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Francia se temía los atentados: "Si aparecen dos veteranos de Siria con kalashnikovs..."
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"la pregunta es dónde y cuándo"

Francia se temía los atentados: "Si aparecen dos veteranos de Siria con kalashnikovs..."

Las autoridades francesas se encontraban en estado de máxima alerta, porque daban por hecho que se estaba preparando un ataque importante. No pudieron impedirlo

Foto: Un policía francés monta guardia en la frontera con Italia tras los atentados (Reuters)
Un policía francés monta guardia en la frontera con Italia tras los atentados (Reuters)

Manuel Valls lo había reconocido en numerosas ocasiones. La cuestión no era si el terrorismo volvería a atacar, sino cuándo y dónde, afirmaba el primer ministro. Francia esperaba su 11-S, lo advertían expertos y responsables de la lucha antiterrorista: la amenaza era inminente, de una magnitud inigualable.Y, lo peor, los atentados iban a ser imposibles de frustrar. Con más de 10.500 sospechosos bajo vigilancia, un goteo constante de retornados de Siria e Iraky un objetivo jugoso para las perversas mentes yihadistas, la Cumbre del Clima, que se inaugura en París el 30 de noviembre, las fuerzas de seguridad francesas se preparaban para lo peor. Y lo peor llegó.

“La policía está, en efecto, desbordada. Las personas identificadas como en vías de radicalización son demasiado numerosas para poder ser todas vigiladas, y el modo operacional de los yihadistas se va adaptando a la lucha policial, por lo que es más difícil atraparlos”, asegura a El Confidencial Romain Sèze, del Instituto Nacional de Altos Estudios para la Seguridad y la Justicia. La percepción de este experto en radicalismo es compartida por fuentes judiciales europeas, que aseguran que el problema es grave, y que Francia está aprendiendo a marchas forzadas a hacer frente a una amenaza para la que tenía poca experiencia.

Francia mantiene a más de 10.500 sospechosos bajo vigilancia. Según los expertos, la policía está desbordada

Con 10 veces más sospechosos que en países como, por ejemplo, España, los recursos policiales que se pueden destinar a la vigilancia, escuchas telefónicas o seguimiento por cada objetivo se reducen drásticamente. Aun así, “en los últimos años se han dado cuenta de la magnitud de la amenaza y se han puesto las pilas”, asegura esta fuente judicial. En los últimos días, el presidente François Hollande ha anunciado la creación de 5.000 nuevos puestos de policía y gendarmes más 1.000 para agentes de aduana en los próximos dos años, plazas que se suman a las 5.000 que ya prometió a su llegada al Elíseo. Asimismo, ha suspendido la reducción de 9.200 militares prevista para 2019. Todo ello conlleva un enorme gasto, y hoy Valls ha reconocido que Francia no va a cumplir sus objetivos de déficit con la Unión Europea porque el presupuesto para la lucha contra el terrorismo se ha disparado. “La seguridad está por delante del pacto de estabilidad”, ha dicho el presidente.

El pasado mayo, además, la muy criticada reforma de la ley de los servicios secretos otorgó a la inteligencia francesa amplios poderes para rastrear internet o interceptar comunicaciones telefónicas y cibernéticas sin control judicial, lo que les da un margen de maniobra sin igual. El estado de emergencia, declarado por el presidente el pasado viernes y que ahora Hollande quiere prorrogar durante tres meses, ya permite todo esto y más.

Del terrorismo 'prêt-à-porter' a los atentados a medida

Un cambio sensible en la política de la lucha antiterrorista llega, según Sèze, a finales de 2013,cuando los responsables políticos franceses empiezan a hablar de la radicalización y se dan cuenta de que es un fenómeno “poco conocido pero inquietante”. En la primavera de 2014 se ponen en marcha varias medidas para frenar esta tendencia, como el Plan de prevención de la radicalización y las ayudas a las familias, para detectar a los jóvenes que estaban cayendo en las garras del extremismo. “Un año después, el dispositivo había detectado 4.000 casos”, explica el investigador. Pero no todos ellos habían cometido infracciones, así que sus casos no podían judicializarse.

