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El suicida de Estambul se registró como refugiado días antes del atentado
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el ISIS ataca EL CORAZÓN TURÍSTICO de la ciudad

El suicida de Estambul se registró como refugiado días antes del atentado

Las autoridades turcas dan por hecho que Nabil Fadli, un sirio de 28 años nacido en Arabia Saudí, era miembro del Estado Islámico

Foto: Equipos de rescate, en el escenario del atentado en el centro de Estambul, el 12 de enero de 2016. (Reuters)
Equipos de rescate, en el escenario del atentado en el centro de Estambul, el 12 de enero de 2016. (Reuters)

No habían dado aún las 10 de la mañana cuando el sonido hueco de una explosión recorrió las aguas del Bósforo y el Cuerno de Oro. La detonación, que horas más tarde se confirmaba había sido efectuada por un terrorista suicida vinculado al ISIS, se produjo en el corazón turístico de la ciudad, pero pudo oírse en muchos puntos de Estambul, hasta a dos kilómetros de distancia. Y su alcance, por la nacionalidad de sus víctimas, por lo indiscriminado, por lo aleatorio, resonaba pronto en Europa, Asia y América. En cualquiera de estos lugares “podría haber sucedido lo mismo”, señalaba a El Confidencial Daniela Rodríguez, una turista argentina en las inmediaciones del lugar del atentado.

El suicida ha sido identificado como Nabil Fadli, un ciudadano sirio nacido en Arabia Saudí en 1988, que entró en Turquía proveniente de Siria hace algunas semanas. El Ministro del Interior, Efkan Ala, ha confirmado esta mañana que "no estaba en la lista de individuos buscados ni figuraba en ninguna lista remitida por otros países". Sin embargo, sí había solicitado asilo como refugiado hace apenas una semana en la sede de la Dirección de Gestión de Inmigrantes en el barrio de Zeytinburnu, un área de los suburbios de Estambul donde viven numerosos refugiados e inmigrantes de países como Siria, Afganistán o Asia Central. Las autoridades turcas dan por hecho que era miembro del Estado Islámico.

Testigos presenciales citados en la prensa turca se hacían eco de la fuerte explosión que habían oído cerca del obelisco egipcio del faraón Tutmosis III, ubicado en la plaza de Sultanahmet. También hablaban de víctimas en el suelo del hipódromo. Al menos 10 muertos, nueve de ellos alemanes, que quedaron esparcidos junto al monumento que se conoce en la capital como obelisco de Teodosio, quien mandó erigirlo en su emplazamiento actual. Por esa plaza desde la que se accede a la Mezquita Azul, junto a Santa Sofía, y muy cerca del palacio de Topkapi, pasan a diario miles de turistas de todas las nacionalidades. Las colas de visitantes, que suelen extenderse cientos de metros, las parejas o grupos de amigos, palito de 'selfie' en ristre, se convirtieron en una estampida que relatan comerciantes y visitantes. Los menos. La mayoría de turistas de visita en la ciudad están conmocionados, pensando marcharse o han decidido buscar otros lugares donde alejarse del ruido de los helicópteros que patrullan por el lugar, de los cordones policiales y de los cientos de efectivos de paisano o de uniforme que mantenían ayer acordonada la zona.

Al menos 10 muertos, nueve de ellos turistas alemanes, en el atentado en Estambul

Mientras las cámaras de televisión y los reporteros bregaban por obtener el mejor puesto para el directo, la mejor toma, los policías se afanaban en mantener alejados a los curiosos y a los informadores que, constantemente, se saltaban el cordón. Los comerciantes tenían caras de pocos amigos. “El silencio es lo que más me llama la atención”, apuntaba la argentina Daniela Rodríguez. Es la líder de un grupo de bonaerenses que va de camino a Shanghái, y en su escala en la ciudad turca pensaba pasar el día conociendo los monumentos cercanos a su hotel. “Esta es la cuarta o la quinta vez que la visito, Estambul es una ciudad llena de vida, de ruidos… y desde el atentado, es como si se hubiera quedado muda. Me da mucha tristeza”, apuntaba la argentina. “Miedo no tenemos”, confirmaba una compañera de viaje. “Estás escuchando todos los atentados que ocurren en otros lugares del mundo y, la verdad, no esperábamos que acá nos fuera a pasar… pero miedo no, también puedes estar en Buenos Aires y que algo pase…”.

