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El comercio del hambre en Siria: "Madres compran leche de fórmula por 300 dólares"
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TESTIMONIOS DE la desesperación en MADAYA

El comercio del hambre en Siria: "Madres compran leche de fórmula por 300 dólares"

Comerciantes y oficiales corruptos se benefician de la desesperación en Madaya para capitalizar el suministro de alimentos. Guardan las provisiones y esperan a que el bloqueo dispare los precios

Foto: Imagen tomada supuestamente en Madaya de un niño con síntomas de desnutrición (Reuters).
Imagen tomada supuestamente en Madaya de un niño con síntomas de desnutrición (Reuters).

Mariam tuvo que empeñar el mes pasado su anillo de casada, un brazalete y un par de pendientes de oro de su dote para poder comprar un kilo de arroz y otro de trigo con los que poder alimentar a sus tres hijos. El dinero que le envía su esposo Ibrahim, que trabaja en la construcción en El Líbano, alcanzaba antes para conseguir algo de comida. Pero con el bloqueo impuesto por el régimen sirio a la ciudad de Madaya, localidad de los suburbios de Damasco, los pocos alimentos que pueden encontrarse tienen ahora precios desorbitados.

“Mi esposa tuvo que vender sus joyas para pagar 450 dólares por un kilo de arroz y de burgul (sémola de trigo)”, explica Ibrahim a El Confidencial. “Yo quería traer a mi familia al Líbano pero mi mujer se negó a abandonar nuestra casa y se quedó allí con los niños. Ahora no podrán salir”, lamenta el trabajador sirio. La familia de Ibrahim puede considerarse afortunada por haber podido comer, de tanto en tanto, un plato caliente. La mayoría de los residentes de Madaya se ha estado alimentando de hojas de los árboles, de yerbajos que crecen en los márgenes de los caminos, de insectos o, incluso, gatos.

El hambre como estrategia de guerra es una táctica que no solo utilizan las fuerzas del régimen, también los grupos de la oposición han asediado aldeas en Latakia e Idlib, y el Estado Islámico en Deir el Zour

La semana pasada, las imágenes de niños cadavéricos y hombres y mujeres que parecen sacados de un campo de concentración tuvieron un fuerte impacto en la conciencia internacional, pero no lograron avergonzar al régimen sirio. La presión internacional obligó a las autoridades de Damasco a levantar momentáneamente el cerco sobre Madaya. La vital ayuda humanitaria comenzó a llegar este lunes para aliviar el sufrimiento de los cerca de 40.000 habitantes que, literalmente, están muriéndose de hambre, debido a que en la ciudad no entran suministros ni medicinas desde el pasado mes de julio. La ayuda también se repartió en otras dos pequeñas localidades chiíes, Fuad y Kefraya, ubicadas en la provincia de Idlib. Un segundo convoy de 50 camiones partió este jueves desde Damasco con destino a Madaya.

Llega ayuda humanitaria a Madaya (Siria) tras seis meses de asedio

Estos lotes de comida y medicinas servirán para disimular la hambruna durante unas semanas pero, después, la gente de Madaya volverá a sentir la sensación de tener un agujero en el estómago. Comerciantes deshonrosos y oficiales corruptos se están beneficiándo de la desesperación del hambre para capitalizar los suministros de productos alimentarios. “El ejército (sirio) acumula los suministros de alimentos y combustible en los cuarteles militares de Al Talaa y Al Takeye y, de vez en cuando, los distribuyen en los puestos de control a comerciantes que trabajan con el régimen y que después los venden a precios elevadísimos”, denuncia a El Confidencial Ali, activista de la ciudad, en una conversación vía skype.

"Las madres no pueden amamantar"

Incluso, hay vendedores que “guardan en los almacenes las provisiones y esperan a que haya bloqueo para subir los precios”, critica el activista. Según explica Ali, muchos lactantes se están alimentándose de “agua con azúcar por la escasez de leche de fórmula, que se vende a 300 dólares”. “Las madres no pueden amamantar a sus hijos porque no producen leche”, advierte. A Ali también le preocupa que la ayuda que acaban de recibir servirá de poco para contrarrestar meses de inanición. “Mucha gente se ha estado alimentado únicamente de líquidos por lo que comer sólido les podría hacer daño”, lamenta.

A pesar de que se firmó una tregua el 24 de septiembre para interrumpir el estado de sitio en Madaya, bajo patrocinio de la ONU, solo en una ocasión, el 18 de octubre, el régimen permitió la entrada de ayuda alimentaria. Sin embargo, algunos de los lotes de comida estaban caducados, en particular paquetes de galletas y leche en polvo, lo que provocó “más de 300 casos de intoxicación”, han denunciado ONG locales y activistas.

