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Saint-Denis y Molenbeek, donde terrorismo rima con desigualdad
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¿Hay relación entre marginación y atentados?

Saint-Denis y Molenbeek, donde terrorismo rima con desigualdad

Los barrios clave de los últimos atentados se han convertido en un un caldo de cultivo perfecto para los terroristas que buscan la rabia y el abandono de los jóvenes marginados

Foto: Los vecinos de Molenbeek se han manifestado en contra de los atentados de París. (Reuters)
Los vecinos de Molenbeek se han manifestado en contra de los atentados de París. (Reuters)

"La relegación a la periferia urbana, los guetos…lo que evocaba ya en 2005: un apartheid territorial, social y étnico se ha impuesto en nuestro país". La frase del Primer Ministro francés, Manuel Valls, es de enero de este año, pero está de nuevo de actualidad. Y cruza fronteras. Su eco se ha oído no sólo en Saint Denis, donde la policía gala identificó el escondite de los terroristas que asesinaron a 130 personas en París el pasado 13 de noviembre, sino también en Molenbeek, barrio en el norte de Bruselas. En ambos casos se trata de barrios marginales, de lugares olvidados por el Estado.

Saint-Denis, parte del departamento de Seinte Saint-Denis, es una comuna del tamaño de Alcobendas. Su crecimiento demográfico se mueve a un ritmo de un 1,8% anual desde 2010, frente al 0,5% de Francia. La tasa de desempleo, del 24%, se acerca al doble de la que se registra en área metropolitana de París.

Es una de las 157 ZUS (Zonas Urbanas Sensibles) de la Isla de Francia, la región parisina. El acrónimo se resume en el peyorativo ‘banlieu’, zonas que requieren una "actuación prioritaria" debido a las importantes dificultades que atraviesan. En Saint-Denis la tasa de pobreza es del 33%, diez puntos más que en el resto de la región.

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La prestigiosa revista 'The New Yorker' ha definido estas zonas como "focos de pobreza y desolación social". En la Francia de las 'banlieus', explica el reportaje, los condicionantes que permiten a un joven forjar su futuro o elegir estudios y trabajo, son el abandono y el trato desigual por sus orígenes, color de piel o religión. Un cóctel que se convierte en rabia, terreno fértil para el radicalismo.

"Francia ha entendido ‘asimilación’ por lo que habría debido ser 'integración'", indica a El Confidencial Najib Abu Warda, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid. Relegando la población más marginal a determinados barrios, estos se convierten en calderos donde "elementos como el Daesh encuentran una oportunidad para la radicalización.".

La conexión Molenbeek

El discurso no vale sólo para Francia. Es algo parecido a lo que ha ocurrido en Molenbeek, en Bruselas, una de las zonas de Bélgica con el mayor incremento de población durante los últimos quince años. Philippe Moureaux, su alcalde durante ese período, asegura que no tiene "nada que ver" con lo ocurrido en París. Contra esa afirmación, la tasa de desempleo supera el 30% y la de pobreza el 35%. Los ingresos de la población local se sitúan un 12% por debajo de la media regional.

En Molenbeek creció Ibrahim Abdeslam, quien se hizo explotar en la Rue Voltaire de París, delante de un café. Allí se reencontró con su hermano Salah, considerado una de las mentes de los ataques. De la Molenbeek era también Ayoub El Khazzani, un joven que intentó atacar a unos pasajeros del tren rápido que conecta Amsterdam con París este verano. El barrio tenía una conexión directa también con el grupo terrorista desmantelado en Verviers, en enero. "Parece que siempre hay una conexión con Molenbeek, es un gran problema", ha asegurado en un programa de la televisión el Primer Ministro de Bélgica, Charles Michel. El barrio, comenta en 'Politico' el antropologista y vecino de Molenbeek Teun Voeten, ha pasado de ser una promesa de multiculturalidad a un gueto de intolerancia.

