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El país que lava el coltán de sangre para las multinacionales
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EL MAYOR EXPORTADOR APENAS TIENE YACIMIENTOS

El país que lava el coltán de sangre para las multinacionales

Ruanda es el mayor exportador mundial del mineral estratégico, pero no tiene grandes yacimientos conocidos, al contrario que Congo. La Audiencia Nacional habla de "genocidio"

Foto: Un trabajador congoleño en una mina de oro cercana a la ciudad de Kamituga, al este de la RDC (Reuters).
Un trabajador congoleño en una mina de oro cercana a la ciudad de Kamituga, al este de la RDC (Reuters).

Milagro o expolio amparado por Occidente en beneficio de sus multinacionales, Ruanda- un país más pequeño que Bélgica- es desde 2014 el primer exportador mundial de un mineral del que no se le conocen grandes reservas: el coltán, acrónimo de columbita-tantalita, un oro negro con propiedades superconductoras de la electricidad, capaz de soportar temperaturas muy elevadas y resistente a la corrosión. Unas características que han hecho de estas piedras color azul metálico un material idóneo para fabricar móviles, ordenadores y videojuegos.

El coltán también se esconde en el interior de armas de última generación como las que se usan en Siria y Yemen, conflictos donde se cierra el círculo vicioso de la muerte que ha manchado a este mineral, trofeo de una guerra olvidada que desde hace veinte años se libra en el este de la República Democrática del Congo (RDC). Allí se cree que yacen el 80% de las reservas mundiales de coltán. De esa región congoleña fronteriza con la enclavada Ruanda podría proceder al menos la mitad del mineral que llega a los mercados internacionales con la etiqueta “Made in Rwanda”, de acuerdo con cálculos citados por el experto en Congo Michel Nest en su obra 'Coltan'.

Este contrabando y la intención de Ruanda y otros países de la región, como Uganda, de apoderarse de otros minerales y recursos de gran riqueza en Congo (oro, diamantes, estaño, cobalto, tungsteno, madera e incluso rebaños de vacas) ha sido uno de los objetivos de las dos guerras que desde los años 90 han castigado a la República Democrática del Congo. Solo entre 1998 y 2007, sin contar con las víctimas de la primera guerra en el país (1996-1997), 5,4 millones de personas murieron en el Congo, según la ONG International Rescue Committee.

Aunque el presidente ruandés, Paul Kagame, niega que el coltán exportado por su país proceda de Congo, un dato ofrecido por la organización independiente The Enough Project deja poco lugar a la duda. Analizando las cifras del propio Gobierno ruandés, la organización descubrió que mientras que la producción nacional de minerales había aumentado el 22% entre 2010 y 2011, las exportaciones se habían disparado un 62%. Al año siguiente, un informe confidencial de un panel de expertos de Naciones Unidas sobre el conflicto en DRC apuntó una vez más a que Ruanda ha financiado y proporcionado hombres, entrenamiento y armas a varios de los más de 40 grupos armados activos en los congoleños Kivu Norte y Kivu Sur, de los que algunos, como el oficialmente disuelto M-23, están acusados de crímenes de guerra y contra la humanidad, así como de saquear el maná del coltán.

Diversos grupos armados a las órdenes de Ruanda y Uganda permitieron que el expolio de las riquezas del Congo por parte de estos países prosiguiera una vez que sus tropas se retiraron formalmente en 2002-2003. Siete años antes, en 1996, estas tropas habían penetrado en el país para apoyar la insurrección de Laurent Desiré Kabila y, en teoría, proteger sus fronteras y capturar a supuestos criminales que se habían refugiado en el entonces Zaire tras el genocidio de 800.000 tutsis y hutus moderados en Ruanda en 1994.

