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¿Qué se juega España en las elecciones argentinas?
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EMPRESARIOS APUESTAN POR MACRI PARA CAPTAR INVERSIÓN

¿Qué se juega España en las elecciones argentinas?

El país decidirá este domingo quién habitará la Casa Rosada los próximos cuatro años. ¿Cómo afectará el resultado a la economía española? Los empresarios argentinos dejan clara su preferencia por Macri

Foto: Argentinos acuden a un acto de campaña de Mauricio Macri en Lanús, en las afueras de Buenos Aires, el 21 de octubre de 2015 (Reuters).
Argentinos acuden a un acto de campaña de Mauricio Macri en Lanús, en las afueras de Buenos Aires, el 21 de octubre de 2015 (Reuters).

Argentina es, por motivos históricos y culturales evidentes, un socio económico y comercial de máxima importancia para España. En los últimos años, la relación entre los empresarios e inversores españoles y la Casa Rosada ha sido tensa: para la historia quedan las furibundas declaraciones que provocó la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de expropiar Repsol YPF en 2012: no gustó a los empresarios y tampoco a La Moncloa, que pronto salió en defensa de los intereses patrios. Se anunciaron, como otras veces, boicots al país del tango que nunca sucedieron. Al fin y al cabo, Argentina sigue siendo una pieza crucial en la estrategia de internacionalización de la mayor parte de las medianas y grandes empresas ibéricas. Las grandes transnacionales no han dejado de invertir y, en lo que respecta a las exportaciones, Argentina sigue siendo un socio comercial clave: en el primer cuatrimestre de 2015, España vendió bienes por valor de 466,2 millones de euros, un 4,63% más que en el mismo periodo del año anterior, según datos de la Agencia Tributaria.

De ahí que no pocos hombres de negocios, dirigentes de grandes multinacionales pero también de empresas familiares y pymes, sigan con atención el rumbo de la siempre imprevisible política argentina. Este domingo, 32 millones de argentinos están convocados a las urnas para escoger quién ocupará la Casa Rosada los próximos cuatro años. Si no hay sorpresas, pueden pasar dos cosas: que Daniel Scioli, el candidato oficialista, gane con la suficiente ventaja como para vencer en primera vuelta -necesita lograr el 45% de los votos o 10 puntos más que su adversario-, o que la elección se decida en 'ballotage' a finales de noviembre, con lo que Scioli se enfrentaría, previsiblemente, al líder de la derecha Mauricio Macri. Los dos conocen bien el mundo de la empresa y nacieron en un hogar acomodado; los dos representarían, según los analistas, un giro a la derecha más o menos pronunciado.

Los empresarios argentinos han dejado clara su preferencia por Macri, por considerarle más capaz para lograr el principal objetivo de la patronal: conseguir captar la inversión extranjera, a partir de la clarificación de las reglas del juego y la eliminación de 'impuestos distorsivos' de la competencia, entre otros factores. Macri parece confiable porque él mismo viene del sector de los negocios y, durante sus años como jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires, ha aplicado los valores de la empresa a la gestión urbana; pero Scioli tampoco disgusta a los hombres de negocios, que han mantenido durante ocho años una tensión constante con los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner.

Durante los últimos años, la inflación acumulada motivó la pérdida de competitividad de la industria argentina. Los exportadores sufrieron de lleno las consecuencias, pero también la industria volcada a la demanda interna. Los elevados costes salariales y los amplios márgenes de la distribución empujaron al consumidor hacia los productos importados: por eso el Gobierno kirchnerista, decididamente neodesarrollista, optó por implementar medidas proteccionistas, como fuertes trabas a las importaciones, y trató de controlar los precios a través de programas como Precios Cuidados. Paralelamente, la inflación provocaba un acusado atraso cambiario, esto es: subían los precios y los salarios, con lo que el peso se devaluaba cada vez más y comenzó a prosperar un mercado paralelo de la divisa. Esta ha sido una fuente de tensiones constante: los exportadores argentinos pedían una devaluación que les aseguraría ser más competitivos; mientras, el Gobierno comenzó a poner trabas a las transacciones internacionales -y a cualquier operación que suponga utilizar el tipo de cambio oficial-, lo que, sumado a las dificultades para las importaciones y a las políticas de control de precios, comenzó a dificultar la vida de los empresarios.

