En ruta con los refugiados sirios

por PILAR CEBRIÁN

Recorremos, paso a paso, la ruta marcada por la diáspora siria.
Desde las costas de Turquía hasta Suecia, acompañamos a un grupo de jóvenes que ha viajado más de 4.000 kilómetros para huir de la guerra. Contamos cada etapa de este éxodo en el que sus protagonistas se enfrentaron a las mafias de tráfico de personas y a las autoridades fronterizas por hacer realidad su sueño: "volver a tener una vida normal" en Europa

Día 1

Una familia en el punto cero

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El matrimonio sirio, formado por Hani y Rasha, espera intranquilo la llamada del traficante. Ambos hacen tiempo en la plaza principal de Basmane, uno de los barrios de la ciudad turca de Izmir. Este es el punto cero de la ruta que los refugiados recorren hacia Europa. Junto a sus dos hijos pequeños, y dos amigos de la familia, confían salir la próxima noche a Grecia. Saben que ahora sus vidas están en manos de las mafias y, por ello, ninguno se atreve a posar abiertamente para las fotografías.

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Día 2

¿Qué metieron en la maleta?

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Durante el atardecer, las tres jóvenes sirias se adentran en la tienda de campaña mientras Malaz y los hombres conversan postrados en el muelle. En el interior, Sana, Duah y Alaa se ríen de su suerte, recordando todo lo que han perdido en el camino. Las tres se conocieron en un autobús en dirección a Estambul. Formaban parte del mismo “equipo” de cincuenta personas que un traficante afgano enviaría en un bote de goma hacia Europa. Les pregunto por sus objetos personales, el tipo de ropa u otros enseres útiles que decidieron meter en la maleta cuando huyeron de Siria. ¿Qué elegir? ¿Qué salva alguien cuando abandona su hogar para lanzarse a un viaje de miles de kilómetros?

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Día 3

“Esto sabe a victoria”

Firaz ha vuelto. El contacto de los hermanos sirios Malaz y Sana, su única esperanza para abandonar la isla de Lesbos hacia Atenas, ha conseguido entrar en territorio griego por el aeropuerto de Mitilini. Para él, la noche ha transcurrido inmerso en un tira y afloja en las dependencias policiales para conseguir el documento temporal que permite a los diez integrantes del grupo tomar el ferry hacia el puerto del Pireo. Desde las 9 de la noche hasta las 5 de la mañana, Firaz ha peleado contra el resto de refugiados y autoridades griegas para obtener los "papeles”. "¡Lo he conseguido!", me escribe en un mensaje Whatsapp, "a las 11 salimos a Atenas".

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Día 4

El humor del líder que nos ha metido en Macedonia

Ninguno de los pasos que damos sería sobre seguro si Firaz no viniera con nosotros. Desde Turquía, al atravesar Grecia y a la hora de cruzar la frontera con Macedonia, observo que todos los grupos van encabezados por un guía. En ocasiones es un amigo de la familia; otras, un conocido más veterano, más experimentado. Pero a veces se trata de un hombre a sueldo de los archinombrados traficantes de personas. A menudo la línea que lo delimita no está suficientemente clara.

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Día 5

Golpes y asfixia en Macedonia

“Vas a tener que tapar tu pelo con un hiyab durante todo el camino”. La orden de Firaz es tajante. “Vamos a cruzar por la vía ilegal y tienes que parecer una más. Debes cubrirte”. Hemos pasado la noche en la tienda de campaña sobre los andenes de la vieja estación en Evnozoi, el pueblo griego que limita con Macedonia. El clima benigno del sur de Grecia ha cambiado repentinamente a una descarga de lluvia constante y el grupo se resiente. No solo los zapatos y la ropa están empapados, también el escaso equipaje y las mantas que transportamos.

