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Las caras visibles (e invisibles) de la transición en Cuba
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"los nacidos con la revolución"

Las caras visibles (e invisibles) de la transición en Cuba

Los 'nacidos con la Revolución' se abren paso, un grupo en el que militan las mayores promesas del sistema... y sus principales decepciones

Foto: Imágenes de Fidel Castro a la venta en una tienda de recuerdos de La Habana, el 14 de abril de 2010. (Reuters)
Imágenes de Fidel Castro a la venta en una tienda de recuerdos de La Habana, el 14 de abril de 2010. (Reuters)

Todavía muchas oficinas y otros espacios públicos de Cuba son presididos por grandes fotos de Fidel y Raúl Castro, los dos hombres que han controlado todo el poder real del país en las últimas seis décadas. En un Estado que -al menos formalmente- siempre ha rechazado el culto a la personalidad, esa práctica tiene una larga tradición, cuyo próximo capítulo, ahora que ha fallecido Fidel, pareciera estar a punto de escribirse.

El pasado abril, La Habana acogió un momento definitivo para el actual proceso de reformas, o "actualización del modelo económico", según las fórmulas oficiales. El séptimo congreso del omnipotente Partido Comunista, perfiló el futuro líder político de la isla, a quien por defecto le correspondería convertirse también en su próximo presidente. La avanzada edad de Raúl Castro (84) es moneda corriente entre todos sus compañeros de la llamada "generación histórica", la misma que protagonizó la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista y el establecimiento del sistema político que ha regido desde entonces.

El paso del tiempo obliga a buscar sustitutos entre figuras de mediana edad, "los nacidos con la Revolución", un grupo en el que han militado algunas de las mayores promesas del sistema... y también sus principales decepciones. "Pero no tienen otra alternativa que seguir apostando por alguno de ellos. Ninguno de los 'históricos' está en condiciones de seguir varios años más en sus cargos, tanto por la edad como por los problemas de salud que enfrentan", asegura un funcionario del Partido consultado a condición de mantener el anonimato. "La cuestión no está en si habrá sucesión o no, sino en cómo y cuándo será, y en qué cuotas de poder le tocarán a cada uno de los implicados".

Una percepción similar puede encontrarse en las calles de cualquier ciudad de la isla e incluso entre los casi dos millones de cubanos residentes en el exterior. La única salvedad es que para el ciudadano común parece haber un solo candidato en lontananza: el actual vicepresidente primero, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, un ingeniero electrónico de 55 años que en 2012 ascendió hasta esa alta posición (la tercera o segunda dentro de la línea de sucesión, según se mire).

La divergencia de criterios en cuanto a sus posibilidades se debe a varias razones. En primer lugar, a la dualidad de sistemas que caracteriza al poder real en Cuba. Prácticamente a todos los niveles del Estado, el Gobierno va antecedido por el aparato del Partido Comunista, que fiscaliza y orienta las decisiones, y puede llegar a revocarlas. Por eso pesa tanto el hecho de que Díaz-Canel no ocupe también el cargo de segundo secretario del Comité Central del Partido, responsabilidad que se mantiene en manos de un histórico de avanzada edad (85 años) pero no menos confiabilidad, José Ramón Machado Ventura.

Para el ciudadano común, parece haber un solo candidato en lontananza: el vicepresidente primero, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, un ingeniero de 55 años que ascendió en 2012 hasta 'la cumbre'

El traspaso de su asiento a Díaz-Canel marcaría el paso decisivo en la ascensión de este al puesto cimero del poder, un proceso que luego continuaría con su 'elección' como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros (en febrero de 2018) y como primer secretario del Partido (durante el octavo congreso, tres años después). Nueve años en total, si se tiene en cuenta que el proceso comenzó en 2012.

El problema es que incluso después de tan complejos y dilatados trámites, el nuevo 'número uno' podría no concentrar todos los hilos en sus manos, debido a la existencia de un gigantesco aparato paraestatal subordinado al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (el mismo que por casi 50 años dirigió Raúl Castro). Ese consorcio, organizado bajo el nombre de GAESA (Grupo de Administración Empresarial SA), es la carta de triunfo que mantienen bajo la manga los integrantes del núcleo duro del sistema.

"Es evidente que Raúl le está preparando para más responsabilidades, probablemente a un puesto más alto o rango en su oficina. Lo que viene a la mente es la forma en que Fidel utilizó a Raúl a lo largo de los años. Raúl crió a su hijo para estar a su lado, con los ojos y oídos, sobre todo en el Ministerio del Interior, reportando a su padre. Él es de su total confianza", destacaba Brian Latell, exanalista de la CIA especializado en temas sobre Cuba y la familia Castro.

