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Obama, el bienaventurado, en La Habana
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¿Una visita para una nueva época?

Obama, el bienaventurado, en La Habana

En La Habana se respira una tranquilidad que no permite suponer la importancia de los acontecimientos que transcurren, los cuales determinarán el futuro del país.

Foto: El presidente Barack Obama a su llegada al aeropuerto de La Habana, el 20 de marzo de 2016 (Reuters).
El presidente Barack Obama a su llegada al aeropuerto de La Habana, el 20 de marzo de 2016 (Reuters).

A fuerza de visitantes ilustres, en los últimos años La Habana ha podido reconstruir varias de sus principales avenidas y hasta algún que otro edificio en peligro de venirse a abajo. Primero fueron los dos Papa, Benedicto y Francisco, quienes con diferencia de poco tiempo obligaron a 'maquillar' unos cuantos derrumbes, resanar calles y pintar con generosidad fachadas deslucidas por el tiempo. Ahora le ha tocado el turno al presidente Barack Obama, convertido en una suerte de Rey Mago tropical , impulsor de arreglos que tiempo atrás hubieran podido calificarse poco menos que de imposibles.

Santi es uno de los beneficiados-afectados por esta visita. Beneficiado, porque gracias a ella ya tiene agua constante en su apartamento del municipio Plaza de la Revolución (donde se ubican las principales instituciones del Gobierno nacional); afectado, porque el suceso lo ha obligado a paralizar durante unos días su “negocio”, Negocio es solo una forma de decir para la forma en que se gana la vida, no muy regular a todas luces, pues debe recelar cuando –como es el caso– se multiplican exponencialmente los policías que patrullan la ciudad. Pero nada de eso parece importarle. “Si te dijera que es porque me beneficié con el arreglo del salidero que teníamos a la entrada del edificio, estaría mintiendo. Lo que de verdad importa es Obama. Dejo de trabajar un mes si fuera necesario, lo que en definitiva hace falta ver es que trae 'el negro'”.

Obama llega a Cuba

En un contexto así, sobran las aclaraciones. Desde el 17 de diciembre del 2014, cuando el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos inició el proceso de normalización de las relaciones entre su país y Cuba, ninguna personalidad ha conseguido ganarse mejor la atención de los residentes en la Isla y de los cientos de miles de nacionales asentados en el exterior. Al amparo de sus decisiones muchos han tomado el camino de la emigración o el retorno, se han adoptado leyes y se han emprendido negocios. Incluso ha motivado chistes y canciones humorísticas. Ahora, como en una especie de clímax de toda esta historia, visita La Habana durante tres jornadas en que pueden resultar decisivas... para ambos países.

Cincuenta y cinco años después de que John F. Kennedy aprobara el establecimiento del Embargo contra Cuba (bloqueo en la terminología del gobierno comunista) un presidente tan singular como Obama da el paso que hasta ahora se perfilaba como imposible: viajar al “Imperio de los Castro”, y para mayor dramatismo, lo hace a plena luz del día, bajo un despliegue de prensa que ronda las fronteras del melodrama.

Desde hace semanas La Habana vive en medio de un ambiente extraño –mezcla de expectación y euforia– en el que lo mismo se habla de la visita que se intenta coronar los más insólitos sueños. El caso de Yunier lo confirma. Desde que se anunció que el equipo Cuba enfrentaría a una selección de las Grandes Ligas y que el ocupante del Despacho Oval lanzaría la primera bola, él se empeñó en hacerse con una de las 50.000invitaciones para presenciar el juego. “No quiero ni acordarme de todos los inventos que tuve que hacer, hasta hablé con un amigo para que me pusiera en el listado de la peña deportiva a la que pertenece. Por suerte, aquí casi todo se resuelve; no por gusto, dicen que lo único que no tiene solución es la muerte, aunque si se trata de un cubano..."

¿Una visita para una nueva época?

Horas antes del recorrido del mandatario norteño y su familia por el centro histórico de La Habana Vieja, uno de los reservorios de arquitectura colonial más impresionantes del continente, no se apreciaban mayores despliegues de seguridad en esa zona de la ciudad. De hecho, en la mañana la Catedral acogió los tradicionales servicios religiosos del Domingo de Ramos y hasta casi el mediodía numerosos turistas recorrían sus naves tomándose fotos. Unas cuantas cuadras más allá. la Plaza de Armas lucía sus tradicionales “galas” de fin de semana: ancianos con sus nietos y personas que paseaban o conversaban al amparo de sus frondosos árboles.

Ni siquiera cuando Obama y su comitiva llegaron al Palacio de los Capitanes Generales, donde radica el museo de la urbe, se hizo más evidente el dispositivo de protección en el que –según fuentes de El Confidencial– participan varios miles de efectivos del Ministerio del Interior de Cuba. Algunos vecinos incluso consideraron que cuando la visita del Papa Francisco resultaba más ostensible la presencia de “gente de la Seguridad”.

En general, en toda la ciudad se respira un ambiente de tranquilidad que a primera vista no permite suponer la importancia de los acontecimientos que transcurren, los cuales –durante los próximos dos días– determinarán el futuro del país.

“Es la calma de antes de la tormenta”, aclara en sordina un vecino de la parte más antigua de la capital cubana. “No es que vaya a haber algo de la disidencia ni nada de eso; a esa gente la tienen más que controlada, de eso usted puede estar seguro. Lo que mantiene a todo el mundo a la expectativa es lo que pueda salir del encuentro entre los dos presidentes. Algo tiene que cambiar: no sé si será que autoricen a los (norte)americanos a que viajen o que aquí de más facilidades para hacer negocios, pero lo cierto es que todo esto tiene que ser para mejor”.

A fuerza de visitantes ilustres, en los últimos años La Habana ha podido reconstruir varias de sus principales avenidas y hasta algún que otro edificio en peligro de venirse a abajo. Primero fueron los dos Papa, Benedicto y Francisco, quienes con diferencia de poco tiempo obligaron a 'maquillar' unos cuantos derrumbes, resanar calles y pintar con generosidad fachadas deslucidas por el tiempo. Ahora le ha tocado el turno al presidente Barack Obama, convertido en una suerte de Rey Mago tropical , impulsor de arreglos que tiempo atrás hubieran podido calificarse poco menos que de imposibles.

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