Devaluación y barreras a las importaciones

Para muchos analistas, la confiabilidad de la economía argentina pasa por normalizar el tipo cambiario -la brecha entre el cambio oficial y el paralelo o 'blue' alcanza hoy el 65%- lo antes posible. Parece seguro que tanto Scioli como Macri emprenderían esa devaluación a la que Cristina Fernández se ha resistido, si bien Macri optaría por una devaluación más brusca que Scioli. Con ello sueñan ya los exportadores argentinos, que verán cómo sus productos recuperan competitividad en un contexto regional en que la mayor parte de las monedas se han devaluado con respecto al dólar en el último año. Pero, si Macri se apresura a liberar las actuales restricciones cambiarias, podría aumentar la inflación -que ronda el 27% anual-, con lo que la situación empeoraría a medio plazo.

Las barreras a las importaciones, el otro caballo de batalla, tienen los días contados. La Casa Rosada, tras perder un juicio arbitral ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), se vio obligada a acordar con la Unión Europea y los Estados Unidos que el próximo 31 de diciembre -esto es, 21 días después de que Cristina Fernández finalice su segundo mandato- se desmantelarán las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importaciones (DJAI), según publicó el pasado julio el diario 'La Nación'. A lo largo de esos meses, Argentina se comprometía a adecuar sus procedimientos a la importación a las normas internacionales. Lo que la OMC no admite es el sistema de las DJAI, que obliga a los importadores a realizar una presentación previa ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), que a su vez debe contar con la aprobación de la Secretaría de Comercio.

Acabar con medidas proteccionistas como las restricciones a las importaciones beneficiará a muchas empresas españolas exportadoras. Algunos sectores son especialmente estratégicos: un buen ejemplo son las industrias culturales, comenzando por el mercado del libro. Argentina tiene fama de ser un país culto y con gusto por la lectura: la tasa de alfabetización es del 98% y, de sus 40 millones de habitantes, dos millones cuentan con estudios universitarios. Es, por detrás de México y Brasil, el tercer país latinoamericano en cantidad de títulos editados, y, pese a las barreras a la exportación que encarecen notablemente el producto, España exportó libros a Argentina por valor de 14,3 millones de euros en 2014, según datos recopilados por el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX). Los expertos del ICEX creen que “es de esperar que con el cambio de Gobierno a fines de 2015 y después de la condena del régimen de comercio argentino en la OMC, las circunstancias sean más favorables para nuestra exportación”.

placeholder El candidato Mauricio Macri junto a María Eugenia Vidal, candidata por Buenos Aires, durante un mitin en Lanús, a las afueras de Buenos Aires. (Reuters)
El candidato Mauricio Macri junto a María Eugenia Vidal, candidata por Buenos Aires, durante un mitin en Lanús, a las afueras de Buenos Aires. (Reuters)

Atraer inversión

Un estudio de 2015 de la Escuela de Negocios IE Business School mostraba que, para el empresario español, Argentina ha perdido interés como destino de inversión: según ese informe, Brasil y México son los países predilectos de la inversión española, mientras que Uruguay y Cuba despuntan como nuevos destinos y Colombia y Perú se presentan como los países con mejores expectativas económicas, también para las pymes. Sin embargo, preocupa la situación de la región en general; y más ahora que se ha profundizado la crisis en Brasil. En ese estudio, Argentina aparece entre aquellos países que continuarán recibiendo inversión, pero a un ritmo menor que el resto.