El genocidio oculto

El ahora presidente ruandés, Paul Kagame, explota desde 1994 el blasón internacional de ser el hombre que puso fin al genocidio a la cabeza del Ejército Patriótico Ruandés (APR en sus siglas en francés), la rama militar del Frente Patriótico Ruandés (FPR), formado en Uganda por miembros de la etnia tutsi. La cúpula del FPR ordenó a sus tropas invadir Zaire en 1996, donde dieron caza y masacraron a muchos del cerca de un millón de refugiados que allí se habían escondido tras el genocidio de Ruanda. Tildándolos a todos de “genocidas”, los hombres de Kagame no tuvieron piedad para con ellos y mataron, torturaron y violaron sin freno alguno.

Pero la misión no era solo dar caza a estas personas. Jordi Palou, el abogado que impulsó una querella de la Audiencia Nacional española contra la cúpula del FPR -liderada por Kagame, que goza de inmunidad por su cargo de jefe de Estado-, explica que el objetivo fundamental de la invasión era “geoestratégico; esto es, asegurar el control de las enormes reservas minerales del Congo para Ruanda y sus aliados occidentales”. El valor de estos yacimientos de coltán, oro, tungsteno, casiterita, diamantes y estaño- entre otros- podría superar el PIB anual de Estados Unidos y de toda Europa Occidental juntos. De ahí, señala el abogado, que Kagame contara “con el apoyo de Washington y de Reino Unido”.

El valor de estos yacimientos de coltán, oro, tungsteno, casiterita, diamantes y estaño podría superar el PIB anual de Estados Unidos y de toda Europa Occidental juntos

El abogado Palou explica que el pillaje del coltán congoleño por parte del régimen ruandés ha conocido dos fases. La primera, de “implicación directa”, duró hasta 2002, cuando tras firmar un acuerdo de paz, las tropas ruandesas se retiran, al menos formalmente, de territorio congoleño. No por ello acabó su presencia en el este de la RDC; entonces dio comienzo la fase que el letrado define como de “explotación ilegal” de las riquezas del Congo, a través del control sobre diferentes grupos armados, como la Agrupación Congoleña para la Democracia (RCD en sus siglas en francés), la infiltración de ruandeses o congoleños a sueldo en el Ejército de la RCD y el control de la cadena comercial del coltán. Todo ello para financiar la guerra y también en beneficio propio y de numerosas empresas occidentales: norteamericanas, británicas, alemanas, suizas, holandesas y belgas, entre otras nacionalidades.

En los primeros años tras la invasión, cuando el Ejército Patriótico de Ruanda (APR) imponía su ley, tanto los soldados como los grupos armados apoyados por Ruanda controlaban directamente la extracción de minerales en Congo y su transporte a Kigali. Los mismos camiones y aviones que transportaban armas y soldados desde la capital ruandesa a la RDC volvían cargados de coltán, diamantes, etcétera, según el informe de 2001 del panel de expertos para Congo de Naciones Unidas. Hasta el 60 o el 70% del coltán que se producía en el este de la RDC era transportado de esta manera a Ruanda.

Los aviones de Viktor Bout

En un segundo informe de este panel, divulgado en 2002, se describen además los vínculos “con organizaciones criminales internacionales” establecidos por el APR. Para el transporte aéreo del fruto del pillaje, Kigali no solo usaba aviones militares ruandeses, sino también los aeroplanos de un noto traficante de armas, el ruso Viktor Bout, y los aparatos de tres pequeñas compañías aéreas con estrechos lazos con el presidente ruandés: Air Navette, Jambo Safari -propiedad de Modeste Makabuza, consejero tutsi de Kagame- y New Gomair. En este documento se detalla un elenco de las empresas que deberían ser sometidas a restricciones financieras, y se cita a una, Tristar, el conglomerado empresarial controlado directamente por la familia Kagame, explica Jordi Palou.

El informe precisa que entre el 15% y el 25% del coltán que no se sacaba directamente en dirección a Ruanda era comprado por concesionarios propiedad de militares ruandeses “con estrechos vínculos con el Gobierno”, mientras que a los intermediarios congoleños se les dejaban solo las migajas del negocio. Una de estos concesionarios era el de la sociedad Eagle Wings Resources International, subsidiaria de la estadounidense Trinitech Internacional, una de las muchas empresas de EEUU que comerciaba con el coltán robado y que, “gracias a sus vínculos con el APR”, accedía a las minas y al trabajo forzado de los mineros. El director de Eagle Wings no era otro que un cuñado de Kagame, Alfred Rwigema.

