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¿Está en peligro el gas español en Argelia?
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el presidente buteflika es casi octogenario

¿Está en peligro el gas español en Argelia?

El país norteafricano se prepara para una inevitable renovación de liderazgo. España, su primer socio comercial en 2014, debe considerar este factor por el bien de sus intereses

Foto: Un trabajador ajusta una tubería en el yacimiento de gas de Zarzaitine, en In Amenas, a 1.600 kilómetros al sureste de Argel (Reuters).
Un trabajador ajusta una tubería en el yacimiento de gas de Zarzaitine, en In Amenas, a 1.600 kilómetros al sureste de Argel (Reuters).

Hacer negocios en Argelia puede parecerse a una novela de James Bond. Allí se conserva desde los sesenta la misma pasión por el secretismo, las conspiraciones y el no-hables-tan-alto-que-nos-están-oyendo que inflamó las fantasías del escritor Ian Fleming. Los inversores de nuestro país pueden pasarse el día preguntando a la oficina comercial y leyendo los posos del té para averiguar (sin éxito) quién será el próximo presidente argelino, cuándo tomará el poder y hasta qué punto afectará a las relaciones entre los dos países. Llámenlo la diplomacia del tarot.

Parece lógico que sientan las punzadas de la incertidumbre, y no precisamente mariposas, en el estómago. España fue el primer socio comercial de Argelia en 2014 -los intercambios alcanzaron los 14.700 millones de dólares- y este año hemos llegado a importar en enero, según la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES), más de un 60% del gas de sus pozos. Al mismo tiempo, a nadie se le escapa que Abdelaziz Buteflika bordea ya los 80 años (en marzo cumplirá los 79), que ha visitado desde 2013 como mínimo dos veces el hospital parisino de Val-de-Grâce para tratarse una grave enfermedad (las autoridades hablan de una afección estomacal, mientras que los cables de Wikileaks sugieren un cáncer) y que en una de ellas desapareció de la escena durante cuatro meses, lo que hizo saltar todas las alarmas.

“¿Muriéndome yo?”, debió decir el viejo presidente y, a su regreso en julio de 2013, nombró a ocho ministros nuevos -relevando entre otros al número dos de Defensa-, recortó las competencias de los servicios secretos y cambió a 20 gobernadores provinciales. En 2014, les tenía reservada una nueva sorpresa a quienes dudaban de su vigor: decidió presentarse a las elecciones y las ganó en medio de alegaciones de fraude. Hace pocas semanas, barrió sorpresivamente de la escena a Mohamed Lamine Mediène, el jefe de los servicios secretos que custodiaba toda la información sensible desde hacía décadas. Todo apunta a una lucha por el poder.

A pesar de eso, la preocupación de los empresarios españoles está muy acotada, según Jaime Lorenzo, jefe de la oficina comercial de nuestro país en Argelia. Son conscientes, afirma, de que hablamos de un país que “está vacunado contra el islamismo extremista tras una durísima guerra civil, que ha conservado la estabilidad durante la 'primavera árabe' y el hundimiento del régimen de Gadafi, y que incluso ha actuado como mediador en conflictos como los de Libia o Malí”. Otro elemento que les ahorra sudores fríos a los directivos es que, como advierte el investigador del CIDOB, Francis Ghilès, “el Gobierno en Argelia es colegiado y, por lo tanto, no importa tanto quién sea el presidente siempre que el sistema continúe”. Y el sistema, por ahora, no está en peligro… ¿o sí?

Rafael Bustos, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense y director del Observatorio Político y Electoral del Mundo Árabe y Musulmán, cree que no pero, como si fuese el anuncio de un banco, añade un pequeño e inquietante asterisco. “Si los precios del petróleo y el gas siguen tan bajos, la caída de los ingresos se puede reflejar en recortes de subsidios y ayudas a la población, y eso podría desestabilizarlo todo”. En este país, recuerda, existe el mismo contrato social que en las monarquías petroleras del Golfo: la gente acepta menos libertades a cambio de seguridad y un chorreo constante de dinero público sobre sus bolsillos.

