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Francotiradores en Ucrania: ponemos cara a quienes intentan no ser vistos
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CONVIVIENDO CON LOS 'SNIPERS' DEL DONBASS

Francotiradores en Ucrania: ponemos cara a quienes intentan no ser vistos

Se han convertido en pieza clave en la guerra de Ucrania. Siempre escondidos, hemos conseguido convivir con ellos y retratarlos en sus posiciones

Foto: Un joven francotirador, con una navaja de barbero tatuada. (Foto: J.L. Zamarrón)
Un joven francotirador, con una navaja de barbero tatuada. (Foto: J.L. Zamarrón)

Cambio de año en el Donbass, primera línea del frente. En una batalla en la que no existe la aviación y la artillería ha pasado a un segundo plano, los soldados se han convertido en la principal figura de combate. Desde los pactos de Minsk II, el Donbass vive lo que se denomina militarmente como una "guerra de baja intensidad". Los acuerdos que exigen alejar los sistemas de artillería de las primeras líneas del frente apenas son respetados desde las posiciones del ejército ucraniano. Las noches se suceden entre disparos e impactos de mortero o misiles Grad. Frente a las tropas de Kiev, a menos de 350 metros, la Prizrak (Brigada Fantasma) mantiene a sus hombres en estado de alerta y responde a las provocaciones ahorrando munición en la medida de lo posible.

La Prizrak es una brigada diferente, no pertenece al ejército regular ni está formada por soldados profesionales. Se trata de una milicia, donde participan civiles voluntarios con una formación militar escasa, que se aferran a viejas armas soviéticas: granadas, las anticuadas ametralladoras ligeras conocidas como Pulimiots o Aks-74. Un arsenal más propio de cualquier videojuego de la Segunda Guerra Mundial que de las guerras modernas. Entre el armamento destacan los Dragunovs (fusiles de francotirador), largos, un tanto oxidados y con miras telescópicas de más de 40 años, herramientas indispensables para los 'snipers', que se han convertido en una pieza clave en el conflicto.

Estos tiradores son sin duda los reyes de 'la zona gris', ese espacio de tierra de nadie entre ambas trincheras. Solitarios, pacientes, certeros... una verdadera molestia para el ejército ucraniano. Respetados por sus camaradas, la unidad de francotiradores se aloja en una posición oculta incluso para los milicianos de su misma guarnición. Sus operaciones son altamente secretas y solo están al tanto de las mismas los comandantes y el personal implicado. Siempre escondidos, hemos conseguido convivir con ellos, acompañarlos y retratarlos en sus posiciones. Ponemos cara a aquellos que intentan no ser vistos.

Tras semanas de convivencia en primera línea, conseguimos hablar con Sakai, un 'yakut' voluntario que vino al Donbass al escuchar y ver las atrocidades cometidas por batallones fascistas como la de Odessa. Lo primero que nos pide es hacerse una foto con nosotros para sus redes sociales; la siguiente demanda es que seamos honestos y contemos la verdad de lo que allí sucede. No tardamos en descubrir el porqué de su afición a la foto y sus requerimientos. Sakai, antes de ser un francotirador de la Brigada Fantasma, fue periodista gráfico.

Nos habla de la importancia de contar las historias del Donbass al mundo y nos transmite su deseo de volver a casa una vez que ellos, los separatistas, hayan ganado la guerra. No concibe otro desenlace. Es él quien nos presenta al resto de la unidad, casi todo hombres jóvenes apenas en la treintena y alguna mujer algo mayor. Entre ellos llama la atención un joven espigado, gorro negro y una navaja de barbero tatuada en la cara rodeando su ojo derecho. Extremadamente amables, en el primer contacto todo son sonrisas, saludos cordiales en los que siempre se desprenden del guante derecho para estrecharnos fuertemente la mano. Todo esto hace que de primeras olvidemos el viejo estereotipo de hombre frío y sádico, heredado quizá de la antigua guerra de Bosnia.

Van pasando los días en las posiciones de primera línea y las temperaturas cada vez bajan más. Compartir té caliente con el grupo de francotiradores se convierte en una costumbre. Entre risas y bromas, la confianza se acrecienta y Tourist, un joven universitario de Odessa, explica que no solo se ve obligado a usar un seudónimo en el campo de batalla, sino también que es indispensable mantener oculto su rostro: su familia permanece en territorio ucraniano y teme las más que posibles represalias de la extrema derecha.

El combate en primera línea mantiene viva la ilusión de poder 'liberar' su ciudad natal; 'liberarla' de lo que él llama "la nueva ocupación nazi". Unos impresionantes ojos verdes parecen esconder el verdadero sufrimiento de quien se ha visto obligado a dejar la vida universitaria para convertirse en un soldado, un miliciano lejos de su familia en una guerra olvidada por Europa y que amenaza con recrudecerse.

Salta a la vista la falta de homogeneidad en sus armas y uniformes. La explicación es sencilla: la falta de equipamiento hace que cada francotirador complemente su dotación por sus propios medios. El camuflaje de sus rifles es completamente artesanal, realizado con lo que encuentran o tienen más a mano. Viejas sábanas o cortinas hechas jirones atadas y cosidas alrededor de las partes metálicas de sus rifles; madera pintada con espray barato o pintura para maquetas reciclada de una casa abandonada cuyos dueños huyeron de esta guerra. Las partes de tela o correa se retocan con ceniza, barro o, directamente, un rotulador.