Del uniforme al traje y la corbata

Para 2002, cuando retira formalmente sus tropas, Ruanda había implantado ya una “economía de guerra” que perpetuó el conflicto y las terribles violaciones de derechos humanos, como las violaciones masivas, cometidas por los grupos armados. Con vistas a su salida formal de la RDC las autoridades ruandesas “se habían preparado (…) poniendo en marcha mecanismos de control económicos que no se puedan relacionar con la presencia explícita del Ejército Patriótico de Ruanda. [Para ello] han reemplazado a los directores congoleños de entidades paraestatales con hombres de negocios de Kigali (…) los batallones del APR especializados en actividades mineras siguen en el lugar si bien ya no visten uniformes militares para así continuar sus actividades bajo una apariencia comercial”, dice el informe.

Desde el ya lejano 2002, si bien el Gobierno congoleño ha tratado de establecer mecanismos de control, la mano de los ávidos vecinos de la RDC, de los grupos armados y de Occidente se cierne aún sobre las riquezas del Congo. Los datos son reveladores: en 2011, la exportación minera de Ruanda se convirtió en su primera fuente de divisas; en 2014, el país se sitúa como primer exportador mundial de coltan, sin que su gobierno haya hecho públicas las estadísticas de producción propia del mineral, pese a que la ONG británica Global Witness se las ha reclamado varias veces.

Los mismos camiones y aviones que transportaban armas y soldados desde la capital ruandesa a la RDC volvían cargados de coltán y diamantes. Hasta el 70% del coltán que se producía era transportado de esta manera a Ruanda

Testigos en la región citados por Slate Africa sostienen que la nueva estrategia de Ruanda para disimular el expolio pasa por las cooperativas de mineros que, desde 2009, se han multiplicado en su territorio. A través de estas cooperativas “los minerales congoleños que pasan la frontera reciben una etiqueta ruandesa y después son distribuidos en los mercados internacionales”, señala un expatriado citado por esa publicación.

En 2014 entró en vigor en Estados Unidos la llamada ley Dodd-Frank, que obliga a las empresas que importan minerales de conflicto como el coltán de la RDC o de sus vecinos -incluida Ruanda- a identificar su origen y demostrar que proceden de “minas libres de conflicto”, es decir, aquellas que no sirven para financiar a los grupos armados. En mayo de 2015, el Parlamento Europeo aprobó una certificación obligatoria para las empresas europeas que importan minerales de la RDC.

El alcance de estas medidas es aún limitado a juzgar por los datos. De acuerdo con un informe publicado en agosto de 2015 por el organismo norteamericano encargado de supervisar la aplicación de la ley Dodd-Frank, la mayor parte (67%) de las empresas de esa nacionalidad importadoras de minerales de conflicto, entre ellos el coltán, no fue capaz de determinar su país de origen, mientras que otro 4% confesó que procedían de la RDC y su región.

La pregunta lógica podría ser por qué, junto a la aprobación de este tipo de leyes destinadas a las empresas, Europa y EEUU no exigen a Ruanda que demuestre con datos que el coltán que exporta es suyo. El abogado Palou sostiene que esta tolerancia se remite a que el presidente ruandés “es el hombre de Estados Unidos y de Reino Unido en esa estratégica región”.

Milagro o expolio amparado por Occidente en beneficio de sus multinacionales, Ruanda- un país más pequeño que Bélgica- es desde 2014 el primer exportador mundial de un mineral del que no se le conocen grandes reservas: el coltán, acrónimo de columbita-tantalita, un oro negro con propiedades superconductoras de la electricidad, capaz de soportar temperaturas muy elevadas y resistente a la corrosión. Unas características que han hecho de estas piedras color azul metálico un material idóneo para fabricar móviles, ordenadores y videojuegos.

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