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Crisis en el chavismo: Maduro se aferra al mito de Chávez ante la crisis de legitimidad
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"soy chavista, pero no madurista"

Crisis en el chavismo: Maduro se aferra al mito de Chávez ante la crisis de legitimidad

Los malos resultados electorales abren la puerta a las voces discordantes en el Partido Socialista Unido de Venezuela, mientras el Presidente anuncia cambios en su gabinete

Foto: El presidente venezolano Nicolás Maduro durante su programa televisivo "En contacto con Maduro", el 8 de diciembre de 2015 (Reuters)
El presidente venezolano Nicolás Maduro durante su programa televisivo "En contacto con Maduro", el 8 de diciembre de 2015 (Reuters)

El resultado del domingo en las elecciones parlamentarias de Venezuela afianzan un mensaje que ya vaticinaban las encuestas: la popularidad del presidente de Venezuela Nicolás Maduro va en franco descenso. Los números previos le daban alrededor de 20 puntos de aprobación. Los votos, más de 2 millones menos que la oposición, hablan de un varapalo electoral sin precedentes que se concreta en zonas consideradas bastiones chavistas, como el barrio 23 de Enero de Caracas. Ahora llama a revisión de lo que pasó el domingo: “no es hora de llorar, es hora de luchar”, dijo. Su hilo de legitimidad pende sobre el recuerdo de Hugo Chávez.

Precisamente el pasado 8 de diciembre se cumplió el aniversario del día en que el presidente Chávez diera su último mensaje por televisión. Esa vez en la que proclamó que, en caso de que a él le pasara algo que le impidiera seguir el mandato presidencial, su decisión “firme, clara como la luna llena” era que todos apoyaran como seguidor de su legado a Nicolás Maduro. El entonces canciller, sentado a su lado junto a Diosdado Cabello, escuchaba el mensaje con cara de circunstancia. Con asombro. El mismo que gran parte de los venezolanos tuvo al saber quién sería el sucesor. Muchos justificaron la elección en detrimento de Cabello por ser éste más radical y por ver en Maduro una posible figura conciliadora.

Tres años después una de las frases más repetidas en la calle es la de “soy chavista, pero no madurista”. Y tanto tiempo después, con sólo un tercio de la Asamblea Nacional a favor, toca recordar de modo insistente por qué Maduro está en el poder. Este 8 de diciembre se celebró la última alocución del Comandante desde el lugar donde descansan sus restos, el Cuartel de la Montaña. La imagen del presidente rodeado de militares que a su vez rodean el monumento de mármol donde está Chávez le dieron sentido místico, esotérico –casi de Ouija-, al acto.

placeholder Un niño vende bolsas de plástico a las personas que hacen cola para comprar pollo en Caracas, el 8 de diciembre de 2015 (Reuters).
Un niño vende bolsas de plástico a las personas que hacen cola para comprar pollo en Caracas, el 8 de diciembre de 2015 (Reuters).

Luego, ya sin lápida de por medio pero con el rostro enjuto, vino el discurso de Maduro. De pelea, de batalla, pero también de reproche. Casi dijo que el pueblo venezolano era necio, “votaron contra sí mismos”, dijo Maduro. Y amenazó con algo insólito: las misiones. “Yo quería construir 500 mil viviendas el próximo año y ya ahorita lo estoy dudando. No porque no pueda construir, yo puedo construir, pero pedí tu apoyo y no me lo diste”.

Maduro, "traidor al legado de Chávez"

En medio de otros comentarios igual de erráticos, que además dan a entender que las misiones son favores clientelares y no una ayuda para el pueblo, Maduro asomó algo que cada vez parece más evidente. “Si yo te caigo mal (pueblo), entiende que esto es un problema de la patria”, dijo. A los pocos minutos, la pantalla se partió para dejarlo a él a un lado y al otro a Chávez en ese momento en que lo ungió como el elegido.

Desde que Maduro fuera elegido presidente, no pocos han sido los que dicen que se ha cargado “el legado de Chávez”, una frase un poco peregrina si se tiene en cuenta que lo que hay en Venezuela hoy es consecuencia de las políticas públicas y económicas de años atrás. Pero la sensación de que fue Maduro quien dio al traste con todo, no se elimina y ha creado más y más descontento entre sus filas.

placeholder Maduro gesticula hacia simpatizantes tras registrarse como candidato presidencial en marzo de 2013 (Reuters).
Maduro gesticula hacia simpatizantes tras registrarse como candidato presidencial en marzo de 2013 (Reuters).

De los primeros en patalear fue quien fuera ministro de Planificación, Jorge Giordani. Fue relegado de su cargo en 2014 y al día siguiente hizo una carta donde criticaba todos los desajustes del Gobierno, el exacerbado gasto en las misiones y el despilfarro y corrupción de los dólares CADIVI. Al poco salió en su defensa el ministro Héctor Navarro, que quedó relegado dentro del PSUV. Una corriente, Marea Socialista, también salió a pedir una revisión interna del PSUV a las puertas de su cuarto congreso, en julio de 2014. Lo último fue hace unas semanas, cuando la diputada del Parlatino capítulo Venezuela Ana Elisa Osorio, militante del partido de Gobierno, dijo que si Maduro perdía las elecciones debía dimitir todo el gabinete.

En el mismo Cuartel de la Montaña, Maduro dijo que los cargos de sus ministros estaban a la orden. Aún no se ha concretado si los quitará de gabinete o hará como la última vez que anunció una “movida de mata”: simplemente los cambió de ministerio o les asignó cargos nuevos.

Mientras, hay silencio en el PSUV. Lo poco que se dice son llamados a la lealtad. O ataques a los “traidores a Chávez”. Maduro no tiene el horizonte claro. “¿El pueblo le dio la espalda a la Revolución o le dio una lección? Evaluemos, pero no creo que sea ninguna de las dos”. Sin un análisis correcto, una crítica que llegue a un diagnóstico apropiado y con la falta de respaldo popular aunado a las intrigas palaciegas de los distintos grupos dentro del Gobierno, todo puede esperarse en los próximos meses dentro del PSUV. Y puede que a Maduro le toque luchar, sí, ante el posible ruido de sables dentro de sus filas.

El resultado del domingo en las elecciones parlamentarias de Venezuela afianzan un mensaje que ya vaticinaban las encuestas: la popularidad del presidente de Venezuela Nicolás Maduro va en franco descenso. Los números previos le daban alrededor de 20 puntos de aprobación. Los votos, más de 2 millones menos que la oposición, hablan de un varapalo electoral sin precedentes que se concreta en zonas consideradas bastiones chavistas, como el barrio 23 de Enero de Caracas. Ahora llama a revisión de lo que pasó el domingo: “no es hora de llorar, es hora de luchar”, dijo. Su hilo de legitimidad pende sobre el recuerdo de Hugo Chávez.

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