La anterior descripción intenta ubicar en contexto al coronel Alejandro Castro Espín, único hijo varón de Raúl Castro y considerado una de las eminencias grises del Gobierno. Bajo su comando funciona lo más selecto de los órganos de contrainteligencia con que cuenta La Habana, incuidas las redes de espionaje en el exterior. No por gusto, el 17 diciembre de 2014 fue él quien recibió a los tres agentes que habían sido liberados por el Gobierno de Barack Obama, en el comienzo del acercamiento entre ambas naciones.

Ni antes ni después de esa ocasión su perfil ha cambiado sustancialmente. Si bien ha aparecido acompañando a su padre y tío en algunas actividades, siempre se ha mantenido en un discreto segundo plano, muy lejos de la preeminencia mediática que caracteriza a Díaz-Canel y a Marino Murillo Jorge, el antiguamente todopoderoso ministro de Economía que fue destituido el pasado mes de julio. Su cargo lo ocupó el vicepresidente del Consejo de Ministros, Ricardo Cabrisas Ruiz.

La línea sucesoria 'ideal' tendría como cabeza visible a Díaz-Canel y, en un segundo plano compartido, al coronel Alejandro Castro Espín y a otro hombre muy vinculado a Raúl Castro: Luis Alberto Rodríguez López-Calleja

"Pero el caso de Murillo es diferente. Al nivel decisorio se le ve como un elemento descartable, el 'policía malo' que da la cara a la hora de tomar medidas impopulares y que después puede ceder su lugar a una figura nueva. Si uno indaga, Murillo emerge como uno de los dirigentes más negativos para el ciudadano promedio, debido a que se le asocia con la desregulación de los precios o la disminución de las gratuidades y subsidios; esa es una gran ventaja para la máxima dirección del país, pues sobre él se concentran las críticas y en cierta medida funciona como un 'parabán", apunta un periodista especializado en asuntos económicos.

Para el actual Gobierno, la línea sucesoria 'ideal' tendría como cabeza visible a Díaz-Canel y, en un segundo plano compartido, al coronel Alejandro Castro Espín y a otro hombre muy vinculado al presidente Raúl Castro: el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, presidente ejecutivo de GAESA. Para más detalles, este último es exyerno del actual mandatario y padre de su nieto y escolta preferido, Raúl Guillermo (conocido en el ámbito familiar como 'El Cangrejo' a causa de haber nacido con seis dedos).

Si bien fuentes informadas apuntan a numerosos problemas en las relaciones personales entre Castro Espín y Rodríguez López-Callejas, lo cierto es que en lo profesional sus vínculos parecen gozar de una vitalidad inmejorable. Así, López-Calleja ha recibido sucesivos espaldarazos para ir extendiendo los alcances del grupo empresarial que administra al margen de la Contraloría General de la República y la Asamblea Nacional, y en el que sientan plaza 57 empresas responsables de casi el 70% de la actividad comercial de Cuba.

Llevado al ambito de las estadísticas, sus cerca de 39.000 habitaciones (repartidas entre los grupos hoteleros Gaviota y Cubanacán) convierten a GAESA en la empresa número 34º del mundo en ese ramo, muy cerca de The Walt Disney Company. A lo anterior debe sumársele su participación exclusiva en los negocios de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (más de 1.500 millones de dólares en la primera fase de obras) y la administración del sistema comercial en divisas (cadenas TRD, Cimex, con márgenes de 'ganancia autorizada' que superan el 240%). Los flancos de tan gigantesco entramado paraestatal son custodiados por Castro Espín y sus 'órganos', que cuentan con presencia en todos los estamentos de la sociedad y una libertad de acción casi increíble.

En ese contexto, Díaz-Canel estaría obligado a respetar e incluso proteger al complejo GAESA y a las demás dependencias relacionadas con el aparato militar y de los servicios secretos. "Ese sería su compromiso, si quiere llegar a dirigir el país", comenta la fuente de El Confidencial en las instancias políticas. La ecuación solo podría alterarse con una crisis interna del Gobierno o demandas de la ciudadanía, dos escenarios que no parecen muy probables en un futuro cercano.

Todavía muchas oficinas y otros espacios públicos de Cuba son presididos por grandes fotos de Fidel y Raúl Castro, los dos hombres que han controlado todo el poder real del país en las últimas seis décadas. En un Estado que -al menos formalmente- siempre ha rechazado el culto a la personalidad, esa práctica tiene una larga tradición, cuyo próximo capítulo, ahora que ha fallecido Fidel, pareciera estar a punto de escribirse.

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