Los testigos consultados por El Confidencial coinciden en lo confuso del momento: “Vimos a la gente correr, y oímos las sirenas y las ambulancias, preguntamos en el hotel y nos dijeron que no era nada”, explica otra joven argentina que pasea con su novio.

Momentos posteriores a la explosión en Estambul

"Europa quiere que nos quedemos a los sirios"

Para los propietarios de las tiendas y hoteles volcados con los turistas en toda la zona tampoco fue un día fácil. “Hace solo cinco minutos me acaba de llamar un cliente de Ucrania para cancelar. Llevo así todo el día”, explicaba Ilyas, el recepcionista del hotel Boutique Aladdin, a escasos metros de donde se produjo el atentado. “Estamos muy preocupados. Nuestros clientes proceden de Argentina, Estados Unidos, Dinamarca, Paquistán o Arabia Saudí, ahora estamos en temporada baja y no tenemos muchos clientes, pero los que tenemos hablan de marcharse y no paro de recibir cancelaciones”, lamentaba. “Lo único que espero es que esto sirva para que nuestro Gobierno eche a los refugiados”, añadía el recepcionista. “Los europeos cierran la frontera y nos piden que nos los quedemos. Tenemos tres millones”, protesta. “El terrorista suicida era sirio, ¿sabe?”, apostilla el turco.

'Lo único que espero es que esto sirva para que nuestro Gobierno eche a los refugiados. Los europeos cierran la frontera y nos piden que nos los quedemos. Tenemos tres millones', se queja un recepcionista

Uno de los daños colaterales del atentado de Estambul vuelven a ser los que huyen de la guerra de Siria y las bombas de Bashar al Asad, además del propio Estado Islámico. También lo es la economía del turismo, cuyos trabajadores, como Ilyas, temen que después de los rifirrafes de su Gobierno con Rusia tras el derribo de un avión de combate de ese país, que ha provocado que sus nacionales busquen otros destinos, y los atentados que el ISIS ha perpetrado en el país, los extranjeros tachen de sus planes la visita a Turquía.

Las decenas de informadores extranjeros que se concentraban en torno al férreo cordón policial del atentado rivalizaban en número con los de los diversos medios turcos. Y ello a pesar de la prohibición de emitir imágenes del atentado impuesta por el Ejecutivo, una medida habitual del Gobierno de Erdogan que tenía eco en forma de protesta en las redes sociales, donde algunos tuiteros ponían de relieve que por vigésima vez su Gobierno impusiera un 'blackout', un apagón informativo.

Lejos de la zona turística, Estambul acusaba la conmoción del atentado. El servicio de tranvía se interrumpía durante un rato pero volvía a funcionar poco después del mediodía. Caras largas y disgusto eran la tónica entre los viandantes. A los estambulitas ayer no les calentaba el sol de invierno que asomaba entre los minaretes de Santa Sofía y la Mezquita Azul.

No habían dado aún las 10 de la mañana cuando el sonido hueco de una explosión recorrió las aguas del Bósforo y el Cuerno de Oro. La detonación, que horas más tarde se confirmaba había sido efectuada por un terrorista suicida vinculado al ISIS, se produjo en el corazón turístico de la ciudad, pero pudo oírse en muchos puntos de Estambul, hasta a dos kilómetros de distancia. Y su alcance, por la nacionalidad de sus víctimas, por lo indiscriminado, por lo aleatorio, resonaba pronto en Europa, Asia y América. En cualquiera de estos lugares “podría haber sucedido lo mismo”, señalaba a El Confidencial Daniela Rodríguez, una turista argentina en las inmediaciones del lugar del atentado.

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