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El colegio más peligroso del mundo: una profesora desafía al Estado Islámico
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REABRE EL CENTRO EN LA LÍNEA DEL FRENTE DE LIBIA

El colegio más peligroso del mundo: una profesora desafía al Estado Islámico

En uno de los barrios más humildes de Benghazi, justo en la línea del frente de la lucha contra el Estado Islámico, una profesora se ha negado a cerrar el colegio donde trabaja

Foto: Estudiantes forman filas para entrar en clase en el colegio reabierto después de que hace un año y medio los combates en Benghazi provocasen su cierre (Reuters).
Estudiantes forman filas para entrar en clase en el colegio reabierto después de que hace un año y medio los combates en Benghazi provocasen su cierre (Reuters).

En uno de los barrios más humildes de Benghazi, justo en la línea del frente de la lucha contra el Estado Islámico, una profesora se ha negado a cerrar para siempre el colegio donde trabaja. Puede parecer una locura, pero la mujer sostiene que su deber es continuar enseñando y se ha empeñado en que los proyectiles de mortero y los disparos de francotiradores no interfieran en la educación de sus alumnos. Esto es Libia y, cuatro años después de la caída del tirano Gadafi, el país sufre la herencia de décadas de vacío institucional culminadas con otra guerra civil. Desde las últimas elecciones, el poder está dividido entre Tobruk y Trípoli, gobiernos a los que apoyan distintos grupos islamistas, señores de la guerra, líderes tribales y contrabandistas de armas, petróleo, personas y drogas. A ello se suma el empuje de los yihadistas, que cuentan con unos 3.000 comabtientes en el país, según la Inteligencia de EEUU.

"Tengo miedo, mucho miedo. Temo, y espero que nunca suceda, que nos alcancen los morteros porque la mezquita que hay junto al colegio fue bombardeada hace no mucho. Dispararon contra ella cuando algunos estudiantes se dirigían a sus lecciones del Corán. El primer proyectil cayó junto a un niño y otro estudiante corrió para ayudarle. Entonces llegó un segundo proyectil, que le arrancó una pierna. Fue absolutamente aterrador", cuenta a la BBC.

Fauzia Mukhtar Abeid tiene buenas razones para sentir miedo. Es la directora de un colegio ubicado en el distrito Al-Sulmani de Benghazi, un barrio de clase trabajadora que durante los últimos dos años se ha convertido en línea del frente de uno de los innumerables conflictos que asolan Libia, donde las milicias al servicio de los dos gobiernos mantienen una guerra bierta. Quizás éste sea el más terrorífico: a menos de un kilómetro del patio de recreo de la escuela, escondidos entre los escombros de lo que un día fueron edificios de apartamentos, hay milicianos del ISIS.

El colegio cerró sus puertas en mayo de 2014, cuando el área de Al-Sulmani fue engullida por los combates que provocaron la "Operación Dignidad", una ofensiva militar diseñada para expulsar a las milicias más radicales de Benghazi. Las familias que podían permitírselo abandonaron pronto el barrio o enviaron a sus hijos a escuelas privadas, lejos de los proyectiles de mortero y las balas. Los niños de las familias más humildes no tuvieron otra opción que encerrarse en sus casas. Sin embargo, un año después, hartos de ver cómo desaparecían las perspectivas educativas de sus hijos, algunos padres pidieron a Fauzia que abriese de nuevo el colegio.

La es cuela había sido bombardeada y saqueada, así que los padres reunieron fondos para costear las reparaciones. "Algunas familias aportaron 50 dinares (unos 35 dólares), otras 20 o cinco", explica Hassan Omar, miembro del consejo local. "Al final reunimos cerca de 1.000 dinares (715 dólares) de familias del barrio y obtuvimos otros 2.000 dólares del comité de crisis del Gobierno", añade.

El colegio abrió finalmente el pasado mes de diciembre. La electricidad todavía viene y se va, hay aguas residuales acumuladas en la entrada de la escuela y algunos de los profesores se han negado a trabajar en un edificio que está a tiro de los yihadistas. Pero los niños sí han vuelto. Parecen decididos a continuar su educación. "No. No tenemos miedo", dice en inglés a la BBC una joven de 15 años. "Queremos aprender". Un padre, Walid al-Furjani, cuyos tres hijos estudian en este colegio, está de acuerdo: "Mis hijos llevan dos años metidos en casa sin hacer nada. Y claro que me preocupo por su futuro. Es muy importante que estudien".

Mientras, queda por resolver si Libia acabará asentándose como un pedazo del "Califato" que pretende fundar el Estado Islámico en África. EEUU y la Unión Europea han repetido hasta la saciedad que solo un Ejecutivo unificado podría contar con el apoyo de las fuerzas de la ONU o de una operación militar antiterrorista al estilo de la de la Coalición Anti-Isis en Siria e Irak. Varios países de la Unión han propuesto imponer sanciones a quienes obstaculicen un gobierno de unidad nacional en Libia, como el presidente de la Cámara rebelde en Trípoli, Nouri Abu Sahmein, y su primer ministro, Jalifa al Gauil. El Reino Unido o Francia, entre otros, se han mostrado favorables a sancionar a quienes bloqueen el desarrollo del acuerdo político auspiciado por la ONU en diciembre para formar un gobierno de unidad en el país, según indicaron a la agencia Efe fuentes europeas. Abu Sahmein y Al Gauil serían susceptibles de ser sancionados aunque podría haber otras personas en el punto de mira.

En uno de los barrios más humildes de Benghazi, justo en la línea del frente de la lucha contra el Estado Islámico, una profesora se ha negado a cerrar para siempre el colegio donde trabaja. Puede parecer una locura, pero la mujer sostiene que su deber es continuar enseñando y se ha empeñado en que los proyectiles de mortero y los disparos de francotiradores no interfieran en la educación de sus alumnos. Esto es Libia y, cuatro años después de la caída del tirano Gadafi, el país sufre la herencia de décadas de vacío institucional culminadas con otra guerra civil. Desde las últimas elecciones, el poder está dividido entre Tobruk y Trípoli, gobiernos a los que apoyan distintos grupos islamistas, señores de la guerra, líderes tribales y contrabandistas de armas, petróleo, personas y drogas. A ello se suma el empuje de los yihadistas, que cuentan con unos 3.000 comabtientes en el país, según la Inteligencia de EEUU.

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