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Tim Krieger y Daniel Meierrieks, investigadores del Departamento de Economía de la Universidad de Friburgo, en Alemania, han dedicado un estudio a la relación desigualdad-terrorismo. Tras recopilar los datos de 71 países han llegado a la conclusión de que existe un proceso de causa-efecto, aunque, obviamente, no se trate del único condicionante. No hay que olvidar la presión demográfica, la escasez de las instituciones y la influencia de la política internacional, pero donde es mayor la diferencia entre ricos y pobres, el riesgo de atentados terroristas es mayor. Algo que se refleja a nivel local: "Un problema particular de la desigualdad local es la confrontación constante con personas que viven mejor. La percepción de desigualdad es omnipresente y aumente la frustración de quienes se han quedado en los últimos eslabones de la sociedad", explican por correo electrónico a este diario.

La percepción de desigualdad es omnipresente y aumenta la frustración de quienes se han quedado en los últimos eslabones de la sociedad

Combatir el terrorismo 'homegrown'

El debate está lejos de encontrarse cerrado, ya que más de un estudio niega esta relación. Lo que sí está comprobado es cómo ha cambiado la radicalización de los individuos. El ataque terrorista ya no es un ataque externo. Se ha convertido en algo "homegrown", nacido y crecido en casa, como lo define una reciente investigación del Real Instituto Elcano. En su análisis de los detenidos en España por pertenecer a grupos terroristas de raíz yihadista durante los últimos dos años, Fernando Reinares y Carola García-Calvo destacan que el 42% de ellos eran residentes en España. El 40% eran españoles de nacionalidad. Entre 1996 y 2012, ese dato se reducía a un 4,8%.

Tanto en España como en Inglaterra, el grupo más presente entre los detenidos es de quienes no tienen "ninguna ocupación conocida". En ambos países, jóvenes de entre 25 y 29 años. Cage, una ONG que se dedica a denunciar los abusos en la lucha contra el terrorismo, no dejó indiferente a nadie cuando indicó que el "Yihadista John", llamado Mohamed Emwazi, se había radicalizado en Inglaterra, donde había estudiado. El director de investigación, Asim Qureshi, afirmó por aquel entonces que "a pesar de los esfuerzos de Mohammed Emwazi, el sistema le había rechazado". Qureshi narró cómo Emwazi se quejaba de persecución, de haberle denegado la posibilidad de viajar a Kuwait, su país de origen, donde le esperaba un matrimonio y un nuevo trabajo.

Los terroristas que quieren reclutar a los jóvenes marginados son más rápidos que las políticas públicas

Qureshi además defendió que ese giro hacia el radicalismo y la violencia puede deberse a que los agentes de seguridad arruinan las vidas de los jóvenes musulmanes con sospechas sin fundamento.

Es por casos como este que Abu Warda, profesor de la Complutense, indica que "la educación" y "reales políticas de integración que no se confundan con la asimilación" son armas clave contra el terrorismo. De la misma opinión son los investigadores de la universidad alemana contactados por este diario: "Si un país consigue, por ejemplo, integrar a los jóvenes e inmigrantes en el mundo laboral y local, será de gran ayuda para combatir el terrorismo 'homegrown'". El problema, subrayan, es que hace falta una voluntad política a largo plazo: "Y los terroristas que quieren reclutar a los jóvenes marginados son mucho más rápidos que las políticas públicas".

"La relegación a la periferia urbana, los guetos…lo que evocaba ya en 2005: un apartheid territorial, social y étnico se ha impuesto en nuestro país". La frase del Primer Ministro francés, Manuel Valls, es de enero de este año, pero está de nuevo de actualidad. Y cruza fronteras. Su eco se ha oído no sólo en Saint Denis, donde la policía gala identificó el escondite de los terroristas que asesinaron a 130 personas en París el pasado 13 de noviembre, sino también en Molenbeek, barrio en el norte de Bruselas. En ambos casos se trata de barrios marginales, de lugares olvidados por el Estado.

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