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Día 6

La sombra de Al Asad les persigue hasta Europa

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“¡Corre!”, “¡Rápido!”, “¡Date prisa!”, “¡No te retrases!” , la ansiedad que envuelve al grupo es la propia del día a día en la ruta migratoria. No sólo es el cansancio, el hambre y el malestar, la mayoría de los sirios que me cruzo en el camino sufren algún tipo de trastorno mental: depresión, ansiedad, miedo, paranoia… Son ya cuatro años de guerra, de asesinatos, de desapariciones de seres queridos, de torturas, de amenazas y muerte… Todos y cada uno de mis compañeros de viaje muestran síntomas del impacto anímico de una guerra.

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Día 7

Una jornada de terror en manos de la mafia húngara

El sonido del avión obliga a los trece amigos a mirar hacia el cielo. Una aeronave sobrevuela las calles del centro de Belgrado. “Ojalá pudiéramos coger uno de esos”, bromea Malaz, “todo sería tan fácil…”. Hoy ha vuelto a salir el sol. Malaz, Sana, Gigi, Alaa, Duah… todos parecen estar más animados. Han logrado descansar durante un día y estamos en mitad del camino. Por delante solo queda el trayecto final, tres fronteras; esta noche, la más difícil de cruzar: Hungría.

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Día 8

Así escapamos de la mafia húngara; a puñetazos

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Es la una de la madrugada. Abdallah, el chico con quien he huido de la furgoneta de los traficantes, y yo buscamos un taxi en la rotonda de la gasolinera. De pronto, un coche con dos hombres en la parte delantera se detiene. “¡200 euros!”, gritan, después de examinarnos con la mirada. Un segundo taxi hace otra parada, pero reinicia la marcha al ver el velo que cubre mi cabeza, las mochilas y las bolsas con las mantas. El conductor no quiere transportar refugiados en sus asientos.

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Día 9

Pues yo me vuelvo a Siria

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A solo una etapa del destino final, en Austria, el grupo de amigos se divide. Han marchado juntos durante kilómetros pero ahora cada uno tiene que elegir su camino. Alemania ha restablecido el control en sus fronteras y el viaje hacia Munich se complica. Por ello, algunos cambian de planes. Iad se dirige a casa de su tío, residente en Austria desde hace años, donde esperará antes de partir hacia Francia. Gigi, alarmado por el posible límite de trenes, ha cogido el último en dirección Munich. Firaz, acompañado de sus primos pequeños, los hermanos Sana y Malaz y las dos jóvenes Duah y Alaa, han decidido ingresar en el campo de refugiados del noreste de Viena.

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Día 10

La ruta del círculo

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En un vagón del tren nocturno que cubre la línea Viena-Hamburgo, Sana, la joven fisioterapeuta, y Firaz, el líder del grupo, discuten sobre las diferentes maneras de entrar en Europa. En su teléfonos móviles me enseñan las distintas vías que se dan a conocer a través de las redes sociales. “En los últimos meses ha aparecido una nueva”, explica Firaz, “la del círculo polar ártico”. Con la ayuda de un mapa que otro usuario ha colgado en la web, me muestran la “ruta polar” mediante la cual algunos refugiados sirios están llegando a Noruega.

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Día 11

No queda sitio en el paraíso

"Vamos a entrar en Suecia”, enuncian los altavoces del tren que conecta Dinamarca con el país escandinavo. Alaa abre los ojos con emoción, en la próxima parada viene a recogerla su prometido. “Hace tres años que no nos vemos”, me repite mientras me agarra, nerviosa, de la mano. El resto del grupo mira desconcertado a su alrededor: el aspecto de la gente ha cambiado progresivamente desde el desembarco en Atenas. Los primos se ríen al observar el estilo espigado de los hombres y mujeres nórdicos que llenan nuestro vagón.

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Día 12

Ahora empieza el verdadero reto: los hermanos deben integrarse en Europa

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Sana ha vuelto a escribir. Durante el trayecto en autobús hacia el nuevo alojamiento, con la ayuda de un lápiz y un cuadernillo, ha compuesto su primer poema desde que cogió un bote para entrar en Europa. “No pude volver a rimar hasta que entramos en Suecia”, expresa frente a la orilla del lago Daglösen, a 350 kilómetros de Estocolmo. Mientras tira migas de pan a una bandada de patos, concluye, “necesitaba volver a tener la mente libre”.

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