente perseguidos. También hay los que, como un grupo de tres jóvenes barbudos con pancartas al otro lado del aparcamiento, se quejan de que la policía destruye indiscriminadamente armas antiguas con valor histórico.

Si esto pasa por la cabeza de los detectives, es imposible saberlo, y ellos se resisten a hacer comentarios. Se les ve relajados, e incuso bromean con algunos de los conductores que vienen a depositar sus escopetas. No todos se lo toman a bien. En una camioneta, tres hombres morenos y con gorras miran para otro lado y evitan cualquier tipo de contacto visual con lo agentes. Pero ellos siguen a su ritmo, descargando, tirando a la basura metralletas y pistolas aunque algunas, como exclama un detective, son buenas. "Madre mía", niega con la cabeza, "esta pistola vale por lo menos 1000 dólares...". Uno puede preguntarse, o no, por qué su dueño ha decidido deshacerse de ella. Pero más allá de los motivos, lo cierto es que hay armas de sobra en Los Ángeles. Y la pistola acaba, como todas, en el contenedor.

Un Ford antiguo, de esos de morro chato y alargado, en un color azul grisáceo, se acerca y frena cuando el policía le hace un gesto con la mano. Dentro, tres hombres jóvenes, de pelo rapado y rasgos eslavos, saludan inaudiblemente, casi sin levantar la vista. El policía abre el maletero. Saca dos rifles y tres pistolas. Las deja sobre la mesa plegable que hay en la acera y va comprobando, una a una, que no están cargadas. Después, mientras un compañero las coge y las mete en un camión, se gira hacia los ocupantes del Ford y da las gracias, los buenos días y un papelito naranja. El coche prosigue su camino y el detective grita: "¡Angie, dos rifles y dos pistolas!".

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