La mira telescópica es un elemento indispensable para alcanzar sus objetivos. Casi todas pertenecen a la época de las antiguas repúblicas soviéticas y acusan las decenas de años de uso. La mayoría de la unidad ha comprado pequeñas piezas de goma que facilitan el trabajo a la hora de apuntar; los más afortunados han conseguido ópticas actuales, pagadas de sus bolsillos, que incluso funcionan con pilas y permiten hasta cambiar el color en el punto de mira.

Suelen desayunar junto al resto de camaradas pero su rutina es diferente. A diferencia del resto de milicianos de primera línea encargados de la vigilancia y las guardias nocturnas, su misiones pueden extenderse decenas de horas e incluso días fuera de su posición de descanso. Misiones en las que estarán absolutamente solos. El territorio es en su mayor parte tremendamente llano, a excepción de algún 'terricon', pequeñas elevaciones fruto de la actividad minera de la región. La vegetación es escasa, con pequeños grupos de árboles dispersos en los que apenas quedan hojas en esta época del año, y casas aisladas casi abandonadas en su totalidad. En este agreste paisaje, parece imposible que un ser humano sea capaz de ocultarse a plena luz del día con las posiciones enemigas tan cerca.

Les convencemos para acompañarlos a sus posiciones. Junto a Phil yace agazapado en su puesto otro 'yakut' delgado, alto y de carácter mucho más serio. Desde aquí se distinguen, sin necesidad de prismáticos, las posiciones del ejército ucraniano. Sorprende ver un sistema defensivo elaborado: búnkeres de hormigón, trincheras realizadas con buenos materiales, la bandera ucraniana ondeando al viento atada a un poste eléctrico... Ante la sorpresa por la diferencia de medios, nos explican que la Junta de Kiev está utilizando el periodo de falsa tregua para rearmarse y fortificar sus posiciones. Es allí donde apuntan las crucetas de estos tiradores. Ya sea tumbados en la hierba mojada, dia y noche -en un lugar donde las temperaturas pueden bajar de los 20 grados bajo cero-, o desde la esquina de un viejo edificio bombardeado, permanecen apostados durante horas, en la misma posición, inmóviles, esperando a que algo ocurra.

En la unidad conocemos a Svet, quizás el más corpulento del grupo. Pasó de ser soldado de infantería regular a tirador de precisión en busca de una mayor disciplina y efectividad. Tiene estudios, siempre está sonriente, habla inglés de manera fluida y es extremadamente educado. Nos desvela el lado más humano de la guerra, no duda en acercarse a nuestra localización para compartir unos dulces o preguntarnos por nuestro trabajo y/o familia. Se preocupa por sus compañeros y en todo momento nos ofrece su colaboración. Nos habla de una próxima ofensiva ucraniana antes de que se asienten las grandes nevadas. Le preocupa la población civil que ha quedado en la región, sobre todo gente mayor que apenas puede valerse por sí misma.

Entre tés y cafés calientes, en los ratos de asueto pasamos el tiempo viendo algunas de las fotografías realizadas. No tardan en descargarlas en sus 'smartphones' y bromear unos con otros: “Mira, aquí pareces un gran tirador”. “Voy a enviar esta a mis amigos en casa”... Parece contradictorio que estos jóvenes tan alegres sean los mismos que apuntan sin inmutarse a los soldados enemigos. Parece contradictorio que ansíen la batalla y quieran avanzar en las posiciones... y a la vez anhelen el fin de la guerra, reunirse con los suyos y alcanzar la paz.

Son una unidad efectiva, que ahora ocupa las casas abandonadas de aquellos que huyeron del horror de los combates. Infinitas horas a solas con su rifle y sus pensamientos. Si las condiciones climáticas son duras, peor es la batalla a nivel psicológico. En el frente, el ser humano debe lidiar con sus miedos, pesadillas y demonios internos. Pero en su caso, la soledad es aún mayor y, por tanto, su templanza ha de serlo de manera proporcional. Pronto vendrán las nevadas y tendrán que revestir los fusiles con esparadrapo blanco, regresar a la posición y seguir esperando.

Nos despedimos y dejamos a Phil cruzando un parque infantil, ahora vacío, avanzando hacia su posición. De nuevo toca esperar. Tras la mira telescópica, la zona gris.

Cambio de año en el Donbass, primera línea del frente. En una batalla en la que no existe la aviación y la artillería ha pasado a un segundo plano, los soldados se han convertido en la principal figura de combate. Desde los pactos de Minsk II, el Donbass vive lo que se denomina militarmente como una "guerra de baja intensidad". Los acuerdos que exigen alejar los sistemas de artillería de las primeras líneas del frente apenas son respetados desde las posiciones del ejército ucraniano. Las noches se suceden entre disparos e impactos de mortero o misiles Grad. Frente a las tropas de Kiev, a menos de 350 metros, la Prizrak (Brigada Fantasma) mantiene a sus hombres en estado de alerta y responde a las provocaciones ahorrando munición en la medida de lo posible.

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