Para Alan Bauer, profesor de Criminología en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de París, Nueva York y Pekín, “en estos momentos los más peligrosos no son los que vuelven de Siria, sino a los que se impide ir”. Un atentado de esta dimensión era previsible, destaca para El Confidencialel analista, quien considera, no obstante, que “hemos pasado rápidamente del hiperterrorismo del 11-S al terrorismo lumpen de proximidad. El terrorismo en singular de los años setenta se ha hecho plural, se ha pasado del (terrorismo) 'prêt-à-porter' al (terrorismo) a medida”.

En un año, el Programa de Prevención de la Radicalización detectó 4.000 casos en familias francesas

Con la Cumbre del Clima a la vuelta de la esquina, que reunirá -si los atentados del pasado viernes no producen una espantada- a más de 80 jefes de Estado y Gobierno y cerca de 50.000 observadores, y mantendrá el foco mundial en París, el gran temor de las fuerzas de seguridad francesas era un atentado del estilo del que tuvo lugar en el centro comercial Westgate de Nairobi en 2013, con un comando atrincherado en un lugar público lleno de gente. Si el modo operacional de los grupos terroristas hasta hace unos años eran, fundamentalmente, las bombas, lo que ahora intentan, aseguran los expertos, es que el ataque dure más para que los medios puedan retransmitirlo y darle una mayor difusión. “Por el momento, hemos tenido atentados de patio de recreo.[…] La moda ahora son los ataques con kalashnikov, que van a durar". Las declaraciones que un responsable de la lucha antiterrorista hizo a AFP la semana pasada eran premonitorias. "El día que aparezcan dos buenos veteranos de combate de Siria o Irak, lo vamos a pasar mal", dijo el experto.

Son muchos, sin embargo, los atentados frustrados por las fuerzas de seguridad en Francia en los pasados meses. El último, en octubre, el que intentó atentar contra la base naval de Toulon, y cuyo autor responde perfectamente al perfil que describen los especialistas: joven de 25 años radicalizado y ligado al Estado Islámico, que había intentado en dos ocasiones viajar a Siria pero al que se le impidió, y que decidió hacer la guerra por su cuenta. Por correo había recibido un cuchillo de combate y una máscara. A finales de agosto, la falta de pericia de Ayoub el Khazzani, al que se le encasquilló el kalashnikov, evitó una masacre en un tren que viajaba de Ámsterdam a París. Sid Ahmed Ghlam, que intentó atentar en abril contra una iglesia de Villejuif, a las afueras de París, se echó atrás en el último momento y se disparó en la pierna. En Saint-Quentin Fallavier, no lejos de Lyon, Yassin Salhi consiguió decapitar a su jefe en junio, pero las garrafas de acetona que llevaba en su furgoneta y que quiso estampar contra unos depósitos de productos químicos no estallaron y, malherido, intentó hacerlo a mano.

La torpeza y la falta de preparación de los terroristas franceses habían impedido hasta ahora repetir el 'éxito'de los graves ataques contra el semanario 'Charlie Hebdo' y el supermercado judío Hypercaher del pasado enero. Hasta ahora.

Manuel Valls lo había reconocido en numerosas ocasiones. La cuestión no era si el terrorismo volvería a atacar, sino cuándo y dónde, afirmaba el primer ministro. Francia esperaba su 11-S, lo advertían expertos y responsables de la lucha antiterrorista: la amenaza era inminente, de una magnitud inigualable.Y, lo peor, los atentados iban a ser imposibles de frustrar. Con más de 10.500 sospechosos bajo vigilancia, un goteo constante de retornados de Siria e Iraky un objetivo jugoso para las perversas mentes yihadistas, la Cumbre del Clima, que se inaugura en París el 30 de noviembre, las fuerzas de seguridad francesas se preparaban para lo peor. Y lo peor llegó.

Manuel Valls
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