Tal vez conscientes de ello, los empresarios argentinos piden al próximo Gobierno que emprenda una fuerte reforma fiscal para atraer la inversión; es decir, que se reduzcan los impuestos al capital. Empresarios locales y extranjeros denuncian los “altos costos impositivos y las distorsiones que algunos tributos generan a la hora de pensar nuevos desembolsos para hacer negocios”, según una encuesta publicada por el Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA). Los empresarios se apoyan en el hecho de que, como ha revelado un informe de la Cepal, Argentina alcanzó en 2013 un nivel récord de presión tributaria: el 31,2% del PIB, cuatro puntos por debajo de Brasil, pero por encima del resto de los países latinoamericanos. El promedio de la OCDE es del 34,1% del PIB, pero la prestación de servicios en los países miembros de la OCDE es sensiblemente superior.

La patronal sostiene que la rebaja fiscal aportaría competitividad a la industria nacional; pide también “clarificar las reglas de juego, implementar una política fiscal proinversión, ofrecer financiamiento de largo plazo, renegociar con los acreedores externos”, así como “recomponer los costos laborales” y “promover el mercado de capitales y una apertura de las empresas a la bolsa”.

Es el mantra mil veces repetido: Argentina debe plegarse, como sus vecinos del Pacífico, a la ortodoxia económica liberal para ofrecer “seguridad y confianza” a los inversores. Más allá de los matices que oculta ese discurso oficial, que poco o nada dice del bienestar de los trabajadores, lo cierto es que, a estas alturas, “la mayoría de los inversores internacionales hace tiempo que consideran a Argentina un caso especial por su heterodoxa gestión macroeconómica y su historial de impagos”, asegura Federico Steinberg, economista e investigador del Real Instituto Elcano. No por ello el capital internacional ha vuelto la espalda a uno de los principales motores económicos de América del Sur: aunque es cierto que muchos inversores privilegian focos de inversión como Colombia, Chile o Peŕu, Argentina sigue siendo un lugar predilecto para la inversión española y para las relaciones comerciales.

Según la Cámara Española de Comercio de la República Argentina (CECRA), existen en el país 260 empresas argentinas de capital español. Y, pese al golpe que supuso el caso Repsol, las multinacionales españolas de los estratégicos sectores de la energía, tecnología, construcción y banca siguen presentes en el país del tango. En total, una veintena de compañías transnacionales operan en Argentina, entre ellas Telefónica, Santander, BBVA, Inditex y Gas Natural Fenosa. También tienen una notable presencia las constructoras como ACS y OHL.

ACS, OHL, FCC y Acciona han mostrado su interés en hacerse con la licitación de una de las infraestructuras más importantes que podrían salir adelante en los próximos cuatro años: el túnel de Agua Negra, que, con una longitud de 14 kilómetros, atravesaría la cordillera andina para unir la región chilena de Coquimbo con la provincia argentina de San Juan. Se trata de una obra con una inversión prevista de 1.400 millones de dólares, de los que Argentina aportaría el 72%. Las obras se extenderán previsiblemente durante una década, pero la licitación está prevista en los próximos meses. La previsión es, además, que en un futuro el túnel se convierta en un corredor bioceánico que permita la conexión con Porto Alegre, una de las zonas más industrializadas de Brasil.

Argentina es, por motivos históricos y culturales evidentes, un socio económico y comercial de máxima importancia para España. En los últimos años, la relación entre los empresarios e inversores españoles y la Casa Rosada ha sido tensa: para la historia quedan las furibundas declaraciones que provocó la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de expropiar Repsol YPF en 2012: no gustó a los empresarios y tampoco a La Moncloa, que pronto salió en defensa de los intereses patrios. Se anunciaron, como otras veces, boicots al país del tango que nunca sucedieron. Al fin y al cabo, Argentina sigue siendo una pieza crucial en la estrategia de internacionalización de la mayor parte de las medianas y grandes empresas ibéricas. Las grandes transnacionales no han dejado de invertir y, en lo que respecta a las exportaciones, Argentina sigue siendo un socio comercial clave: en el primer cuatrimestre de 2015, España vendió bienes por valor de 466,2 millones de euros, un 4,63% más que en el mismo periodo del año anterior, según datos de la Agencia Tributaria.

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