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Alemania podría encarcelar al cómico que llamó "follacabras" a Erdogan
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el líder turco ha abierto ya un proceso judicial

Alemania podría encarcelar al cómico que llamó "follacabras" a Erdogan

Jan Böhmermann se enfrenta hasta a tres años de prisión por un poema satírico que leyó en televisión. Una ley alemana prohibe el insulto a representantes extranjeros

Foto: Captura de pantalla del vídeo en el que Jan Böhmermann lee su poema satírico
Captura de pantalla del vídeo en el que Jan Böhmermann lee su poema satírico

El pasado 2 de marzo, el Ministro de Justicia turco Bekir Bozdag admitió que, desde agosto de 2014, se habían abierto un total de 1.845 procesos judiciales por “insultos al Presidente Recep Tayyip Erdogan”. Desde entonces, la cifra sigue creciendo. En Turquía, este tipo de casos se han convertido en una eficaz herramienta para reprimir las críticas contra Erdogan, hasta niveles delirantes (se ha llegado a juzgar a dos menores que arrancaron un póster durante la campaña electoral, y un camionero llegó a denunciar a su mujer por maldecir al Presidente cada vez que éste aparecía en televisión). Lo que nadie se esperaba es que este tipo de presión llegase hasta Alemania.

Quien lo ha descubierto en sus carnes es el cómico alemán Jan Böhmermann, quien ha visto cómo el mandatario turco presentaba una denuncia contra él en su propio país, por un poema satírico bastante explícito que leyó en su programa “Neo Magazin Royale”, emitido por la cadena pública ZDF el pasado 31 de marzo. Böhmermann podría incluso ir a la cárcel, debido a que ha violado un artículo poco conocido del Código Penal alemán, el 103, que penaliza “el insulto a órganos o representantes extranjeros”.

¿Insultó Böhmermann a Erdogan? Al mandatario turco, bastante poco amigo de la crítica, sin duda tuvo que sentarle como un tiro que el cómico le acusase de “reprimir minorías, golpear a kurdos y abofetear cristianos mientras mira porno infantil”. En otro pasaje le llama "Ziegenficker", literalmente “follacabras”. Algo que, a estas alturas, a nadie se le ocurriría ya hacer en la propia Turquía.

El Gobierno turco, como era de esperar, reaccionó pidiendo la cabeza de Böhmermann: el embajador en Alemania, Hüseyin Avni Karslioglu envió una nota diplomática al Ministerio de Exteriores alemán exigiendo que se abriese un procedimiento criminal contra el cómico. “Unos ataques que contienen semejantes insultos y se hacen con expresiones indecentes contra el Presidente de un país y un pueblo no tienen relación ni con la libertad de expresión ni con la libertad de prensa. Esto es un insulto y un crimen en cualquier parte del mundo”, declaró ayer Ibrahim Kalin, portavoz del ejecutivo turco.

Alemania, dividida

Ante el revuelo que levantó el poema, la canciller Angela Merkel se apresuró a declarar que lo desaprobaba y lo consideraba “deliberadamente insultante” e “inaceptable”. “El humor es parte de la libertad de expresión y prensa, pero no carece de límites”, afirmó Steffen Seibert, portavoz de Merkel. Aparentemente, el Gobierno alemán trataba de atajar la situación para evitar que Turquía decidiese llevar más lejos el asunto. Sin éxito, como se ha visto.

Según la ley alemana, Böhmermann podría ser sentenciado hasta a tres años de cárcel si se le halla culpable en un juicio. Pero las autoridades alemanas se encuentran divididas sobre cómo reaccionar ante el asunto: por un lado, el incidente llega en un momento en el que una Unión Europea liderada por Berlín necesita la cooperación turca en el acuerdo sobre la repatriación de refugiados. Por otro, plegarse a las exigencias de un Gobierno turco cada vez más autoritario en una cuestión como esta, relacionada con las libertades públicas, envía un mensaje peligroso. Según la revista “Der Spiegel”, la oficina de Merkel se encuentra en conversaciones con los Ministerios de Exteriores y Justicia para decidir una respuesta adecuada.

Matthias Döpfner, jefe ejecutivo del grupo mediático Axel Springer, ha hecho un llamamiento a solidarizarse con Böhmermann. En un artículo de opinión en el diario “Die Welt”, afirma que el poema ha conseguido con éxito “hacernos pensar sobre cómo una sociedad maneja la sátira, y más importante, la intolerancia a la sátira de los no-demócratas”. Otro cómico alemán, Dieter Hallervorden, ha escrito una canción en apoyo de su colega titulada “Erdogan, demándame”, que termina con la frase: "Erdogan, Alemania no es el Kurdistán". Y no han faltado voces que apuntan a que la poesía ofensiva, la llamada “Schmähgedicht”, tiene una larga tradición tanto en Alemania como en el resto del mundo. Aunque tampoco han faltado los críticos, que han considerado la actuación de Böhmermann innecesaria y excesiva. El debate, pues, está lejos de cerrarse en el país.

El pasado 2 de marzo, el Ministro de Justicia turco Bekir Bozdag admitió que, desde agosto de 2014, se habían abierto un total de 1.845 procesos judiciales por “insultos al Presidente Recep Tayyip Erdogan”. Desde entonces, la cifra sigue creciendo. En Turquía, este tipo de casos se han convertido en una eficaz herramienta para reprimir las críticas contra Erdogan, hasta niveles delirantes (se ha llegado a juzgar a dos menores que arrancaron un póster durante la campaña electoral, y un camionero llegó a denunciar a su mujer por maldecir al Presidente cada vez que éste aparecía en televisión). Lo que nadie se esperaba es que este tipo de presión llegase hasta Alemania.

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