Desde el mes de diciembre hubo 28 casos de muerte por inanición, según ha denunciado Médicos sin Fronteras, que tiene en la zona un hospital de campaña, el único en esta localidad sitiada. El centro médico de MSF atiende a 400 personas que padecen malnutrición severa. El acuerdo al que llegó Naciones Unidas con el régimen sirio incluye la evacuación de heridos graves. Se espera que este viernes los voluntarios de la Media Luna Roja puedan entrar en la ciudad sitiada para evacuar a los enfermos.

La población de Madaya no solo se muere de hambre, sino también por intentar escapar de la inanición. Hasta treinta personas han fallecido por la explosión de minas antipersona cuando intentaban introducir en la ciudad alimentos de contrabando, según datos de la Red Siria por los Derechos Humanos (SNHR, en sus siglas en inglés). Activistas denuncian que la milicia chií libanesa Hezbolá, leal al régimen sirio, ha colocado “15.000 minas alrededor de Madaya para evitar que la gente huya o entren alimentos de contrabando”.

Una táctica empleada por todos

Cuando toda la atención mediática está centrada en Madaya, bautizada como “la ciudad del hambre”, otras áreas bajo asedio del Gobierno sirio se encuentran en una situación igualmente desesperada. El régimen ha impuesto un cerco en torno a otras localidades rebeldes de los suburbios de Damasco, como Boqain, Daraya, Ghuta Oriental o ciudades del norte de Homs.

Pero el hambre como estrategia de guerra es una táctica efectiva que no solo utilizan las fuerzas gubernamentales, también los grupos armados de la oposición han asediado aldeas en Latakia (bastión de Al Asad) e Idlib, y el Estado Islámico, en Deir el Zour.

Moadamiya Al Shams, en Ghuta Oriental, lleva sitiada por el régimen desde 2012. Los 50.000 habitantes de esta localidad, en su mayoría mujeres y niños, carecen de electricidad, agua, combustible y alimentos. Un total de 17 personas han muerto por desnutrición, según denuncia a El Confidencial Dani al Qappani, activista de esta localidad.

“Un kilo de arroz cuesta alrededor de 15 dólares cuando no hay bloqueo”, explica Al Qappani antes de agregar que cuando el régimen aprieta el cerco sobre la ciudad los precios se multiplican por diez. “Algunos vecinos han tenido que vender sus pertenencias para comprar algo de comida. La gente es muy pobre. En nuestro caso, como mi familia no tiene nada, nos alimentamos de hojas y hierba”, manifiesta el activista. Al Qappani alerta de que “ya no entran suministros de contrabando” porque las fuerzas del régimen “han minado los caminos secretos por donde pasaban las mercancías”.

En otras ciudades sitiadas de los suburbios de Damasco, la población ha encontrado maneras creativas para seguir adelante. En Ghuta Oriental, unas 163.000 personas sobreviven bajo un asedio que se ha endurecido progresivamente desde principios de 2013. Grupos rebeldes armados están permitiendo a los residentes de esta zona que tengan acceso a su red de túneles militares para escapar o conseguir provisiones. Las fuerzas de la oposición han construido una intrincada red de túneles en los últimos dos años, principalmente para el contrabando de armas y municiones y traslado de combatientes.

El Ejército del Islam, el principal grupo armado de la oposición en Ghuta, “alquila sus túneles a los residentes de Douma, por unos 400 dólares por persona”, e incluso “sin cobrarles nada si se trata de un caso humanitario o evacuación de heridos”, explica Khaled, un periodista sirio, que trabaja para varias plataformas online de activistas. La única excepción, continúa, son los hombres de entre 17 y 40 años de edad, ya que temen que “podrían unirse a la milicia pro-Asad 'Ejército de fidelización'”, compuesto por combatientes desertores de la oposición armada en Ghuta Oriental.

Mariam tuvo que empeñar el mes pasado su anillo de casada, un brazalete y un par de pendientes de oro de su dote para poder comprar un kilo de arroz y otro de trigo con los que poder alimentar a sus tres hijos. El dinero que le envía su esposo Ibrahim, que trabaja en la construcción en El Líbano, alcanzaba antes para conseguir algo de comida. Pero con el bloqueo impuesto por el régimen sirio a la ciudad de Madaya, localidad de los suburbios de Damasco, los pocos alimentos que pueden encontrarse tienen ahora precios desorbitados.

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