Cuidar a Argelia para que Argelia te cuide

Por otro lado, la población podría no ser la única afectada por los bajos precios de los combustibles fósiles. Bustos considera que “los diferentes grupos de poder del sistema se financian gracias a los productos que se compran en el exterior con los ingresos del petróleo y el gas”. Existen licencias de importación adjudicadas a dedo a los miembros de estos grupos, y ellos las rentabilizan quedándose con un porcentaje de los más de 50.000 millones de dólares en bienes y servicios que adquiere Argelia en el extranjero. Si empieza a descender peligrosamente el presupuesto para irse de compras, también lo harán los recursos con los que los clanes que sostienen el sistema pagan la lealtad de sus socios… y se debilitarán frente a sus rivales dentro y fuera de los corredores del poder.

Esta peculiar asignación de los recursos y la legendaria opacidad del Gobierno son solo dos de los aspectos con los que los empresarios españoles tienen que lidiar. Jaime Lorenzo, jefe de la oficina comercial de nuestro país en Argelia, añade otros cinco que configuran un entorno digno de un inversor con espíritu de Indiana Jones: el capital de las 'joint-ventures' con las que operan todas las compañías extranjeras debe ser de mayoría argelina, los socios locales no siempre tomarán decisiones por motivos económicos sino políticos, los recursos naturales nunca podrán dejar de ser propiedad del Estado, la burocracia es inmensa y eso favorece la corrupción, y, por último, el anticolonialismo ha hecho que a las multinacionales de fuera se las mire, aún hoy, con suspicacia. FCC abandonó en marzo dos obras de 1.600 millones de euros por problemas con su aliado local y la Administración.

Gonzalo Escribano, investigador de Energía del Real Instituto Elcano, cree que este panorama no debe ahuyentar ni a las empresas ni a los líderes del Viejo Continente. Es justo al contrario; lo que tendrían que hacer, según él, es “cuidar más a Argelia, dejar que sus empresas públicas puedan comprar empresas europeas con la misma libertad que lo hizo Gazprom, y ayudarla a introducir mejoras en su entorno institucional”. De ello depende no solo que los inversores estén más cómodos, sino también que sean capaces de convertir el país en una de las alternativas al gas ruso y que España tenga alguna posibilidad de acariciar el sueño de transformarse en un gran 'hub' energético del Mediterráneo.

Pero ¿puede Argelia competir con el gas que bombea cuando quiere Vladímir Putin? ¿Basta con que Bouteflika diga ‘sí, quiero’ a España para que se convierta en una referencia europea del gas? Escribano es prudente y duda mucho de que el país norteafricano guarde en el subsuelo riquezas remotamente comparables a las de Rusia, pero advierte de que “no podremos conocer la capacidad real hasta que lleguen más inversiones extranjeras”.

Sin ir más lejos, apunta, la última subasta para extraer crudo fue un fracaso tremendo en septiembre de 2014, porque solo consiguieron colocar cuatro de los 31 bloques que sacaron a concurso. Al mismo tiempo, la caída de los precios de los combustibles está retrasando las inversiones, y la demanda doméstica argelina, muy subsidiada, se incrementa rápidamente. Parte del gas extra que le piden que exporte a Europa en un futuro lo va a tener que dedicar a satisfacer las necesidades de su propia población.

En cuanto a España, Escribano reconoce que la simpatía del Gobierno de Argel es importante pero en absoluto suficiente para que el país alcance su objetivo de convertirse en un 'hub' de la energía. Para ello, “Francia tendrá que construir las infraestructuras que conecten con Alemania y otros países europeos el gasoducto español que transporta el gas argelino, y España deberá crear un mercado financiero y un marco jurídico adecuado para que se negocien los contratos del gas y se resuelvan los conflictos”. Por si fuera poco, añade, nuestro país deberá seducir también a otras potencias gasistas como Nigeria o Estados Unidos. Ni siquiera Abdelaziz Bouteflika y el sistema que lo sostiene pueden salvar a España de sí misma. Si desea cumplir este sueño, no bastará con que proteja sus intereses en Argelia. Tendrá que tomar muchas más decisiones. Y rápido. Muy rápido.

Hacer negocios en Argelia puede parecerse a una novela de James Bond. Allí se conserva desde los sesenta la misma pasión por el secretismo, las conspiraciones y el no-hables-tan-alto-que-nos-están-oyendo que inflamó las fantasías del escritor Ian Fleming. Los inversores de nuestro país pueden pasarse el día preguntando a la oficina comercial y leyendo los posos del té para averiguar (sin éxito) quién será el próximo presidente argelino, cuándo tomará el poder y hasta qué punto afectará a las relaciones entre los dos países. Llámenlo la diplomacia del tarot.

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